lunes, 28 de noviembre de 2011

Lazos rojos— Capítulo 8

Puff por fin el siguiente capítulo de Lazos rojos...debo decir que casi terminé este capítulo el domingo porque hasta el viernes me libré de hacer trabajos, pero ¡por fin el semestre terminó! XDDD vale, que les traigo el cap y debo dejar una advertencia...joder que esto es demasiado WTF?!! Lo leo y me digo "Mi'ja que demonios te fumaste?" Pero no me gusta fumar así que no pude haberlo hecho...por otro lado...debo culpar a Markus, él tiene la culpa...mátenlo a él ¿? Vale que me proyecto demasiado y mi subconsciente le ganó al consciente o no sé...el caso es que cuando menos acordé ya había escrito lo que escribí y me pregunto ¿cómo fui a escribir eso? Y mi ser no me da explicaciones...¬¬ lo intento cambiar y no entran las ideas...así que dije "quizás eso es lo que tenga que ser" y es que a veces mis personajes me manejan a mí, mal hecho señoritos!!! debe ser al revés... ok comienzo a sonar como una desquiciada que necesita una rápida intervención psiquiátrica...quizás es culpa de las dos tazas de chocolate que me he tomado, porque por si no lo saben el chocolate tiene en mí un efecto casi como de droga...wait cómo sé como es el efecto de la droga si nunca la he probado...ok dejemos de lado eso...digamos que tengo un lapsus de hiperactividad que combinado con el frió es fatal...y mejor me callo...o dejo de escribir?? antes de que diga más tonteras.

PD: Aún no hago quien es Nirvana!!! es imperdonable lo sé....pero es que no hallo un personaje de animé que se adapte a lo que quiero T_T

ADVERTENCIA: acá las parejas son de hombres y si no te gusta no lo leas ¬¬ tiene cosas "sangrientas" ...si como no ¬¬ ni que fuera destino final 1, 2, 3 o 4 xDDDD y sobre todo hay gaydad a lo menso...así que lo lees bajo tu riesgo...ah sí, si te enamoras de Markus como Lupis o Yani o yo te jodiste porque MARKUS ES DE BERNARD! ok ya...lo siento...sólo...lean y ya...o no?...si no quieren no?....mierda estoy peor que cuando tomaba ¬¬
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Entonces corro, me escondo y lloro a mi mismo
Comienzo de nuevo con un nuevo nombre
Y ojos que ven en el infinito
Estaba casi allí
Justo un momento lejos de ser poco claro
Alguna vez sientes que te has ido
Entonces corro, me escondo y lloro a mi mismo
Comienzo de nuevo con un nuevo nombre
Y ojos que ven en el infinito
Capricorn // 30 Seconds to Mars




Capítulo 8
El corazón bajo la máscara


Las delgadas hebras de un color café que lograba rozar los límites de un tono dorado  se mecían con singular ritmo, causado por un par de dedos juguetones, que siempre era desplazado cuando  una fuente ventisca que lograba colarse a través de la ventana pues Skandar tenía calor y por eso Jared había accedido a abrirla mientras él se refugiaba de los rayos del sol bajo las cobijas junto con su adorado humano. Ahí, el vampiro aprovechaba para acariciar las tersas mejillas de su adolescente, haciendo que su pulgar hiciera algunos movimientos circulares a la vez que  las yemas de su dedo índice y medio jugueteaban con la barbilla del chico.

—Ya casi anochece ¿no?—preguntó el pequeño despertando gracias a las pequeñas caricias que le otorgaba.

—En unas horas—le contestó el vampiro acariciando con su aliento la oreja.

— ¿Me cuentas una historia?—preguntó el pequeño acercándose más al pecho de Jared.

—Claro, ¿de qué la prefieres?—consultó el mayor mientras se incorporaba un poco.

—No sé, algo diferente—dijo el pequeño al tiempo que usaba sus manos para acercarse al torso de su acompañante—. Que no sea de amor, no de mentiras y tampoco de venganza.

—Eso es difícil—contestó Jared y el otro muchacho sonrió—, casi todas las historias que me sé son de amor, por no decir que son todas.

—Ha de haber una que no lo sea—dijo Skandar en tono juguetón.

—Bien…—musitó el castaño mirando a los ojos azules que se le presentaban, unos ojos que se le antojaban demasiado cautivantes, tanto que podía perderse por toda la eternidad en ellos—. Hace muchos, muchos años—dijo captando la atención del chiquillo, quien de inmediato sonrió y sus ojos brillaron por la emoción que le producía tener lo que había pedido—, hubo un rey muy justo que supo administrar muy bien su reino, así que cuando murió Dios lo llamó a su lado…

— ¿Existe Dios?—preguntó el muchacho interrumpiendo a Jared.

— ¿Tú crees que existe?—replicó el mayor.

—No sé…

—Yo mucho menos pequeño, pero si existen los demonios debe existir su contraparte ¿no?

—Supongo, bueno ¿y qué pasó con el Rey que se murió?—dijo Skandar retomando el interés por la historia.

—El Rey fue llamado por Dios para que le ayudara en una difícil tarea. Le dijo que habiendo sido tan justo en sus actos en la Tierra, le encomendaría el cuidado de la vida y la muerte de los humanos—dijo el castaño viendo como el menor se sentaba a su lado con las rodillas pegadas al pecho—. Luego le ofreció un trono y alrededor del mismo se extendían millares de velas, algunas recién encendidas y otras casi apagadas—entonces el pequeño de ojos azules se imaginó lo relatado por su amado vampiro.

—Debe ser bello poder ver tantas velas encendidas—musitó Skandar.

—Un espectáculo de luces—dijo Jared acercándose al menor—, pero nunca más espectacular que ver el brillo de tus ojos—y dicho eso besó cada uno de los parpados del chico.

No era nada descabellado esperar una reacción como la de Skandar, el cual se sintió completamente avergonzado de esa muestra de cariño y un color carmín tiñó sus mejillas casi al instante en que había bajado su vista para no tener contacto visual con Jared.

—Cada vela que acababa de encenderse era una nueva vida y cada llama que estaba a punto de  extinguirse significaba una vida que tenía que terminar, y él, el Rey, debía ir a la Tierra para recoger sus almas. De esa forma nació la muerte.

Skandar no respondió, apenas había entendido el final de aquella historia, pues aún los besos que Jared le regalaba, aunque fueran en la mejilla, tenían un gran efecto en su persona.

En la habitación contigua, Bernard descansaba sobre la cama, tenía apoyada cabeza sobre el dorso de su brazo derecho mientras que el izquierdo descansaba sobre su torso. El vampiro de cabellos negros mantenía su mirada directamente en el techo dibujando con ella la silueta de su compañero de habitación, quien se encontraba sumergido en la bañera.

—Ese idiota se tarda—susurró fastidiado.

¿Cuánto llevaba bañándose? ¿Una hora? Quizás más.

—Vas a arrugarte como una pasa—dijo Bernard desde la entrada del baño.

— ¡¿Qué demonios haces aquí?!—gritó el rubio abriendo de golpe sus ojos apenas escuchó la voz de su compañero— ¡Lárgate maldito pervertido!—dijo cubriéndose su miembro con las manos.

—Markus no seas tonto—dijo tranquilamente el otro sin inmutarse por los gritos que le proferían—, te he visto ya muchas veces desnudo, te he tocado hasta el último rincón de tu cuerpo—el rubio se sonrojó—. ¿Qué más da si te veo en la tina?

— ¡Lo que sea! ¡Tú te largas ahora mismo!—gritó el aludido visiblemente molesto— ¡No quiero que me veas!

—No tienes idea de cuánto me pone esto—dijo Bernard al oído del otro luego de escabullirse a la tina en apenas una fracción de segundo.

— ¿Q-qué…?—jadeo el otro.


Markus tenía casi todo el rostro sumergido en el agua por el peso inesperado que Bernard había significado, además sus manos se encontraban apresadas, una por la propia mano del moreno y la otra por el cuerpo del rubio. La mano izquierda del mayor se encontraba entretenida oprimiendo los glúteos de porcelana mientras que la lengua del chico de cabellos negros recorría el borde de la oreja causando leves estremecimientos en el chico que se encontraba debajo.

—Me pone cuando te haces el difícil—le dijo y antes de que el rubio replicara el mayor selló sus labios con un beso apasionado robándole el aire—. Eres tan divino—susurró contra el rostro del otro—, hermoso—dio un beso ligero al otro chico—, sexy—nuevamente un beso, pero en esa ocasión capturando el labio inferior de Markus entre sus dientes— y lindo, sobre todo lindo—y un beso dulce.

—No me jodas—musitó el otro con los colores al rostro.

El rubio había dejado de lado la mirada del otro vampiro y en su mente se reprendía una y otra vez por su debilidad, se odiaba a sí mismo por sentir ese estremecimiento, ese calorcito en el pecho y ese revoloteo en la boca del estomago, se odiaba por todo lo que Bernard era capaz de despertar en él. Pero no sólo se odiaba a sí mismo, también odiaba al causante de ese cúmulo de sensaciones porque sentirse desnudo, sin barreras y sin máscaras, lo hacía sentirse tremendamente vulnerable y era lo que menos deseaba en este mundo.

—Eres tan desagradable—susurró Markus sin mirar al otro—, tan asquerosamente cursi—susurró—, no quiero que me toques—dijo cerrando los ojos.

—No me importa que digas—dijo Bernard soltando el agarre que mantenía sobre el rubio y descendiendo sobre su cuerpo—. Tu cuerpo siempre será más sincero—musitó antes de recorrer con su lengua la punta del miembro de Markus—, tan sólo quiero que disfrutes esto más que yo.

La única acción que el vampiro más joven logró llevar a cabo fue acallar sus jadeos, cada muestra de placer que pudiera significar un atisbo de debilidad para el mismo. Por su parte, Bernard disfrutó enteramente del néctar proveniente de su vampiro favorito, apenas un pequeño riachuelo blanco fue el fruto de sus incesantes caricias bucales, que inclusive provocaron su propia excitación, pero Bernard lo disfrutó y supo, aunque Markus se empeño en negarlo y ocultar las muestras de ello, que el rubio también disfrutó, e inclusive se atrevió a pensar que el éxtasis de su chico fue mucho mayor al propio.

—Eres maravilloso—dijo Bernard saliendo de la tina.

—No sabes cuánto quisiera que no tuvieras conocimiento directo de eso—le respondió el otro usando tanto desprecio como pudiera.

—No seas ridículo, Diva—dijo entre carcajadas el de cabello negro.

— ¡Ya lárgate de una buena vez!—gritó Markus mientras le lanzaba la barra de jabón.

El mayor se fue, sabía de antemano que el rubio reaccionaría de esa forma, más porque le acaba de hacer una grandiosa felación y lo había disfrutado, así que sus episodios de desprecio y odio se intensificarían, pero no podía negar que eso le agradaba, era especialmente divertido ver como Markus armaba sus berrinches.

—Es muy sexy así—susurró Bernard mientras caminaba a la sala de la casa.

Aunque el carácter explosivo del vampiro más joven era algo común, hubo un tiempo, muy pequeño, en que no se comparaba de esa manera. Bernard lo recordaba, a su memoria siempre volvían esos escasos momentos en que Markus se permitió ser menos arisco y desconfiado, esos momentos de antaño cuando el orgullo no se había convertido en su pilar.

—Markus debes tratar de controlar tu hambre—le dijo Bernard al chico a la semana de haber sido convertido en vampiro.

—Lo siento—le respondió el rubio con la mirada gacha.

—Con el tiempo mejorarás—dijo Jared sentado frente a un ventanal observando la luna.

—No me gusta causarles molestias—musitó Markus poniéndose de pie—, iré a descansar en mi habitación.

Y hasta ahí le siguió. Bernard se coló en la habitación del vampiro de piel blanquecina y cabellos dorados, se recostó a un lado de él en la cama causando que un color carmín tiñera ligeramente las mejillas del chico.

— ¿Q-qué haces?—preguntó el rubio.

—Te hago compañía— respondió el otro.

—N-no es necesario—dijo tratando de disimular su nerviosismo.

Bernard no le había hecho caso, había seguido a su lado y Markus se había mantenido dándole la espalda pero sintiendo la cercanía del otro. Tiempo después, el mayor había osado capturar los suaves labios del chico. Había sido un beso apasionado pero no salvaje, un intercambio de movimientos apremiantes que favorecían el deguste de la dulzura que ofrecían los labios del otro y que hacían que la calidez y humedad se sintiera con singular apreciación. El moreno había probado, en la oscuridad de la noche, los labios que tanto había deseado saborear, lo había hecho y miles de sensaciones se habían despertado en su interior, en ese momento pudo afirmar que el rubio lo había cautivado al grado de enamorarlo.

Sin embargo, las cosas con Markus funcionaron de forma diferente, a partir de ese día se mostró esquivo y evasivo, y con el paso del tiempo los improperios en contra de Bernard se habían vuelto el pan de cada día.

—Espero que algún día madures—soltó el de la cinta roja sobre la frente. 

Había dejado olvidado el periódico que pensaba leer sobre la mesa de la sala y justo cuando o tomaba de nuevo el vampiro que había gobernado sus pensamientos en momentos anteriores aparecía bajando las escaleras, mientras se acomodaba la chaqueta de cuero sintético sin prestarle atención a Bernard.

— ¿A dónde vas?—dijo el mayor mostrándose curioso.

—Voy a comer, Jared no quiso venir, así que iré solo—le contestó con simpleza y de manera escasamente cortante.

—No tienes que ir solo, voy contigo—le dijo el moreno poniéndose de pie.
—No soy un crio, puedo ir solo—le dijo caminando a la salida.

—Un adulto que a veces actúa como un crio—le dijo el otro sosteniéndolo del brazo—, cuando te emocionas no mides las consecuencias, no te voy a cuidar si es lo que piensas, yo también tengo hambre.

Y si bien era una mentira, sabía que con eso lo convencería o por lo menos Markus pondría menos objeciones a que el moreno lo acompañara. El rubio también sabía que Bernard mentía, pero era más cómodo creerle su mentira.

Apenas el sol se había ocultado y el manto negro que representaba la noche había hecho su aparición minutos atrás sobre el cielo de Leeds, de esa forma moverse era cosa de niños y sigilosamente, además de hacerlo a una gran velocidad, los dos vampiros comenzaron su caza en busca de alimento. Con la nariz izada para captar mejor el olor de las futuras presas, ambos avanzaban a una velocidad vertiginosa. Los habían encontrado, primero irían por la presa de Markus pues era el que más tenía hambre.

Una chica, que si no hubiera atiborrado su rostro de maquillaje a una temprana edad ni ingerido tanta cantidad de alcohol y tabaco podría haber sido una completa belleza, pero su cara se encontraba envejecida y su piel no era ni tersa ni resplandeciente, ni hablar de su cuerpo tan delgado por el ayuno que le causaba el estar siempre ebria. Tenía apenas 17 años y ya esperaba a su cuarto hijo, sus pequeños descansaban en una sola cama individual. En la casa podía sentirse el poco aseo que tenían las habitaciones, botellas por doquier, vomito, pañales sin si quiera envolverse y ni hablar de la comida putrefacta.

—Hay tres bebes—susurró Markus sin darse cuenta.

Con la punta de sus yemas tocó la piel suavecita del bebe de tan sólo cinco meses, sentía el hambre del pequeño que de inmediato se despertó al sentir el contacto de la piel helada del rubio.

—Tiene hambre—susurró de nueva cuenta el vampiro, ni siquiera se daba cuenta que aquello lo decía en voz alta.

—Le prepararé un poco de leche—dijo el mayor sacando de su ensimismamiento al rubio, quien se molestó consigo mismo por preocuparse del infante.

Mientras Bernard se encargaba de prepararle el biberón al bebe, Markus se quedó con el bebe llorando y sin tener idea de que era lo que hacía lo tomó en sus brazos y lo pegó a su pecho mientras trataba de arrullarlo.

Y un dolor en la cabeza apareció. Una imagen borrosa se formaba delante de él, un pequeñito lloraba intensamente mientras una mujer de larga cabellera rubia intentaba controlar su llanto.

No supo por qué, pero aquella escena causó cierta picazón en su pecho al mismo tiempo que sentía una calidez que no era nada frecuente en su vida.

—Toma—dijo Bernard a un lado del rubio haciendo que éste diera un brinquito por el sobresalto—, dáselo—le dijo al ver la cara de confusión que presentaba el mayor.

—Valla que es glotón—musitó el rubio al ver como el pequeñín devoraba la leche como si no hubiera comido en mucho tiempo.

—Los otros deben tener hambre—dijo Bernard.

—Yo tengo hambre—dijo el chico de cabellos rubios desviando la atención de la cara del bebe.

—Come y yo cuido a tu pequeño.

— ¡No es mi pequeño!—respondió el otro molesto.

—Cállate o despertarás a los otros.

—De acuerdo, pero no es mi pequeño.

— ¿De veras matarás a la madre de estos niños?—preguntó el moreno caminando detrás de Markus.

—He matado cientos de personas, incluso miles…puedo matarla a ella—había algo en la voz del rubio que hacía perder toda la seguridad que se supone deberían tener aquellas palabras.

—Nunca conociste a las personas que mataste—le dijo acariciando su mejilla.

En un movimiento rápido, Bernard había acorralado a Markus contra la pared, en medio de ellos yacía el bebe que se sostenía en las manos del mayor, quien miraba intensamente como el rubio le rehuía la mirada.

—Deja de joder.

—Ellos estarán mejor sin ella—le dijo el moreno besando su mejilla y apartándose de su paso.

¿A qué venía toda esa mierda? Se preguntaba Markus, ¡claro que podía matar a esa puta! Podía drenar su sangre, de todas formas no era una buena madre. ¿Y por qué demonios venían aquellos pensamientos? ¿No había matado ya a demasiadas personas como para pensar en que matar a alguien era malo o que no debería hacerlo? ¿Remordimiento? ¿Lo tenía? ¿Remordimiento por matar a la madre de tres pequeños?

—Está embarazada—dijo en un hilo de voz cuando se acercó para clavarle los colmillos en la yugular.

—Pensé que la despertarías, la besarías, la tocarías—comenzó a hablar Bernard mientras arrullaba al bebe—, luego te excitarías un poco y terminarías por tomar su sangre de una forma muy sexy.

— ¡Está embarazada!—gritó Markus con una ira irracional.

—Te dije que guardaras silencio—sentenció el mayor con su mano sobre la boca del rubio.

—N-no puedo matarla—dijo en un susurro apenas inaudible.

¿Por qué quería llorar? ¿Se sentía débil?

No fueron las lágrimas, ni tampoco la falta de sangre. Su vista nuevamente se tornó borrosa y unas imágenes comenzaron a formarse cual pintura por la acción del pincel, la misma mujer rubia de antes cargaba al bebe a lo largo de una calle oscura y solitaria.

—Con ellos serás más feliz—le decía la mujer.

Su ropaje era bastante antiguo si lo comparaba con la ropa que usaba él en aquellos momentos, en su mano derecha llevaba canasta lo suficientemente grande como para que el bebe fuera recostado dentro de ella, y así lo hizo. Con sus finas manos la muchacha depositó al bebe dentro de la canasta y le dio un pequeño beso en la mejilla al tiempo que las lágrimas comenzaban a caer de sus ojos color azul, casi tanto como el mar.

Luego, las imágenes corrieron a gran velocidad como si de fotografías vistas a gran velocidad se tratara. Un niño de algunos cuatro años se sostenía la mejilla derecha que estaba roja a causa de la bofetada que su padre le había propinado, luego cuando tenía 9 años le habían dado una golpiza por haber tratado mal a la hija de un conde. Y las imágenes de agresiones se repetían una tras otra, regaños, golpes y sobre todo una inmensa rabia que se formaba dentro de él.

— ¿Markus?—preguntó el moreno cuando el rubio dejó de tener ese tono rojizo en sus ojos.

—No la voy a matar—dijo el rubio seriamente—, y tampoco dejaré que los niños se queden con ella—dijo caminando a la habitación.

— ¿Qué te sucede?—preguntó Bernard.

Pero la mirada del rubio le advirtió que era mejor no preguntar por eso, tan sólo lograría que el perturbado vampiro se sintiera peor y que su rabia aumentara a niveles nada agradables. Así que tomaron a los tres bebes, Bernard sin entender por qué hacían aquello y Markus actuando sin pensar porque si lo hacía dejaría a esos niños con esa mujer que nunca debió haber sido madre.

Entre las sombras, como siempre, los dos vampiros viajaron por la ciudad buscando el lugar indicado para dejar a los bebes. Finalmente se decidieron por un hospital, aunque aquello le desagradaba mucho a Markus le parecía una buena idea dejar a los niños ahí aunque tuviera que soportar un contacto con humanos y a la molesta luz artificial.

La recepcionista miró con asombro como dos jóvenes, que tendrían entre 17 y 20 años, avanzaban hacia ella, era por demás decir que aquellos dos eran realmente bellos. Uno rubio y el otro de cabellera morena, ambos con los ojos negros como la noche y con una piel que se le antojaba el más suave terciopelo, y sus labios ¡sus labios! Esos pedazos de carne parecían gritar que los besaran. Sí, aquellos dos muchachos eran la tentación pura.

Sin decir mucho, Markus se aproximó a la mujer aprovechando que nadie les miraba y besó sus labios tan rápido como pudo desgarrándole un poco el labio con sus colmillos y probando así su sangre. En ese momento la mujer perdió la consciencia, tan sólo se quedó con ese par de orbes negras que le miraban de una forma que la hacía sentirse en el cielo. Horas después cuando su compañera preguntó por los tres bebes no supo que decir, no recordaba nada de lo que había pasado después de ver los ojos de un chico rubio bastante atractivo, así que no podría decir que hacían tres bebes envueltos con un gran cobertor sobre su escritorio. Y mucho menos se explicaba la impecable caligrafía en una nota que había junto con los bebes.

Su madre es una alcohólica, así que más les vale darles un buen hogar a los pequeños o me encargaré de ustedes. No sé si tienen nombre y no tuve una buena idea de cómo ponerles, así que espero que les den un buen nombre. No dejen que la vida de los pequeños se joda.

ATTE:
M.

Y era todo. Una presión se sentía como nunca en el pecho de Markus, se había comportado de una forma bastante extraña, había salvado a dos bebes, a dos mini humanos, pero a fin de cuenta humanos. Mentiría si dijera que se sentía bien, él se sentía un completo estúpido y se repudiaba por ello, pero además de todo Bernard lo había acompañado y gracias a eso  sabía lo que había hecho, así que el coraje se intensificaba nuevamente. Pero Bernard no era estúpido, sabía que si mencionaba algo de eso los avances que Markus había tenido se vendrían abajo y esa coraza que había formado se volvería a cerrar herméticamente, así que lo  mejor guardaba silencio.

Ira. De nuevo ese coraje incontenible apresaba a Markus, se odiaba, de nuevo ese odio gobernaba en su pecho. ¿Por qué demonios era tan débil? Corrió a una gran velocidad dejando atrás a un sorprendido Bernard que no se dio cuenta cuando  el rubio había comenzado a correr, quería matar a alguien, golpearlo, sacar de alguna manera toda esa ira que parecía incontenible. Necesitaba perder el conocimiento a causa del cansancio.

En un parque logró  avistar a dos muchachos, el primero se había  despedido del otro y camino rumbo a la calle, seguramente iría a su casa o algún otro lugar.

No lo pensó, cuando vio a un muchacho de algunos veintitantos completamente solo sentado en una banca de ese parque se abalanzó contra él. Desde las sombras un demonio de ojos rojos se aferró al cuello del joven extrayendo hasta la última gota, pero no solamente devoraba su sangre, además apretaba las extremidades superiores con tanta fuerza que logró desprenderlas al cabo de unos pocos segundos. Entonces, sus uñas afiladas se clavaron dentro de los músculos de la espalda aprisionándolos de manera que los tejidos se quedaban pegados a sus falanges e inclusive a las palmas de sus manos. En esa ocasión, el rubio no se detuvo a saborear los labios de su víctima para que ésta callera por completo en su poder, tampoco delineo con sus dedos las piernas o la cintura como lo haría en otras ocasiones, tan sólo se limitó a terminar su sangre y liberar su enojo clavando sus uñas, todo para encontrar la paz.

Alejado, sentado en una banca del pequeño parque Bernard observaba con tristeza como su compañero vertía toda su ira en el cuerpo de un inocente humano, toda su fiereza y sus instintos salvajes se volcaban de la manera más sangrienta que el moreno había visto. Markus jamás había estado en crisis como en ese momento.

—Markus ya no le queda sangre—le susurró Bernard al oído.

—Aún tengo hambre—musitó el rubio tras regresar a la realidad, pues cuando escuchó la voz de Bernard dejó de estar en ese lapsus de salvajismo.

—Necesitas sangre de tu gusto, desde el incidente en  Derby no has vuelto a comer bien.

— ¡Deja de tratarme como una cría!—le gritó con los ojos vidriosos y una mueca de enojo.

—Pues deja de portarte como una—le replicó el mayor sosteniéndolo del cuello de la camisa.

Apenas lo soltó, se dio vuelta y le hizo una seña para que lo siguiera, pero Markus no hizo caso y el moreno terminó  por jalarlo del brazo para desaparecer. Habían dejado el cuerpo en el parque, tal y como lo había hecho el rubio apenas tres días atrás en Derby, de nuevo lo había arruinado.

Al filo del amanecer ambos vampiros se abrieron paso en la casa donde se estaban quedando, propiedad de un vampiro amigo de Bernard. Las luces estaban apagadas y cuando llegaron ambos se quedaron quietos al ver a Jared y Skandar en la sala cenado.

Aunque la comida le parecía desagradable, Jared abría la boca para que el otro muchacho le diera un bocado de su cena, luego era el turno del castaño de alimentar a su adorado humano y le daba un poco del pastel que disfrutaban. Skandar sonreía y al hacerlo no se dio cuenta de que un rastro de betún quedó instalado en la comisura de sus labios, pero el mayor si advirtió aquello y con lentitud se acercó a la boca del de ojos azules para lamer el betún y de paso darle un pequeño beso.

— ¡¿Pueden dejar de besarse enfrente de mí?!—Gritó el rubio sin que Bernard lo previera—. Y se supone que son los serios mojigatos—susurró para que su compañero lo escuchara.

—Lo siento—susurró Skandar con las mejillas encendidas.

—Tenemos que irnos—dijo Bernard antes de tomar a Markus del brazo para sacarlo de ahí—. Todos—dijo regresando medio cuerpo.









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