lunes, 4 de julio de 2011

Prohibido enamorarse— Capítulo 16

Un susurro
Una voz
Un futuro
Un beso feroz
Una elección
Una omisión
Un secreto
Un amor que es nuestro

Capítulo 16
Secretos en el hielo


En la radio que había en la cocina daban las noticias, el tipo que se encargaba de dar el pronóstico del clima dijo que habría una temperatura mínima de -7 C°, era un frio infernal. No obstante, tendría que soportar todo ese frio y el que surgiera pues a mi hermana se le había ocurrido que quería patinar, cómo nuestra prima Natalie tenía un viaje a Hamburgo Holy le había pedido que nos llevara a los dos y a Andreas,  consiguió los permisos y me obligó a ir. Esa niña conseguía siempre lo que quería o por lo menos la mayoría de las veces.

Me vestí con pantalones lo suficientemente anchos para llevar un pans debajo, llevaba dos playeras grandes de manga corta y otra con mangas pero sin cuello de tortuga, eso me hacía sentir ahogado. Antes de salir de mi habitación me puse una gorra nueva, era de un azul un poco grisáceo. Las rastas tienen una gran cualidad que me sirve mucho en invierno, mantienen caliente mi cabeza y mis orejas, aunque desde que había comenzado a usarlas recogidas no abrigaban tanto a mis orejas.

En la cocina Natalie se estaba tomando un café mientras escuchaba la radio, en cuanto me vio se levantó para saludarme. Ella era mayor que yo por varios años pero era como la hermana mayor que mi hermanita y yo no teníamos, era una chica guapa y con una cálida sonrisa. Ese día llevaba el cabello suelto que caía sobre su bufanda rosa, ella se mostró encantada de verme otra vez y me di cuenta que miraba mucho mi piercing, aún no se acostumbraba.

—¿De verdad no te dolió?—me preguntó señalando mi piercing.

—¡Claro que me dolió! No volvería a hacérmelo jamás—ella rió ante mi reacción.

—Yo ni siquiera podría imaginarme que te harías uno—comentó antes de dar un sorbo a su café—, luego te recogiste las rastas y usas gorra. Antes de estas vacaciones no me lo habría imaginado.

Comprendía a la perfección sus palabras, llevaba varios años con el mismo estilo y de pronto un día me recogí las rastas, me puse una gorra y me hice una perforación, eran cambios rápidos pero me gustaban.

—Tienes un look de chico malo—sonrió y yo la imité—, pero me centro en tu cara y eres un niño hermoso—eso no me agradó tanto, me extrañó mucho que ella dijera eso. Natalie puso la taza sobre la mesa y limpió sus labios con una servilleta—. Lo siento, pero así eres Tom. Tienes una cara muy linda, pero no te preocupes que se pierde entre tanta ropa.

—¿Me debo de alegrar o de enfadar?

—¡Ay Tom!—exclamó mi prima con cierto toque de reproche.

Reimos un poco, luego comenzó a contarme de sus proyectos. Primero quería poner un salón de belleza en Loitsche, la miré raro pues que yo recordara había ya un par de estéticas, pero ella me contó que aspiraba a más pues las estéticas se limitaban a hacer cortes de cabello y arreglar uñas, ella quería hacer algo más grande y abarcar más terreno.

—Recuerda que ellas ni siquiera te pudieron hacer las rastas—me dijo.

Era cierto, había ido a las dos estéticas y en ninguna me pudieron hacer las rastas, tan sólo me dieron largas y excusas tontas. Entonces, Natalie se había ofrecido a hacerlo, había estado tomando clases en un instituto de belleza y era muy buena. El resultado: tenía unas rastas hermosas.

—Pero necesito dinero, así que tengo que buscar trabajos de medio tiempo o de tiempo completo por un tiempo—me explicó.

Holy todavía no bajaba, lo más probable era que estuviera colgada al teléfono.

—Puedes pedir un préstamo ¿no?

—Sí, ya lo había pensado.

—O puedes trabajar de sirvienta por un año…

—Eso no me parece gracioso Tom.

— ¡Hola Nata!—entró mi hermana y se echó sobre nuestra prima, quien se había parado al verla en la entrada de la cocina.

Mi hermana menor solía llamar a nuestra prima Nata, yo le decía que nata es lo que queda arriba de la leche cuando la pones a hervir y luego se seca, pero a Holy le importaba poco que pudiera significar. No perdimos tiempo y subimos al automóvil de Natalie, no era un auto del año pero ella había podido mantenerlo en buen estado desde que lo había adquirido, luego fuimos por Andreas y por fin salimos rumbo a Hamburgo.

En el camino, quienes habían mantenido la conversación habían sido tanto Holy, Andreas y Natalie, yo no era tan bueno para charlar además mi celular no tenía crédito y no podía mandar mensajes para distraerme y dejar de estar ansioso. Tenía casi dos días sin saber de Bill, me mordí el labio al recordarlo, me sentía mal al no saber de él. Estiré mi mano y comencé a dibujar sobre el cristal del auto, por una fracción de segundo sentí como si sus dedos tocaran las yemas de los míos, me reconfortó un poco y cerré los ojos.
      
***

En la pista de hielo había muchas personas vestidas con grandes abrigos  rellenos de plumas de ganso u otros materiales que proporcionaran calor, gorros, guates, bufandas, todo lo que se necesitara para sobrellevar el frio que ya era algo a lo que nos habíamos acostumbrado pero aún así no dejaba de sentirse. Alcé la vista y vi a una chica con orejeras enormes cubiertas de peluche rosado, en seguida pensé en Emily.

Andreas estaba a mi lado derecho cuando entramos en la pista, Natalie había ido a cumplir los mandados que tenía y nos había dejado, miré a mi amigo de reojo, yo no podía tener un mejor amigo que él.

Luego de un rato Andreas había desaparecido, seguramente había ido a los sanitarios, entonces mi hermana me giro para quedar enfrente de ella y me aventó. Sentí mi espalda golpear contra algo o alguien y luego el frio subiendo desde mi torso y mi trasero a todo lo demás. Algo, o más bien dicho alguien  había amortiguado mi caída, mis piernas estaban sobre esa persona, se sentía cálido. En cuanto estuve consciente de lo que pasaba me puse de pie y mientras lo hacía observé a la persona que yacía tirada sobre el suelo: cabello negro, piel algo blanca, sonrisa con dientes ligeramente torcidos, facciones perfectas. Bill.

En mi garganta se ahogó un grito al mismo tiempo en que sentía como si un puño naciera desde el interior de mi pecho y apresara entre sus dedos mi corazón, una sonrisa afloró en mi rostro y las personas que habían dejado de patinar y nos miraban no importaban. Bill se inconrporó mientras cerraba su ojos y se sobaba la espalda y los glúteos, se había pegado fuerte; lo mire de pies a cabeza, desde los tenis blanco con negro impecables, el pantalón ligeramente ajustado, el cinturón con una calavera, los guantes negros, la chamarra roja con blanco, su rostro siempre hermoso y ssu cabellos completamente parados gracias a la laca. Él me miro a mi y la gente comenzó a ispersarse, ya no eramos el centro de atención.

—¡Bill!—dije emocionado.

—Tom—dijo él mientras yo me quedaba clavado al suelo, su voz era visiblemente emocionada pero tranquila.


Se acercó a mí y acarició mi mejilla de una manera tan suave que creí que me besaría en los labios pero se contuvo, él sabía que había mucha gente a nuestro alrededor y no lo haría si eso significaba que yo pasara un mal momento. Comenzamos a patinar pero Bill era un poco torpe en eso, mi risa no se hizo esperar y él me fulminó con la mirada, le tomé de la mano para ayudarlo a patinar. Casi nos caímos en un par de ocasiones y siempre terminábamos riendo.

—Oye, vamos para allá—me dijo Bill señalando a la orilla de la pista, quería sostenerse de la barra y descansar.

—Vamos a patinar—le dije a mi novio luego de un rato, el sólo alzó las cejas—, que tú seas pésimo no es mi culpa—dije para molestarlo.

—Como si fueras tan bueno.

Reí mucho al ver su expresión y oír sus palabras, su sonrisa. Me encantaba ver una sonrisa en su rostro lo hacía ver tierno como un ángel y en algunas ocasiones tenía una expresión muy sexy.

Mi novio llamó mi atención cuando me hallaba perdido entre sus facciones, con su mano cubierta por el guante tomó mi mano delicadamente sin que nadie pudiera notarlo y me habló acerca de su teoría sobre nuestro encuentro, según Bill no había sido una coincidencia pues había sido todo fríamente calculado. Miré un tiempo su rostro y escudriñé su mirada, él tenía razón, entonces busqué con la mirada a mi hermana y a mi mejor amigo pero mi búsqueda no dio frutos.

—¿Crees que sea cosa de Andreas y de Holy?—pregunté aún sabiendo la respuesta.

—Creo que te quieren mucho.

—Nos quieren—le dije remarcando la primera palabra y su respuesta fue una cálida sonrisa—… cuando Andreas dijo aquello en el parque me sentí muy mal—comencé a relatar aquello con un toque de dolor en mis palabras pero ya no era doloroso como en un principio—, pero él me pidió disculpas.

—Andreas acepta esto ¿no? Si no fuera así no hubiera organizado esto—dijo todo mientras apretaba mi mano.

A lo lejos vi como un hombre nos señalaba, tendría algunos veintitantos años y era acompañado por una chica que lucía menor que él. Por un pequeño intervalo de tiempo me pregunté qué sería lo que ese tipo estaría diciendo.

—Yo no sabía que estarías aquí—le conté.

—Yo tampoco, supongo que era una sorpresa.

—Me gusta esta sorpresa—al comentar eso Bill acercó su rostro un poco más al mío y yo lo esquivé girando el rostro hacía otro lado. No era lugar para besarnos.

—Lo siento.

—Mañana estaremos en Loitsche ¿no?—le dije sonriendo y alejándome de él, era necesario guardar distancias.

—¿Podemos ver una película?

—Claro.

En ese preciso instante el celular de Bill comenzó a sonar y me alejé para que él pudiera contestar sin ser una molestia, miré el hielo y luego a las personas, todas eran diferentes en algo y se hacía difícil decir si había o no alguna persona rara dentro de ese grupo de personas, eso a excepción de Bill y de mi. Hacía mucho frio, tanto que mis piernas comenzaban a hacerse pesadas y mis dientes castañeaban una y otra vez.

—Era mi mamá—me dijo Bill mientras yo me acomodaba mis guantes.

—Oh…—alcé la vista hasta encontrarme con sus ojos.

Él se veía cansado, harto de algo, quizás de su madre o de lo que le hubiera dicho. A parte, la molestia era tanta que podía sentirse firmemente, Bill se había molestado mucho y lo más seguro era que su madre le hubiera dicho que regresara. Se mordió el labio fuertemente y me llamó con su voz algo más grave de lo normal.

—Me dijo que ya debía regresar—dijo con la voz impregnada de desagrado.

Mis labios titubearon aunque traté de evitarlo y no lograron forjar una sonrisa lo suficientemente convincente para que Bill quitará esa mirada de molestia, pensé que si lograba hacer que él pensara que no me sentía mal porque se fuera entonces Bill dejaría de estar molesto y agobiado, pero al parecer todas mis emociones y reaciones estaban escritas en un libro que Bill guardaba dentro de si, yo era demasiado transparente para Bill. Le tomé la mano y sin mediar palabra comencé a patinar rumbo a la salida de la pista, sentí como mi mano era oprimida entre una más delgada.

No hubo una despedida ni ningún plan para después, Bill sólo se limitó a decirme que no anduviera lejos y que esperara a que Holy llegara pues él ya le había mandado un mensaje de texto para que ella y Andreas fueran por mi. Lo vi caminar a la salida y comencé a sentirme un poco extraño.

—Solo… vacío—dije a la nada.

Estaba rodeado de personas que no conocía y por las que no había podido disfrutar de los mimos que Bill solía brindarme, nada de besos, nada de nada. Y eso era en parte culpa mía porque me daba pánico el sólo imaginar que alguien nos viera en situaciones románticas, pero Bill me entendía. Al final de cuentas había sido una buena cita, yo había descubierto que Bill no era bueno patinando y él había logrado encontrar la forma de tomarme de la mano aunque hubiera tantas personas a nuestro alrededor y aquello había sido maravilloso porque a pesar de que la tela impedía el contacto directo entre nuestras pieles yo sentía demasiado con sólo saberlo a mi lado. Todo se sentía intensamente con Bill, como si cada contacto fuera único y especial al cien por cierto.

***

No veía absolutamente nada, estaba ciego por obligación y es que mi hermana menor había decidido que yo ya estaba en edad de comenzar a cuidar mi piel, obviamente me reusé cuando ella me dijo aquello.

—Es demasiado marica—le dije.

—No es marica Tom—ella hablaba rechinando los dientes, estaba molesta.

—¡Claro que sí!

—¡Sólo es una mascarilla! ¡Te comportas como un verdadero idiota!—Holy había explotado por fin—, no es marica cuidar el cutis, eres un chico guapo pero imagina que te comienzas a llenar de horrendas espinillas, puntos negros, etc. Toda tu carita de ángel se iría a la mierda.

Imágenes de espinillas comenzaron a llenar mi mente, esas sesagradables cosas con pus adentro y rojas llenado mi rostro. Una mueca de horror gobernaba mi rostro, jamás dejaría que me pasara eso. Entonces mi hermana comenzó con su labor y terminé con una mascarilla y unas rodajas de pepino sobre los ojos.

Holy puso un poco de música en su computadora, en seguida la letra de
—Cuado Bill venga tendrás la piel suavecita—me dijo mientras quitaba la cuticula de mis uñas.

—¿Y lo de las uñas para que?—pregunté sin atreverme a retirar mi mano.

—Porque se ve fea, si Bill te toma de la mano no le rasparas—me dijo tranquilamente.

Fuera de la habitación de Holy se escuchaba como alguien subía las escaleras, algunas voces que no lograba descifrar, mi hermana había puesto música y la voz del vocalista se mezclaba con las que se avecinaban a la habitación. Escuché como mi madre llamaba a la puerta y mi hermana le decía que pasara, en apenas unas decimas de segundo ella paró la música y se escuchó como la puerta comenzaba a abrirse.

—¿Tom?—esa no era la voz de mi madre.

Parecía que un agujero negro estaba absorbiéndome cuando mi mente atendió la alamra que surgió al identificar la voz, sería imposible no hacerlo, en seguida me senté sobre la cama haciendo que las rodajas de pepino cayeran sobre mis piernas y terminaran tiradas en el suelo, además no me había incorporado del todo y me apoyaba con ambas manos sobre la cama de mi hermana.

Mi madre contuvo una risa y yo miré directo a Bill, quien estaba entre confundido al borde de reir, me sentí muy mal, humillado de alguna forma y avergonzado de otra, definitivamente quería que el agujero negro me succionara por completo. En una fracción de segundo Holy tapó mi visión al ponerse frene a la puerta y expulsar de su habitación a Bill y a mi madre. Entonces sentí que podía respirar y dejé caer todo mi peso sobre el colchón. Mi mirada se cruzó con la de mi hermana, me pidió perdón con ella, pero yo sólo caminé al baño y comencé a deshacerme de la maldita mascarilla.

—Tom—me llamó mi hermana.

No respondí.

Ella volvió a llamarme una y otra vez, mientras yo la ignoraba por estar luchando por quitarme esa cosa del rostro y por repetirme lo absurdo que era. Cuando salí del baño mi hermana menor estaba sentada sobre el borde de la cama con una pierna flexionado al estilo de la posición de loto y la otra colgaba de la cama como si no pesara nada. Holy jugaba con algo pequeño y mantenía la vista en mi, pero al sentir que la observaba, levantó la vista.

—No fue mi intención—dijo arrepentida.

—No fue tu culpa—dije sintiendo la garganta seca.

Luego un silencio incomodo inundó la habitación.

Vi como mi hermana se ponía de pie y caminaba hacia a mí, me atrapó en un tierno abrazo que correspondí. Ella acomodó su cabeza sobre mi pecho, asimismo yo apoyé mi barbilla contra ella, mantenía su brazo derecho sobre mi hombro y el izquierdo se aferraba a mi cintura, yo estaba a la inversa. Cuando nos separamos me dio un beso rápido en la mejilla y acto seguido, abrió la puerta.

—Ve a atender a tu adorado novio, yo le ayudo a mamá a preparar algo para merendar—me dejó solo en su cuarto y salió sin voltear a verme. Muchas veces mi hermana no era de palabras, pero sus acciones demostraban muchas cosas, quería que fuera a ver a Bill de una vez.

Durante los escasos pasos que di hacia la puerta de mi habitación pensé en Bill y en lo que había pasado momentos atrás, recordé su cara conteniendo la risa y me sentí mal de nuevo. Me sentí sumamente avergonzado.

Entré en la habitación sin detenerme a tocar. Bill estaba sentado sobre la cama con una foto en su mano, éramos yo y Holy a los cuatro años, la tarde que habían tomado esa foto mi hermana y yo vestíamos casi igual, ambos llevábamos overoles de mezclilla y playeras de manga larga con cuello de tortuga. En la foto mi mirada era sonriente pero recordé que un par de horas antes de que tomaran la fotografía yo había estado llorando y el motivo me parecía muy difuso.

—Tom…—dijo Bill cuando descubrió que estaba ahí.

Sólo solté un sonido sin sentido.

—¿Te gusta?—dije señalando la fotografía.

—Se ven muy lindos, a esa edad se parecían mucho… se ve que eran unidos—dijo mientras me invitaba con la mirada a que me acercara.

Poco a poco cedí y terminé sentado a su lado—durante los primeros años no era así—dije dejando desconcertado a mi novio.

—No entiendo.

—Holy nació pero mi mamá dice que yo tenía algo como un amigo imaginario, le puse Macky—sonreí un poco, casí no recordaba cosas de esa época, eran muy confusas para mi.

—¿Macky?—preguntó Bill muy sorprendido.

—Si, es que me gustaba ir a McDonal’s—contesté por la mirada que me propino.

—Mi abuela solía llamarme así—dijo muy bajito.

—¿En serio?—él asintió—pues según Holy yo solía decir que tenía un hermanito y que prefería jugar con Macky a jugar con ella, pero mis padres me llevaron a terapia.

—Yo sentía algo así—dijo Bill con el semblante un poco descompuesto y sin mirarme a la cara—sentía que estaba incompleto, siempre fuera de lugar.

—Lo entiendo…

—Te quiero mucho Tomi—en seguida me abrazó y yo le correspondí.

Era extraño sentir como cada parte de nuestros cuerpos encajaba a la perfección con el otro, éramos como complementos. El abrazo se extinguió y le continuo un beso sumamente tierno.










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