domingo, 1 de mayo de 2011

Prohibido enamorarse—Capitulo 12


Me he demorado con la publicación de este capitulo, como con casi todos, por algunos problemas personales por lo tanto espero su comprensión y agradezco que lean esta historia. Un beso a todos mis lectores ^^


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 El tiempo avanza
Los obstáculos surgen,
Los miedos te alcanzan
Y tu felicidad te huye.
Aún así, no es el fin.


Capitulo 12
 Un inicio complicado



Ok, te veo a las 6

Leí el mensaje de Tom en cuanto llegó a mi celular, respiré profundamente y me senté de nuevo en mi cama. El día anterior había sido demasiado pesado para mí pues las cosas había sucedido demasiado rápido: había visto a Tom por primera vez desde que me había ido a Berlín a pasar la navidad con mi familia, luego en la biblioteca después de tanto desearlo había probado sus suaves labios y ya éramos novios.

—Maravilloso—susurré estando solo en mi habitación.

Desde que había regresado a mi casa aquella noche me la había pasado recordando todos y cada uno de los besos de Tom, inclusive podía sentir sus labios tan suaves y cálidos entre los míos, su delgado cuerpo entre mis brazos y al cerrar mis ojos aún podía ver su adorable rostro sonrojado, todo me hacía volar a ese momento y sentirlo intensamente como si lo estuviera viviendo una vez más. Así estuve mucho tiempo hasta que mi madre me llamó para que le ayudara con los deberes de la casa, bajé a lavar los trastes de la comida y aproveché para tender la última ropa que había salido, por primera vez me sentía con energía para hacer los deberes de la casa.

Eran las cuatro de la tarde cuando me metí a bañar pues necesitaba una ducha de inmediato, luego de entretenerme durante media hora bajo el chorro de agua salí y me cambie. La ropa fue especialmente seleccionada y mi peinado cuidadosamente elaborado, además me maquillé lo mejor que pude y cuando miré el reloj eran las cinco y media, bastante tarde si lo pensaba con detenimiento. Tomé mi celular y las llaves de la casa antes de salir, además de algo de dinero. Caminé a la sala y me detuve frente a la cocina donde estaba Simone.

—Regreso más tarde—dije a mi madre que estaba sentada en una silla frente a la pequeña mesa que había en la cocina, ella estaba comiendo fruta picada.

— ¿A dónde vas?—ladeé mi cabeza y la miré con cierto reproche, ella captó en seguida mi mensaje—. Sólo quiero saber donde estarás hijo—me dijo respondiendo a la mirada que le regalé.

—Ok, iré con un compañero de la escuela—dije de forma cansina, no me gustaban los interrogatorios.

— ¿Un compañero? No nací ayer pequeño, nadie se arregla tanto para ir a ver sólo a un compañero—suspiré un poco irritado mientras ponía los ojos en blanco—, así que o vas a ver a un pretendiente o a una chica.

— ¿Terminaste?—dije cortante y al mismo tiempo hastiado.

—No deberías ser tan maleducado conmigo Bill—se metió un pedazo de manzana a la boca y supe que ella tenía razón—. Diviértete cariño.

—Adiós.

Extrañaba que mi madre fuera así conmigo, hacía tiempo que no se comportaba de esa forma y me hizo sentir bien que lo hiciera. Ella jamás mostró algún prejuicio sobre mi orientación sexual y nunca me cuestionó si me gustaban las chicas o los chicos, de hecho creo que ella me consideraba bisexual; cuando los chicos me molestaban diciéndome que era marica ella siempre me decía que no les prestara atención y que mi sexualidad no afectaba mi calidad humana. Mi madre era fenomenal en ese sentido.


Me paré en medio de mi divagación y vi una tienda a lo lejos, se me antojaba comprar algo dulce así que llegué y compré unas gomitas, luego reanudé mi camino hacia el parque donde esperaría a Tom. A mi novio. Si bien en un comienzo me había parecido algo poco probable el que nosotros llegáramos a tener una relación poco después me di cuenta que no era tan descabellada aquella idea, pero Tom necesitaba tiempo y después mi espera se vio recompensada.  Me senté en una banca vacía pero llena de nieve, no había quedado en un lugar específico con Tom y ese lugar me parecía bueno para ver cuando él llegará al parque, el viento estaba helado y aunque iba bien abrigado tenía frio. Jugueteé con la nieve bajo mis pies, forme bolitas con mis manos y las deshacía cuando eran terminadas. Miré a mi reloj: seis cinco.

—No es tan puntual como esperaba—dije para mí.

Diez minutos después distinguí la figura de Tom a lo lejos, llevaba una grande sudadera roja que hacía juego con la gorra que le había regalado y sus rastas las llevaba en una coleta, la cual llevaba puesta, unos jeans talla extra grande y todo en el normal, sólo que en realidad llevaba dos sudaderas y no una.

—Hola—me dijo nervioso, yo me acerqué y le di un beso en la mejilla.

—Hola Tom— curvé mis labios cuando vi el enrojecimiento debajo de sus ojos—. Mira compré gomitas.

Saqué una pequeña bolsa de gomitas en forma de osito de mis bolsillos y le ofrecí unas cuantas en su mano luego de la otra lo jalé para que nos adentráramos al bosque, únicamente se escuchaban nuestras risas pues al parecer éramos los únicos ahí, como hacia tanto frío y había estado nevando las mamás no dejaban salir a sus hijos y el parque se encontraba extrañamente solo. Perfecto. Nos sentamos en una banca cuando llegamos a una zona “no peligrosa” y cómo Tom no hacía nada me aproximé para besarlo primero delicadamente y luego un  poco más apasionante sin llegar a serlo realmente, rompimos el roce y yo busqué su oído con mi nariz oliendo su piel en mi trayecto.

—Me gustas—le dije cerca de su oreja.

Tom reaccionó con un estremecimiento casi imperceptible, además de morderse su labio como era su costumbre y de apretar una de sus manos, entonces un poco de nieve cayó sobre nosotros y Tom sacudió su cabeza buscando así quitársela de las rastas. No pude evitar reírme.

— ¡No seas malo Bill!—me miró con un puchero y yo seguía riendo, entonces tomó un poco de nieve del suelo y la estrelló contra mi rostro—. Ahora si puedes reírte—habló con un poco de superioridad.

Pero no lo hice, no reí, en cambio formé una mueca bastante extraña pues  me sorprendió la nieve en mi cara y de inmediato reaccioné atacando como yo había sido atacado, tomé nieve entre mis manos e hice una pequeña bola que impacte contra el rostro atónito de Tom. Así comenzó una pelea, ambos nos lanzábamos cuanta nieve podíamos, bolas iban y bolas venían, era todo un fuego cruzado; pero al mismo tiempo disfrutábamos cada vez que lanzábamos o recibíamos algún impacto, era un juego muy entretenido. El pequeño bosque era blanco por caprichos de la naturaleza y se distinguían dos puntos entre tan pulcro manto natural, uno era rojo y el otro negro. Era hermoso.

—Bill mis rastas, arruinaras mis rastas—dijo Tom sacudiendo de nueva cuenta su cabeza e imprimiendo un tono bastante infantil a sus palabras.

—No pasa nada—me acerqué a él y le llené la cabeza de nieve con mis manos.

—Pero mis rastas—un nuevo puchero.

Me lamí los labios inconscientemente, Tom sonaba demasiado lindo cada vez que replicaba por sus rastas, era tierno y me hacía sentir que me derretiría de un momento a otro con sólo mirarlo una vez más. Tomé mucha nieve entre mis manos y me la eché sobre mi cabello para mostrarle a Tom que nada pasaba.

—Tom, no pasa nada. No seas tan infantil—me miró con resentimiento, demasiado para ser Tom.

Él se acomodó la ropa y comenzó a caminar lejos de mí, cuando me di cuenta caminé lo más deprisa que podía y le tomé de la mano para evitar que se fuera. Nos miramos a los ojos y con ellos intenté decirle que lo lamentable si le había ofendido, era algo nuevo intentar hablar con Tom de esa forma, pero al parecer lograba entenderme y yo a él. Lo atraje a mi cuerpo y comencé a besar su mejilla, pero Tom tenía otra cosa en menté y se abalanzó sobre mi haciéndome caer sobre el suelo blanco. Forcejeamos en forma de juego durante algún tiempo y luego logré quedarme sobre su cuerpo, tomé una rasta entre mis manos y la acaricié; estaba sentado sobre Tom, así que me agaché para unir nuestros labios de nuevo y de esa forma poder disfrutar de mi reciente adicción: sus labios. Besar a Tom era algo completamente fascinante y sobre todo era sentirme más cerca de él porque de esa manera podía transmitirle lo que yo sentía sin la necesidad de palabras.

—Esta frio—dijo Tom debajo de mí, tenía los labios un poco hinchados y con un ligero matiz morado, además le temblaban de forma graciosa.

Me levanté de encima de mi novio para que él se pusiera de pie también y le di la mano para ayudarle, nos vimos unos segundos y en seguida él se acudió la ropa, me volvió a mirar y entonces caminamos lejos de ese lugar. Hacía mucho frio y era un poco tarde, pero aún así no quería irme a mi casa, siempre pasaba lo mismo estando con Tom, le miré por el rabilo del ojo y entonces hablé.

—Tom ¿quieres jugar a algo?—yo era más alto que él y por eso Tom elevó sus ojos para verme.

— ¿Jugar? ¿A qué?—dijo curioso.

—Yo te pregunto algo, tu respondes y viceversa ¿qué te parece?

— ¿Con qué fin?—levantó una ceja.

—Conocernos—dije tranquilamente y el asintió con la cabeza—, ¿por qué usas la ropa tan floja?—seguíamos caminando y yo lo miraba, el veía el camino frente a nosotros.

—Influencia musical… además de que como soy tan delgado si usara ropa justada me vería más flaco—dijo lo ultimo con un tono de voz más bajo.

—Yo soy delgado como tú y uso ropa ajustada—mi voz sonaba severa.

—A ti te sienta bien—comentó y metió sus manos a los bolsillos, debería tenerlas heladas.

—De acuerdo, sigues tú.

— ¿Por qué te maquillas?—hablo tranquilo.

—Porque me gusta, cuando me vi con el disfraz de vampiro me di cuenta que me sentaba bien ¿no crees?—él sonrió y bajó su cabeza al instante, luego asintió sin mirarme—. ¿Qué música escuchas?

—Hip Hop—contestó rápidamente.

—Bueno eso es muy obvio.

—Pues de seguro tú escuchas rock o de ese tipo—él se defendió de inmediato.

—Sí… eso también es muy obvio ¿no?—ninguno respondió—. Te toca peguntarme.

— ¿Día o noche?—me miró por el rabillo del ojo.

—Noche—contesté—. ¿Luna o sol?

—La luna…aunque el sol también me gusta. ¿Frió o caliente?

—Frio, se puede soportar mejo—mi pie dio contra un montón de nieve—. Si tuvieras que escoger entre comerte un murciélago o comerte una serpiente ¿Cuál escogerías?

—Los murciélagos son ratas con alas…creo que escojo la serpiente.

— ¿Y si te muerde?

—Puedes salvarme ¿no?

—Claro que si—tomé su mano y ambos sonreíamos.

El atardecer se acercaba cada vez y el frío se volvía menos soportable, así que decidimos ir por un capuchino caliente al café que había en el centro. No había mucha gente en el lugar por lo que nos atendieron rápido, yo pedí un capuchino de moka y Tom uno de vainilla, nos sentamos en una mesa cerca de la pared de cristal que daba a la calle para poder tener una buena vista y estar lejos de las voces de los pocos clientes. Tom jugó con su capuchino en silencio, con una galleta movía de un lado a otro la espuma y luego sonreía, por eso yo no toqué mi capuchino hasta mucho después ya que me encontraba bastante entretenido observándole, él era tan sereno en momentos como ese, pero su serenidad se vino abajo cuando hicieron su aparición Ahren y Edwin. Tom arrugó el entrecejo al instante en que los vio, además se sumió en su asiento y agachó la cabeza mientras cruzaba sus brazos sobre su pecho, era un imagen un tanto inquietante para mí y más porque sabía que Tom se sentía inseguro y tenía miedo de ellos, tenía miedo de que nos descubrieran. Actué con la mayor normalidad posible sin prestarles la menor importancia a los recién llegados, pero aún así ellos miraron a nuestra mesa y se susurraron cosas que no llegué a comprender por la lejanía de su plática, entonces se acercaron a donde nosotros dos estábamos y supe que la cosa no terminaría nada bien.

— ¡Mira nada más a quien tenemos aquí!—exclamó Ahren.

—Los dos maricones del pueblo—respondió Edwin de inmediato.

Tom no decía nada, sólo miraba al capuchino y ni siquiera era capaz de defenderse un poco, no es que yo esperara con ansias que lo hiciera pero consideraba que era tiempo de que él les hiciera frente. Me enfoqué el dos mequetrefes que tenía delante de mí y a los cuales comenzaba a aborrecer, siempre me molestaban y de alguna forma mermaban mucho la personalidad de Tom y lo hacían sentir mal cada que podían.

— ¿Se les perdió algo?—dije hastiado y mostré una cruel mirada, entonces Ahren me la respondió lleno de ira.

—Nada—dijo Edwin y se sentó al lado de Tom—, sólo vinimos a visitar a la pareja del año—metió un dedo dentro del capuchino de vainilla y luego lo llevó a su boca.

—Malditos idiotas—mascullé completamente exasperados.

—Que boquita princesa—dijo Ahren y lo fulminé con la mirada.

—La nena al rescate, deberías dejar que Tomi se defienda sólo—dijo Edwin al tiempo que le tomaba una rasta.

—Hasta te peinas como una Barbie amigo—escupió el otro chico que continuaba parado.

— ¡Váyanse a la mierda!—les grité. Ya no me pude contener.

—La puta tiene carácter—dijo Edwin entre carcajadas.

— ¡No le vuelvas a llamar así!—dijo Tom poniéndose de pie y mirando con coraje al tipo que estaba sentado a frente a él—. ¡Dejen de molestarnos!

— ¿Qué está sucediendo aquí?—preguntó el encargado del local con una notable molestia.

—Nada viejo—le respondió Edwin.

—Ustedes dos—señaló a mis compañeros de salón—, largo de aquí.

Los chicos sonrieron y se precipitaron a salir del lugar, no por miedo sino por haber cumplido el objetivo de molestarnos. El señor del café sólo nos sonrió y nosotros nos sentamos, yo terminé mi capuchino pero Tom no volvió a tocar el suyo en todo el tiempo que estuvimos ahí. Al terminar mi capuchino, y luego de cerciorarme de que Tom no se terminaría el suyo, llamé a la mesera y le pedí la cuenta; Tom se mantenía mirando un punto especifico en la mesa, pero sabía que realmente no veía nada. Con lentitud acerqué mi mano a la suya y la acaricié rápidamente para que no fuéramos vistos, él observó mi recorrido con algo de temor que aumentó cuando la mesera llegó con la cuenta. ¿Y si nos vio? Tal cuestionamiento resonó en mi mente como si él lo hubiera dicho pero era algo imposible tomando en cuenta que no había despegado los labios.

—Aquí está la cuenta—la muchacha sonrió y le tendió la pequeña charola a Tom, antes de que él la tomará estiré mi mano y me hice de ella.

—Aquí esta—dije luego de ver la cuenta y sacar dinero de mi cartera.

— ¿Por qué pagas tú?—preguntó Tom de una forma desafiante.

Arqueé mis cejas demostrando un poco de incredulidad ante su actitud—Porque si—le respondí.

—Yo pago—trató de quitármela cuenta de las manos—, dámela.

—No seas necio Tom—le tendí el dinero a la mesera.

—Bill—la voz de Tom sonaba bastante molesta. Necio, pensé en mis adentros.

—Pueden pagar cada uno su capuchino—intervino la muchacha.

— ¡No!—exclamamos nosotros al mismo tiempo.

Completamente exasperado me levanté y le puse el dinero a la chica en sus manos—quédate lo que sobra—le dije.

Tom se levanto molesto de su asiento y caminó detrás de mí por mucho tiempo hasta que llegamos a una calle un poco solitaria donde de pronto dejé de caminar y lo encaré. Él me miró unos segundos y luego metió sus manos a los bolsillos, mientras tanto, su vista se perdía entre las pisadas que estaban marcadas sobre la nieve; me acerqué lo suficiente para acariciar su rostro pero Tom se quitó y no logré hacerlo. Sonreí tristemente pues me dolía que él estuviera así conmigo, entonces avance un par de pasos y besé su mejilla, asimismo me encargué de susurrar algo en su oído que resultó en una leve sonrisa de sus labios. No te preocupes, todo está bien. Fue aquello lo que le dije porque no sabía qué más podía hacer para que Tom estuviera contento de nuevo, como cuando nos habíamos visto en el parque.

Pensé, ilusamente, que Tom había dejado de lado lo de Ahren y Edwin pero cuando se despidió de mí frente a mi casa me di cuenta de que las cosas recién comenzaban, nuestra relación era algo difícil por el continuo temor de ser juzgados por lo demás, pero yo estaba dispuesto a pagar ese precio. Vi alejarse a Tom a lo largo de la calle, vi como su cuerpo se movía a cada paso que daba y aquello me recordó la primera vez que lo había visto como un chico especial e interesante, cuando posiblemente me comencé a enamorar de él o quizás sólo lo había descubierto por primera vez. Tom, el Tom de verdad y que quería seguir conociendo era muy diferente al que conocía Giselle o cualquier otra chica, porque mi chico era una persona mucho más maravillosa que la superficialidad con la que era tratado y conocido por tantas personas. Extraje mi celular de mis bolsillos para escribir un mensaje, sentía que debía hacer algo pero el problema era que no sabía que, por eso me sentía como una mierda de novio que no era capaz de comprender a su enamorado y menos de hacer algo al respecto. Mis dedos se movieron casi solos rodeados del gélido aire de ese invierno, era ya muy tarde y mis extremidades temblaban por la descendente temperatura.

Te quiero, no lo olvides Tom. Los demás no importan.

Había mandado el mensaje justo cuando el doblaba en la esquina y así se perdió de mi visión, entre en mi casa después de eso y fui hasta el taller de mi madre para avisarle que ya había llegado pero no la encontré ahí sino en su cuarto viendo la televisión con Gordon a su lado.

—Ya vine—dije luego de tocar la puerta entreabierta con los nudillos.

— ¿Te divertiste?—inquirió mi madre.

—Claro—sonreí falsamente, aún no se me pasaba el trago amargo—. Y Tom menos—susurré para mí mismo.

— ¿Dijiste algo Bill?—me preguntó Simone.

—No, nada. Sólo que estoy cansado. Me voy a mi habitación.

Mi madre dijo algo más pero no la escuché, seguí caminado hasta llegar a mi habitación y me tumbé en la cama sin esperar nada más. La luz se estaba infiltrando por la cortina que no lograba cubrir toda la ventana, mi habitación pudo haber estado sumida en las penumbras por completo si la luz del alumbrado público no se hubiera logrado colar a mi habitación, todo eso era deprimente. Cerré mis ojos y traté de no pensar en nada, pero terminé  haciéndolo.

Recordé la nieve helada sobre mi rostro y luego la calidez de la sonrisa que me brindó Tom, además recordé su linda mueca de disgusto al ver su cabello lleno de la blanquecina nieve que le había arrojado sobre su cabeza. Recordé su piel helada y como se volvía tan cálida mientras besaba sus labios, además del como mi cuerpo entraba en completa armonía mientras estaba con él. Sonreí bobamente esa noche.

El teléfono comenzó a sonar mientras yo yacía tirado sobre el colchón con mis ojos cerrados, esperé a que mi madre contestara pero tras timbrar en dos ocasiones más levanté el teléfono que estaba sobre mi buró y saludé de forma tosca.

— ¿Bill?—era Tom.

—Sí.

— ¿Bueno?—la voz de mi madre se introdujo por mi oído y terminó calándome en lo profundo de mi ser. Me quedé inmóvil y pareció que el alma se fue de mi cuerpo por un breve instante. Tuve mucho miedo.

2 comentarios:

  1. Náaa Bill nada de que preocuparte solo Tom te llamo y tu madre se puso al teléfono no pasa nada :) A mi me pasa constantemente xD. ¿Cris tu me pasaste la mitad del 13 no? Chachi pistachi ^^.
    Nena, me encantó la citaa en la nievee que monadaaaaaaaaaaa (L) Tom super uke :3.
    En fin, GUACHI GUACHI COMO SIEMPRE: NINGUNA PEGA ;)

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  2. Me hubiese gustado que Tom le aventara el cafe a la cara al tipo ese (ñ_ñ)

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