Este capitulo es especialmente dedicado a tres personas hermosas que lo leen, a Tere mi cursi (porque ambas somos cursis y somos lo más!), a Gaby que casi me mata cuando le dije que no publicaría capítulo el viernes pasado (I love you hermanita) y a Lu porque no es necesario que diga mucho, tú sabes por qué.
Agradesco a todas las personas que leen esta historia porque es gratificante que esto que escribo con tanto cariño les agrade. También agradezco la espera y les mando un gran abrazo.
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Camino solo, rodeado de sombras
En vísperas de la derrota.
Tú estás a mi lado
Y la oscuridad ya no importa
Capitulo 13
Detrás del muro
— ¿Bueno?—una voz femenina se había inmiscuido en el inicio de mi conversación con Bill.
Me mordí el labio, mis manos temblaron un poco y al mimo tiempo tuve la sensación de reconocer esa voz, fue algo muy extraño pues me produjo miedo y tranquilidad al mismo tiempo. Apreté el auricular contra mi mano, mientras mi vista se desvió a la ventana que era arañada por una rama desde afuera dándole un aspecto tétrico a mi habitación, en la cocina mi madre preparaba la cena y mi hermana leía un libro en su cuarto, entonces tomé la sábana celeste entre mi mano desocupada la estrujé, había dejado de respirar.
— ¿Hola? ¿Hay alguien ahí?—la mujer volvió a hablar, seguramente era la madre de Bill.
—Ma-mamá ya contesté yo—Bill interrumpió mis pensamientos, aunque realmente no lograba esclarecerlos, su voz era nerviosa pero clara.
—Lo siento hijo—mi pecho se sintió aprisionado.
Destensé mi cuerpo por completo y terminé cayendo de espaldas sobre la cama, a mi lado descansaba mi celular que, aunque la pantalla estuviera oscura, mostraba el último mensaje de texto que había recibido. Tomé el teléfono, que había caído un poco lejos un instante atrás, respiré pesadamente al ponerlo cerca de mi oído.
— ¿Tom?—quizás no era la primera vez que Bill repetía mi nombre.
—Sí, lo siento.
Como estaba acostado lograba ver claramente el techo de mi habitación, más allá había un cielo colmado de estrellas, un cielo que no podía ver; a menudo me sentía de esa forma, atrapado, sin lograr disfrutar de las cosas que anhelaba, de Bill, aunque la situación habían cambiado lo que había sucedido en el café me puso los pies sobre la tierra. Yo sabía que no sería fácil tener algo con Bill, pero había olvidado que doliera tanto. El despreció, ser señalado ¿realmente tendría la fuerza para soportarlo? ¿Y si no lo lograba? Al final sólo era un crio, un chico homosexual rodeado de homofóbicos. Si, dolía, dolía mucho.
— ¿Estás bien?—la voz de Bill era una suave caricia apenas la escuchaba.
—Sí—no, la verdad era que no.
—Tom…—dolor, él sufría por mi culpa—no me gusta que me mientas.
—Yo…—hubo una larga pausa— ¿sabes? Es difícil—cerré los ojos—, tengo miedo—la garganta se sentía cerrada, los ojos me comenzaban a arder y un hueco comenzaba a crecer en mi pecho.
—No tengas miedo, yo estoy contigo y nada te pasara—reconfortado, así me sentí.
—Bill… ¿podemos mantenerlo en secreto?—le pregunté dudoso, inclusive con miedo de que él reaccionara mal.
—Sí, no es que fuera a gritarle al mundo que Tom Kaulitz es mi novio—su voz no sonaba tan convincente, contraje los dedos de mis pies dentro de los gruesos calcetines, en seguida me incorporé.
—Sabes que no es eso lo que digo—le dije un poco molesto—, sólo que sé que las cosas serían peor si se sabe que somos novios… además mis padres…tú no entiendes.
Miré al suelo de mi habitación, todo estaba perfectamente arreglado a excepción de un par de tenis que estaba fuera de lugar, debía acomodarlos pero estaba hablado con mi novio, eso tendría que esperar. Afuera los copos de nieve comenzaban a caer del cielo una vez más.
—Si te entiendo Tom, haremos las cosas como tú quieras.
—Tampoco quiero que te enojes.
—No me enojo Tom. Ten entiendo, de verdad—sonaba convincente—. Verás que todo estará bien.
— ¡Tom, Holy! ¡La cena esta lista!—mi madre gritaba desde la planta baja, al pie de las escaleras.
—Bill me tengo que ir—mi vista estaba puesta sobre la puerta—, me llaman a cenar.
—De acuerdo, nos vemos luego.
—Sí, que pases buenas noches.
—Buenas noches Tom—había palabras atoradas en su hablar, palabras que no salieron por uno u otro motivo.
Mi cuerpo clamaba por decir un te quiero, aunque este no salió de mis labios lo pensé, lo hice de una forma tan entregada que por un momento creí que Bill podría oírme, pero aquella idea era bastante absurda. Colgué el teléfono y caminé por el pasillo hasta las escaleras.
Doce, quizás quince, minutos después estaba disfrutando de la cena preparada por mi madre, una charla común y corriente, una cena normal donde Holy no me quitó el ojo de encima en ningún momento. Decidí que recogería la cocina para que mi madre pudiera descansar, había tenido una mañana pesada y no quería que siguiera fatigándose con las cosas de la casa. Había tres platos de cerámica blancos con residuos de comida, los quité y los eché al bote de basura, otros tres vasos de vidrio con un poco de leche asentada en el fondo. Tome cada traste y lo lavé. A través de la ventana observé como la nieve que caía del cielo se reunía con la sábana blanca que cubría toda la superficie que estaba a su alcance, vi como una ardilla saltaba de rama en rama en un par de arboles y provocaba que la nieve se precipitara al suelo.
Había abierto la llave del agua caliente para no terminar con los dedos entumecidos por el gua fría, además me había encargado de colocar la tetera para prepararme un café, lo necesitaba, mi cuerpo lo pedía. Cuando termine de lavar los utensilios de cocina que estaban sucios sequé mis manos con una toalla que colgaba por encima del apagador de la luz, desde esa posición alcanzaba a ver a mi hermana sentada en el sillón para dos personas, se veían sus cabellos sobresalir del respaldo. La chimenea estaba prendida y sólo las luces de la sala y la cocina se mantenían encendidas, eso propiciaba un ambiente acogedor. Acomodé unas cosas que estaban fuera de su lugar y fui a la sala; sobre la chimenea había varias fotografías, en una de ellas yo estaba sobre una bicicleta y mi padre estaba al lado mio. Recordaba ese día.
Santa Claus me trajo una bicicleta para esa navidad, tenía el asiento color azul rey y los pedales eran de negros con una pequeña franja que compartía el color con el asiento, me había gustado mucho. Mi padre había prometido enseñarme a andar en bicicleta cuando la nieve se hubiera ido, yo quería que fuera lo más rápido posible, así que el día llegó no tan pronto como yo deseaba y salimos a la calle para que me enseñara. Una, dos, tres caídas bastaron para que mi padre se molestara y sintiera la frustración recorre todo su ser y me lo hizo saber de inmediato, mi padre siempre expresaba su disgusto de una forma estraña, él ofendía cuando se expresaba.
—¿Es que no puedes ser más inútil Thomas?—agaché la mirada y dejé de sobarme la rodilla raspada, me ardía pero las palabras de mi padre lastimaban más—, es por demás contigo, esta visto que no puedes ni siquiera montar una bicicleta.
Me levanté del suelo como pude, tomé mi bicicleta y seguía mirando al suelo, mi papá me dijo que lo mirara cuando me estaba hablando y así lo hice, pero su vista era dolosoa para mi y antes de que terminara llorando la pequeña Holy apareció. Yo tenía ocho años y ella había cumplido los siete, se veía muy linda con su overol color lila y un dibujo de un patito blanco en el pecho, además llevaba recogido su cabello en dos coletas con lacitos blancos y morados haciendo un muño en cada coleta.
—Tom ¿me prestas tu bici?—la pequeña me sacó una sonrisa, misma que se desvaneció con la mirada fría y despectiva de mi padre.
Una parvada cruzó el cielo sobre nosotros, Holy miró atentamente al cielo mientras mi padre colocaba sus manos sobre la cintura, miró a mi hermana de pies a cabeza y solto un bufido de resignación, luego comenzó a caminar rumbo a la casa.
—¿Papá? ¡¿A dónde vas?!—grité, había echado mi cuerpo al frente y me apoyé en la pierna con la rodilla lastimada así que el dolor repentino me causó una mueca inmediatamnte.
Mientras mi padre se alejaba yo sólo logré es cuchar que decía debí quedarme con el otro ¡pero no! Siempre escojo mal. Nunca comprendí a que se refería. En la comida, Holy volvió a pedirme mi bicicleta, ya que antes no se la había prestado, mi padre le dirigió una mirada reprimente y dijo en voz alta:
—No—simplemente abrió la boca y dejó salir toda la frialdad que tenía para con Holy.
—Jörg…—mi madre usaba un tono de suplica.
—Primero aprenderá Tom y después Holy puede usarla—se trataba de eso, de que yo lo hiciera primero.
Mi hermanita sonrió trinfante, a ella no le interesaba cuando sino que lo haría. Miré a mi madre, con la vista sobre su plato y el labio inferior templbado mientras dirigía la cuchara hasta su boca. Débil, esa palabra la describiría de alguna forma, pero también era fuerte, para mi lo era.
Cerca de las siete de la tarde mi padre salió, iría al bar a beber y charlar con sus amigos, entonces mi hermana y yo corrimos a donde mi madre y le pedimos que nos sacara a jugar con la bicicleta. Así, cada vez que mamá podía nos ayudaba a practicar. La tercera fotografía sobre la chimenea, de izquierda a derecha, mostraba el día en que le mostré a mi padre que sabía andar en bicicleta, él estuvo feliz porque era un logro personal más que uno mio. Pero eso había pasado muchos años atrás.
Me senté al lado de mi hermana, ella lelvaba el cabello recogido en una coleta en la nuca, se había sentado en posición de loto y sobre sus piernas tenía una revista. Lo más común es que una chica de la edad de Holy lea revistas de moda, de música o esas tontas revista que hay para las chicas, pero ella leía una revista de arte urbano. Las paginas se coloreaban con colores bastos y grandes trazos que daban vida a una pared que no la tenia antes, los colores refulgían por separado y en conjunto; había un grafiti interesante, era un dragón que ocupaba una extensión de seis metros, los colores iban desde el rojo hasta el negro y el cobrizo, su mirada parecía llameante. Holy apartó la vista de la revista y la puso sobre mis ojos, luego cerró la revista y la puso a un lado de su cuerpo. Se escuchaba el sonido de las manecillas del reloj.
—¿Y?—me dirigió su primera palabra.
Enarqué las cejas, no comprendía.
—¿Qué quieres?— mi hermana me hablaba de forma fría, había estado así todo el día, inclusive con mi madre. Por más que Holy se esmeraba en contenerse terminaba por dejar salir un poco de su molestia.
—Bueno peque—mi madre la llamaba así en algunas ocasiones, cuando me escuchó sus ojos tuvieron un destello diferente—, quiero saber ¿qué es lo que te pasa?
—¿Qué me pasa?... nada.
—Yo sé que tu eres la lista aquí, la que se da cuenta de muchas cosas más fácilmente que yo, pero no por eso intentes mentirme tan descaradamente Holy—ella desvió su vista a mis manos—, se supone que tu eres la fuerte pero…
—Pero no puedo serlo por siempre—completó ella inmediatamente quitándome las palabras de la boca—. Lo escuchaste demasiadas veces—sentenció.
—Eres como tía July—le dije y acaricié su cabello—, es normal que te sientas mal.
—No me siento mal Tom, sólo que es difícil tragarse el coraje—sus pies, que habían estado flexionados, cayeron hasta tocar el piso—, él no tenía derecho a quitármela.
—Yo sé, pero seguro te la devolverá—mi hermanita estaba haciendo un mohín extraño.
—¡Oh si! El señor ogro me devolverá mi patineta como nada—Holy movió sus manos exageradamente mientras hablaba. Es más fácil que me yo me compre una.
—Holy no seas necia—le dije sujetando un mechón de su cabello.
—No lo soy… ¿sabes?—me miró a los ojos—, yo entiendo porque no quieres que nadie sepa que no te gustan las chicas—me acarició la mano que descansaba sobre mi rodilla.
—Gracias.
—Sabes que cuentas conmigo para lo que sea ¿verdad?—asentí con la cabeza—, también puedes contarme lo que sea hermanito.
—Lo sé pequeña—pero aún no me sentía listo—. Daré un paseo.
El tomó su revista y comenzó a leerla de nuevo, yo me puse de pie y caminé rumbo a la salida. Tomé una sudadera que fuera mucho más caliente que la que traía y salí a la calle, para aquel entonces no caía más nieve del cielo y todo se encontraba en perfecta calma. El rostro de Holy rondaba mis pensamientos y de pronto Bill se entrometía y los gobernaba por completo, me había comportado mal con él y no había ayudado en nada a mi hermana.
Llegué a la casa de Andreas tras mucho caminar, había una gran cantidad de nieve sobre la acera y me dificultó mucho la entrada a la casa, inclusive estuve a punto de caerme en un par de ocasiones. La madre de mi amigo me ofreció un café mientras Andreas bajaba, además me dio un plato con galletas que había orneado, aún se sentían calientes; asimismo, me preguntaba cosas triviales que aligeraban el tiempo pero que no le quitaban la tensión al ambiente. Por fin Andreas bajó de las escaleras y su madre fue rumbo a la cocina para seguir con sus deberes, saludé a mi amigo chocando nuestras manos y luego los puños. El se sentó a mi lado y se estiró para alcanzar el control remoto que descansaba sobre la mesa de centro, lo tomó y encendió el televisor; en el canal que estaba cuando el televisor se encendió era de deportes y pasaban un partido de basquetbol en ese momento, asó que estuvimos viéndolo desde el segundo cuarto hasta que se acabó. Andreas subió sus pies a la mesa de centro mientras veíamos la televisión, pero su padre logró verlo cuando pasaba por la sala, de inmediato le ordenó que los bajara y mi amigo obedeció a regañadientes.
Minutos después, cuando su apdre ya se había ido, Andreas volvió a colocar sus pies sobre la mesa.
—Me harta—dijo de pronto.
—Lo sé—eso era más que claro.
—Sí, pero bueno, tu padre casi no está en casa, así que no sufres tanto—me miró de lado y cambió de canal, ninguno volvería a prestarle atención al aparato.
—No por eso es mejor—lo dije en voz baja pero él logró escucharlo.
—¿A sí? ¿qué pasó?—su tono era indiferente, pero sus intenciones claras.
—Pues… nada—claro, ese nada era mucho y Andreas lo sabía, tomó la última galleta del plato.
—Anda, dímelo— torcí la boca y asentí.
—Mi padre le quitó su patineta a Holy.
—¡No inventes! Holy debió haberse enojado muchísimo—me fijé en su expresión, él adoraba a mi hermana y sabía que le gustaba, también la conocía bien así que seguramente había imaginado su reacción.
—Sí, pero no dijo nada—me acomodé mejor en el sillón.
La tarde del día anterior mí padre había entrado en la cochera por una llave y unos destornilladores porque había perdido los que llevaba en su tráiler durante su último viaje y al día siguiente él partiría de nuevo, cuando buscaba un destornillador de cabeza plana se encontró con una patineta. Yo veía televisión en la sala cuando mi padre entró a la casa, se pasó hasta la sala y se acomodó frente a mí, luego me preguntó si la patineta era miaquizás por mi mueca de desconcierto el asumió que el artefacto no era mio, y tenía razón en ello. Gritó un par de veces el nombre de mi hermana y ella bajó a gran velocidad por las escaleras, la cara de mi papá mostraba molestia y la de Holy desconcierto.
—¿Es tuya?—la voz de mi padre era fría, mi hermana no contestó—. Te pregunté algo.
—S-sí—había tartamudeado un poco y su mirada mostraba miedo, aunque no quitaba su vista de los ojos de nuestro padre.
—Las niñas normales juegan a la comidita, leen cuentos de princesas y piensan en hadas y esas porquerías—Holy dejó de lado su miedo y miró con rabia a mi padre, yo me sumí en el sillón—. No quiero que sigas con tus cosas Holy, deja de actuar como mamarracha.
La nieve caía sobre las calles de Loitsche, cubría todo lo que podía, pero las palabras de mi padre sólo alentaban a la sublevación de Holy, aunque no llegaría. Mi madre no estaba y yo deseaba que uera testigo de esa escena, pero pensándolo bien mi mamá haría poco al respecto. Holy estaba sola porque yo era incapaz de intervenir.
—No volverás a subirte a eso jovencita—salió de la casa y dejó a mi hermana con las lagrimas a punto de derramarse.
Holy inhaló profundamente mientras apretaba los puños con tanta fuerza que sus nudillos adquirieron un tono demasiado pálido, me miró muy apenas y subió las escaleras, ella quería gritarle tantas cosa a papá pero las palabras no habían salido y, de alguna forma, era preferible así porque si no habría una confrontación donde ella saldría mas lastimada. Clavé los ojos sobre los primeros escalones de la escalera y luego deslicé mi mirada hasta detenerla en la chimenea, no tenía ni la más remota idea de que debería hacer y me entretuve viendo la televisión hasta que mi madre llegó, ella notó enseguida que no me encontraba bien pero desvié su atención con la cena y de esa forma jamás se enteró de lo que había pasado por la tarde.
—Tu papá es demasiado desesperante—tenía la vista fija en el suelo, Andreas se había enojado.
—Lo sé…—realmente no tenía ganas de hablar más, la garganta se me rezaba poco a poco y me sentía sumamente incomodo hablando de mi padre.
—No quiero ni imaginarme como se podría si supiera de tu inclinación sexual—mi amigo abrió los ojos y sus gesticulaciones se volvieron exageradas.
Dentro de mí sentía como algo se había movido causándome malestar, Andreas había tocado un hilo muy delgado que me lastimaba demasiado, claro que yo sí lo había imaginado y me daba miedo, me aterrorizaba que mi padre lo descubriera. Miré a i alrededor antes de que se perdiera en cualquier lugar, había perdido de vista los movimientos de Andreas y su expresión me era ajena, de la misma forma en que la mía se hacia indescifrable para él.
—El hecho de que tu padre lo diga no significa que sea lo correcto—musitó de pronto, yo lo miré a los ojos con desconcierto—. Que los homosezuales son basura y esas estúpideces, no son verdad Tom, tú eres un buen chico y tu padre será un idiota si se deja llevar por sus prejuicios.
—Pero si sabe todo será más complicado…—pensé en voz alta.
—¿Todo? Que te gusten los hombres no es todo—Andreas inclinó su cuerpo hacia mí—, entonces ¿Cuál es la otra parte?
—Andreas estas invadiendo mi espacio personal—me hice hacía atrás, el usaba una mirada seria que desentonaba con todo lo que era mi amigo, ladeó la cabeza y examinó muy bien cada espacio de mi rostro.
—De acuerdo—regresó a su antigua posición y me dirigió una mirada extraña.
—Andy necesito que vayas a comprar algo—mi amigo nada más escuchó aquello puso una cara de fastidio.
—Vamos, sirve que me acompañas un poco—le dije a mi amigo al tiempo que me ponía de pie.
—¿Cómo? ¿Ya te vas?—cuestionó Andreas.
—Ya es tarde ni siquiera avisé que venía—dije y mi amigo soltó todo el aire que había dentro de sus pulmones por la boca.
La mamá de Andreas le dio una lista con tres nombres de algo y le dio dinero para que comprara las cosas, ambos salimos de la casa bien abrigados pues había estado nevando. Una gruesa capa de nieve cubría las banquetas y hacía que nuestros pies se enterraran a cada paso que dábamos, además nuestras respiraciones causaban que un humo blanco saliera de nuestras bocas, yo llevaba las manos dentro de las bolsas de mi sudadera y Andreas hacia lo propio dentro de los bolsillos de su pantalón. Llegamos a la tienda y nos despedimos. Al caminar a mi casa vi el cielo y no había luna.
Cuando llegué a casa se me hizo bastante extraño que no hubiera nada de ruido, únicamente luces pero ningún sonido, me acerqué a la sala y vi a madre con una camisa azul celeste con unas delgadas líneas negras y algunas más gruesas, le estaba poniendo un botón que el faltaba. Mi madre tenía los pies sobre el sillón flexionados hacía su lado izquierdo, su rubia cabellera estaba recogida en una coleta que le caía por el lado derecho de su cuello hasta el pecho y sus ojos grises se encontraban tan absortos en la tarea que no se posaron sobre mi a la primera vez que la llamé.
Volvi a llamarle después de que no me hiciera caso y logré captar su atención, dejó la camisa a un lado y atoró la aguja en el carrete de hilo, entonces me quité mi sudadera y me senté a su lado. Mi madre me recibió con un beso y enseguida comenzó a preguntarme como había estado mi día, a donde había ido y más cosas. Me quedé con ella hasta que ambos comenzamos a bostezar.
Cuando llegué a mi habitación me quité la ropa y me puse la pijama para dormirme. Mi vista captó el calendario que había sobre el buró del lado derecho de la cama, con forma de prisma triangular, el mes que indicaba era diciembre del año anterior, lo miré mucho tiempo con la playera entre mis manos.
Diciembre había sido muy difícil para mí. Cuando por fin había aceptado que estaba enamorado de Bill, él se había ido, era raro pero sentía como si me faltara algo. Estando parado a la mitad de mi habitación con la mente absorta en los recuerdos, mientras intentaba volver a sentir aquel dolor, me di cuenta que era un idiota, pero así somos los humanos ¿no? Buscamos la felicidad y cuando podemos tenerla la rechazamos.
—Espero que dejes de ser un necio de mierda Tom—me dije a mi mismo antes de dormir.
;)
ResponderEliminarcomo esta eso de que Jorg dice que debio quedarse con el otro (O.o)
pobre Holy, la entiendo
yo estoy de acuerdo Tom, deja de ser un necio
Ay! este es el capítulo que me pasaste!
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con Andreas Jörg será un estúpido si se deja llevar por sus prejuicios...y que mierda hay de malo en que a Holy le guste montar en patinete? Que imbécil que es! Pobrecita Holy...=(
Un besoo cursii <3