sábado, 16 de abril de 2011

Prohibido enamorarse—Capitulo 10

Bueno, se supone que este capitulo debí colgarlo hace tiempo pero se me había olvidado y he tenido muchos trabajos en la escuela. Creo que a partir de ahora colgaré capítulos lo más constantemente que pueda, espero que no se me olvidé xDDD.
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Nunca será suficiente con soñar,
Creeremos que es real
Hasta que lo tengamos firmemente.


Capitulo 10
Cóctel de sensaciones



Metí mi maleta en la cajuela del auto antes de despedirme de mi abuela y de mi tía, los niños estaban todavía dentro de la casa y salieron disparados hacia nosotros cuando Gordon encendió el automóvil.  Mi abuela me dio un beso en la frente y me dijo que me cuidara, al igual que tía Emma lo hizo después. Las despedidas llegaron a su fin y mis padres subieron al auto después de mí, el carro arrancó y yo iba camino a Loitsche.

—Por fin—susurre para mí.

Si buscara una palabra con la cual describir  todo lo que sentía en aquel momento quizás el resultado de aquella efímera búsqueda sería ansioso. El sol aún no se ocultaba, no era tan tarde, apenas comenzaba a desaparecer en el horizonte. Yo iba en el asiento trasero, me puse los audífonos en los oídos cuando comenzábamos a salir de la ciudad, sabía que el viaje sería largo pero no quería que lo fuera. Mi madre le hablaba a mi padrastro todo el tiempo mientras yo luchaba por ausentarme de ese lugar. Quería que el automóvil fuera más rápido, quería que el tiempo se acelerara y al mismo tiempo pugnaba por controlarme y estabilizarme de una buena vez, pero sucedía que mi cabeza no obedecía: en cambio se dedicaba a recordarme los kilómetros que me separaban de ese absurdo y encantador pueblo. No obstante, no era sólo el hecho de que existía una desesperación en mí que me excedía, también estaba mi constante reiteración de que por muy rápido que llegará a mi casa ese día no vería a nadie y quizás sólo hasta el día siguiente vería a Tom. Resoplé y deseé estar dormido, así el tiempo pasaría más rápido.

Las nubes tomaban las coloraciones moradas y naranjas cuando mis ojos por fin se cerraron para dormir, hacía frio y quizás volvería a nevar en los siguientes días. Desperté hasta que Simone me llamó cuando habíamos llegado a nuestra casa, tuve que bajar mis maletas aún estando medio dormido y llegué a mi cuarto casi como un zombi. Me derrumbé en la cama y una sonrisa afloró en mi rostro cuando me di cuenta que estaba en mi nueva casa porque ahí me sentía en casa.

Al despertar  por la mañana lo primero que quise fue cerciorarme del lugar en donde estaba, y fue maravilloso bajar las escaleras con una sonrisa en el rostro. Desayune muy animadamente y luego me fui me fui a mi habitación, ahí pareció todo estar en calma hasta que de nuevo me inundé de ideas y posibilidades mentales, estaba en Loitsche y los días sin ver a Tom habían sido horribles pero no quería correr a verlo. Debía pensar que hacer antes de verme como un urgido, porque aunque necesitara verlo no iría a su casa a verlo.

Tomé el teléfono que había en mi habitación y tecleé el número de la casa de Andreas, sonó en tres ocasiones antes de que su madre contestara.

— ¡Bill!—dijo Andreas desde el otro lado del teléfono.

—Hola.


— ¿Qué tal tus vacaciones?—preguntó mi amigo.

—Bien, ya sabes. ¿Qué hay de ustedes?—cuestioné tratando de lograr algo.

—Pues, yo bien; Tom ha estado un poco antisocial y amargado; y Holy pareciera cautiva—me dijo tranquilamente.

— ¿Amargado y antisocial?—no pude retenerme.

—Sí, Tom pasaba mucho tiempo encerrado en su cuarto… pero ahora está mejor.

—Ya veo—me mordí una uña, maldita costumbre mía.

—El papá de ellos está en casa por es casi no he podido ver a los chicos—alcancé a percibir la nostalgia en esas palabras—. Seria genial que nos reuniéramos para hacer algo, ver una película o jugar videojuegos, lo que sea.

—Sí—dije reteniendo mi emoción.

—Ah, pero los Kaulitz salieron, no me acordaba.

— ¿A dónde?—pregunté instintivamente.

—Salieron a un paseo con unos familiares de ellos, creo que llegan esta noche. Le hablaré más tarde para ponernos de acuerdo.

—Sí, eso está bien.

—Me tengo que ir, mi madre quiere que le ayude a no sé qué cosa. Luego hablamos, adiós.

—Adiós.

Colgué el teléfono cuando terminé de pronunciar mi última palabra, con delicadeza me quité mi ropa y me encaminé al baño. Dejé que la bañera se llenara, por primera vez la utilizaría, me dejé sumergir dentro del agua; la temperatura era templada, lo suficiente para relajarme, y antes de comenzar con la ducha cerré los ojos para descansar un poco. Sentía como si los músculos se relajaban al contacto con el agua mientras yo buscaba mantener mi mente en blanco, pero era algo que no lograría. Abrí mis ojos de una vez por todas, impulsé mi cuerpo y de un momento a otro ya estaba de pie tallándome el cuerpo. No podía dejar de pensar en Tom.

—Mierda—mascullé cuando salí del baño.

Apenas cepillé mi cabello y me vestí para tomar mi mochila y llenarla con una libreta y dos candelabros que mi tía me había regalado en Berlín cuando le pregunté si podía quedármelos, estaban sucios y algo oxidados pero servirían para su principal propósito. Bajé las escaleras con algo de destreza y me dirigí a la salida, pero nunca me imaginé que mi madre estaría en la cocina, al oír cómo me llamaba se me heló la sangre y se disparó mi ira. No soportaba un minuto más así de desesperado y únicamente buscaba tranquilidad, pero eso no le importaba a Simone.

—Bill, hijo, ¿a dónde vas?—me dijo con una taza de café en mano.

—Voy a salir mamá, regreso para la comida—dije comenzando a caminar.

—Espera Bill, no pueden irte nada más sin pedir permiso ni nada—había ido detrás de mí.

—Mamá esto es así siempre ¿desde cuándo te tengo que pedir permiso? Ni en la ciudad lo hacía—me giré decidido a salir de la casa. Simone no comprendía.

—Pues creo que tenemos que cambiar esos hábitos—me jaló del hombro para que volviera a mirarle a los ojos.

— ¿Qué bicho te pico?—dije haciendo mi cuerpo para atrás. Ella jamás me había hecho escenitas de aquel tipo, nunca a menos que su marido le hubiera hecho una intervención previa—. ¿Gordon?—mi madre me miró avergonzada de sí misma y en mi sólo cabía la incredulidad.

—Hijo escúchame—me dijo cuando yo iniciaba mi partida de nuevo.

—Él no es mi padre ¿de acuerdo? No es nadie para venir a decirte como debes criarme—la fulminé con la mirada, ella se sentía mal y la manera en que la trataba también estaba mal, muy mal—. ¿Puedo salir?

—Sí.

Cerré la puerta con fuerza ni siquiera m volteé a verle la cara a mi madre pues únicamente conseguiría hacerme sentir mal. Ella no tenía la culpa de que y no aceptara a su marido, así como yo no sufriría porque a él le saliera lo “buen padre”.

Me sabía el camino de memoria, de tal forma que mis pies hacía automáticamente el recorrido, entre el bosque lleno de nieve  y hasta llegar a mi guarida, mi casa y de alguna forma el refugio donde encontraba la tranquilidad necesaria. Antes de entrar me cercioré de que todo estuviera en orden, ya que hacía tiempo que no iba, entré en la pequeña casa de madera y me dispuse a instalarme, puse los candelabros sobre la mesa seguidos de mi libreta y un lápiz. Luego busqué unas velas para comenzar a ubicar los candelabros en lugares apropiados.

Después de unos minutos comencé a tiritar de frio porque el aire helado se colaba por el pequeño espacio que existía entre el suelo y el comienzo de la puerta, además las ventanas dejaban entrar un poco de aire también. Me dirigí a desanudar las cortinas negras que mucho tiempo atrás había llevado y entonces, después de prender las velas, me dispuse a escribir un poco en mi libreta.

Tarareaba una melodía acorde a la letra que nacía en mi mente, era la forma más fácil de desahogarme: nadie lo leía, pero si salía de mi. Pensaba que la poesía era una hermosa forma de contar las vivencias de los demás, trataba de hacer que mis canciones fueran profundas y transmitieran lo que sentía o pensaba en aquellos momentos. Sin embargo, sentía que no lograba explotar al cien por ciento mis habilidades.

—Tal vez si lo cantara—me dije a mí mismo, quería convencerme de romper un miedo arraigado—. Aquí no hay nadie—un nuevo intento.

La voz comenzó a surgir. No sólo cantaba, además apaciguaba mi necesidad.

—Tom…—fue un susurro ahogado en mi garganta que quizás ni siquiera pude articular pero si pensar.

***
Pasaron dos días sin que yo supiera de Tom ya que mi madre no me permitía salir y tenía muchos deberes en mi casa, puesto que no había quien hiciera el aseo de la casa. Simone tenía mucho trabajo con sus cuadros porque en los meses siguientes se tenía planeada una exposición de sus cuadros y de otros tres pintores alemanes, casi todo el día se la pasaba encerrada en su estudio y a mí me tocaba hacer todo, desde barrer hasta preparar la comida, y mi padrastro ya estaba trabajando así que estaba sólo con un cerro enorme de ropa sucia.

Terminé agotado y subí a mi habitación a bañarme, en poco tiempo estuve listo en la cocina para preparar la comida, pero el timbre del teléfono lo impidió. Contesté después del cuarto timbrado, era Holy.

—Bueno—escuché que dijo y, aunque me costó, reconocí su voz.

—Hola Holy—le dije.

— ¡Bill! ¿Hace cuanto llegaste?—me preguntó algo molesta.

—Pues, hace tres días.

— ¡Y no nos avisaste!—su tono una vez me sonó a molestia—, pensé que extrañabas a Tom.

—Sí, pero no he podido ir a su casa...

—Eso o que tienes un poco de miedo y nervios  y no sabes qué hacer ni cómo hacerlo.

Me mantuve en silencio tras escuchar sus palabras.

—Ésta noche hay una fiesta por el año nuevo, será en nuestra escuela. Más te vale estar listo a las 9pm y bien arreglado ¿de acuerdo? Tienes que impactar a Tom.

—Holy a veces me asustas.

—Es por el bien de ambos, además si yo no intercedo ustedes se harán viejitos y no pasarán de ser amigos y no quieres eso ¿o sí?—negué con la cabeza ignorando el hecho de que mi amiga no podía verme. Colgué el teléfono luego de despedirme de ella.

Una fiesta, una fiesta ese mismo día. ¡Vería a Tom! Mi pecho se sintió raro, era las mariposas en el estómago y la opresión de mi corazón. No era miedo de ver a Tom lo que sentía, sólo que quizás yo me había imaginado las cosas de otra forma cuando estaba en Berlín, pensé que al regresar todo sería color de rosa pero luego me di cuenta que las cosas  seguían  iguales y que no habíamos avanzado nada, absolutamente nada. Masajeé mis sienes y me encaminé al estudio de Simone, ahora tenía que pedir permisos ¡vaya mierda!

Toqué un par de veces la puerta hasta que mamá me pidió que pasara, estaba sentada al frente de un cuadro sin terminar, sus ojos no parpadeaban o al menos eso parecía y en su mano derecho descansaba un pincel con la punta llena de pintura azul.

— ¿Mamá?—dije dudoso de que fuera un buen momento para hablar.

— ¿Qué sucede Bill?—dijo volteando a conmigo y después dejó el pincel de lado y se encaminó a un viejo sillón donde se sentó y espero hasta que yo me senté a su lado.

— ¿Sabes? Hoy habrá una fiesta por el año nuevo y me gustaría ir—le comenté mirándola a los ojos.

— ¿Dónde será?—preguntó y del piso tomó una botella de agua que estaba en el espacio entre el sillón y la pared,

—En la escuela.

—Oh—tomó un tragó de agua por segunda vez.

Las paredes estaban pintadas de unos tonos beige que envolvían la vista por completo y te hacía perderte entre las texturas que presentaban, algunos cuadros en blanco descansaban en el suelo seguidos de un par ya terminados. Mi madre era muy clásica.

— ¿Puedo ir?—pregunté, con la mirada parecía decirle que no estaba dispuesto a escuchar un no por respuesta.

—De acuerdo, pero no quiero que llegues demasiado tarde regresarás con tus amigos ¿no? 

—Así es.

—Bueno, ve a terminar la comida, yo mientras veré que es lo que le hace falta a esto que no me agrada—dijo refiriendo lo último al cuadro que pintaba antes de que yo llegara.

Terminé de preparar una pasta, que era lo único que sabía hacer, y  en ese momento Gordon llegó a la casa. Comimos los tres, mis padres hablaban acerca de algo que no entendía del todo y luego cambiaron de tema para centrarse en la futura exposición de mamá.

Sin perder el tiempo lavé los trastes mientras Gordon veía televisión y mi madre seguía con su trabajo, el reloj marcaba las cuatro y media de la tarde cuando terminé de arreglar la cocina. Subí a mi habitación y encendí la computadora, entré a mi cuenta de correo electrónico para ver si tenía algún correo nuevo pero no era así, luego del primer mes en Loitsche dejé de recibir correos de mis amigos aunque la mayoría de ellos no podrían ser considerados de verdad amigos. Puse un CD de Nena y me recosté en la cama.

Tres horas después me levanté cual resorte por temor a que hubiera dormido de más porque sí, me había quedado dormido. Fui al baño y en el espejo vi la mala pinta que tenía, así que abrí la llave del agua caliente de la regadera para bañarme por segunda vez en el día. Me tallé el cuerpo con lentitud, tenía tiempo después de todo. Salí enredado en la toalla y me dispuse a buscar mi ropa para cambiarme, pero todo lo encontraba fatal hasta que encontré unos jeans nuevos y una chamarra aceptable, el resto se complemento luego de varios minutos.

Sequé mi cabello y lo peiné a mi gusto, mi cabeza parecía un puerco espín pero me agradaba así. La ventana estaba cerrada pero aún así el frio me llegaba, era una ventisca mínima pero fría a final de cuentas. Busqué unos tenis en mi closet y de mi mochila saqué la gorra que le regalaría a Tom, era su regalo de cumpleaños pero no sabía si dárselo ese día o no.

Justo terminé de arreglarme cuando mi madre me llamó para la cena, bajé las escaleras y mi Simone y mi padrastro ya estaban en la mesa para la merienda, ahí Gordon compartió con nosotros su desacuerdo con la fiesta a la que iría.

—De todas formas en casa no haríamos nada ¿o sí?—dije indiferente.

—Ese no es el punto Bill—dijo mi padrastro antes de tomar su taza de café.

—Pues “el punto” no me parece lógico—le respondí, Gordon me estaba cansado.

—Gordon déjalo ya—habló mi madre de forma serena—, Bill estará temprano en casa y no hará nada malo ¿no es así?

—Claro.

Tomé mi plato y mi vaso para dejarlos en fregadero, minutos después el timbre sonó. Estaba sólo en la sala tomé mi chamarra y mis llaves y abrí la puerta.

Mi corazón latió tan rápido que escuchaba el bum repetidas veces en mis oídos, pero luego ese ritmo constante cesó  por unas milésimas de segundo que parecieron largos minutos y luego volvió a azotarme con su bum bum. Ante mi se encontraba Tom y detrás de él estaba Holy, pero a ella no la vi sino hasta tiempo después, en una primera instancia me concentré en el rostro de su hermano. Era asombroso como Tom precia un niño lindo más esa noche que cualquier otra en que haya presenciado su rostro antes, las mejillas abultadas y teñidas carmesí, sus ojos cristalinos y viendo hacia cualquier parte que no fueran mis propios ojos, y por ultimo sus labios reprimidos que mostraban su intacta timidez. La jovencita rubia se movió y entonces fue cuando la vi, eso me regreso a mi mundo y pude saludarlos.

—Hola—dije conteniendo mi emoción.

—Hola Bill—dijo Tom sonriendo.

—Vámonos—dijo Holy radiante. Le fascinaba vernos felices.

Llegamos a la casa de Andreas y él ya nos esperaba afuera. Así llegamos los cuatro a la escuela. La fiesta sería en el gimnasio, que había sido acondicionado para la celebración; del centro colgaba una gran lámpara adornada de rojo y dorado, había mesas con bocadillo y bebidas no alcohólicas que tenían manteles rojos con un listón dorado que formaba un moño. Por el momento nadie bailaba y la música apenas comenzó quince minutos después de que nosotros llegamos, tiempo después las parejas comenzaron a llenar la pista. Emily, la amiga de Holy, llegó a con nosotros luego de un rato y en varias ocasiones me pidió que bailáramos, pero yo me negué en todas las ocasiones.

—Iré al baño—dije.

Si las fiestas no me gustaban entonces ¿para qué había ido? Al salir del baño me topé con una persona que no deseaba ver. Intenté pasarme de largo de ella pero no funcionó cuando ya me iba me jaló del hombro para que la mirara.

—La princesita vino al baile—dijo Giselle.

— ¿Qué quieres?—pregunté irritado.

— ¿Tú qué crees?

Apreté mi puño con fuerza, recordé la fiesta de disfraces de halloween. Tom se había ido por algo para beber y yo me había quedado solo, pero pronto llego esa maldita rubia oxigenada y comenzó a molestarme.

—Déjame en paz Giselle—le pedí tratando de no ponerme brusco con ella.

— ¿Qué te deje en paz?—dijo irónicamente y luego rio—, tú no eres más que un idiota homosexual afeminado. Escúchame bien nena ¡Tom nunca te va a hacer caso! Él no es un puto marica como tú—sentenció la zorra, porque ahí la única puta era ella.

Me di la vuelta y seguí caminando rumbo al gimnasio, no tenía caso que me quedara a escuchar las idioteces que Giselle me diría ya una vez me había hecho sentir mal y ya no le daría importancia a ella.

—Tom nunca te va a querer—me escupió las palabras.

Me detuve a medio andar y me giré a con ella—Si me llegase o no a querer es mi problema no tuyo, pero eso no es lo importante sino el hecho de que a ti de verdad jamás te querrá y nadie lo hará porque eres una maldita zorra que sólo espera a ver un chico para abrir las piernas y de esa forma nunca nadie te va a querer. Así que mejor púdrete de la envidia que me tienes y deja de estarme jodiendo—todo lo dije sin poder evitar mi ira.

Escuché como la chica se encerraba en el baño  cerré los ojos cansado mientras caminaba, pero al hacer eso choqué con el cuerpo de alguien, abrí los ojos al instante y reconocí esa sudadera roja. Elevé la mirada para cruzarla con Tom y él sólo miro a otro lado girando su cabeza.

— ¿Estás bien?—pregunté sabiendo la respuesta. Él negó con la cabeza—. Vamos a otro lugar.

Tom iba detrás de mí, ambos caminábamos a la biblioteca, no quería hablar con él en los baños donde alguien pudiera interrumpir y la biblioteca era el único lugar que sabía cómo abrirlo. Llegamos y saqué debajo del enorme tapete una llave, Lauren la bibliotecaria siempre la guardaba ahí. Entramos y caminamos hasta el centro de la biblioteca, prendí esa luz y las demás permanecían apagadas. Me senté en la mesa enfrente de Tom, el jugaba con sus dedos y permanecía inmóvil viéndolos, por mi parte permanecía mirándolo sin moverme o hacer algo diferente. Me mojé los labios con la lengua y saqué de entre mi chamarra una bolsa negra de plástico. Tom levantó su rostro.

 —En Berlín me acordé mucho de ti y cada vez que miraba el piercing que me diste sentía la necesidad de darte algo a ti también. Y te compré esto—le dije alzando la bolsa negra, él se levantó.

—Gra-gracias—la tomó y deshizo el nudo.

—Espero que te guste—susurré y me bajé de la mesa para estar a su misma altura—Déjalo hago yo—le quité la gorra de las manos y se la acomodé. Le quedaba perfecta—. Feliz navidad.

—Y año nuevo—se escucharon las campanadas que indicaban el final de ese año y el inicio del próximo.

Rodeé su cuello con mis brazos, fue un impulso incontenible, el se sorprendió pero luego me correspondió.

—Bill…

Me mantuve abrazándolo, ignorando su llamado.

—Creo que me gustas—dijo bastante quedito.

  


                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                     

2 comentarios:

  1. WWWWWIIIII
    AL FIN UNO DE ELLOS DIO EL PRIMER PASO
    (ñ_ñ)

    me lei de un jalon los 3 cap que tenia pendiente y todos fueron geniales igual que su autora

    te extraño muchisimo mi hermosa cris, tqm

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  2. La cacaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! Por dioooos por fin lo dijo!!! Ayyyyyyyyyyyy que emoción :3
    ¡Me ha encantado nena!
    TeQuiero <3

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