martes, 7 de junio de 2011

Prohibido enamorarse—Capitulo 14

Lamento la tardanza, he tenido mucha tarea y falta de inspiración, por eso no había subido capitulo.Le dedico este cap a mi adorada Gaby y a mi BF Adriana...las quiero...

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No sabemos cómo reaccionaremos
No sabemos si huiremos
No sabemos si lastimaremos
No sabemos si viviremos
Sólo sabemos que algún día moriremos

Capitulo 14

Desde que era niño había sido el mejor amigo de Tom, ambos habíamos compartido muchas cosas juntos y éramos casi como hermanos, él tenía a su hermana Holy pero yo no tenía a nadie más. Siempre nos contábamos todo y los secretos no existían entre nosotros dos, Tom era el único que sabía que yo había roto el jarrón de cerámica que formaba parte de la decoración de la casa y el cual era el favorito de mi madre. Sí, Tom era mi mejor amigo. ¿Y su hermana que era para mí?

Me levanté temprano para arreglarme porque tenía clases, era miércoles y ya era la segunda semana de clases desde las vacaciones de navidad. Tomé mi mochila y salí rumbo a la cocina siguiendo al pie de la letra mi rutina matutina. Me bebí un zumo de naranja que mi madre había preparado porque era mi favorito, ella era muy consentidora por las mañanas, además tomé un trozo de panqué con pasas, las cuales nunca serán parte de mis alimentos preferidos y mientras las extraía mi madre me lanzó una mirada fría. Al fin de cuentas ya estaba acostumbrado y ella debería hacer los panqués sin pasas, pensé mientras mordía por primera vez el panecillo.

Afuera de la casa hacía un frio infernal, del que no me zafaba a pesar de llevar dos playeras, otra más de manga larga y una sudadera, sumándole mis guantes, mi bufanda y mi gorro; el maldito frío había logrado dejar mi nariz roja, odiaba eso. Caminé tres cuadras hasta llegar a donde esperaba el autobús, había ya dos chicos ahí cuando llegué y los saludé a ambos como siempre. Cuando me subí al autobús pude ver a Holy sentada un asiento delante de su hermano; Tom me saludó elevando su cabeza y luego sonriéndome, sonreí lo mejor que pude y clave la mirada en el lugar a un lado de Holy, donde luego me senté. Tom era mi amigo y lo apreciaba mucho pero desde que me había confesado su inclinación sexual yo me sentía incomodo con él, y  eso estaba mal, por más que Tom fuera gay no dejaría de ser mi amigo, me sentía tonto porque sin quererlo lo estaba rechazando y eso estaba mal ¿o no lo estaba? Todo era muy complicado, era mejor evitar pensar en eso. Tom era mi amigo y necesitaba mi apoyo.

Me giré a con Holy cuando ella me habló, lo primero que vi fueron sus ojos grises tan hermosos y profundos como pocos, la chica era muy bonita y seguramente cuando fuera más grande sería una jovencita hermosa, yo le tenía mucho cariño. Platicar con Holy era fácil e hizo que el trayecto a la escuela fuera mucho más corto.


Mientras resolvía unos ejercicios que el profesor nos había puesto en el pizarrón desvié un par de veces la mirada de mi libreta hasta Bill y Tom, yo ocupaba el asiento detrás de mi mejor amigo y Bill estaba a su izquierda, ambos se miraban y luego se sonreían de una forma que me pareció fuera de lo común. Ese tipo de cosas las venía notando desde que habíamos entrado a clases e inclusive un poco antes, si bien Tom siempre había mirado a Bill y viceversa en esa ocasión me pareció que ellos se miraban, al mismo tiempo, sus miradas se cruzaban de una forma rara. Sacudí la cabeza, tenía menos de quince minutos para resolver los últimos dos ejercicios sistema de ecuaciones, las matemáticas nunca dejarían de ser una mierda.

Al salir de clases me sentía con un dolor de cabeza horrible. Malditas matemáticas, pensé al mismo tiempo que apretaba mis puños. Del aula de biología Holy y sus amigas salieron junto con sus demás compañeros, me fijé en lo que vestía: sus viejos tenis deportivos y delgados tipo botín color negro con unas franjas verdes y otras moradas; el pantalón inusualmente entubado, pues la mayoría de las chicas los usaba con tremendas campanas y ella se había resistido a eso, por eso ella no era una chica tan a la moda; llevaba una sudadera blanca más grande de lo necesario con el cierre abierto hasta poco antes de la cintura que, de esa forma, dejaba ver un suéter color verde como las hojas de los naranjos; también llevaba un gorro tejido con correas que caían a cada lado de su rostro, eran moradas como la mayoría del gorro exentando la línea formada por  rombos blancos formados cada uno a su vez  por cuatro pequeños rombos que apenas se despegaban entre sí, su cabello apenas ondulado caía sobre sus hombros. No había duda, Holy Kaulitz era una niña muy linda y porque no, muy guapa también.

Los pasillos de la escuela podían asemejarse a ríos de gente, estudiantes iban y venían o al menos lo intentaban, nosotros avanzamos hasta llegar a la segunda planta y nos sentamos en el fondo del pasillo, Holy y yo estábamos atrincherados contra la pared que unía las otras dos que formaban el pasillo, de mi lado Tom y Bill se había sentado en ese orden además de Emily quien se sentó al lado de Bill, las ostras amigas de Holy se sentaron de su lado. Yo intentaba participar activamente en la charla, no como Tom que permanecía callado la mayoría del tiempo. En una ocasión alcancé a ver como Bill susurraba algo al oído de mi mejor amigo, quien sonrió un poco y luego agachó la cabeza, en su rostro había algo extraño ¿se había sonrojado?

—Andreas—la pequeña Holy me sacudió el hombro al mismo tiempo que me llamaba.

—Lo siento—ella torció la boca y me volvió a pedir mi opinión acerca de lo que las chicas discutían, ella buscaba mi apoyo y se lo di.

Pero yo seguía pensando en Bill y en Tom, más en éste último. Quizás Tom se había sonrojado por mera reacción, es decir, el chico que le gustaba el había dicho algo al oído quizás eso fue suficiente, pero yo seguía teniendo la sensación de que algo más pasaba. No era la primera vez que tenía aquella impresión.
      
Desde que habíamos entrado a clases había notado las miradas cómplices que se dedicaban esos dos, antes Tom y Bill se miraban sin que el otro se diera cuenta, pero al regresar de las vacaciones de navidad eso había cambiado. ¿Qué demonios se traían esos dos? ¿Y si le preguntaba a Holy? No, quizás yo me estaba haciendo una película en la cabeza, lo más seguro es que el maratón de películas cursis al que mi madre me había obligado ver habían tenido ese efecto negativo de romantizar las actitudes de mis amigos.

Si, quizás yo estaba dejando andar a las cabras libremente porque que Tom fuera homosexual no significaba que Bill lo fuera por muy afeminado que resultaba en pequeñas cuestiones.

***
El jueves por la mañana tuvimos una sesión de deportes que me dejó completamente agotado; jugamos un partido de basquetbol, en mi equipo estaba Tom y otros compañeros del salón, el primer cuarto fue algo cansado, además de que el calentamiento había sido pesado, no llevaban una ventaja de 5 puntos que nosotros remontamos en el segundo y el tercer cuarto. Al final ganamos la partida.

Tom me abrazó para celebrar la victoria, que había sido un poco sufrida pero ganamos después de todo, fue un abrazo corto y sin ninguna malicia, pero en mi mente se prendió la alarma de inmediato y me sentí nuevamente incomodo. El contacto físico con Tom me ponía de nervios, era como si propasara el límite de la amistad, como si creyera que eso estaba mal y que Tom se enamoraría de mí. ¡Mierda! Me regañé a mi mismo una y otra vez, debía dejar de pensar tantas estupideces, Tom jamás me vería como algo más que un amigo, hasta parecía que me convertiría en un estúpido homofóbico en cualquier momento.

***

Mi madre es una mujer muy buena, dedicada a su hogar, cocina delicioso, en fin, es una grandiosa mujer sólo que en ocasiones se comporta como toda una dictadora. Ese fin de semana en lo particular se había levantado con esa actitud, primero me despertó a las ocho de la madrugada ¡era sábado! Yo merecía recuperar las horas de sueño que perdía entre semana, pero a mi mamá se le ocurrió que debía ordenar mi cuarto.

— ¡Mis pantuflas de winnei poh!—dije tomándolas entre mis manos luego de sacarlas de los escombros que había sacado de debajo de la cama.

—Y tú que hasta acusaste a Tom de robárselas—dijo mi madre desde la puerta de mi habitación.

—A Tom también le gustan—dije mirando feo a mi mamá—, era el principal sospechoso de su desaparición.

—Que varonil acabas de sonar hijo—mi madre estaba que no podía aguantar más tiempo la risa—, o será que tienen un gran valor sentimental—me quedé completamente extrañado de eso—, Holy te las dio ¿no?

—Sí, y tenía 10 años y creía que las niñas tenían piojos y eran extraterrestres—dejé las pantuflas en su lugar.

—De acuerdo, termina pronto porque quiero que vayas a comprar algo a la tienda.

—Mamá—dije molesto y al mismo tiempo suplicando, además agregué un gruñido al final.

—No me digas “mamá” que de todas formas irás.

Y seguí arreglando mi cuarto, encontré revistas, ropa que pensé que el perro de la vecina se había comido, un trozo de pizza con moho, una patineta, una película que Tom me había prestado, etc. Terminé casi a la hora de la comida, miré el reloj y caí agotado sobre la cama. Seis horas.

—Qué horror—me dije a mí mismo.

Baje a la cocina para que mi mamá me diera dinero y me dijera lo que quería que comprara porque si no lo hacía la dictadora mayor me haría pagar las consecuencias. Mi padre estaba en casa, raro pues él solía llegar más tarde, me saludó y siguió leyendo su periódico mientras mi madre me tendía la lista y sacaba dinero de su bolsillo. En la estufa había un sartén  grande y poco hondo, seguramente tenía arroz, también había uno menos ancho y más hondo, habría un guiso de carne seguramente; a un lado del escurridor de los trastes había un recipiente con ensalada cesar, mi favorita, y un agua de piña a medio hacer. Delicioso, pensé.

 Antes de salir a la calle me enredé una bufanda roja al cuello y cubrí mi cabeza con el gorro, había rastros de la última nevada sobre las aceras y la calle y casi me caí cuando comencé a caminar rumbo a la tienda. A partir de entonces comencé a tomarle cierto coraje a los sábados, la tienda estaba cerrada y tendría que caminar tres cuadras más aparte de cruzar el parque para llegar a la siguiente tienda. La vida es injusta.

Yo caminaba mientras maldecía mi suerte, además intentaba mantenerme concentrado en el camino pues podría caerme si me distraía. A lo lejos logré ver a dos personas sentadas en una banca, parecían sumergidos en una burbuja que los apartaba del mundo y los mantenía en uno lleno de tranquilidad, todo lo que el amor puede lograr. Seguí avanzando de igual forma, caminé unos veinte pasos más y luego todo cambió.

Esas personas que estaban sentadas sobre la banca en el parque desierto y que se besaban con ansias no eran otras que Tom y Bill. Mis pies seguían moviéndose y me detuve abruptamente cuando mi cerebro logró procesar todo aquello. Bill y Tom. Mis amigos estaban besándose. El mundo me dio vueltas y el estomago se me había revuelto. Mierda, mierda, mierda, ¡mierda! No paraba de repetir aquello como si ese mantra alejara el malestar. Podía estar soñando, sí, quizás mis suposiciones estúpidas habían logrado que mi subconsciente armara aquella infame alucinación, pero aquello era real y yo lo sabía por más que intentará pensar que no era así.

Los chicos se separaron y Tom abrió poco a poco sus ojos, mismos que repararon en mi presencia y de inmediato mostraron miedo, mi labio inferior temblaba, todo yo lo hacía. Tenía miedo.  Bill sin comprender que pasaba dirigió su vista hasta lograr encontrar el objeto que mantenía aquella reacción por parte de Tom, dio con migo y de inmediato se tenso. Tom se puso de pie e intentó avanzar hacía mi, sus ojos suplicaban clemencia pero yo no podía concedérsela y de inmediato me alejé de él, no sabía ni que pensar ni que decir estaba en completo shock.

—Andreas… por favor… escúchame—mi mejor amigo rogaba comprensión, sus ojos comenzaban a aguadarse y mi pecho se oprimía al grado de que casi no lograba respirar.

—S-son un asco—le escupí las palabras más hirientes que cruzaron mi cabeza y salí corriendo del lugar.

Llegué a mi casa sin parar un solo momento, mi madre me miró sin comprender que pasaba mientras yo subía corriendo las escaleras. Entré en mi habitación y cerré la puerta con seguro, me tiré a la cama y puse la almohada y las cobijas sobre mi cuerpo para protegerme. ¿De qué quería protegerme? ¿De Tom?

Bill y Tom besándose.
Tom llorando.
Yo huyendo.

Me desperté de mi sueño por cuarta vez en la noche, el rostro de Tom aparecía una y otra vez en cada uno de mis sueños, me atormentaba imaginar lo mucho que había lastimado a mi amigo. Son un asco le había dicho yo.

—Soy un asco—grité entre dientes.

Logré conciliar el sueño pero por la mañana no logré levantarme a tiempo para la escuela, mi mamá me preguntó varias veces que era lo que había sucedido pero yo esquive cada uno de sus intentos. Mi madre estaba preocupada y no sabía cómo actuar, pero estaba seguro que yo estaba cien veces más confundido de lo que ella podría estar.

***
Miraba a través del espejo del autobús, no me había sentado con Holy en esa ocasión y Tom no había ido a clases. Me sentía mal conmigo mismo pero cuando vi a Bill me volvía sentir incomodo, recordé el beso que había presenciado y nuevamente apareció ese malestar.

Había logrado mantenerme lejos de Holy y de Bill, era duro comportarse de esa manera tan cobarde pero necesita al menos ese día para pensar las cosas mejor.          Iba saliendo de la escuela cuando recordé que necesitaba un libro para mi tarea de Literatura, sí que regrese a la biblioteca por ese libro, había sólo cuatro chicos cuando llegué, camine directo al fondo del lugar para buscar el libro.

—Un mundo feliz—dijo alguien detrás de mí—, gran elección.

—Holy…—no me animé a mirarle a los ojos.

— ¿Acaso podría ser otra?—su mirada calaba aunque no estuviera viéndola.

No dije nada, me mantuve en silencio mirando los cordones de su gorro celeste, pasé saliva mientras intentaba respirar dentro de esa atmósfera llena de tensión.

—Me puedes decir que pasó—sus palabras tenían reproche incluido.

— ¿De qué hablas?

—No te hagas el tonto Andreas—tomó el libro y lo puso sobre otros libros en un estante, al parecer lo había considerado una distracción—, que pasó antier entre tú y mi hermano.

—No pasó nada—quise alcanzar el libro desde donde estaba.

El sonido de nuestras voces se amortiguaba con cada uno de los libros, pastas gastadas y deterioradas por los años eran los testigos de nuestra confrontación. Holy me ganaría.

—Vi a tu hermano besándose con Bill—le dije lo más fríamente que pude.

Holy alargó su mano y apretó la mía, me miro fijamente unos segundos y luego abrió la boca para hablar—no soy una niña Andreas—la miré directo a los ojos—, y entiendo las cosas mejor de lo que tú crees, mi hermano es tu mejor amigo y lo has lastimado—aquello fue como darme una bofetada.

La miré intensamente, las paredes de nuestra derecha contaban con grandes ventanales que daban una buena vista de la nevada que comenzaba a suscitarse, pequeños copos de nieve e abalanzaban desde el cielo hasta el suelo conectándolos mágicamente por intervalos cortos y más sutilmente que la lluvia. El cielo tenía coloraciones del mismo color que los orbes de Holy.

—Tom es como tu hermano. Le gustan los chicos, si ¿y? ¿Dejaras de quererlo? No seas tonto Andreas, pensé que lo habías aceptado—me hablaba entre dientes, pero su voz parecía ser más un grito sofocado.

—Si… lo acepté pero jamás me imagine que

—Que Tom podría tener alguien a quien amar ¿es eso?—sus ojos eran punzantes, como dos sables que se blandían en mi contra—, en el amor no se manda y si ellos dos se aman lo menos que puedes hacer es apoyarlos porque son tus amigos, amar no es aberración Andreas por más que sean dos chicos—sus palabras comenzaban a dolerme.

—Yo no quería lastimar a Tom—sentí que mis ojos ardían—, sólo no supe cómo reaccionar Holy, no es tan fácil… yo no soy como tú.

Yo no era tan fuerte.

La pequeña rubia se me abalanzó y me hizo retroceder contra el librero, me rodeó por el cuello y su cabeza quedó apoyada en mi hombro derecho, yo la apreté un poco contra mí. El cabello de Holy olía a manzanas.

—Mi fruta favorita—susurré apenas audible.

—Ahora dime ¿qué harás?—inquirió luego de alejarse de mí.

—Arreglar mi metida de pata, primero le debo una disculpa a Tom—ella me sonrió—, debió lastimarle mucho lo que dije.

—Tom te quiere mucho Andy, si le duele lo que el marica de Ahren o Edwin le diga imagínate como ha de estar con lo tuyo—me sonrió tristemente.

Tom debió haber estado llorando, diciéndose la gran mierda que era su persona, diciéndose que daba asco y que su amor por Bill era un pecado, una aberración, que era anormal, y todo por mi maldita culpa.

***
Me rasqué por tercera vez la cabeza, desde que había llegado a mi casa ese martes no había dejado de pensar en cómo debía solucionar las cosas con Tom. Bien, había metido completamente la pata cuando había visto a mis amigos besándose y había lastimado a Tom con mis palabras y ahora debía solucionarlo, pero ¿cómo? No sería fácil, primero que nada porque mi mejor amigo se encierra en su burbuja de autodestrucción y no hace caso a nada ni a nadie, por otra parte, me daba miedo hablar con él, era como si de pronto tuviera miedo de Tom. No, no tenía miedo de mi amigo, tenía miedo de joder las cosas mucho más de lo que ya lo había hecho.

—Necesito disculparme, que Tom vea que acepto las cosas—me dije tirado sobre la cama admirando el techo de la habitación, el cual estaba atestado de diversos posters—, ¡Joder! Esto es tan fácil como un maldito examen de geometría analítica.

— ¡Andreas no estés diciendo malas palabras en mi casa!—me gritó mi madre des no sé dónde.

— ¡Lo siento!—le respondí con a gritos—fue una maldición—susurré.

Me puse de pie y caminé rumbo al escritorio, tomé una libreta y una pluma y comencé a hacer garabatos sin sentido. Debía hacer mi tarea, pero se podía ir mucho a la mierda porque lo más importante era solucionar mis problemas con Tom. Escribí “Tom y Bill” en la esquina superior derecha de la hoja, Bill… era un buen chico y le caía bien a cualquiera, parecía poseer una esencia que te hacía mirarlo, para mí era un león vestido de gatito. Tom, era increíble como muchos lo veían como un gran rompecorazones ¡por dios! Si Tom le dejó de temer a la oscuridad a los nueve años, valla mujeriego, un mujeriego gay. La vida era un ir y venir constante, lo que creía no siempre era lo correcto.

—Nada es absolutamente bueno ni malo, nada es absolutamente verdad o mentira—me dije y arranqué la hoja plagada de garabatos ininteligibles—, Ahora ¿dime que mierda vas a hacer Andy? Apoyé la cabeza contra la superficie del escritorio.

Bendito cerebro ¿no? Logra retener tanta información de la que muchas veces no tenemos ni la mas mínima idea, maravilloso subconsciente que me abofeteó aquella tarde por no reaccionar de buena forma. Tomé el libro que había sacado de la biblioteca y comencé a leer para distraerme  un poco, después de leer los primeros cuatro capítulos mi cabeza comenzó a doler.

—Mierda—mascullé intranquilamente.

Tom siempre había escuchado los comentarios homofóbicos de su padre, yo mismo lo había hecho, Loitsche no era precisamente la cuna de la aceptación multicultural, más bien se regía por su cultura conservadora. Era nuestra propia hipnopedia. No me había detenido a ver lo difícil que debió ser para Tom aceptar que era diferente, aunque el tener a Bill lo había ayudado y muy posiblemente mi amigo aún no terminaba de aceptarse, quizás sólo estaba consciente de su inclinación sexual pero no terminaba de aceptarse y yo había llegado y lo había llamado sucio.

—Eres el más despreciable humano que conozco Andreas—me dije a mí mismo.

Tomé mis guantes y mi gorro de inmediato, bajé las escaleras de madera corriendo y apenas le grité a mi madre que saldría un momento, casi tiré el perchero cuando tomé mi sudadera. Como iba corriendo me di de nalgas contra el asfalto cubierto de nieve, maldije por la nevada y me levanté diciendo una nueva maldición, si mi madre me hubiera escuchado estaría dándome un sermón muy extenso y terminado con un ultimátum que derivaría en un castigo inevitable.

Llegué a la casa de los Kaulitz sintiendo mi trasero frio, mi nariz apunto de estar y un ardor horrible en la garganta cada vez que el aire helado atravesaba mi garganta. Timbré en tres ocasiones y al final Holy me abrió. Sus ojos grises me encararon enseguida y exigían una explicación, me hizo pasar pero me seguía mirando con desconfianza.

— ¿Qué haces aquí?—me preguntó hostilmente.

—Quiero hablar con tu hermano—le dije.

—Pues me alegro de que por fin tengas los… el suficiente valor de hacerlo—se sentó en el sillón individual.

—Oye yo ya me arrepentí, sé que reaccioné mal y quiero pedirle disculpas a Tom-miré al suelo avergonzado.

—Ya, pero Tom  no fue al único que lastimaste.

—Cierto… ¿tú ya sabías que ellos dos eran…pues eso?

—Sí.

—Te lo dijeron—me encaminé al sillón de al lado y escudriñe a Holy con la mirada.

—No, pero era obvio. Yo sólo até cabos—me dirigió una mirada extraña.

—Una disculpa no será suficiente para Tom porque sé que seguirá existiendo duda en él, quizás para Bill sí pero si Tom no está completamente bien no me perdonará.

—Por eso los queremos tanto ¿no?—dijo sonriendo, me agradaba que le restara importancia al asunto para aligerarme el peso a mí.

—Somos unos masoquistas en ese caso—ambos reímos ligeramente.

—Supongo que tienes un plan para algo—ella me miró interesada, Holy era atemorizantemente perspicaz.

—Si…bueno, lo he inventado sobre la marcha.

—Dale Andreas, cualquier cosa es buena—la miré entrecerrando los ojos.

—Quiero que ellos vean que los acepto y los apoyo—miré los aretes de Holy, eran como unos pequeños botones rojos con lunares blancos que hacían juego con su diadema del mismo color—, pensé que podríamos organizarles algo para ellos dos.

— ¿Quieres jugar a Cupido?—me dijo ella levantando una ceja.

— ¿Tú no?—la piqué un poco con eso, era obvio que Holy quería hacerla de Cupido, estaba seguro de que había metido mano para que Bill y Tom terminarán juntos.

— ¡Claro! Esos dos son tan lentos que primero me caso y tengo veinte hijos a que hagan algo—su cara era graciosa—. ¿Qué propones?

—Que das miedo—le dije riendo—, mira por lo pronto quiero hablar con Tom, no puedo—asintió con la cabeza y me miró aprensivamente— ni debo retrasarlo.

—Hablas como todo un chico grande Andy—me sonrojé un poco y salí de la sala.

Subí los escalones con cuidado, mi corazón latía rápidamente presa del miedo y la excitación.  Me sentía idiota al sentir como la casa perdía sus dimensiones, como si estuviera soñando, más de mil veces había subido esas escaleras y entrado en la habitación de Tom, pero ese día parecía un completo extraño. Toque la puerta con los nudillos. No hubo respuesta.

Lo intenté dos veces más.

Nada.

Tomé la perilla y entré en la habitación. Mi mejor amigo yacía dormido o al menos parecía estarlo, su cuerpo estaba de lada y dándome la espalda con la cara hacía la pared, el cuarto estaba oscuro y casi tropecé con algo. Tragué saliva incapaz de moverme o de siquiera pesar en que debía hacer. Finalmente decidí acerca y lo moví varias veces con mi mano. MI amigo despertó, se removió las rastas que le caían sobre el rostro porque las llevaba sueltas y luego intentó quitar las lagañas de sus ojos, estaba visiblemente desorbitado y no había notado mi presencia.

—Tom—musité.

—An…dreas—su mano paró lo movimientos y cayó bruscamente sobre su pierna, mientras sus dedos se ceñían cerrando el puño y sus ojos se clavaron sobre la oscuridad del fondo de la habitación.

—Tom…— ¿cómo podía comenzar?—, el otro día yo…

—Vete—la sábana era estrujaba por su mano y sus ojos brillaban de tristeza, pero no encaraba mi mirada.

—No puedo—le dije con la voz pequeña—, lo del otro día fue muy repentino para mí— comencé a labrar mi argumento, el ladeó su cabeza y su mirada hacia la pared—. Tom por favor…

No sabía qué hacer ¿echarme a llorar? A como estaba la situación parecía la opción más viable. Tom no comprendería razones por más argumentos que yo le ofreciera.

—Tom escúchame—le jalé del hombro y logré que quedara frente a mí aunque mantenía la mirada en el suelo y los hombros se encorvaban adoptando una completa postura de protección a sí mismo. Que necio era ese crio.

—Te doy asco—dijo apenas inaudible—, ¿qué haces aquí?—su voz sonaba quebrantada, me sentí una mierda. Era mi culpa que Tom estuviera así.

—No me das asco Tom—apoyé mis manos sobre sus hombros aunque él no estuviera preparado para ese peso—, lo que dije fue una idiotez—apreté la playera azul que lo cubría—. Mira, no es fácil para nadie ver eso… no me das asco—mi cabeza dolía, no sabía que decir—. Eres como mi hermano y no podrías darme asco por amar a alguien.

La voz se me quebró y los ojos me ardían, de los ojos de Tom escaparon unas gotas de agua salina que cayeron sobre el fin de la tela azul. Dolía verlo así, dolía saber que era culpa mía. Sin saber si era lo correcto o si podía hacer algo más me aventuré a abrazar a mi mejor amigo, al chico con el que había compartido mi infancia y el cual había ocupado un lugar en mi vida como mi hermano, mi confidente. Lloré también y no me detuve ¿para qué? Nunca me había importado verme débil y mucho menos ante Tom.

—Perdóname Tom, yo debo apoyarte y lo único que hice fue decir una estupidez y herirte, lo siento hermano.

Tom me miró por primera vez desde hacía tres días, su mirada denotaba la tristeza, ese vacío maldito creado por sus propias criticas que nacieron de una sola oración que salió de mis labios, pero había rastros de ¿felicidad? No, era como asombro y calidez, una mezcla extraña que no acababa de descifrar. Sus labios se curvaron un poco intentando dar forma a una sonrisa aunque no terminará de serlo.

—Me dolió mucho—musitó Tom con la voz ronca.

—Soy un idiota, en serio Tom no quería herirte—el asintió débilmente con el rostro—, entonces ¿me perdonas?

—Yo…

—Sé que es complicado, pero te prometo que no me molesta que tú y Bill tengan algo. Tom, te mereces ser feliz—él despegó los labios y pude notar que estaban partidos y resecos.

—Sí, te perdono—dijo débilmente.

Quizás no era suficiente para Tom un perdón o tal vez yo quería arreglar las cosas bien y aquello no me había parecido suficiente. Me senté al lado de Tom y lo despeiné un poco. Luego hubo intentos de risas de Tom, una partida de videojuegos, una llamada telefónica de mi madre y una sonrisa encantadora de Holy al despedirme.



1 comentario:

  1. ¡¿Me dan asco?! que tío más tonto! jajaja yo le hubiera dado un abrazo *w*.
    Pobrecito Tom macho u.u

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