jueves, 20 de octubre de 2011

Prohibido enamorarse — Capítulo 21


Podemos ser sinceros
Al abrir el corazón
Podemos ser amenos
Al escuchar a la razón

Capitulo 21
Mediodía de un vínculo

Entre mis dedos acariciaba una rasta dorada de la cabellera de mi novio, mis dedos recorrían una pequeña extensión de esos cabellos y luego la soltaban para tomar un más. Con mi otra mano me sostenía para quedar más arriba que Tom, pues mi novio estaba recostado en un sofá junto conmigo, pero desde mi posición yo lograba contemplar su perfil de buena forma y mientras lo hacía pequeños suspiros salían de mis labios.

—Despierta—le dije al oído a mi novio y después le di un beso en la mejilla.

Tom comenzó a removerse mientras apretaba sus músculos y se estiraba, al mismo tiempo que movía su boca de forma graciosa. Me acerqué a su rostro mientras mi mano acariciaba su mejilla, entonces acerqué mi boca a la suya y sellé nuestros labios en un beso. En ese momento una de sus manos acarició levemente mi rostro a lo largo de la mandíbula, estaba despertando y una sonrisa adornaba su cara, sus ojos brillaban de una forma que lograba hipnotizarme y volví a besarlo.

—¿Qué hora es?—me preguntó mientras se tallaba un ojo con la muñeca.

—Casi las ocho—le dije despacio.

—Me van a matar—susurró al mismo tiempo que giraba su cuerpo para quedar frente a mí.

—A mí también—le dije al oído.

—Pero no me quiero ir—me dijo mientras acomodaba su cabeza sobre mi pecho.

Acaricié sus rastas superficialmente sintiendo el calido aliento sobre mi pecho, además su aroma me llegaba firmemente y no podía evitar sonreír pues tenía entre mis brazos al chico que tanto amaba. Poco a poco, a medida que el tiempo transcurría, Tom se fue tranquilizando más y se separó de mi para verme al rostro, ambos sabíamos que la hora de irse estaba próxima.

—¿Por qué esto no puede ser eterno?—me preguntó mi novio mirándome anhelante.

—Podemos tener muchos momentos así—le dije antes de besar dulcemente sus labios.

La radiante sonrisa que tanto me fascinaba apareció en el rostro de mi Tom, se veía tan lindo que recordar su cara luego de llorar provocaba cierta molestia en mi, pero todo eso se había quedado atrás y mi novio me había perdonado. En ese momento la lengua de Tom jugó con su piercing y me quedé viendo ese detalle de la boca de Tom, con el tiempo me había acostumbrado a sentir ese metal cuando nos besábamos. Estiré mi mano y con mi dedo toqué la pieza metálica.

—Tu piercing—Tom me miró extrañado— ¿Por qué te lo hiciste si a ti no te gustan esas cosas?

— ¿Ah?

Mi sorpresiva pregunta había dejado desconcertado a Tom, quien me veía sin comprender bien a que me refería, después de todo no era muy normal que preguntara esas cosas, pero desde que había visto a Tom con esa perforación me había cuestionado acerca del motivo que lo llevaría a hacer eso sí según su hermana le tenía miedo a ese tipo de cosas. Entonces noté que Tom mordía su labio y miraba hacia abajo sin ánimos de verme a los ojos.

—¿Recuerdas cuando Ahren y Edwin te golpearon?—me preguntó con voz chiquita.

—Sí—le respondí recordando como esos cobardes me habían golpeado sin darme oportunidad de defenderme estando yo en desventaja numérica— …pues por eso.

— ¿Por qué esos me pegaron?—pregunté sobresaltándome un poco, esa respuesta me confundía más.

—No—dijo al tiempo que meneaba su cabeza en forma negativa—, justo aquí te pegaron—dijo poniendo la mano sobre el piercing.

—¿Fue por eso?—inquirí confundido por su respuesta.

—No—me dijo suavemente—, quería recordar que no fui capaz de defenderte, quería tener ese momento presente porque tú eras especial sin que me diera cuenta. En realidad no sé bien porque lo hice…

—¿Fue por mi?—dije aún sin creerlo.


—Sí—dijo Tom y antes de que volviera a hablar tomé sus labios entre los mios.

Realmente me sentía feliz por estar con Tom, por cumplir un mes juntos y sobre todo porque las cosas se había solucionado. Sin decir palabra ambos nos incorporamos del sillón y salimos de la cabaña, las velas estaban a medio consumir cuando las apagué y afuera hacia mucho frio así que caminaba abrazando a Tom por la espalda.

Cuando llegué a mi casa mi madre ella estaba sentada en un sillón con la agenda telefónica en sus manos, en cuanto me vio su mirada se torno molesta, me miraba como reprochándome. Inmediatamente comenzó a atacarme con preguntas, ¿Dónde había estado? ¿Por qué había apagado el celular? Le regresé la mirada con desgane y comencé a hablar serenamente, después de todo había sido mi culpa no avisarle donde estaría.

—Estuve arreglando unos asuntos con un amigo—le dije mirándola a los ojos, de cierta forma no mentía.

—¿Y el celular?—preguntó molesta.

—No quería interrupciones.

—¿Y sólo es tu amigo?—me preguntó levantando la ceja.

—Algo así—contesté sonriendo.

—Sólo avisa la próxima vez—dijo sentándose—, me preocupé por ti.

—Pero si tú sabes que nada malo me pasará—mi madre me miró con el arrugando el entrecejo—, de acuerdo, procuraré decirte que saldré la próxima vez y no apagaré el celular.

—Mas te vale…¿puedo conocer a tu amigo?

—No—dije dándome la vuelta para ir a mi habitación

—¿Por qué?—me giré a verla.

—Porque él no quiere.

—Pues que amargado—dijo sentándose en un sofá.

—Pareces una niña, seguro las hormonas—dije riéndome.

—Bill Trümper deberías respetar más a tu madre—me dirigió una mirada molesta.

—Lo siento, me voy a mi habitación ok.

—Te hablo para cenar.

Comencé a subir las escaleras. Desde que Natalie había comenzado a trabajar en nuestra casa mi madre había mejorado de humor, después de todo no era una mujer ordenada a la que le gustará hacer los deberes y tener a alguien que los hiciera era un peso menos tanto para Simone como para mí. Estando en mi habitación me fije en la hora, seguramente Tom estaba merendando con su familia y había dejado el celular en su habitación, luego Holy le haría un interrogatorio y cuando mi novio lograra zafarse de eso Andreas le llamaría preguntándole como le fue o quizás Tom sería el que hiciera la llamada. Después de todo ese día no tendría más de mi Tom, así que simplemente mandé un mensaje de texto y me acosté a dormir.

***

Mi madre me había levantando muy temprano a pesar de que era domingo, me dijo que la acompañaría a Hamburgo y todo lo que intenté para que me dejara en Loitsche no sirvió, menos cuando Gordon apareció y me dijo claramente que acompañara a mi madre pues él no podría hacerlo, habían surgido nuevos problemas con el proyecto que manejaba, entonces mi madre me miró con suplica y acepté a regañadientes. Tomé mi celular y marqué al de Tom, al parecer aún dormía pero se despertó a pesar de ser las ocho de la mañana en domingo.

—Hola—dijo mientras bostezaba.

—Hola—saludé imaginándome como estaría tallando sus ojos.

—¡Bill!—gritó y yo alejé el celular de mi oreja— ¿Por qué me llamas tan temprano? Tengo sueño.

—Discúlpame Tomi—dije suavemente—, mi madre me ha pedido que la acompañe a la ciudad, llegaré hasta en la noche así que no te veré, pero te prometo que el lunes estaremos juntos toda la tarde ¿de acuerdo?

—No vas a venir—dijo con un tono muy bajo.

—Tom, perdón.

—No, tú ve. Que tu mamá te lleve a comer hamburguesas—me dijo más alegre.

—Te compraré una gorra nueva—dije emocionado.

—¿Me estás comprando con gorras?—dijo en broma—, no soy tan fácil Bill Trümper.

—Me la pones difícil, entonces buscaré algo más ¿de acuerdo?—le dije a punto de reir.

—De acuerdo, así quizás perdone tu abandono—me dijo serio.

—Todavía jugamos ¿verdad?

—No, es en serio—me dijo con voz fría—, claro que es broma tonto—me dijo mientras reia.

—¡Bill ya vámonos!—dijo mi madre desde el recibidor.

—Amor me tengo que ir, nos vemos mañana.

—Hasta mañana Bill.

La última vez que había recorrido ese camino, en ese mismo auto y sólo con Simone, había sido cuando llegamos a Loitsche. Tantas cosas habían cambiado desde esa ocasión, a decir verdad nunca imaginé que todo eso me podría pasar a mí. En ese pueblo, en Loitsche, había encontrado a un chico que me enamoró. Metí mi mano dentro del bolsillo de la sudadera que llevaba, ahí estaba el piercing que Tom me había regalado. Mordí mi labio, tenía más de un mes con el piercing y no me había atrevido a hacer la perforación, quizás porque primero quería saber el por qué del piercing de Tom.

En la radio había un programa de música, principalmente dedicatorias así que la mayoría de las canciones eran románticas. Mi madre golpeteaba los dedos contra el volante mientras se escuchaba una melodía de la década de los ochentas, sonreí con algo de gracia al verla.

—Mamá—le llamé.

—¿Sí?—me dijo sin despegar la vista del camino.

—¿Qué opinarías si me pongo un piercing?—pregunté esperando su aprobación, ella no era del tipo de madre que se negaría a eso.

—Que debes pedir permiso primero—me dijo sonriendo.

—Bueno si—dijo como si aquello fuera algo obvio—, pero supongamos que ya te pedi permiso.

—Entonces vería si se te ve bien o no—dijo mientras entrabamos a la ciudad—, algo así debe ser estético ¿no?

—Si—dije tranquilamente, en eso el semáforo se puso en rojo.

—Entonces ¿me dejas hacerme una perforación?—pregunté esperando una respuesta afirmativa.

—Claro—dijo luego de comenzar a avanzar—, pero que lo hagan en un buen local. No te quiero luego con alguna enfermedad.

—Lo sé—dije para dar por terminada la charla.

Con Simone a veces las cosas resultaban fáciles, aunque en otras ocasiones no tanto. Habíamos acordado que ella iría a comprar las cosas que necesitaba mientras yo iba a hacerme la perforación, luego de ver que todo estuviera en orden Simone se fue a sus deberes y yo me quedé en el local viendo los diseños de tatuajes y los diferentes piercings que había. Me gustaba la idea de un tatuaje.

***

Saqué la lengua y la miré en el espejo, aún seguía inflamada. En seguida la introduje de vuelta en la humedad de mi cavidad, después de todo ese día tampoco podría comer normalmente. Habían pasado tres días desde que me había perforado la lengua y ésta seguía inflamada ¡era el colmo! La había cuidado bien, inclusive comía prácticamente sólo líquidos para evitar los trozos de comida, no había hablado porque la lengua me dolía y al estar inflamada mi voz sonaba extraña, por suerte los profesores no me preguntaron nada en clases y mi vida era casi normal. Pero la inflamación apenas había bajado.

—¡Halditho picing!—dije en voz alta.

Salí del baño, no había ningún caso en pelear con mi lengua frente al espejo. Luego de cambiarme bajé las escaleras para desayunar algo ligero, había una taza de café y un plato con restos de pan sobre el comedor, de inmediato Natalie apareció y se llevó los trastes, no sin antes saludarme.

Desde el lunes la prima de Tom había comenzado a trabajar en nuestra casa, llegaba justamente a las siete, cuando Gordon se levantaba, ella tenía llaves de la casa. A decir verdad la chica rubia se había convertido en mi salvación pues ya no hacía más deberes, a veces ni mi habitación ordenaba, aunque trataba de no dejar tanto desorden pues me daba algo de pena, pero igualmente se sentía un peso menos encima. Por su parte, mi madre disfrutaba levantarse tarde y dedicarse a pintar o ver televisión todo el día.

—¿Quieres gelatina?—me dijo la chica al verme entrar a la cocina.

Asentí con la cabeza, luego vi como sacaba un plato y la gelatina del refrigerador, luego puso un poco sobre el plato y me lo tendió. Ella era agradable, aunque casi no hablaba pues siempre estaba haciendo algo y yo estaba imposibilitado para hablar, pero era amable y me recordaba un poco a la madre de Tom. Cuando terminé la gelatina que Natalie me había servido alguien tocó el timbre, seguramente eran los hermanos Kaulitz, tomé mi mochila y salí de la casa. Hacía frio, pero la sonrisa cálida de Tom hacía parecer que todo ese frio no existía realmente. 

En esos tres días en que no había podido hablar mucho, y lo poco que lograba articular no se me entendía, la relación con Tom se había modificado, de pronto éramos capaces de entendernos sin mediar alguna palabra. Era increíble la forma en que nuestro vínculo crecía con el tiempo y se hacía muy fuerte, era maravilloso amarnos tanto.

Y aunque mi novio no dejaba de ver con cierto recelo a Emily ella parecía no hacer caso de su hostilidad y tampoco se acercaba tanto a mí como lo venía haciendo antes, de eso Holy se dio cuenta. La hermana menor de Tom se mantenía un tanto alejada de su mejor amiga sin que ella pudiera comprender el motivo, yo sabía que Holy se sentía mal al estar medio de todo, por una parte estaba molesta porque su hermano había sufrido por culpa de su amiga y por otra comprendía que Emily no la estaba pasando del todo bien.

En la escuela la pasaba más o menos igual, aunque cuando Ahren decía alguna estupidez para molestarnos me daba mucho coraje no poder gritarle sus verdades, pero ya vería ese estúpido cuando pudiera hablar de nuevo. En el receso almorzamos dentro de la cafetería porque afuera el lugar tenía nieve deshilándose y no queríamos ensuciarnos. Yo llevaba una natilla y la verdad comenzaba a odiar tener que comer esas cosas, siempre era lo mismo: natillas, gelatinas, yogurt, agua y cualquier cosa líquida. Extrañaba comer una hamburguesa.

Cuando Tom vio por primera vez mi piercing se quedó de piedra, abrió enormemente los ojos y la boca, se veía gracioso de esa forma, yo sólo le sonreí y quise hablar pero mi voz no era tan entendible y mi lengua dolía.

—¡Bill pero ¿por qué?!—dijo él como asustado.

—Dhu me o dishte—intenté decirle, pero como no se me entendía ni media palabra tomé una libreta y comencé a escribir, estábamos en el parque.

Tú me lo diste, ahora no te quejes

—Pero…¿te dolió?—preguntó el inclinando su cabeza a un lado.

No fue nada.

—Bueno… no pensé que te lo hicieras—dijo Tom mirándome a los ojos.

—¿Por qué?—pensé, cuestionándolo con la mirada.

—Porque había pasado mucho tiempo  de verdad no pensé que lo harías—lo había dicho con la cabeza gacha.

Tonto, claro que lo haría.

—No me digas tonto, Bill—me dijo con un mohín.

—¿Te gusta?—pregunté con la mirada.

—Me encanta—dijo él al momento en que sus mejillas se enrojecían—, es…sexy.

Sonreí con malicia, mi adorado novio me había llamado sexy, no estaba seguro pero pensé que había sido la primera vez y el tono rojizo que tomaba su rostro podía confirmar eso. Me acerqué y deposité un beso en su mejilla. Era maravilloso sentir todas esas cosas al besarlo, al tomar su mano o simplemente verlo, de verdad nunca había pensado que amar se sintiera de esa forma.

Tomé su mano y comencé a escribir sobre ella, podía sentir la mirada de Tom sobre mí mientras escribía.

Te amo
—Yo también—y me besó.

Un casto beso que me hacía volar. Lo amaba, de eso no había duda.

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