miércoles, 20 de julio de 2011

Prohibido enamorarse—Capitulo 17

Lamento muchisimo la demora de este capitulo, lo que pasa es que no he estado muy bien de salud aunque sean pocos los que lo saben (pocos realmente porque ni a mi BF se lo he dicho), pero la mano me molesta mucho desde hace un par de semanas y eso aunado a varios problemas personales y situaciones que me rodean han mermado mi ser. Me encuentro en una fase de bloqueo y es muy difícil escribir para mi. De nuevo lo digo, esto es algo que ni a mis mejores amigas les he contado y como no quiero seguir molestando con mis problemas mejor les dejo el cap.

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En un viejo sueño
En un constante anhelo
En un par de escenas lidas
En una cita no planeada
En tu corazón
y donde sea tu razón

Capítulo 17
Una cita



Mi mirada se había quedado fija en la figura de Andreas que desaparecía ante mi impotencia entonces puse toda mi atención en Tom. Mi novio se había quedado parado con una mirada sorprendida y llena de dolor.

Son un asco,  esa frase volvió a resonar en mi cabeza, pero estaba seguro que yo no la evocaba, no tenía por qué. Lo que había dicho a Andreas tenía un peor efecto en Tom que en mí, la relación de ambos era mucho más estrecha y yo comprendía que nuestro amigo estaba consternado. Debimos decirle antes, pensé en mi fuero interno pero no lo exterioricé. Volvía mirar a Tom sin decidirme a tomarlo entre mis brazos y decirle que todo estaría bien, no sabía si eso era lo ideal en ese momento o debía esperar más tiempo para que no se confundiera más.

— ¿Tom?—le llamé luego de unos minutos en que él  no dejaba de derramar serenas lágrimas mientras miraba el suelo.

No me contestó sino hasta mucho tiempo después.

—Quiero irme a mi casa—había pronunciado apenas.

Me sentía completamente impotente, molesto, triste y frustrado. Yo no podía hacer nada por sanar el dolor de Tom, ni siquiera era seguro abrazarlo para que se sintiera bien. Pero no podía quedarme sin hacer nada así que sin que él lo advirtiera lo abracé por la espalda y hundí mi cabeza en su cuello, respirando su aroma en forma pausada y silenciosa, no había rastro de deseo en ese contacto.

—No me importan los demás, me importas tú—le dije al oído.

—Te quiero demasiado Bill—me respondió y sus lágrimas comenzaron a salir de nueva cuenta.


Llegamos a su casa sin decir una palabra ni dirigirnos la mirada, mientras el hielo de la tarde se acrecentaba cada vez más y sin poder ver los orbes de cristal marrón que tanto adoraba, pero no insistí. No tenía derecho.

Tom sacó su juego de llaves sin hacer demasiado ruido e introdujo la indicada dentro de la cerradura, espere algún indicio que me permitiera saber que debía hacer pero no había nada que me ayudara. Finalmente al ver como mi novio abrió la puerta y se giró para verme a los ojos comprendí que debía hacer. Me acerqué y besé su mejilla de la forma más dulce que pude, tratando de dejar lejos la amargura que sentía y el dolor que sentía en mi pecho, pero fue peor. Los sentimientos de ambos se entrelazaron en ese contacto, simple y delicado pero al final doloroso como púas. El corazón de Tom lloraba y el mío respondía a su llanto, un dolor sincronizado.

Sin decir nada y esquivando mis ojos mi novio se adentro dentro de su hogar y subió las escaleras dejando en completo desconcierto a su hermana, ella volteó hacia la puerta abierta y me escudriñó con la mirada, entonces alcé mis hombros y cerré la puerta.

Ya en mi habitación liberé todo mi coraje, lejos de llorar como lo haría Tom en su cuarto yo me dispuse a golpear con fuerza los cojines y el colchón de mi cama. La rabia se me desbordaba pero ¿por qué? Me pregunté a mi mismo si estaba molesto por lo que Andreas había dicho y la respuesta inmediata fue un no, claro que me molestaba pero había algo más, algo más profundo que eso. Tom. El chico que adoraba se había derrumbado ante mis ojos, le había visto sufrir y no lo había reconfortado de ninguna forma. Impotente, frustrado, enojado, una horrible composición emocional.

Tomé una libreta y comencé a escribir. No importaba que escribiera, ni siquiera me importaba que aquella canción fuera buena, sólo quería desahogarme y dejar de sentirme de esa forma. Odiaba a Andreas por hacer sentir mal a Tom, y en realidad no le odiaba sólo estaba muy molesto.

Al día siguiente Tom no fue a la escuela y Andreas trataba de evitarme siempre, no lo culpaba yo tampoco sabía como reaccionar con él, me debatía entre golpearlo o hablar o no hacer nada, la última opción era la mejor. Por otra parte, la pequeña hermana de mi novio sabía que algo pasaba y nadie que yo conociera sería capaz de zafarse de algún interrogatorio suyo si buscaba descubrir algo. Yo era el blanco y la flecha, que era Holy, se acercaba a mí en el descanso.

— ¿Qué pasó ayer?—directa y certera, la chica no andaría ese día con rodeos.

—Algo que lastimo a tu hermano—le contesté.

— ¿En serio?—dijo fingiendo sorpresa—, no ando para juegos—declaró, aunque yo no quisiera hablar tendría que hacerlo.

—Estábamos en el parque, todo bien—comencé a evocar los recuerdos—, llegó Andreas—dije y Holy abrió la boca como para decir algo—, nos estábamos besando.

— ¡Mierda!—exclamó la chica.

—…Una cosa más…

— ¿Qué?

—Andreas dijo son un asco—recordé las lagrimas de Tom y apreté la mandíbula.

— ¡Ay mierda! Andreas es tan idiota—dijo para sí misma—, tan impulsivo y tan… Bill esa sólo fue una reacción él no…

—Tampoco lo defiendas—dije secamente.

—No lo defiendo, ¿tú crees que no me molesta que ese idiota haya lastimado de esa forma a mi hermano? ¡Tengo ganas de partirle la cara! Pero Andreas quiere mucho a mi Tom, Andy no supo reaccionar de buena forma…

—Lo sé, pero Tom está en tú casa llorando… eso no se lo perdono—le contesté enojado, Andreas era también mi amigo pero no dejaba de sentir ese coraje.

—Hablaré con Andreas, si soluciona las cosas con Tom ¿lo perdonarías?—me pregunto, ella era la abogada del diablo.

—Hasta que no vea sonreír a Tom de nuevo no aseguro nada—para mí una disculpa de Andreas era suficiente, con eso olvidaría su reacción, pero hacer que olvidara lo que Tom habría sufrido necesitaría que Tom estuviera bien de nuevo.

—Eres un buen novio… te invito a comer y le hacemos a Tom una pizza para animarlo un poco—dijo ella sonriendo.

***
Ahí estaba esa sonrisa linda que tanto me gustaba, desde los hoyuelos que se formaban en sus mejillas hasta como sus ojos quedaban rasgados por el gesto. Tom estaba riendo frente a mí y no sólo eso, reíamos junto con Andreas. Las cosas volvían a ser como antes y mi novio era feliz, entonces yo también.

***
Estaba escribiendo un ensayo en mi computadora cuando mi madre tocó la puerta de mi habitación, aparté la vista de la pantalla cuando escuché el sonido de la madera contra sus nudillos y apenas dije que pasara volví a mirar el monitor, ella se mantuvo a la entrada de mi habitación y dio una mirada rápida a la habitación.

— ¿Si recuerdas que iremos a Hamburgo verdad?—preguntó de forma que me hizo voltear a verla.

—Sí, ya sé—le contesté hastiado de ese tema.

—De verdad no se qué demonios te pasa—el drama se acerca, me dije a mi mismo sin llegarlo a decir para ella—, cuando te dije que vendríamos a Loitsche no querías venir, me dijiste que eras un chico de ciudad y no sé que más ¿y ahora no quieres poner un pie lejos de aquí? ¡Ni siquiera querías ir a Berlín!

Ella tenía razón, pero no sabía nada de mi situación.

—Mamá no empieces con tus cosas ¿sí?—le dije apartando mi libreta y mientras lo hacía giraba mi cuerpo para verla—, voy a ir a Hamburgo ¿qué más quieres?

—Eres tan…—apretó la mandíbula y torció la mirada hacía el suelo—, te llevas buena ropa—sin decir nada más salió de mi habitación azotando la puerta.

Mi madre comenzaba a meterse mucho en mi vida y no me agradaba para nada esa actitud que tomaba, cuando era un niño no se tomaba esas molestias ni se entrometía tanto en mi vida ni siquiera tomaba mis tiempos a su disposición. Además, Simone comenzaba a hartarme cada vez que me decía que estaba raro, ella no entendía nada.

Me levanté de la silla y arrojé con una mano un altero de las hojas que yacían sobre el mueble de la computadora, apreté mis ojos con fuerza y me aventé contra la cama. La cabeza me dolía pero no quería tomar medicamentos. Alcé el celular y comprobé que tuviera cobertura, en efecto la tenía, marqué un número que ya me sabía de memoria y de inmediato una voz monótona de una mujer de quizás treinta y tantos años me contestó, era una grabación.

—El número que usted marco no se encuentra disponible o se encuentra fuera del área de servicio, le recomendamos marcar más tarde—escuché hasta la última palabra.

—Mierda… ¡demonios!—me enojaba no poder escuchar la voz de Tom, a la mañana siguiente saldría rumbo a Hamburgo y de nuevo no podría verlo—. Me jodes la existencia Simone.

***
Mi padrastro era un hombre práctico que evitaba los problemas pero que tenía cierta resistencia a cambiar de opinión, aún así nunca lo acepté. Desde que yo era muy pequeño Gordon se había integrado a nuestra familia, así que resultaba extraño que yo no lo terminara de aceptar, pero quizás se debía a que siempre estuve consciente de que él no era mi padre. Sólo era el esposo de mi mamá.

Luego de la cena se había molestado conmigo porque había estado apartado de todos y cada vez que alguien trataba de hacerme plática yo contestaba sin mucha emoción, según Gordon era muy importante dar una buena impresión en esa cena para que pudiera acceder a un mejor puesto.

— ¡Deja de ser tan egoísta!—me gritó cuando comenzaba a subir las escaleras.

— ¡¿Egoísta?! ¡Tú ni siquiera te preocupas por mi!—le contesté gritando.

— ¡Claro que me preocupo por ti! Bill eres casi mi hijo—no, no lo era. Gordon no era mi padre y nunca lo llegaría a ser.

Seguí caminando hasta que llegué a mi habitación, y antes de siquiera poder azotar  la puerta unas lagrimas resbalaron por mis mejillas. No me gustaba llorar, pero aquella situación lo ameritaba demasiado y dejé que las lagrimas corrieran lo que tuvieran que correr, quizás lograría sentirme mejor.

Recordé cuando tan sólo tenía cuatro años. Estaba en casa de mi abuela jugando con unos dinosaurios de plástico que me habían regalado en mi último cumpleaños, me había acostado boca abajo en la sala de la casa justo frente a la chimenea y jugaba tranquilamente. Entonces uno de mis primos más grandes se acercó a mí y pateó mi pie.

— ¡Oye!—dije molesto por aquello.
      
—No seas llorón Bill, ¿Dónde está Gordon?—preguntó mi primo.

— ¿Mi papá? No sé—meneé la cabeza al mismo tiempo que hablaba.

—Gordon no es tú papa—dijo secamente— ¿Dónde está tu mamá?

— ¿Por qué no es mi papá?—cuestioné sin hacer caso de su pregunta—, es el esposo de mi mamá, entonces es mi papá.

—Él no es tu papá, tu mamá ya se había casado antes—mi frente se arrugo y negué con la cabeza una y otra vez, él debía estar mintiendo.

— ¡Mentiroso!

Tiempo después le pregunté a mi madre acerca de eso, ella desde el comienzo se mostro un poco reacia a hablar del tema pero al final terminó por darme pequeños detalles, aunque jamás dijo algo completamente relevante. Lo había conocido en Magdeburgo, pero cuando se casaron se habían mudado a Berlín, luego de casi dos años de matrimonio se divorciaron alegando diferencias irreconciliables, mi madre logró también que yo no tuviera el apellido de mi padre y regresó a Magdeburgo. Pero no quiso decirme nunca su nombre y yo dejé de pedírselo al paso de los años, tan sólo prevaleció mi resistencia a aceptar a Gordon como mi padre pues todo lo demás lo olvidaba con el tiempo. En la primaria solía haber actividades con los padres pero nunca participaba en ellas, para mi Gordon era el esposo de mi madre, no mi papá. Así que no tenía nada que hacer ahí.

Muchas veces me dije a mi mismo que estaba siendo muy duro con mi padrastro, pero al parecer desde el principio estuvo fijo que él tan sólo sería esposo en esa familia, pues Simone siempre lo relegaba cuando se trataban de temas referentes a mí y él siempre evitaba meterse en los problemas que me involucraban, para eso estaba mi madre.

El llanto cesó más pronto de lo imaginado pero aún así sentía mis ojos hinchados y seguramente estarían muy rojos, además el poco delineador que usaba probablemente estaría arruinado. Me interné en el baño para solucionar ese rostro.

Cuando mi cara dejó de estar horrible me acomodé en la silla que quedaba justo frente a la computadora, tomé el celular que descansaba justamente sobre el mueble y miré la hora, eran las seis de la tarde. Hacía frio pero si me daba prisa quizás alcanzaría a Tom antes de que se metiera a bañar, pues en los últimos días había tomado el hábito de bañarse por la tarde para que sus rastas se alcanzaran a secar antes de dormir y no se congelaran, como lo hacían por la mañana.

Únicamente tomé una chamarra muy gruesa y tomé mi bufanda. Bajé corriendo las escaleras pero me detuve al ver que mis padres estaban en la sala conversando mientras tomaban chocolate caliente. Simone preguntó a donde iba y cuando contesté que a casa de un amigo Gordon arrugó la frente.

—No llegues tarde y ten cuidado—dijo mi madre y Gordon me dio una mirada de aprobación.

Caminé un rato escuchando una melodía que me sonaba triste, con ese toque de melancolía que me hacía preguntarme si en verdad existía o era sólo una breve percepción del momento por mi estado emocional, porque sí, aún sentía esa extraña sensación de querer llorar en cualquier momento. Por más que yo intentara pensar en alguna otra cosa eso no desaparecía, inclusive iba a buscar a mi novio para sentirme reconfortado, para que alejara ese sentimiento absurdo. Intentaba pensar en Tom pero aún así no podía quitarme de la cabeza el recuerdo de mi padre, que ni siquiera era un recuerdo pero que dolía demasiado como si de verdad me hiciera falta y eso era imposible pues había llevado mi vida de buena forma sin necesitarlo nunca o al menos eso intentaba creer. Llevaba las manos metidas en los bolsillos de la chamarra para protegerlos del frio que me azotaba por todas partes, ahí mismo llevaba el reproductor de música y presioné un botón para volver a escuchar aquella canción. Cerré los ojos y pude ver el rostro de Tom, así por lo menos evitaba pensar en el padre que jamás tendría.

Había estado caminando sin prestar atención alrededor, mis pies se habían movido solos y de pronto estaba frente a la casa de mi novio, así que sin más saqué una de mis manos para tocar el timbre, no llevaba guates así que el aire helado de pronto se estrelló contra mi piel aumentado así el frio de la ventisca, toqué dos veces aquel timbre y en un par de minutos la madre de Tom me abrió la puerta. Esa casa siempre estaba impregnada de un olor a hogar, a cariño, me hacía sentir una tranquilidad y seguridad que de pronto envidiaba la familia que mi novio tenía, una hermana madura e inteligente, una madre dedicada y encantadora y un padre que trabajaba por sus hijos, a pesar de todos sus defectos. Al ver frente a mí a la señora Kaulitz no me quedó otra opción más que intentar sonreír aunque aquella sonrisa no fuera del todo verídica, algo en mí me impedía sonreír de verdad.

—Bill, muchacho, pasa—me dijo la señora con un tono sumamente gentil—, que bueno tenerte por acá ¿vienes a visitar a Tom?

—Si señora—le contesté forzándome a que mi voz no sonara diferente.

—Está en el cuarto de Holy, acompáñame—me dijo iniciando su andar hacia la segunda planta.

La seguí automáticamente subiendo cada uno de los escalones mientras ella me contaba que ese día sus hijos habían estado viendo una película después de la comida y de haber recogido la cocina, luego mientras ella se quedaba remendando un pantalón de su marido Tom y Holy habían subido a la habitación de mi amiga. Desde las escaleras se lograba escuchar una canción que provenía del interior del cuarto de Holy, no me imaginaba que estarían haciendo ese par, pero no importaba mientras pudiera ver a Tom.

—Estos muchachos—dijo la señora Grace en el pasillo.

Le miré apenas por el rabillo del ojo antes de iniciar mi andar rumbo a la habitación, de pronto algo dentro de mi pecho se movía de la emoción al saberme más cerca de ese chico que tanto quería, ese que era un rayo de luz para mí. Mis labios se curvaron de forma idónea hasta formar una sonrisa perfecta, una sonrisa para Tom. Mis dedos tamborearon sobre el costado de mis pantalones, mis labios se humedecieron con la saliva que impregnaba mi lengua y volvieron a formar una sonrisa, al mismo tiempo que mis ojos denotaban la suma emoción que venía sintiendo.

La madre de Tom se acercó a la puerta y tocó en dos ocasiones con sus nudillos, esperamos un momento la contestación del interior. La música paró luego de que Holy nos dijera que podíamos pasar, entonces la señora Grace abrió la puerta y yo me acomodé a un lado de ella para poder ver mejor el interior de aquella habitación.

— ¿Tom?—musitó la señora.

Mi novio estaba acostado en la cama de Holy con sus brazos sobre su estomago, las rastas recogidas pero aún así esparcidas por la almohada blanca, y su rostro había sido cubierto por algo blanco. Una mascarilla; nunca me había imaginado que Tom utilizara esas cosas, pero ahí estaba inclusive tenía pepino en los ojos aunque no sirviera para nada. Quise reír, pero no burlándome de la imagen que Tom tenía, sino que verlo de esa forma había despertado un poco más de ternura en mi, Tom se veía sumamente lindo. Pero Tom no pensaba igual que yo, se incorporó de prisa de la cama y se mantuvo sostenido por sus manos sobre el colchón, yo podía sentir como él se sentía avergonzado porque lo estuviéramos viendo así, pero no era como él pensaba. De inmediato Holy se acercó a nosotros y nos sacó de su cuarto, luego cerró la puerta en nuestras narices y la madre de Tom me dirigió una sonrisa.

—Estos muchachos—dijo luego de exhalar pesadamente.

Yo permanecí en silencio ante sus palabras y lo que acababa de pasar.

—Si quieres puedes quedarte en la habitación de Tom—me dijo y yo la miré incrédulo—, no creo que le moleste.

Dicho eso comenzó a caminar y yo le seguí pero me metí dentro del cuarto de Tom. Ahí descubrí una fotografía bastante interesante, los hermanos Kaulitz de niños vestidos casi iguales, parecían mellizos. Ambos tenían una sonrisa encantadora y una mira muy brillante y cristalina, eran unos niños que irradiaban ternura, pero Tom tenía algo que lo hacía más atrayente que Holy. Quizás era ese halo de nostalgia que provenía de su mirada, esos ojos acaramelados que se veían teñidos por una especie de tristeza incomprendida. Tom, él siempre había sido un ser fascinante desde pequeño. Tan concentrado estaba en descubrir ese algo que hacía tan especial a mi amado cuando niño que no me percaté de su presencia hasta que me di cuenta de ello, pero él también parecía estar pensando en algo.

—Tom—le llamé.

— ¿Te gusta?—dijo luego de soltar una especie de bufido mientras señalaba la fotografía.

Con la mirada le dije que se sentara a mi lado y con mis labios respondí su pregunta, claro que me gustaba la foto, los dos niños eran hermosos y se veía que eran unidos, pero al decírselo a Tom él me contestó que no siempre había sido así, no comprendí sus palabras pues pese a todo él y su hermana se veía que eran unidos y que se querían mucho.

—Holy nació pero mi mamá dice que yo tenía algo como un amigo imaginario, le puse Macky—dijo con una sonrisa melancólica en su rostro.

— ¿Macky?—pregunté confundido, debía ser una enorme casualidad, aunque nunca había conocido a alguien que le llamaran así. Mi abuela solía llamarme de esa forma porque me fascinaba comer en McDonald’s.

—Sí, es que me gustaba ir a McDonald’s—contestó a mi pregunta.

La respuesta de Tom me chocó de pronto irremediablemente, era sólo una coincidencia, me dije—Mi abuela solía llamarme así—susurré confundido.

— ¿En serio?—pregunté y me limité a asentir—pues según Holy yo solía decir que tenía un hermanito y que prefería jugar con Macky a jugar con ella, pero mis padres me llevaron a terapia.

¿Tanta coincidencia podía ser posible? Quizás era así, tal vez Tom estaba hecho a mi medida, él era especialmente para mí por eso nos parecíamos tanto, por eso esas enormes coincidencias.

—Yo sentía algo así—le dije mientras trataba de controlarme—sentía que estaba incompleto, siempre fuera de lugar.

—Lo entiendo…—dijo él y me forcé a mirarlo a los ojos.

—Te quiero mucho Tomi—le dije para calmar ese dolor que se veía en sus ojos al recordar el dolor de no ser aceptado, pero también porque quería que no olvidara eso.

Lo abracé, una vez más mis brazos rodearon su cuerpo buscando protegerlo, protegernos. No quería que nada malo le pasara a Tom, no quería que el sufriera, era mi Tom y yo lo amaba.

***

Como muchas otras veces tenía que lavar mi ropa si quería que estuviese limpia, pero ese día había decidido arreglar unos pantalones míos y el tiempo no me había alcanzado como debería. Justo a las seis debía estar en la casa de Tom para hacer una tarea en equipo, pero cuando el reloj tenía la aguja más grande apuntado al número cinco y la más pequeña al seis yo apenas había colocado la última carga de ropa en la lavadora.

—Me cago en la…

— ¡Bill! ¿Qué son esas palabras?—dijo mi madre mientras entraba al cuarto de lavado.

—Lo siento—dije quedo.

—Es difícil hacer esto ¿no?—dijo mientras se recogía su cabello en una coleta—, Bill ¿no quieres una sirvienta o algo así? Es que ya me cansé de hacer los deberes.

—Imagina como estoy yo—dije al recordar que yo hacía más cosas que ella.

La miré detenidamente mientras tomaba el cesto con la ropa de ella y de su marido y la volteaba al derecho, ambos eran un tanto desordenados. Simone no era una buena ama de casa, ella prefería mil veces pagar porque alguien hiciera el trabajo antes que hacerlo ella misma, también por eso me mandaba a hacer los deberes a mí. Cuando Gordon le dijo a mi madre que nos mudaríamos a un pueblo ella intentó que la señora que tenía contratada en nuestra casa de la ciudad se mudara con nosotros, pero la mujer no accedió.

—Creí que Gordon no había encontrado a nadie interesado—ese era el motivo por el que no había "sirvienta”.

—Bueno eso es verdad, pero podríamos buscar a alguien—dijo ella tratando de animarse a sí misma.

—Pues a ver qué encuentro—dije cuando la lavadora había terminado su clico de lavado.

Llegué quince minutos antes de la siete, seguramente mi novio y mi amigo estarían disgustados conmigo. Y así fue. Andreas abrió la puerta y en cuanto me vio me dirigió una mirada represiva.

—Tom, llegó tu novio—dijo Andreas y comenzó a caminar rumbo a la sala.

Seguí a mi rubio amigo y en seguida tuve a Tom a mi vista, habían recorrido la mesa de centro hasta la chimenea de manera que el centro de la sala quedaba completamente despejado y ahí se encontraba mi lindo novio, acostado boca abajo pero con el torso levantado gracias a sus brazos, los cuales se apoyaban por los codos sobre el piso. Frente a él estaba Holy con tres cartas de póker entre la mano izquierda, al verme sonrió y eso hizo que Tom se girara en mi dirección. En primera instancia él se limitó a sonreír y luego se incorporó sentándose con las piernas flexionadas en posición de loto, se encogió de hombros y levantó las cartas que llevaba en una mano al tiempo que hablaba.

—Estábamos aburridos.

—Veo que si—la hermana de Tom comenzó a recoger las cartas—, perdón por tardarme.

Tuve que contarles el por qué de mi retraso, cosa que tardó varios minutos. Al final Holy trajo un par de bebidas y luego partió al comedor para terminar su propia tarea. En la sala nosotros intentábamos terminar con un cuadernillo de Física. Un horror después de todo.

Desde que las cosas con Andreas se habían solucionado yo me limitaba un poco con Tom pues no quería que nuestro amigo se sintiera intimidado de nuevo. Si bien Andreas lo había aceptado no significaba que él no se llegara a sentir incómodo ante muestras de cariño que yo pudiera tener con Tom. Pero tampoco evitaba mirarlo, no podía dejar de hacerlo.

Justo cuando terminamos de resolver el último problema de Física la hermana de Tom nos llamó al comedor para la merienda y al cabo de unos minutos su madre se nos unió. Se veía que la señora Kaulitz se cansaba mucho en su trabajo, ese día no llevaba una gota de maquillaje y aún así su rostro mantenía cierta belleza, además de que la señora siempre se mostraba sumamente amable.

—Mamá, ¿crees que Nata acepte trabajar limpiando una casa?—preguntó la menor de los Kaulitz.

—Pues, no tiene nada de malo dicho trabajo querida. Natalie necesita dinero así que creo que podría aceptar—contestó su madre con una mueca similar a una sonrisa.

—Bill, mi prima Natalie podría trabajar en tu casa—dijo tranquilamente Holy.

— ¿Segura?—cuestioné.

—Bueno, nosotros le preguntamos a Naty y luego te decimos—dijo Tom y yo asentí.

La cena terminó al cabo de varios minutos y  la madre de Tom subió a su habitación, en seguida Andreas y Holy fueron a la sala, así me quedé con Tom ayudándole a lavar la bajilla. Él tomaba un plato y lo lavaba rodeados de un completo silencio, el cual lejos de parecernos incomodo llegaba a ser percibido como un momento agradable. Tom regulaba la temperatura del agua pues gracias a las nevadas las tuberías casi se congelaban y el agua era sumamente helada, además a Tom no le agradaba tener las manos frías, así que mientras él lavaba cada plato yo me deleitaba con su imagen.

—Tom.

— ¿Sí?

—Me gustas—dije con la mirada fija en sus orbes cafés, sus mejillas se encendieron y miró de nuevo la esponja con la que estaba tallando un plato.

—También me gustas—susurró, ambos sonreímos aunque en diferente intensidad.

—Te quiero—dije y rocé sus labios con los míos.

El tomó un poco de agua que salía de la llave y me roció un poco el rostro, el agua estaba tibia y sólo me sorprendió. Tomé agua con las puntas de los dedos y la aventé contra Tom, entonces el trato de tomar agua de nueva cuenta y lo detuve con mis brazos, lo tenía rodeado. Me acerqué a su rostro y besé delicadamente sus labios.

—Yo también te quiero—dijo mientras alcanzaba el chorro de agua con sus manos y para después mojar mi rostro una vez más.

1 comentario:

  1. Dios! Me encantó el final nena <3.
    Espero que ya estés mejor y que todo ya esté solucionado!
    TeQuieroMucho!
    Tómate el tiempo que quieras, para lo que quieras, sea lo que sea, lo comprenderé.
    (L)

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