viernes, 11 de febrero de 2011

Prohibido enamorarse- Capitulo 4


Ya lo saben, ésta historia es twincest y no me hago responsable de si se trauman o no ok.
Les quiero dedicar este capitulo a las personas que más amo en mi vida y a mis adoradas sisters que siempre etán ahí para mi, que  soportan mis inseguridades y qeudisfrutan de lo que escribo o al menos eso creo, gracias a Marieli, Marii, Tere, Arii, Dani y TODAS las personas que leen eso, un enorme beso para todas... Oh si, si tienen alguna critica no duden en decirme o si tienen una pregunta ya saben pueden preguntarme aquí o por mi formspring http://www.formspring.me/TenshiAF

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                                                           El miedo es la raíz
De la fragilidad
De nuestra alma…

Capitulo 4
Príncipe de porcelana


Pocas veces en mi vida había logrado experimentar tanta confusión y ese miedo tan aterrador, quizás la última vez que sentí algo similar fue  cuando a mis nueve años se presentó la muerte de mi abuelo, me sentí tan fatal en ese momento pues sabía que nunca más lo volvería a ver y él era una persona a la que yo quería mucho. Pero en el inicio de mi adolescencia se me presentaba un problema mucho peor: dudaba de mí y de mi sexualidad. Que horrendo era pensarse completamente normal para que después llegue un chico encantador y te haga dudar de lo que se supone era seguro e inamovible. Pero  darme cuenta de todo eso tardó bastante, ya que viví sumido en una negación bastante tiempo, tanto que después lo lamenté.

Después de la fiesta a la que había asistido, y de cual no guardaba ningún recuerdo agradable, mi hermana había estado recriminándomelo todo el tiempo hasta volverlo agotador. Pero esa fiesta había significado el regreso a mi grupo de amigos, a ese entorno que había desatendido sin motivo, y el mismo que me exigía constantemente ser lo que querían que fuera y hacer lo que esperaban que hiciera. Por las tardes después de hacer mi tarea me reunía con mis amigos y salíamos a tomar un poco, a mejorar la técnica de fumar o a hacer alguna obra de grafiti en una pared recién pintada o alguna no tan nueva. Era una vida de vago que no terminaba de agradarme pero era vida que se había diseñado para mi, para cualquier chico de ese pueblo, ahí no había tantas opciones, era luchar por sobresalir o seguir el camino de todos, es decir, terminar los estudios hasta donde era necesario y conseguir un trabajo para después casarte y formar una familia a la cual tendrías que mantener. Ese era el diseño de nuestras vidas, tal vez cambiaba ligeramente para todos pero seguís siendo el mismo esquema desolador.
                                     
El último grafiti que hice antes de halloween fue un ángel de cabello negro hasta casi los hombros con unas mechas plateadas adornando su hermoso cabello, me encantaba el tono de piel pálido que había tomado y me gustaba más el delineado de sus delgados hombros desnudos que culminaban en unos brazos que simulaban ser débiles, pero yo sabía que no lo eran. Los ojos de ese ángel eran café oscuros, tan profundos que parecían tragarme en el inmenso túnel de perdición que manejaba con esa mirada poderosa que te hacía ver su fortaleza y me abrazaba dando un confort soñado y poco conseguido. Mi ángel estaba parado de lado cubriendo su cuerpo con una de sus alas y con una mano extendida que simulaba mantener en lo alto un corazón que sangraba, era fácil darse cuenta que estaba desnudo y que lo que pisaba eran espinas, su rostro estaba viéndome siempre y sus labios llamaban a que los tomara. Era un ángel tan bello, fuerte y sorprendente que me fue imposible destruirlo cuando reconocí de quien se trataba en realidad, era mí adorada tortura: Bill Trümper. Cerca de ese divino ángel se notaban unas manchas, en su momento rojas, que eran el vestigio de los golpes que había dado a aquella pared al buscar desahogar tanto sufrimiento y rabia. Entonces llorar fue inevitable. Tuve suerte de hacer ese grafiti solo.

Ese dibujo había sido el colmo de todo, pues bastante tenía con pensar en él sin ningún motivo o decir cosas tan cursis que terminaba odiándome, como la primera vez que Bill fue a la escuela en autobús. Ese día, como casi todos, me había levantado primero que mi hermana y también salí de casa antes que ella, así que me fui sólo a la parada del autobús para escuchar un poco de música y disfrutar de la soledad mientras llegaba.

Me senté en la banca y cerré mis ojos para disfrutar mejor la música, era Hip Hop, hasta que unos pasos resaltaron entre la canción y abrí los ojos por instinto. En aquel momento reconocí perfectamente a la persona de espaldas frente a mí, era Bill, enseguida mi corazón dio un vuelco terrible y por eso mis cuerdas vocales apenas consiguieron articular débilmente su nombre.

— ¿Bill?—dije aún con duda, casi desenado que la respuesta fuera no.

— ¿Si?—me dijo después de voltear y ver quien le había llamado.

— ¿Qué haces aquí?—dije yo con voz más suave de lo pensé, quizás había sido la culpa de la sorpresa.


Bill me dio una explicación a la que puse poca atención por estar mirándolo, sus ojos se veían ese día especialmente lindos, tenían un brillo que de alguna manera  le proporcionaba una inocencia a su rostro especialmente enternecedora, era como un pequeño niño. Además vestía una sudadera azul con rojo, él por lo regular incorporaba a su atiendo el negro, pero ese día no era así.  A pesar de no concentrarme en lo que él me decía logré entender la frase y conteste sin darme cuenta que lo hacía.

—Pues mi padre entrará más temprano al trabajo, así que... —dejó la frase inconclusa y a pesar de no concentrarme en lo que él me decía logré entender la frase y conteste sin darme cuenta que lo hacía.

—Así que hoy deleitaras a nosotros los humildes plebeyos con tu presencia.

Había hablado sin darme cuenta y pagaría caro tal atropello a mi voluntad y a mi seguridad, pero aunque quisiera parecía imposible que yo dejara de decir estupideces cuando estaba con Bill y siempre eran dirigidas a él, todo eso me hacía sentir como un sucio marica.

— ¿Plebeyos?—cuestionó travieso—. Mmm—había metido su dedo a la boca y luego lo sacó apuntándome—. Ellos son plebeyos, no digas nosotros, eres más de la realeza que yo—me sentí regocijado por eso y también con vergüenza, mis mejillas se enrojecieron y yo me enfadé conmigo, pero también con Bill. ¿Un príncipe yo? ¡Por dios! Si yo no era más que un tipo común y corriente, otro más del montón. Bill era especial, por muy marica que eso sonara lo era y ninguno de mis prejuicios, miedos y negaciones cambiarían eso.

—No Bill, los príncipes son guapos, de piel delicada, manos delgadas, finas y suaves, facciones que embelesan y esa delicadeza tuya en los movimientos.

Más, había más cosas que lo describían a la perfección, pero cada una de ellas se clavaba dentro de mi conciencia y me hacía sangrar por la  penitencia de ese pecado absorbente.

— ¿Te parezco guapo?—habló Bill.

Me sentí como un ladrón descubierto infraganti, pues todo en ese momento me hacía sentir como un maldito enamorado, enamorado de Bill, pero eso era algo imposible porque  mi me gustaban las chicas y no era homosexual, quizás Bill sólo me parecía un buen amigo.

— ¿Es que no te has visto en un espejo? Tom, tú tienes todo lo que dijiste, así que eres un príncipe quieras o no—me dijo Bill sin esperar que yo replicara pues se sentó y cerró los ojos.

—Si es así, tú serás un príncipe también—dije de nuevo sin pensar.

—Un par  príncipes complicados— su sonrisa se ensancho cuando lo pronunció. Era algo completamente bobo aquello de “príncipes complicados” pero yo sonreí también.

— ¡Bill!—escuché a mi hermana decir.

—Hola Holy—saludó Bill.

Ambos comenzaron a hablar como si de los mejores amigos se tratara, cerré mis ojos hastiado por aquellas voces, ya que Bill era Mi compañero, Mi amigo, no era de Holy.

 —Pensé que te dejaría el autobús—dije para molestar a mi hermana.

—No me fastidies Tom. Tú te tardas más en arreglarte que yo, sólo que te levantas más temprano—Holy contestó a la defensiva, tal como lo esperaba.

—Hasta Bill se arregla más rápido que tú, no sé que tanto haces si te ves igual—fue un golpe bajo, pero ya no había tiempo de remediarlo.

—Perdón por no quedar tan espectacular como ustedes dos—mi hermana tensó su cuerpo moleta.

—Deja de hacer berrinche que vas a asustar a Bill—le dije para terminar de una vez.

—El no es tan grosero como tú Tom—a ese último ya no le contesté porque si lo hacía terminaríamos mal.

Luego de que me quedé aparentemente perdido mi hermana y Bill siguieron hablando todo el tiempo, hasta que Holy me preguntó si me sentaría con Bill, sus intenciones eran sentarse con Andreas y aunque no me agradara la idea de que ellos dos anduvieran accedí. El verdadero motivo murió en mi mente. Sin embargo, Bill no estaba contento con eso y replicó en seguida, me molesté y salí de ahí. Era bastante asfixiante respirar el mismo aire que Bill, el sentimiento florecía continuamente entre las escaldadas entrañas de mi pensamiento provocándome una púnzate sensación de suciedad porque lo que presentía que me pasaba era sucio, por eso no lo sentía, pero me hacía presenciar un vértigo incontrolable y sin fin que no me llevaba a ningún lado y que, por el contrario, me mantenía en una constante batalla contra mí mismo, entonces sólo quería dejar de sentir y de pensar.

El sonido del autobús me hizo caminar automáticamente hacía él para abordarlo, me senté en un asiento recubierto de un materia que hacía el intento de simular una superficie un tanto rugosa, los asientos eran además muy amplios y cómodos para un trayecto corto, estaban casi todos llenos pero en el que me senté no había nadie ocupándolo, por ese motivo me senté cerca de la ventanilla. No prestaba absoluta atención al entorno más que a Bill pidiéndome permiso para sentarse conmigo con todo y que mi vista se perdía en la negrura del asfalto, eso no significó que no fuera presa de la sorpresa.

—No sé, ¿quieres?—le dije, pero mi voz sonó suave aún cuando quise ser cortante con Bill.

—Claro—me contestó con una sonrisa.

En cuanto el chofer vio que Bill se disponía a sentarse puso en marcha el autobús y el repentino movimiento desestabilizó a Bill haciendo que casi cayera, pero mis reflejos fueros rápidos y con mi mano derecha atrapé la suya atrayendo su cuerpo hacía el mío. Como me había levantado para poder sostener a Bill caí recostado en el asiento y prácticamente Bill cayó sobre mi cuerpo, su respiración acariciaba mis rastas como la brisa matutina a las flores de la primavera, un estremecimiento recorrió mi  cuerpo seguido de una reconfortante calidez que pobló mi alma de satisfacción. Estaba insólitamente feliz.

El peso del cuerpo ajeno desapareció y comprendí lo que pasaba, Bill se había acomodado y yo me había sonrojado levemente, le pregunté si estaba bien y el me contestó negando con la cabeza, pero después corrigió su acción.

—Estoy muy bien, ¿y tú? ¿No te pegué o algo así?—preguntó disimulado.

—Sobreviré—le dije en un intento por relajarme.

—Serias un mal príncipe si no lo hicieras—dijo él.

Recordé la plática que habíamos sostenido antes de que Holy nos interrumpiera, inevitablemente mis mejillas mostraron la vergüenza que sentí. Todas esas cosas me hacían dudar de mi mismo porque entonces mi discurso de “me gustan las mujeres y me tiro a la que quiera cuando quiera” no tenía fundamentos con él, incluso me llegaba a pensar homosexual, pero después pensé que sólo era un mal día y que para mí Bill no era más que un amigo.

Entonces mientras mantenía los ojos cerrados recargado en el vidrio de la ventana escuché la vos de Edwin, mi voz interior me dijo que ojalá no se diera cuenta de quien se sentaba conmigo. Quise ser invisible. Frente a él me sentía un indefenso niño frente a sus padres después de ser descubierto en una travesura que merecía un castigo memorable, así que se puede pensar que yo le tenía miedo a él. Pero Edwin no me miro, se mantuvo platicando con una chica haciendo gala de su galantería, fue cuando reparé en que lo que debía hacer para dejarme de sentir sucio era estar con alguna mujer, un par de besos que me hicieran reafirmar lo que era, un beso que limpiaría mi mente de tanta basura. Por eso fui con mis amigos a la hora del almuerzo y evité hablarle a Bill en todo lo que me fue posible, pues aún creía que tal vez su presencia me “enfermaba”. Le hablé hasta la penúltima clase, él se sentaba en la fila de a un lado, un asiento más delante de mí, desde mi lugar yo podía ver los garabatos que dibujaba en las esquinas superiores de su libreta, los hacía con desgane pero estaba seguro que si Bill ponía más atención a los trazos haría un hermoso bosquejo. Luego de un rato de dibujar mordía la goma de su lápiz, al mover un poco su libreta para obtener un mejor ángulo tiró una pluma que hizo una trayectoria curva hasta parar cerca de mi lugar.

—Toma—le di el bolígrafo a Bill.

—Gracias—dijo quedo.

Y esas fueron las únicas palabras que cruzamos en el día, pero fueron bastante para hacerme sentir mareado y angustiado, me sentía fatal. Una a una, las imágenes que retenía en mi memoria acerca de Bill azotaron mi cabeza durante lo que restó de la clase y la totalidad de la que siguió, frases y acciones extremadamente irreales que me sorprendían cada vez más. Ni siquiera trataba así a mi hermana. Mientras tenía toda esa porquería en la cabeza el mundo seguía su rumbo, era horrible no poder detener el tiempo o regresarlo para solucionar un poco mi existencia, la clase dejó de importarme antes de que comenzara, por lo que no fue de extrañarse que dedicara ese tiempo a martirizarme. Si no hubiera sido yo quien dijera todas esas tonterías a Bill y lo hubiera hecho otro yo le hubiera calificado de marica, así que técnicamente me había llamado a mismo marica, cosa que obviamente no era.

El timbre de salida pocas veces me había parecido tan anhelado, tanto que mis manos temblaban mientras metía mi libreta y mis plumas dentro de mi mochila y me percate de que mi cuerpo estaba fuera de mi control, la montaña de emociones que estuve conteniendo se venía abajo sin encontrar un soporte lo suficientemente fuerte para detenerse. Me costó ponerme de pie e ignorar el aroma que despedía el cabello de Bill porque sí, aún a esa distancia era capaz de captar la mezcla de olores que era su aroma, en consecuencia me forcé a caminar hacia la salida donde mis ojos comenzaron a fallar. Caminé hasta el estacionamiento y detrás de mi iban mis amigos, me recargué contra la portezuela de un carro y apreté los ojos para que el sonido ensordecedor dentro de mis oídos cesara y la vista borrosa no siguiera lastimándome, luego de un par de minutos escuché pasos que iban a mi encuentro.
                  
— ¿Tom? ¿Estás bien?—preguntó una voz aguda y reconocible.

Abrí mis ojos de pronto y a una gran velocidad detallé a la persona frente a mí. Giselle llevaba su vestimenta similar a la de todos los días, pantalón entallado que le acentuara su figura, blusa escotada que mostraba sus senos demasiado, maquillaje excesivo para su edad y un cabello dañado pero que aparentaba estar en buena condiciones. Sin entender como tomé su cintura y a acerqué para besarla, fue un beso desesperado y salvaje, mi lengua se coló a su boca demasiado pronto y ella respondía a mis movimientos con gran maestría. Ella era una experta. Mis manos acariciaban sus costados buscando sentir algo pero no había más que la misma sensación agudizada de días atrás, ese sabor a vomito seguía en su boca, pero yo había que no existía más que en mi cabeza. Más que un beso eso parecía una guerra por comernos el uno al otro, ella besaba como toda una puta, y lo era, pero sus besos ya no eran tan agradables como antes pues a pesar de mi desesperación el beso era un total asco.

Escuche mi nombre de la voz de mi hermana y terminé el repulsivo beso de manera brusca, entonces aparté la vista de Giselle, después deseé jamás haber hecho tal cosa, miré a Bill parado a varios metros de mi y al instante mi interior se descompuso de manera notable, caminé hacia donde estaban Bill y los otros con un nudo en la garganta.

Dese entonces mirar a Bill me causaba dolor, hablaba poco con él y me mantenía a una distancia aceptable de mi hermana y mis dos amigos, por eso mis amigos se convirtieron en nada más que un refugio de mi dolor, que nunca cesaba. Era el octubre cuando todo eso pasaba, el último día de ese mes habría una fiesta de disfraces y había aceptado ir, Bill y Andreas dormirá en mi casa esa noche, también Bill decidió cual sería mi disfraz.
                        
Mi hermana Holy había ido con sus amigas a comprar sus disfraces dos semanas antes de la fiesta, pero yo fui una semana después con Andreas a Magdeburgo para comprar un atuendo de pirata, como Bill había querido. Después de visitar tres tiendas de disfraces encontramos los que encajaban a la perfección con lo que Andreas y yo buscábamos, su mamá nos había llevado porque tenía que hacer algunas cosas en la ciudad así que nos esperaría en una plaza a las dos y media de la tarde para llevarnos a comer y después regresar a Loitsche, por eso mi amigo y yo caminamos hacía dicha plaza casi a las dos de la tarde, casi llegábamos cuando me quedé viendo un local de perforaciones y tatuajes.
                                
—Tom ¡Tom!—me gritó mi amigo—. ¿Qué tanto miras?—sólo negué con la cabeza y el frunció el ceño—. Últimamente andas muy raro, hasta pareces deprimido.

No le respondí, simplemente seguí caminado y pase a su lado lleno de mutismo. La madre de mi amigo tardó algunos minutos más en llegar y por eso llegamos casi a las cinco de la tarde a Loitsche, me gusta pensar que ese día no recordé a Bill en ningún momento pero para mi desgracia jamás dejaba de pensar en él.

Mis días habían perdido su monotonía en la segunda mitad de Septiembre, pero mi obstinación había regresado esa semejanza entre cada día que convertían mi vida en el mismísimo infierno, un calvario que yo mismo me había impuesto, pero yo no estaba dispuesto a aceptar la culpa que conllevaba aquello.

Aunque el ciclo de dolor tomó un matiz diferente cuando vi a Bill pelear con Ahren, eso fue algo que definitivamente me despertó sensaciones que yo llevaba tiempo asesinando a cada minuto. Era miércoles, así que Holy se iría a comer a casa de alguna de sus amigas y yo no tenía ganas de ir a mi casa donde estaría solo, por eso me quedé con los chicos en la escuela y después iríamos a tomar algo. Sí, a beber a los catorce años, si mi vida se fregaba no me importaba pues cuando tomaba lograba olvidarme de todo y el dolor era diferente, por lo menos no dolía igual. Mi amigo Ahren se quedó en retención, mientras, los demás lo esperábamos afuera sin hacer nada más que fanfarronear un poco, entonces mi celular vibró por un menaje recibido, el cual era de Holy, y al buscarlo en mi mochila me percaté de la ausencia de mi libreta de historia, así que fui por ella al salón de clases.

—Entonces Trümper, te gusta nuestro amigo Tom ¿no?—escuché decir a Ahren.

Yo iba a la mitad de la escalera cuando escuché su voz, la cual me heló las manos, pero fue sorprendente escuchar la voz de Bill porque yo me había empeñado tanto en no prestarle atención que en un momento no la reconocí.

—Deja de estar jodiendo—le dijo Bill molesto.

Mis manos sudaban y dudaba en subir, uno de mis pies estaba en el siguiente escalón y mi mano izquierda descansaba sobre el pasamanos de la escalera dispuesta a servir de impulso para completar mi camino, pero mi cuerpo no se movía ni un solo milímetro, permanecía inmóvil incapaz de mover un dedo. Era casi Noviembre y el frío que sentía era demasiado para atribuirlo al clima.

—La princesa sacó las uñas—dijo Ahren en tono burlesco.

—Déjame en paz hijo de puta—si yo pudiera ver a Bill no le reconocería, nunca lo había escuchado así de molesto.

Avancé despacio, dejándome llevar por un impulso premeditado, recorriendo el metal helado con mi mano y bajo mis pies las piezas de cemento escalonadas me impulsaban a ver un épico encuentro, donde conocería la fuerza de mi príncipe, esa fuerza que me negaba a ver muchas veces al considerarlo precisamente un príncipe de porcelana. En ese momento me di cuenta que el único príncipe de porcelana era yo, pues era tan frágil que cualquier cosa terminaba derrumbándome y carecía de la fuerza necesaria para afrontar al mundo y aceptar tantas cosas que mantenía ocultas en un cofre bajo llave.

— ¡Ven acá puto maricón!—con el grito de Ahren mis pies cobraron mayor avidez y encararon la escena atropellada, un puño estrellándose en otro e insultos a rebosar.

Ahren había tomado a Bill del brazo y lo estrelló contra la pared, entonces con su agilidad Bill logró que su adversario lo soltara y estrelló su puño en la zona del hígado del otro, después le dio un golpe directo a la mandíbula y terminó tirando a Ahren al piso. Entonces vi que los cabellos negros tenían un poco de sangre coagulada cerca de al frente, cuando Ahren había aventado contra al pared a Bill, él se había raspado la frente, además de eso, Bill jadeaba al respirar. Una patada al estomago y listo, Ahren había perdido.

Regrese por la escalera y me metí dentro de los baños, me sentía enfermo. Cuando salí ni Bill ni Ahren estaban, y así fui por mi libreta, luego al salir de la escuela no le dirigí la palabra a mis amigos y me fui a mi casa. Dentro de mi habitación me eché en la cama y cerré los ojos para dormir, diez minutos después abandoné mi cometido y me dirigí al baño para ducharme.

Eran ya dos veces las que Ahren y Bill habían peleado, yo nunca había estado en una pelea con ellos pues eran unos tipos sucios para todo eso, pero Bill se las había arreglado para dejarlo semiinconsciente. En la anterior pelea Bill resultó con el labio roto, yo no hice nada y en la segunda pelea tampoco, era como sentirme débil, en deuda o simplemente me dolía que el peleara.

Salí de la regadera envuelto en una toalla blanca hasta entrar a mi habitación, ahí me puse mi pijama y me entregué a la cama sin pensarlo, me sentía muerto, como siempre. Había cerrado mis ojos persiguiendo el sueño que se había convertido en un ente  inverosímil, más tarde, cuando ya me había entregado a un reposo temporal, mi mente se encontró sumergida en una penumbra sorprendente e igualmente molesta, en esa negrura pude sentir tan plenamente que encajé mi colmillo en mi labio con tanta fuerza que terminó sangrando. En el momento en que un sabor metálico se asomó a mi percepción, que yo desperté de mi sueño, pero me mantuve inerte sobre mi cama, aspirando mi propio aroma y deleitando mis papilas gustativas con el delicado sabor agridulce del líquido rojo que brotaba mi labio. No hice caso alguno al dolor, me limité a tomar papel higiénico y limpiar la herida, me había levantado de la cama y caminado de vuelta al baño, entonces me revisé el labio frente al espejo y con tristeza comprobé lo que temía. Ahí mismo fue donde Bill había sido lastimado por el puño de Ahren o el Edwin.

Regresé a mi cuarto y tomé ropa limpia, en diez minutos estaba listo para salir, caminé hasta la puerta de mi casa y me encontré con mi pequeña hermana, evité mirarla a los ojos y conteste esporádicamente a su débil pregunta.

— ¿Regresaras tarde?—dijo ella.

—No lo sé—le dije y caminé a la calle.

¿Cómo había dejado de ser un buen hermano? No sabría decirlo, cuando Holy era más pequeña me decía que era su héroe y lo mucho que me admiraba, ahora podía ver en sus ojos tristeza y confusión a diario, yo había dejado abandonada a mi hermanita y a mí mismo. Cuando salí de casa esa tarde no fui con mis amigos como tenía planeado, en vez de eso caminé a la peor zona del pueblo, donde los verdaderos pandilleros, drogadictos y delincuentes, se reunían  a disfrutar de las mieles de la calle, era un pequeño pueblo pero aún así había suficientes tipos como esos. Me dediqué la tarde a golpear a un drogadicto que encontré solo. Terminé con un ojo morado  y un dolor en el costado, pero el tipo con el que había peleado terminó mucho peor. Mi pelea había sido en un callejón alejado, donde no nos vieran otros como él y vinieran a ayudarlo. Luego de la pelea regresé a mi casa.

Sin embargo, cada paso que daba era una punzada en mi costado, ese drogadicto de mierda me había golpeado varias veces en las costillas y en el hígado, me recargué en una pared y dejé que mi cuerpo cayera hasta quedar sentado en el piso. Un tipo se acercó a mí y se sentó en cuclillas para poder hablarme.

— ¡Que pinta tan mala la tuya!—dijo burlándose de mí.

—Jódete pendejo—le dije hastiado.

El muchacho, de unos veintidós años, metió su mano al bolsillo de su chamarra de lana pasada de moda, saco algo pero lo mantuvo oculto en su puño. Lo miré son comprender a que venía todo eso, él únicamente deslizó su mano a la mía y me dejó una bolsita pequeña.

—Con esto te sentirás mucho mejor—dijo malicioso y me indicó con la cabeza que lo viera—. Con cuidado niño—susurró.

La bolsita transparente y pequeña llevaba un polvo blanco, Cocaína, pensé al instante, temblé de frío y luego miré inquisitivamente al tipo.

—Es de buena calidad—dijo tranquilo.

Miré la bolsa y dude, dudé muchísimo, antes había probado la marihuana pero sólo en una ocasión, mi madre se enteró y prometí nunca probarla de nuevo ni ninguna otra droga. En ese momento tenía un pase de cocaína en mis manos y el no parecía no salir de mis labios.

— ¡Hey!—un grito que no supe de donde vino—. ¡Deja a ese chico!—enseguida el tipo tomó la cocaína y salió corriendo del lugar.

Un chico de cabello castaño se acercó a donde yo estaba sentado, era el que había gritado, me tendió la mano para levantarme y se la di.

— ¿No te hizo nada?—me preguntó buscando mi mirada, yo para ese momento ya odiaba ver a la gente a los ojos.

—No.

—Ese cabrón hijo de puta le da droga a los mocosos como tú y luego se aprovecha de ellos—me dijo el chico, quizás tenía dos o tres años más que yo, era más alto incluso que Bill y mucho más corpulento de lo que yo podía presumir.

—Entonces gracias—dije desanimado.

—Creo que sí, soy Georg.

—Tom.

—Bueno Tom te dejo porque mi madre me mandó a comprar algo, será mejor que te vayas a tu casa.

Seguí el consejo de Georg y regresé a mi casa. Al caminar aún me dolía un poco el cuerpo, pero el dolor era menos intenso. Eran las siete de la tarde cuando entré a mi casa, se escuchaba el ruido del televisor y un par de voces inconfundibles para mi, pensé que se divertían mucho y por eso hice una entrada más ruidosa de la que tenía pensada, dejé libre a puerta para que hiciera un ruido sordo al cerrarse, entonces sólo se escucharon los sonidos provenientes del televisor.

— ¡Tom!—dijo mi hermana en voz alta y se puso de pie—. ¿Qué te paso?

Lo seguro era que mi ojo ya se había comenzado a inflamar y a tomar ese tono morado que odiaba, la expresión de mi hermana era difícil de descifrar, aún existía en su rostro la felicidad de momentos anteriores pero se mezcló con la preocupación y la tristeza.

—Nada—contesté fríamente cuando dirigí mi cuerpo a las escaleras, pero Holy tomó mi brazo y forzó a regresar.

—Bill cuida a mi hermano mientras busco las cosas para curarlo—le dijo al chico sentado en el sillón y me sentó a su lado—. ¡No dejes que se vaya!—gritó desde la cocina.

Me merecía una patada por mi brillante entrada ruidosa, estaba pasando un momento incomodo por eso, no miraba más que al piso. Pero había algo más que yo sentía y que no sabía que era con exactitud, bueno era una mezcla de cosas y en realidad si sabía que eran, pero una parte de mi no quería dejarme saber.

— ¿Se divertían?—dije impulsivamente.

—Sí, un poco—dijo apenado.

—Bill ponle esto en el ojo en lo que busco el maletín de primeros auxilios para tratar su labio—dijo Holy.

—Claro.

Bill tomó el filete de res y lo colocó con cuidado sobre mi ojo, mientras con el otro yo delineaba cada uno de sus movimientos, desde la delgada y blanca mano hasta los ojos de él, los adoraba, me fascinaba ver sus orbes profundas destellantes y recubiertas por esa miel especial que era su encanto propio, me gustaba esa mirada acentuada y profunda, ese par de esferas que formaban un ir delante de mí. Bill acarició mis rastas.

— ¿Dime que hice para que ya no me hables?—me dijo dulcemente, sus palabras acariciaban mi tez y abrían el candado de mi cofre de emociones.

—Yo… no fue esa mi intención… tú no entiendes Bill—exprese en susurros.

—Explícame y veras que entiendo.

—Hay algo mal en mi—le dije agachando la mirada.

—Nada está mal en ti Tom, todos nacemos como debemos ser, lo único malo que creo que pueda haber es que no eres realmente tú frente a los demás… dejas que los demás te dominen—sus palabras cayeron sobre mí como agua fría en invierno.

—Supongo que tienes razón.

Permanecimos en silencio desde entonces hasta que mi hermana llegó para curarme el labio, Bill se despidió y mi hermana me acompañó a mi habitación, luego bajó a hacer algo de cenar para nosotros dos y para mamá, en ese lapso de tiempo aproveché para ponerme mi pijama de nuevo. Pesé mucho en lo que Bill me había dicho, en cada una de sus palabras, me dio a entender que me extrañaba y no era de sorprender pues apenas comenzábamos una amistad y yo de repente le dejaba de hablar, eso desorientaría a cualquiera. Me recosté en la cama y cubrí mi cuerpo con las sábanas esperando paciente la llegada de un inminente descanso que me encaminara a una frívola fantasía, en seguida mis planes de espera terminaron pues mi hermana entró a la habitación cargada de una taza y un plato con una rebanada de tarta.

La oscuridad poco a poco absorbía el cuarto para sumirlo en una penumbra involuntaria pero inevitable por la hora, aún dentro de la capa de negrura que persistía a su alrededor los ojos de mi hermana mantenían intacto el gris de sus ojos, pero me pareció captar un poco de tristeza y decepción en su mirada.

— ¿Qué sucedió Tom?—me preguntó al mismo tiempo que dejaba la taza y el plato de cerámica blanca sobre el buró.

—Nada—le contesté afónico, apenas y la voz sonaba dentro del silencio.

—Tom… ¿por qué no dejas esa actitud de mierda y me dices que pasa?—mi miró a los ojos y vi como brillaban, yo agaché mi cabeza y me incorporé—. En serio no sé qué te pasa—su voz estaba impregnada de energía y dolor, se sentó en el borde de mi cama haciendo que el colchón se sumiera levemente, sus manos colgaban sin vida sobre sus rodillas—. Dime donde quedó mi hermano.

Esas tres oraciones que mi hermana había pronunciado fueron arremetiendo contra mí a medida que los segundos avanzaban, ella no comprendía porque ni yo mismo lo hacía, pero con todo lo que yo pudiera sentir o no yo la lastimaba a ella. Dejé que mi mano se extendiera hasta tocar la suya y su reacción fue girar el rostro en seguida, así que pude ver la lágrima que uno de sus ojos no había podido retener más tiempo.

—Lo siento—dije apenas—… no lo sé—dentro de mi parecía que alguien golpeaba fuerte mi pecho desde adentro.

—Tom… prométeme que volverás a ser el mismo—se acomodó mejor en la cama para encararme—. Ya ni siquiera sonríes—acaricie su mejilla y ella se echó a mis brazos.

Ahí entre la oscuridad de la noche, con el corazón destruido y rodeando a mi hermanita me prometí estar bien, al menos intentarlo, por mi hermana, por mi madre, porque aunque ella no lo dijera también estaba preocupada. Me prometí que sería fuerte, quizás no lograría todo eso de un día para otro, pero las cosas podían avanzar día con día.

Mi pequeña hermana siempre fue muy especial, desde pequeña se notaba que era una niña con mente ágil y despierta, sonreía todo el tiempo, pero mi madre siempre decía que mi risa era más hermosa, yo nunca le creí. Como mi padre trabajaba mucho y mi mamá también ella y yo crecimos muy unidos, era mi amiga y mi hermana, de niños ella era la problemática y yo el niño serio, pero las cosas cambiaron sin advertirlo al entrar a la pubertad. Yo pasaba poco tiempo con ella y día a día nos distanciábamos, más bien, yo me distanciaba del mundo, me sumía en una burbuja autodestructiva que me alejaba de los demás para no ser dañado, pero dañaba a los que me querían. Yo dañaba a mi madre, a mi hermana, de seguro a Andreas también y a Bill, podría ser que yo lo hubiera imaginado pero aquella tarde cuando me preguntó por qué le había dejado de hablar sentí mi dolor como suyo, sabía que a ambos nos dolía. Habría que cambiar todo eso, pero me sentía cansado para luchar.

Miré el reloj de mi cuarto, eran casi las once de la noche, Holy ya se había ido, mi mente era un caos que resolvería en otro momento, pues parecía que esa noche el rostro de Bill estaba más nítido que nunca dentro de mis ensoñaciones, cerré los ojos, me sometía mis deseos renegados y me permití soñar libremente esa noche.

—Quizás algún día logre ser un príncipe de verdad—susurré para mi antes de dormir.

2 comentarios:

  1. I love you...I love you too (los twins en USA cuando se admiten en público y todos: aww)

    Pero que amor de capitulo! *OOOOOO* menos la parte la de la cocaína ¬_¬ menos mal que llegó Georg a sacarlo :D
    'Quizás algún día logre ser un príncipe de verdad' MORI ETENAMENTE Y TE COMENTA EL ESPIRITU :DD demasiado dulce para ser real *-*
    Lo otro que me impresiona es la parte cuando dice que Holy fue distinta a él pero muy unidos y se separaron con el crecimiento. Esa situación es muy común entre hermanos porque es parte de la vida :)
    Ya quiero ver el capitul 5 porque simplemente quedé con deseo de más *-*

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  2. Sabes, Holy me cae super bien. Creo que ya te lo dije una vez, que se parecía a mi...siempre hemos sido de mente madura. Puto gilipollas el de la cocaína, se la podía meter el por ahí atrás >.<
    No me gustan las dudas de Tom,porque se pone el plan tonto xD.
    Como dijo Anouk* la frase "Quizás algún día logre ser un príncipe de verdad" mata *w*
    CURSILERIA MODE ON! jajajaja
    I(L)U

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