domingo, 4 de septiembre de 2011

Lazos rojos- Capítulo 3

El siguiente capitulo contiene una escena explicita de sexo homosexual, un poco de sangre, violencia verbal y si lo leen es bajo su responsabilidad ¿?  

:_:_:_:_:_:_:_:_:_:_:_:_:_:_:_:_:_:_:_:_:_:_:_:_:_:_:_:_:_:_:_:_:_:_:_:_:_:_:_:_:

Bajo el sol ardiente
Miro a mi alrededor
Imagino si todo esto se cae abajo
Estoy esperando que el dia llegue
Oblivion-//30seconds to mars//


Capítulo 3
Cenizas esparcidas


Aspiraba el aroma que los cabellos castaños emanaban como si se tratara de una hermosa flor, quizás si se detenía lo suficiente y pensaba detenidamente el chico que descansaba al lado suyo y cuya cabeza se había acurrucado sobre su torso podría ser una flor. Cuando lo había encontrado, cinco años atrás, Skandar era tan sólo el botón de una hermosa flor, con lo años y ante su ausencia el botón comenzó a florecer, los pétalos comenzaron hacerse espacio y Jared había llegado en el momento justo al florecimiento de dicho jovencito. La piel blanca de pétalos aterciopelados tenía un tono más llamativo, entre tanta palidez sus mejillas parecían colorearse de forma natural, además sus ojos eran más azules y cristalinos. En definitiva Skandar había cambiado, el problema de Jared radicaba en si eso modificaría el cariño que le tenía o no.

Aspiró nuevamente esos cabellos tan cercanos a su rostro y reconoció el delicioso olor, era dulzón pero al mismo tiempo tenía algo que lo hacía querer más de eso, querer aspirar una y otra vez. Pero Jared no terminaba de preguntarse si había sido un error dejar a Skandar tanto tiempo, él chico que estaba entre sus brazos ya no era el mismo niño que quería, pero desde el momento en que el vampiro partió supo que eso podría pasar.

A pesar de que la noche se acercaba y de que los vampiros no pudieran dormir fuera del ciclo de cada uno, Jared cerró los ojos para descansar el cuerpo y la mente, dejó que su cabeza se pusiera en blanco y relajó su cuerpo. Entonces sincronizó la respiración de Skandar con la suya y espero que la noche regresara, que la penumbra cercara el lugar para vagar libremente.

Y llegó. La noche cubrió el lugar con su ancho manto y dispuso a dormir a muchos seres, pero en aquella casa los habitantes no pretendían dormir. Skandar comenzó a removerse sobre Jared, provocando en el vampiro algunas preocupaciones pues cuando era niño acostumbraba tener algunas pesadillas. Pero aquel no era el caso, el muchacho estaba despertando.

Mientras los ojos del joven humano comenzaban a abrirse en medio de aquella penumbra protagonizada por la noche, Jared observó detenidamente al muchacho entre sus brazos. Primero Skandar estiró su cuerpo alzando el pecho en el acto y luego se volvió a acurrucar sobre el pecho de Jared hasta que abrió los ojos de buena forma. Cuando Skandar fue consciente de que abrazaba a Jared se puso de rodillas sobre la cama a un lado del cuerpo del vampiro y lo miró de forma extraña, entonces Jared comenzó a incorporarse pero se encontró con que el muchacho había alcanzado su cuello y se aferraba a él en una especie de abrazo.

—No fue un sueño—susurró Skandar mientras unas lagrimas desfilaban sobre sus pómulos.

Entonces, por mero instinto o truco de su subconsciente, Jared abrazó al muchacho entre sus brazos tranquilizando al menor. En sus brazos todo estaría bien y no lo dejaría nunca más.

En otra habitación, casi al costado de la de Jared, Markus jugueteaba con un mechón de su cabello acostado sobre su cama, una silenciosa lágrima salía de uno de sus ojos mientras él intentaba inútilmente detenerla y a las otras también. Además, no podía darse el lujo de sollozar. Finalmente, optó por ocultar su rostro contra la almohada y cuando se pudo tranquilizar lo suficiente para abandonar la cama y darse una ducha.

El vampiro rubio llenó la tina del baño y se deshizo de toda su ropa hasta quedar completamente desnudo y entonces se sumergió en el agua tibia que colmaba la tina blanca. Cerró los ojos y su cuerpo se relajó a medida que el tiempo pasaba, su brazo derecho salió del agua y se quedó apoyado sobre el borde de la tina mientras el otro lo imitaba, así pasó tiempo hasta que Markus logró perderse en un mar de imágenes mentales.

Luego de dejar a Jared en Londres, Bernard y Markus habían dejado Inglaterra  y se dirigieron a Escocia para llegar a Edimburgo tiempo después, esa ciudad era especialmente añorada por el rubio, según Bernard era porque posiblemente ese lugar había sido parte de su vida como humano. Los dos vampiros se habían quedado en una casa a las afueras de la ciudad, aunque estar ahí era algo peligroso.

Cuando Markus se bañaba Bernard había entrado en su habitación y se había quedado recostado sobre la cama hasta que el rubio entró en su cuarto. El chico rubio salió del baño envuelto en una toalla pues detestaba tener que cambiarse dentro del baño con todo el vapor y sin que su cuerpo quedara completamente seco, en cuanto puso un pie dentro de su habitación notó el olor de Bernard, llevaba los ojos cerrados y de inmediato los abrió.

— ¡¿Qué demonios haces aquí?!—vociferó el vampiro más joven.

—Estoy recostado en tu cama—le dijo el otro sin mayor importancia mientras se incorporaba—y ahora estoy sentado sobre ella.

— ¡Imbécil! Eso ya lo sé—bufó el rubio y en seguida tuvo a Bernard frente a él.

—Entonces no preguntes cosas tan obvias—dijo el moreno.

Markus se quedó callado ante la cercanía de su compañero pues literalmente le respiraba en la cara, sus labios se rozarían en cualquier momento y el rubio se sentía inmovilizado por la mirada tan negra que el otro vampiro le regalaba. Sin más Bernard unió sus labios con los contrarios de una forma lenta y delicada, pero que pronto se volvió pasional y necesitada.

—Aléjate de mí—susurró el rubio contra los labios del otro joven.

No sabía con exactitud qué era lo que estaba sintiendo, pero Markus decidió apartar a su compañero de su cuerpo y trató de olvidar como sus labios parecían quemarlo al mismo tiempo que lo hacían querer un poco más. Eso era un asco según la forma de pensar del rubio.

—¡Lárgate de mi  habitación!—le gritó lleno de ira a Bernard aunque realmente con quien estaba disgustado era consigo mismo.

El más alto dejó el cuarto con una sonrisa en los labios, misma que Markus odiaba a morir al ser tan cínica y tan falsa. El rubio se vistió de manera autómata pues no había otra forma de evitar recordar lo que minutos antes había pasado. Luego, sin dar alguna explicación o siquiera avisarle a Bernard, salió a la ciudad en busca de una víctima, alguien que lograra colmar ese deseo que comenzaba a carcomerlo, y estaba seguro que encontraría a la persona indicada para eso o al menos para saciar el hambre, para colmar su sed de sangre.

En esa ciudad era difícil encontrar prostitutas o prostitutos en plena calle, si quería una sangre a su gusto debería entrar a un burdel y eso no le hacía ninguna gracia. Encontró uno que no le parecía tan mal después de dar un vistazo desde a fuera y logrando ver algunos detalles del interior gracias a su excelente vista, entonces se adentro en el lugar y una dama lo recibió. En primera instancia Markus se dio cuenta que no había tenido un mal ojo y luego se dedico a observar a su anfitriona, una mujer de unos 40 o 50 años que disimulaban bien sus arrugas con el maquillaje, seguramente en sus buenos años había dado placer a mas de cien hombres.

— ¿Te puedo ayudar en algo?—preguntó la mujer.

—Quiero una chica—comenzó a decir el vampiro ante la mirada de la mujer quien se encontraba cautivada por la belleza del chico—, pero no cualquier chica—la mujer alzó una ceja—, quiero la mejor.

—En seguida—dijo la mujer, siendo seducida por los orbes negros y de inmediato consiguió a la mejor.

Markus subió a una habitación de la última planta luego de dejar un anillo de oro con un hermoso diamante sobre la mano de la mujer que lo había recibido. Se fue hacia la ventana y quitó las cortinas para observar la ciudad en todo su esplendor, si quería beber sangre ese día tendría que arriesgarse, además tener cuidado ya no importaba si la orden de mantenerse con bajo perfil provenía de Bernard y no de Jared.

La muchacha entró en la habitación y encendió la luz pero volvió a apagarla cuando el rubio se lo indicó. Ella tenía el cabello negro y corto hasta la barbilla, un cuerpo muy delgado y sin tantas curvas, pero era muy linda. Markus miró a la muchacha de la cabeza a los pies, desde el maquillaje exagerado hasta los zapatos de tacón.

—Quítate la ropa—ordenó el muchacho.

La chica fue quitando una por una sus prendas, comenzó con la blusa roja de gran escote que portaba, luego la diminuta falda seguida de las medias de red y el sostén, todo quedó en el suelo, absolutamente todo. En seguida Markus se acercó a la chica y con la mano derecha tomó su nuca para acercarla  y darle un beso profundo, estaban frente a la cama y el rubio empujó a la muchacha de los hombros haciendo que callera en la cama mostrando su cuerpo al estar desnuda. El vampiro no perdió tiempo y trepó en la cama para luego gatear sobre el cuerpo de la prostituta, comenzó a besarle el cuello al mismo tiempo que sus manos recorrían las piernas y glúteos de la chica. Si la mujer no hubiese estado bajo los encantos del muchacho podría haber gritado gracias a la rudeza de las caricias que le eran propinadas y más cuando Markus decidió atender los senos de aquella prostituta y sin poder contenerse terminó mordiéndolos en el mismo instante en que sus manos apretaban la carne entre sus manos haciendo sangrar a la chica.

No había ni gritos ni gemidos, pero el vampiro había comenzado a excitarse y por ende no controlaba la fuerza que empleaba al acariciar a la chica bajo su cuerpo, entonces un sabor tan conocido por él colmó sus papilas gustativas y fue entonces cuando se dio cuenta que había mordido a la muchacha. La sangre comenzó a correr y entre las manos el vampiro conservaba trozos del tejido muscular que había arrancado de la cadera de la chica, entonces Markus abrió sus ojos al darse cuenta de lo que había hecho. De nuevo no se controló. Sin perder tiempo clavo sus colmillos en la yugular y extrajo toda la sangre que le fuera posible.

La camisa blanca que Markus vestía estaba bañada en sangre al igual que sus manos, no podía salir como si nada, todo se le había fastidiado. Abrió la ventana y saltó a la calle, cayó sobre sus pies y en seguida se movió con gran rapidez hasta llegar a la casa donde habitaban. Cuando entró Bernard se encontraba echado en un sillón y no dudó en llamar la atención del vampiro recién llegado.
  
—Deberías ser más cuidadoso—dijo dejando a un lado el libro que leía.

—Púdrete bastardo—dijo el otro con odio en los ojos, ojos que refulgían de un rojo intenso.

—Al menos comiste—dijo el otro sin importarle el odio que Markus le profesaba.

— ¡Eres un idiota! ¡Eres un bastardo hijo de mierda!—gritó el rubio y Bernard le sonrió— ¡Te odio!—y tras esto sus labios fueron estrechados por los de su compañero.

—Sólo pídelo—le susurró el moreno.

—Púdrete—musitó Markus.


En seguida atravesó la sala y se encerró en su habitación. A veces Markus añoraba ser humano, si lo fuera simplemente dormiría y evitaría sentir cosas, si él fuera humano bastaría con cortar alguna arteria importante y moriría desangrado, pero era un vampiro y no podía huir de esas cosas, al menos suicidarse era algo muy difícil.

—Te odio Bernard—susurró a la oscuridad el rubio cerrando sus ojos rojos con fuerza.

Horas después abandonaron esa ciudad, no era lo ideal permanecer luego de los errores que Markus había cometido, no después de dejarse ver y huir dejando el cuerpo ahí. En algunas ocasiones el rubio extrañaba a Jared, a ese fascinante vampiro que cautivaba sus miradas, era como tener a la persona de sus sueños enfrente. Pero el rubio era consciente de la adoración que Jared sentía por Skandar, ese maldito mocoso como solía llamarlo Markus, y había visto en los ojos de su compañero que nunca podría entrometerse.

—Siempre todo me sale mal—susurró  la nada el rubio mientras se recostaba en su nueva habitación. Había recordado que siempre habían resultado muy mal sus intentos por conquistar a Jared.

“Sólo tienes que pedirlo”

De nuevo esa frase lo golpeo. Odiaba que Bernard supiera lo deseoso que se encontraba por tener sexo, porque lo estaba pero no por eso lo admitiría frente a ese engreído vampiro que tanto detestaba.

—Además no me meteré con ese bastardo nunca—susurró para sí mismo de nuevo, pero esa vez no cerró los ojos, en esa ocasión se puso de pie para ducharse.

Cinco meses más tarde entre la oscuridad de un bosque alejado de las luces de un poblado, alguien disfrutaba de un momento consigo mismo, pero lejos de una meditación o cosas por el estilo, aquel chico disfrutaba de sus propias caricias, un encuentro carnal consigo mismo. Subía y bajaba su mano con gran velocidad apretando su miembro entre sus manos y dándose un placer perfecto. En los últimos meses Markus había recurrido a acariciar su miembro para liberar toda la tensión sexual que su cuerpo acumulaba, en parte gracias a los besos y rozones que Bernard se daba el lujo de propinarle.

Markus abrió sus ojos alejándose de los recuerdos a medida que sus ojos se acostumbraba de nuevo a ver las paredes del baño, entonces su mano derecha se zambulló de nuevo dentro de la tina y acarició su pecho hasta llegar a su entrepierna. Volvía a retomar esos juegos con sus manos que a veces olvidaba pero no importaba en ese momento si caía o no de nuevo en aquel entretenimiento, cerró sus ojos y comenzó a disfrutar del contacto con su mano, el cual sería brusco para un humano. Los movimientos de vez en cuando se tornaban sólo como ligeras caricias propiciadas por una piel muy suave, pero luego volvía a tomar aquella velocidad teñida de lujuria. Entre los espasmos que se avecinaban su mente evocaba los recuerdos que Markus hubiera preferido se quedaran en lo más profundo de su subconsciente.

El chico revivió los labios de Bernard contra los suyos luego de que lo había arrinconado contra la pared segundos después de que Markus había azotado la puerta de su habitación y el moreno había entrado y lo aventó a la pared para después arrinconarlo con su cuerpo. Los labios de ambos se desvivían en probar a los contrarios, pronto la lengua se hizo partícipe y comenzó una danza dentro de sus bocas, mientras las manos del más alto recorrían los costados del rubio, quien no dudo en morder el labio de quien lo besaba. Cuando los besos de Bernard llegaron al cuello del rubio éste se estremeció y deseo que esa sensación llameante naciera de toda su piel, además quería tocar a su compañero también, así que desgarró la camisa que llevaba puesta el de cabellos negros y deslizó sus manos entre su musculatura. Bernard no tardó en hacer lo mismo. Para ese momento los gritos de la estúpida pelea que habían tenido quedaron en el olvido y ambos se concentraban en complacer sus más profundos deseos carnales.

Markus se dio cuenta que la pared se había comenzado a agrietar desde que Bernard lo había aventado contra ella, pero a medida que las caricias aumentaban el de cabellos negros lo empujaba más buscando más contacto, si seguían así harían un hueco en la pared.

—L-la pared—dijo con un hilo de voz el rubio, no había querido hablar por eso mismo, pero le parecía necesario.

En respuesta el moreno lo arrojó a la cama y se acercó para quitarle el resto de la ropa que vestía. En seguida Bernard comenzó a besar las piernas del rubio que trataba de controlar la contracción de sus músculos a causa de las caricias de su nuevo amante, quien llegó hasta su entrepierna y comenzó a besarla pero de inmediato dejó aquellas caricias pues sabía que Markus reclamaría tantos cariños. De esa forma el moreno atrapó el miembro despierto de su compañero y se lo introdujo en la boca lamiéndolo mientras con sus manos acariciaba lo que pudiera del cuerpo que tenía a su merced, entonces metió el miembro que tomaba más rigidez que al principio haciendo que entrara por completo a su boca y ante eso el rubio arqueó un poco la espalda y apretó las piernas alrededor de la cabeza del otro vampiro. Cada vez el éxtasis era mayor y la necesidad aumentaba proporcionalmente así que Markus dirigió una de sus manos a la cabeza del mayor y comenzó a fijar un ritmo mucho más frenético.

—Me ahogaras—dijo Bernard moviéndose a gran velocidad para llegar a degustar los labios del rubio—, es mi turno así que abre las piernas.

La orden era tan directa que no buscaba la opinión de Markus, así se había entendido y aunque jamás lo admitiría el rubio en lo más profundo de su ser agradecía eso pues de esa forma parecía forzado a llevar a cabo las acciones que tanto deseaba. Entonces el vampiro abrió sus piernas y dejó que el otro se situara en medio de ellas mostrando la erección de su miembro, mismo que fue introducido en la cavidad del rubio con fuerza y sin alguna pizca de tacto, simplemente lo había enterrado en lo profundo de las entrañas. Pero el sadismo que Bernard había mostrado al penetrar de forma tan ruda a su compañero no paró ahí pues inmediatamente comenzó a moverse en el interior de Markus aunque el muchacho tuviera en el rostro una mueca que gritaba dolor.

—Sube las piernas—ordenó el moreno mientras envestía el vampiro.

—Púdrete—le contestó Markus antes de incorporarse dando muestra de su destreza y fortaleza para quedar sentado a horcadas sobre el moreno.

En la posición en la que estaban el rubio había puesto sus manos sobre los hombros del otro vampiro y de esa forma lograba impulsar su cuerpo hacia arriba para hacer que la erección de Bernard lo llenara y saliera de su interior, mientras sus firmes glúteos eran aprisionados por las manos del moreno. En la atmósfera de gemidos y expresiones contenidas a base de morderse el labio o apretar con sus manos lo que estuviera a su alcance se logró escuchar un crujido más fuertes que los anteriores, pues en todo momento la cama había hecho ruidos que no importunaron a la pareja.

—Se va a romper—dijo Markus al oído de Bernard con una voz sumamente sensual que se entremezclaba con algunos gemidos.

—Aquí lo único que se romperá—dijo mordiendo el cuello del rubio—será tu trasero.

Y dicho eso lanzó al chico que se aferraba a sus hombros y cabalgaba sobre su cadera a la cama, Markus quedó tendido sobre el colchón con los labios entreabiertos y los ojos casi cerrados, mismo que se abrieron con singular rapidez en cuanto sintió el miembro del vampiro inundar su ser. Y así dio inicio un nueva sesión de embestidas en las que Bernard sentía el miembro erecto del rubio golpear de vez en cuando su abdomen y eso lo excitaba aún más, entonces las uñas de Markus se clavaron en la espalda del moreno en cuanto el vampiro aumentó la intensidad de las envestidas, cada estocada parecía ser más profunda y placentera. Y un crujido fuerte seguido de un golpe seco les advirtió que las patas de la cama había quedado destruidas, aunque ninguno de los dos muchachos detuvo las acciones que antes de aquello había estado llevando a cabo.

—Más rápido bastardo—musitó Markus.

Un gemido saldría de la garganta del rubio en cualquier instante y ambos lo sabían pues el clímax parecía estar a la vuelta de la esquina, por eso el moreno acercó su boca a la contraria y comenzó a besarle de una forma que lograba enloquecer a Markus, todo esto sin bajar la intensidad con la que entraba y salía del rubio. Entonces sucedió, Markus no pudo controlarse más y un líquido blanquecino comenzó a salir a presión de su miembro luego de que su boca se hubiera acercado al cuello de Bernard para clavar ahí sus colmillos y así evitar cualquier sonido de su boca, pero el moreno no se inmutó ante eso. Sin embargo, la presión que los músculos de Markus produjeron en el miembro del moreno causaron que él tampoco pudiera contenerse y llenó las entrañas del rubio con todo su semen.

—Te odio—susurró el rubio al odio de Bernard mientras sus músculos se relajaban.

—Lo sé—dijo antes de morder el cuello de Markus—, pero aún no terminamos gatito.

—No soy un gato, idiota—le dijo mirándolo con odio.

—Pues rasguñas como uno—le contestó el otro muchacho y se separó del cuello que había mordido y besado dejando que un hilo de sangre corriera hasta el pecho del rubio para después lamerlo con total delicadeza.

En  la comisura de sus labios un gran brote de sangre se estaba formando, había utilizado sus dientes para contener algún gemido como tantas otras veces y la sangre no había dudado en aparecer, mientras un líquido blanco se mezclaba con el agua de la tina. Había llegado al orgasmo al recordar uno de sus encuentros con el vampiro que más detestaba y el coraje que sentía el rubio era innegable. Salió de la tina y se vistió con rapidez, debía olvidar esos momentos de debilidad y pensar con la cabeza fría.

—Ni que hubieran sido tan grandioso—dijo frente al espejo mientras peinaba sus cabellos—, él es un idiota ¡hasta cara de pendejo tiene!—se decía a sí mismo—, es un bruto y aparte es desesperante, no tiene modales y siempre tiene que ser el idiota que dice tonterías todo el tiempo, no puede comportarse seriamente—se dijo jalando un poco su cabello al desenredarlo.

Por su mente cruzó un nuevo recuerdo, uno que lo hizo molestar tanto que quebró con sus propias manos el espejo.

— ¿Es que no puedes dejar de comportarte como un inmaduro?—vociferó Markus en la estancia de una casona que se encontraba a las afueras de Oxford.

— ¿Inmaduro?—musitó Bernard dejando de lado su sonrisa burlona y arrugando su entrecejo dándole una impresión seria alejando la cara despreocupada que acostumbraba mostrar— ¿para qué me quieres serio?—dijo arrinconado al rubio contrala pared en unas décimas de segundo— eso es aburrido—y respiró contra el oído de Markus para luego alejar su rostro y hacer contacto visual con los orbes negras.

El vampiro de la cabellera dorada se quedó en silencio mirando los ojos de su compañero sin poder salir de la hipnosis a la que había sido inducido, pero tal cosa no existía solamente sucedía que Markus nunca se había perdido en ese mar negro porque nunca había querido mirar por tanto tiempo los orbes negros de Bernard.

—Te odio, maldito Bernard hijo de puta—dijo entre dientes el rubio apretando un cristal con su mano hasta quebrarlo, dejando ese recuerdo en lo profundo de su alma.

Terminó de arreglarse y salió a buscar comida, necesitaba sangre y asesinar a alguien, no sólo bastaba con tener hasta la última gota de sangre en su sistema, también necesitaba desahogar el mar confuso de sentimientos y especialmente esa frustración y coraje sin dueño que lo carcomía, necesitaba deshacer un cuerpo y bañarse en sangre. Esa noche terminó con la vida de dos personas pero fue muy poco lo que le importo y descubrió que no se sentía mejor.

Entró a la biblioteca sorprendido de encontrar a Skandar sentado en el suelo leyendo un libro, miró algunos segundos al pequeño que al parecer no se había percatado de la presencia del vampiro y luego se sentó a su lado causando un leve ventisca por la rapidez de sus movimientos.

—¿Qué lees mocoso?—preguntó el rubio.

—El retrato de Dorian Gray—contestó el niño.

—No pensé que leyeras esas cosas—exclamó el vampiro.

—¿Qué clase de lectura pensabas que llevaba a cabo?—le dijo el muchachito con propiedad.

—Algo mucho más infantil y de cuentos de hadas, a lo mucho pensaría en Harry Potter—dijo sin mirar al de ojos azules—, algo como las Cronicas de Narnia—dijo acompañando sus palabras con un ademán—, aunque esa saga tiene un gran contenido religioso y tú no estás educado bajo ninguna religión.

—¿Contiene catolicismo?—preguntó el chico.

—El león es la representación de Jesucristo—contestó el vampiro.

—¿Tú tienes religión?—cuestionó el muchacho.

—Antes de ser vampiro, cuando era humano, supongo que debí ser criado bajo la doctrina protestante pero ahora no tengo alguna creencia en un Dios o Dioses.

—¿Qué diría un sacerdote católico si supiera de tu existencia?

—Que dejes de ver películas o quizás que somos algún demonio o algo así.

—¿Qué opinas del amor?—dijo el chico dejando a un lado el libro que antes leía.

—Qué todo mundo lo busca y sólo algunos privilegiados lo disfrutan.

—Sólo los valientes—sentenció el de cabellos castaños.

—¿Qué tiene que ver la valentía?—cuestionó el mayor.

—Cuando dejas que tu miedo gobierne tus acciones le cierras la puerta al amor—comenzó a hablar Skandar  y el rubio sintió un nudo en la garganta—, entonces haces que ese miedo cresca o te paresca más grande de lo que es y no luchas por el amor, es peor si hay orgullo.

—Tienes 15 años Skandar—dijo el mayor poniéndose de pie—, no me vengas con esos discursos como si supieras mucho, he vivido casi diez veces lo que tú. ¿Acaso te has enamorado?—dijo mientras se giraba— ¿Amas a Jared?—dijo penetrándolo con la mirada mientras el tono que empleo le hizo parecer a Skandar que aquello era más una afirmación que un cuestionamiento.

—Lo amo—acotó el menor—, pero no sé si ese amor tiene una implicación romantica.

—¿Acaso lo deseas?—le preguntó Markus al oído con su cuerpo sobre el menor y su mano alrededor de su cuello—, después hablaremos niño, tengo que bañarme.

—Según Bernard la sangre no te sienta mal—susurró el jovencito.

Markus había escuchado aquello, pero hizo como si no lo hubiera hecho y se encaminó a su habitación, se sentía aturdido y necesitaba un baño, pero cuando estuvo frente a la tina no pudo meterse en el agua, en cambio caminó hasta la cama y se deshizo de su ropa.

Al cerrar sus ojos sintió como algo húmedo se abría paso entre la piel de su pecho quitando los rastros de sangre que se había secado sobre su piel, no necesitó abrir los ojos para saber quien era el dueño de esa boca y tampoco hizo algo para quitarlo. Entonces unas lagrimas silenciosas comenzaron a salir, ¿qué había pasado en esos cinco años que sus defensas había caído? ----------frase de oscar Wilde--------- eso decía Oscar Wilde, pero para Markus haber probado su tentación sólo inició una dependencia que lo enloquecía.

Mientras, en la biblioteca Skandar había terminado de leer El Retrato de Dorian Gray, a pesar de la confusión que había generado ese torbellino dorado llamado Markus. En la mente del adolescente sólo se repetía sin cesar la pregunta hecha por el vampiro, ese chico de melena de oro había tocado un tema que ni el mismo Skandar tenía conciencia de su existencia. ¿Amaba a Jared? Claro que si, el problema era saber cómo lo amaba, ¿amistad? Sí, pero había más; ¿Fraternidad? Cinco años atrás Jared significaba su familia, era como un hermano o un padre para el niño.

—Pero…¿sigue siendo así?—preguntó a la nada.

Deseo. Si lograba entender el mensaje que Markus le había dejado al cuestionarle aquello ¿acaso un amor en el sentido romántico, como ese que sintieron Romeo y Julieta, necesitaba eso llamado pasión y deseo? …si la respuesta era afirmativa.

—¿Te deseo?—volvió a preguntar a la nada como si Jared estuviera ahí—¿Qué es el deseo?

—¿Deseo pasional?—preguntó algien desde afuera de la biblioteca, sin duda era Jared.

El pequeñó dejó rápidamente el libro en el estante correspondiente mientras el vampiro entraba por la puerta con un paso lento, casi como si fuera un humano. Llegó y acarició los cabellos castaños del pequeño, sin duda lo había extrañado. Entonces Skandar tomó la mano del vampiro y lo llevó a la sala, donde los grandes ventanales le servirían para observar la nieve en todo su explendor.

Jared tenía los ojos rojos, no tan rojos como Markus cuando había interrumpido la lectura del muchacho, más bien estaban opacos y eso significaba que el vampiro no había bebido toda la sangre necesaria y volvería a salir al día siguiente. Todo eso significaba menos tiempo con Skandar.

—Tengo un deseo—dijo el muchacho de ojos azules.

—¿Cuál?—preguntó el mayor.

—Quiero que estés conmigo por siempre—susurró, pero sabía que el otro lograría escucharlo.

—Si eso es lo que deseas, eso es lo que tendrás—le dijo al oído antes de abrazarlo por la cintura y hundir su barbilla en la cabellera castaña.

Quizás el pequeño no sabía qué tipo de amor sentía por Jared, tampoco sabía muy bien como era el deseo, pero estaba seguro que quería pasar el resto de su vida junto a ese vampiro de cabello castaño y orbes de color rojo opaco. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario