lunes, 15 de agosto de 2011

Lazos Rojos-Capitulo 2

Sé que he estado ausente de mi Blog, que de nuevo no lo pelo ni nada...pero la cuestión es que estoy en la escuela y pues todo es más complicado porque el tiempo me escacea a tal grado de que hoy no publicaría cap. Pido una disculpa si alguien sigue mi blog y el fic twc acá, prometo que en los proximos días me pondré más al corriente.

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No importa cuántas veces
me dijeras que querías marcharte
No importa cuántas veces respiraste
aún sin poder respirar
No importa cuántas noches
te tumbaste completamente despierto
al sonido de la pausada lluvia
¿Adónde fuiste? ¿Adónde fuiste?
¿Adónde fuiste?
//Hurricane-30 Seconds to mars//

Capítulo 2
Perfecta negación


El invierno estaba muy próximo y con su llegada el sueño de Jared sería inminente. Claro que sólo había tres personas que eran conscientes de tal acontecimiento. Para Skandar había sido algo diferente llegar a esas praderas en Inglaterra, había muchas hojas secas de los árboles y cuando amanecía podía ver la densa niebla que se formaba desde el suelo, lejos de ahí había un lago muy bello que más adelante visitaría. El primer día en aquella enorme casa de campo fue para el pequeño una grata experiencia, a pesar del frio que le azotaba por estar tan cercano el invierno.

Cuando llegaron era de madrugada, cerca de las cuatro de la mañana, había una vela encendida en la cocina y llegaron hasta ella para encontrarse con una joven de algunos 16 o 17 años, llevaba el cabello recogido en una coleta y algunos mechones se escapaban de esa prisión para fungir como el marco de alguna pintura, sus ojos eran especialmente negros y sus labios completamente pálidos, además llevaba un vestido antiguo en color beige y un mandil blanco que resaltaba muy poco gracias a la luz de la vela.

—Bienvenidos—dijo con una voz tersa.

— ¿Eres un vampiro?—preguntó el pequeño.

—Sí, y tú un humano—le contestó la muchacha con un tono armonioso sin moverse de su posición.

—Es mi hermana—dijo Jared.

—Sus ojos son igual de rasgados—mencionó el niño—, además de su nariz que también es afilada, sólo que sus labios son más gruesos.

— ¿Acaso te sabes de memoria la cara de Jared?—preguntó molestó el vampiro rubio.

—Vamos a ver tu habitación pequeño—dijo Jared cargando a Skandar entre sus brazos mientras el niño se afianzaba de su cuello.

Al final de la estancia había unas escaleras forradas de una vieja y gastada alfombra, mismas que el vampiro subió con el niño a cuestas. Justo al final del pasillo había una habitación, las paredes estaban tapizadas con papel azul con detalles en plata, del techo pendía un candelabro de diseño laborioso, además había un tocador con un gran espejo y algunas sillas con cojines de un azul similar al de un zafiro, justo sobre la cama había más cojines de diversos tonos con los que Skandar jugó cuando el vampiro lo dejó sobre la cama.

—Era mi habitación cuando era niño—mencionó Jared mientras abrió la gran ventana cubierta de unas gruesas cortinas, entonces el frio inundó la habitación.

—Me gusta mucho—susurró el menor.

—Vamos a dar un paseo—dijo tomando al niño de nuevo entre sus brazos.

Jared puso los pies sobre el marco de la ventana y brincó fuera de la habitación, en el breve instante en que a Skandar le pareció que volaba se aferró más al cuerpo de su vampiro protector como en otras ocasiones lo había hecho. En muy poco tiempo estuvieron frente al lago, un hermoso lago iluminado por la luna, quizás no se veía en el esplendor que tendría de día, pero era suficiente para cautivarlos.

—Es hermoso—susurró el niño.

—Tú eres una persona sumamente especial—comenzó a hablar Jared llamando la atención del pequeño—. Desde que te conocí he querido protegerte, eres alguien valioso para mí.

—Te quiero—dijo el pequeño.

Sucumbiendo a sus impulsos el muchacho estrechó al niño junto a su pecho buscando hacerlo sentir cercano a él. Skandar correspondió aquel gesto y una lágrima suya se asomó en sus ojos.

—Haré lo que sea porque estés bien—le dijo Jared al niño—. Dime que nunca hice mal de alejarte de tu familia.

—Ustedes…ustedes son más mi familia—habló entrecortado—, ellos no me querían.

—Te quiero Skandar.


El niño sólo se aferró más al cuerpo que lo protegía de aquel infernal frio, apenas sintió como regresaban a la casa y durmió tranquilamente respirando los cabellos castaños.

—Debió ser más sincero—susurró Bernard en la sala de la casa.

—El mocoso se lleva la peor parte—comentó con desgane el rubio.

—Si hasta Markus lo reconoce Jared debería darse cuenta de ello—dijo la mujer.

—Las cosas se hacen a mi modo—dijo el aludido desde el penúltimo escalón de la escalera.

***

Skandar comenzó a removerse en la cama, trataba de buscar a alguien pero su búsqueda a ciegas haciendo uso de sus manos no dio frutos, el niño se encontró con que estaba sólo en esa enorme cama. Sobre el buró había una charola con un  desayuno dispuesto y una nota de caligrafía perfecta.

Come y luego date un baño, ahí encontrarás ropa.

El pequeño enseguida hizo caso de las instrucciones. Tomó una ducha en la gran tina blanca y luego cubrió su desnudez con las ropas que habían dejado ahí previamente, por un momento el niño pensó que sería ropa antigua como la que usaba la hermana de Jared pero ahí había bastante ropa como la que él utilizaba.

Cuando hubo ordenado la habitación bajó con la charola para dejarla en la cocina, se dio cuenta de que había varios traga luz en la casa y evitó pasar por debajo de uno de ellos. La cocina estaba desierta al igual que la sala y la biblioteca, eso desconcertó en gran medida al niño.

— ¿Buscabas a alguien?—dijo una voz a su espalda al momento de cerrar al puerta de la biblioteca.

—Me asustaste—susurró el niño—…quería ver a Jared.

—Ven conmigo—susurró la mujer tomándolo de la mano.

Llegaron a la sala y la muchacha hizo que Skandar se sentara en un sofá junto con ella, acarició su cabello con delicadeza y le informó que ninguno de los tres muchachos se encontraba en la casa, el niño consternado de inmediato buscó saber su paradero pero se encontró con una negativa infranqueable.

— ¿Cuándo volverán?—cuestionó el niño con inmensa tristeza.

—No lo harán en varios años—susurró la chica abrazando a Skandar buscando contener el llanto que se formaba en su corazón y que comenzaba a externarse.

El niño logró librarse del abrazo y corrió a las escaleras, entró en su habitación y cerró la puerta detrás de él. En la cama lloró por mucho tiempo, quizás horas hasta que decidió levantarse y encontró algo raro en el tocador, había un clavel blanco y al pie de la flor  había una nota dirigida a él.

Te quiero pequeño, perdóname por dejarte…regresaré

Skandar dejó de llorar y apretó aquel pedazo de papel contra su pecho mientras se deleitaba con el olor de la flor. A partir de entonces trató de no llorar, pero no podía evitar recordar a Jared, pensaba que quizás como lo había dicho Markus en alguna ocasión él no era suficiente para Jared, si era así se esforzaría por ser el indicado.

Las primeras cosas que Skandar quería cambiar de sí mismo era su edad, pero eso no le competía a él, así que decidió enfocarse en mejorar lo que estuviera a su alcance, en ser como Jared. Quería ser fuerte como ese vampiro que tanto apreciaba, quería saber tanto como él, quería ser tan refinado como lo era Jared, así que decidió pedirle ayuda a la hermana del chico que lo había abandonado y él mismo que le había pedido perdón por ello, la hermana del vampiro que había perdonado.

Una tarde la muchacha se encontraba preparando la merienda del niño cuando este entró en la cocina con la pijama puesta, se sentó en la mesa que había por ahí y espero a que la chica le dijera algo, pero aquello no sucedió. El silencio que gobernaba dentro de esas cuatro paredes le anunciaba al niño que no sería la joven quien lo rompiera, tendría que esforzarse por romperlo él mismo. Con algo de temor por no existir ningún tipo de confianza entre ambos no se Skandar se atrevía a hablar mientras la muchacha continuaba con sus deberes.

— ¿Cómo te llamas?—preguntó sin ningún atisbo de duda.

—Penélope—dijo la chica dejando salir libremente su melodiosa voz.

— ¿Y cuál es tu edad?—cuestionó el niño.

—Eres muy curioso—dijo volteándose para verlo—, mi edad total no la sé con precisión, pero cuando fui convertida tenía poco menos de diecisiete años.

— ¿Y Jared?—preguntó el niño sin verla a los ojos.

—Poco más de dieciocho—contestó la chica sin inmutarse.

— ¿Y sus padres?

— ¿Quieres saber donde están?—el pequeño asintió—, muertos.

—Ya veo—contestó el niño.

—Y ¿Qué me dices de los tuyos?—le preguntó la chica con una charola de plata en las manos que llevaba a la mesa donde Skandar se encontraba.

—Supongo que han de estar en Paris por la navidad—dijo el menor mientras probaba la merienda que Penélope le ofreció.

—Por lo poco que sé tus padres no eran muy atentos contigo ¿verdad?—el niño sólo sintió—, no hablabas mucho de ellos con Jared ¿verdad?

—Los olvidaba, a ellos y a Miriam, la enfermera que me cuidaba—la joven asintió lentamente—. A ella no le gustaba cuidarme, se fastidiaba. Jared no se fastidiaba—dicho eso Skandar apretó la servilleta entre las manos y mordió su labio inferior—. Por favor—miró suplicante a la muchacha—, enséñame—la chica lo miró confundido—, quiero ser como Jared.

—De acuerdo pequeño, se hace lo que tu desees—le dijo ladeando la cabeza—, esas fueron sus instrucciones—susurró tan bajo que el niño no tuvo oportunidad de escuchar aquello.

A partir de entones Skandar se vio sumergido en una enseñanza completamente diferente a la que estaba acostumbrado, Penélope se encargo de que aprendiera los modales de etiqueta inglesa a la perfección, también se enseñó a caminar con elegancia y los movimientos se hicieron cadenciosos y delicados, de tal forma que parecía acariciar el aire cada vez que sus manos se movían. Todo, su andar, la forma en que su boca se curvaba al sonreír, la manera en que su espalda siempre estaba recta, y todo lo demás, hacían verlo sumamente elegante.

—Se nace con clase—le dijo un día Penélope al niño—, parece ser que naciste con elegancia pequeño—dijo mientras sonreía con mesura—. Un motivo más para agradar a las pupilas.

Además, dedicó gran parte de su tiempo a apreciar la pintura, convirtiéndose en un amante del surrealismo y el impresionismo. También pasaba mucho de su tiempo leyendo, así pudo darse una idea de cómo era el mundo que lo rodeaba, así como logró formarse varias ideas sobre el ser humano, que antes no hubiera sido capaz de asimilar.

—El hombre es despreciable—le dijo en una ocasión a Penélope, mientras la chica ordenaba un florero cerca de las cuatro de la madrugada.

— ¿En serio?—dijo sin mucho entusiasmo.

—Sólo trata de ser superior a todo—mencionó con desgane el niño—, pero ¿cómo alguien puede ser tan superior si sólo trata de imponerse?... tantas guerras, traiciones, muertes…a veces el hombre es más malo que cualquier demonio.

—No eres nadie para juzgar—dijo la muchacha—, quizás tienes razón, pero los demonios también asesinamos a muchas personas.

—Pero no se vuelven locos con el poder que tienen—replicó el muchacho.

Penélope negó con la cabeza— hay muchos de nosotros que han sido consumidos por esas ansias de demostrar su superioridad, de que los demás los reconocieran.

— ¿Entonces? Dime porque el alma humana está tan corrompida—casi suplicó Skandar.

—No lo sé, nunca me lo había cuestionado—el chico miró a la ventana—, pero no todos serán así.

Esa tarde no volvieron a hablar del tema.

Muchas veces Skandar tuvo un sueño extraño pero sumamente agradable en el cual se daba el lujo de volver a ver la persona que tanto extrañaba y a la que apreciaba tanto. Si bien el sueño muchas veces era diferente en algunos aspectos, la mayoría de las veces mantenía un mismo camino; Skandar estaba recostado sobre su cama con el cuerpo descansado sobre su costado, las cortinas estaban un poco recorridas y la luz de la luna llena alumbraba la habitación. Mientras el chico descansaba las ventanas se abrían y un joven entraba por ellas, el corazón de Skandar se aceleraba al sentir esa parecencia tan cercana a él y de pronto el miedo de verle lo controlaba, pero su cintura era rodeada por unas manos tan frías que resultaban sumamente conocidas y en su cuello un aliento gélido le hacía estremecerse. Entonces lograba girar su rostro y se enocntraba con la mirada serena de Jared, para ese entonces el corazón de Skandar parecía querer salirse de su pecho.

—Te amo—susurraba el chico.

—Yo también—contestaba el vampiro, aunque en algunas ocasiones esa respuesta variaba por lo regular era una respuesta positiva.

Enseguida los colmillos del joven vampiros se hundían en la piel del pequeño quien lanzaba un jadeo al aire parecido a un gemido. Skandar sentía que el fuego quemaba los dos orificios que tenía en el cuello y se aferraba al cuerpo de Jared con todas sus fuerzas. En esa parte del sueño solía haber algunas ocasiones en que Skandar lograba ver la escena como si fuese un espectador más pero al mismo tiempo sabía que ese muchacho que yacía sobre la cama siendo consumido por un vampiro era él, pero era diferente, su cabello mucho más largo y sus facciones se veían más maduras, además era más alto y sus músculos se veían más trabajados. Era él pero al mismo tiempo no lo era. Cuando la sangre de Skandar se agotaba Jared mordía su labio logrando que una cantidad sustanciosa de sangre saliera de la herida y fuera consumida por su boca, pero no la tragaba, estando el líquido carmesí dentro de sus labios  besaba a Skandar y ahí el chico sentía como si su cuerpo se estuviera quemado. Parecía estar rodeado de llamas, más bien dicho, sus venas eran recorridas por el fuego, así lo sentía Skandar, era como su infierno personal. En la cama el chico se retorcía de dolor y entonces despertaba.

Generalmente el pecho subía y bajaba a gran velocidad, además su piel siempre se encontraba cubierta de sudor y no lograba tranquilizarse hasta mucho tiempo después. Nunca le mencionó a Penélope aquellos sueños, sentía una extraña sensación con respecto a eso. Era su secreto, además por más extraño que pareciera aquel sueño podía ver a Jared y con eso bastaba para que se tranquilizara.

El tiempo no pasaba en balde, el pequeño niño que había llegado a esa casa con casi diez años de edad había crecido durante su estancia, el cabello había crecido mucho a pesar de que lo cortaba continuamente le llegaba un poco arriba de los hombros aunque Penélope se lo cortaba de tal forma que los cabellos de la parte superior eran más cortos y luego se hacían largos, de esa manera evitaba verse como un “un león mal peinado”, tal y como lo había pronunciado la muchacha. Había crecido mucho también, era más alto que la vampiro que lo cuidaba, además su cuerpo ya no era tan menudo como años atrás, el pequeño había adquirido una buena musculatura gracias a las clases de esgrima y el tiempo que dedicaba a nadar en el lago por las noches.

Skandar estaba sentado en una mesa de la biblioteca con un libro entre sus manos, pero con su vista fija en los ventanales. Miró sus ojos apagados y distinguió el tono más azulado que habían tomado con el tiempo, su rostro era diferente también. Se dio cuenta de lo mucho que había crecido y se decepcionó al mismo tiempo que se alegraba de que hubiera pasado, siendo grande era más fuerte y por ende menos indefenso.

— ¿Me reconocerás Jared?—preguntó el chico rodeado de la penumbra de la noche—. ¿Esta vez si seré suficiente para ti?

Dejó el libro a un lado y caminó silenciosamente por la casa hasta llegar a su habitación, había aprendido a ser sigiloso entre las sombras. Afuera el sol daba su completo esplendor en un extraño día soleado, pero dentro de esa casa la iluminación se volvía opaca y siempre prevalecía la oscuridad. Cuando Skandar irrumpió en su habitación ésta estaba cubierta por una densa penumbra que se dispersó cuando el chico comenzó a encender las velas que había en su habitación, después hizo lo mismo con las del baño. El chico después de terminar de prender las velas abrió las llaves plateadas y comenzó a salir el agua que luego llenaría la tina.

Salió del baño y comenzó a desnudarse. Mientras se bajaba los pantalones notó que tenía una especie de roncha justo en la ingle, de momento le asustó ver esa mancha rojiza en su piel tan blanca pero luego comenzó a darle picazón y terminó por utilizar sus uñas para desaparecer esa sensación que a cada contacto tan sólo se acrecentaba, entre los movimientos que su mano realizaba el chico tocó levente su miembro pero no le dio importancia. Sin embargo, un segundo rozón más intenso le provocó cierta sensación extraña que hizo que el pequeño dejara aquella roncha y se sintiera avergonzado, aún sin saber el motivo. Miró su cuerpo desnudo frente al espejo de cuerpo completo que había a unos pasos de donde se encontraba él, había cambiado mucho y entonces se preguntó que tanto habría cambiado Jared. Cerró sus ojos y recordó el cabello castaño, más castaño que el suyo, tan suave que le gustaba acariciarlo pero no lo hacía, también recordó los ojos brillantes de Jared cuando regresaba de haber comido. Jamás había visto el cuerpo desnudo de Jared y tan sólo con pensar en eso sus mejillas se colorearon de rojo haciendo que abriera los ojos de golpe.

—Vete a bañar—se dijo a sí mismo.

Se sumergió en el agua tibia que casi llenaba la tina destensando el cuerpo al contacto con el líquido tan cristalino. Cerró los ojos ante tan agradable sensación y así se quedó un par de minutos, pero luego sus manos se movieron hasta auto abrazarse aunque en su mente no era él quien se abrazaba sino Jared. Una nueva sensación lo controló, no era lo mismo que antes, en aquel momento el abrazo que el chico imaginaba se sentía diferente a los abrazos que el vampiro le había obsequiado. El pequeño comenzó a estar confundido.

***
Bajo las sábanas de lino y seda descansaba el cuerpo de un joven, ese sería el último en que poseería catorce años de edad y aunque afuera el sol refulgía en lo alto del cielo ese muchacho no pretendía ni siquiera sentir un poco de aquel extraño sol de medio día pues se encontraba completamente dormido. Fue así hasta poco más de la una de la mañana que su consciente comenzó a despertar alentando al inconsciente a dejar el control de su cuerpo. La luna nueva se veía sumamente hermosa  en el cielo oscuro plagado de estrellas centellantes, hermosas ante los ojos azulados del joven. Se quitó la pijama blanca que llevaba, primero desabrochando los botones de la parte superior para sacar las mangas de esa camisa, luego el pantalón de algodón que terminó en el suelo.

Tomó un poco de ropa del closet, si bien en un principio pensó que Penélope le haría vestir con ropajes antiguos como los que ella usaba la muchacha siempre había conseguido ropa de lo más actual, misma que el adolescente adoraba. Unos jeans de mezclilla ajustados, tanto que sus pies apenas cabían al entrar en ellos, una playera blanca con cuello en forma de v también ajustada y luego se puso una chamarra gris que hacía juego con la bufanda que se puso. Prácticamente era invierno pero comenzaba a sentir mucho frio cuando rondaba por la casa sin algo que lo protegiera del frío.

Esa noche cumpliría sus quince años y Penélope le tenía preparada una deliciosa cena, algo diferente a sus anteriores cumpleaños cuando aún vivía con sus padres, en ese entonces sólo recibía nuevos juguetes al despertar, pero nunca le hacían una fiesta o si quiera un abrazo de felicitaciones. Mató el tiempo hasta que se hicieron las cuatro de la mañana, mientras leyó varios libros que había tomado de la biblioteca. El muchacho bajó luego de terminar de arreglarse el cabello y rosearse un poco de perfume que Penélope le había comprado, satisfecho con su apariencia el joven bajó las escaleras tarareando una canción de cuna que había aprendido en el primer año de su estancia en la casa. En el primer piso todo era completo silencio, las velas del candelabro estaban encendidas principal estaban encendidas al igual que todas las de la estancia, en ese momento una dulce melodía de piano comenzó a sonar y Skandar sonrió. Sus pasos se volvieron más rápidos a medida que la música avanzaba, él no se había imaginado que alguna vez habría música en un cumpleaños suyo.

En los años que había estado al cuidado de Penélope el muchacho siempre recibía una deliciosa cena, flores, libros, joyas y chocolates, aunque alguna vez la muchacha le había regalado un hermoso cuadro del siglo XIX pues el pequeño había adquirido un enorme gusto por el Impresionismo.

Skandar se detuvo al pie de las escaleras pues la música había dejado de sonar pero en seguida reanudó su marcha hacia el comedor y de nueva cuenta dejó de caminar justo ante las puertas del comedor, se sentía extrañamente nervioso y al mismo tiempo ansioso, entonces inhaló profundamente y abrió la puerta. No había nadie, sobre la mesa había tres candelabros dorados con sus respectivas velas, uno era más grande que los otros, además había cubiertos sólo para una persona como era lo habitual en esa casa. Resignado por la aparente ausencia de Penélope el joven tomó asiento en al lugar principal de la mesa.

En apenas un instante, mientras acomodaba una servilleta en su lugar, en la puerta apreció una figura conocida. Era un hombre alto y musculoso de cabellera negra, su nariz era respingada y sus labios gruesos. Lo reconoció, era Bernard.

—Feliz cumpleaños—susurró alguien justo en su oído—, mocoso—esa voz era sumamente familiar.

Se giró para ver a esa persona pero ya no estaba, entonces sintió como alguien tocaba su hombro y giró su cabeza hacia el otro lado pero tampoco había nadie, justo al lado de Bernard un chico delgado de tez blanca y cabello rubio y largo le sonreía con sátira.

—Markus—susurró el menor.

—Me recuerdas—Skandar asintió—. No sé si molestarme o reír.

—Déjalo—le ordenó Bernard.

—Cállate maldito imbécil—le contestó el rubio.

Skandar los miró con curiosidad, no había cambiado prácticamente nada, salvo que sus cabellos hubieran crecido un poco todo lo demás seguía como antes, inclusive vestían casi igual que la última vez que los vio. El de cabellos negros llevaba una playera negra con cuello en forma de de v y pantalones negros que no se lograba ver si eran de mezclilla o no, además llevaba zapatillas deportivas con motivos en rojo. El rubio, llevaba los cabellos sueltos y tan lisos como antes, llevaba una camisa blanca desabotonada hasta más abajo que el pecho y un pantalón negro sumamente ajustado, con unas botas también negras que parecían robadas a un soldado, pero lo que más le llamaba la atención al muchacho eran los anillos que portaba en cada mano y el enorme collar de oro formado por numerosos anillos dorados uno al lado del otro. Los miró de nuevo y ellos a él, entonces Skandar sonrió y se puso de pie.

—Feliz cumpleaños Skandar—dijo Bernard y abrazo al chico.

— ¡Ya suéltalo!—gritó Markus.

— ¿Celos?

— ¿De ti o del niño?—preguntó el rubio poniendo una de sus manos en la cadera y con la otra los señaló, Bernard sólo sonrió—. Porque de ninguno. Sólo que tú—dijo señalando a Bernard—, eres un maldito pervertido.

— ¿Eso que tiene que ver?—preguntó el de cabellos negros—. Además no soy un pervertido.

—Claro que lo eres—lo miró con furia—, no porque el mocoso ya no sea un mocoso y se haya puesto lindo lo puedes toquetear.

—No lo estoy toqueteando—dijo Bernard exagerando sus gestos para imitar a Markus.

— ¿Qué es toquetear?—preguntó Skandar.

— ¿No sabes que es toquetear?—preguntó el vampiro de cabellos rubios y el adolescente negó con la cabeza.

—Pues es algo así—dijo Bernard y en seguida desapareció de su lado para aparecer junto a Markus.

El de cabellos negros capturó los labios de Markus con los suyos y sus manos se posaron sobre los glúteos del vampiro, siendo una de ellas la que recorría una de las piernas y hasta la espalda del vampiro.

— ¡Suéltame!—gritó el rubio cuando logró romper el beso y luego forcejeo hasta que las manos del otro vampiro ya no tenían contacto con su cuerpo—. ¡Eres un maldito pervertido y violador!

—Una violación es cuando no quieres, no cuando pides más y gimes de esa manera—dijo Bernard sentado en una silla.

—Eres un hijo de pu…

— ¿Ustedes nunca pueden estar sin pelear? Son un dolor de cabeza—preguntó Penélope con una bandeja en sus manos.

—Es cuestión de acostumbrarse—dijo alguien detrás de la muchacha.

—Jared…—susurró Skandar abriendo los ojos de forma instantánea.

El muchacho sintió como su cuerpo tembló, parecía irreal que Jared estuviera ahí con él, que después de tantos años lo volvería a ver. Sus ojos comenzaron a aguadarse y la perplejidad desapareció para dejarlo correr al encuentro de esa persona que tanto extrañaba.

Corrió y se abrazó a ese cuerpo tan fuerte que significaba Jared, sus brazos se aferraban al cuello del vampiro y los de Jared se aferraban a su cintura, ya no era como antes cuando Skandar apenas se abrazaba de la cintura del vampiro, en ese momento era capaz de afianzarse del cuello y recargar su cabeza sobre él.

—Feliz cumpleaños Skandar—susurró el vampiro.

El aludido comenzó a llorar en cuanto escuchó de nuevo la voz de Jared, había soñado tanto con volver a verlo que por fin lo tenía con él y no lo dejaría irse de nuevo. Levantó su rostro y se encontró con los orbes negros que extrañaba, sonrió aunque estuviera llorando.

—La cena se enfriará—musitó Penélope.

El agarre que Skandar mantenía se relajó y sus brazos cayeron a cada lado de su cuerpo, mientras sus ojos se escondían bajo los cabellos castaños caminó hasta su lugar seguido de Jared, quien sostenía una mano del chico con una de las suyas. El corazón del humano latía más rápido de lo normal y su mente sólo se concentraba en degustar el corte de carne que estaba servido frente a él, pero a su lado derecho se encontraba Jared y su cercanía causaba un millar de sensaciones diferentes en él. Mientras Skandar comía la comida que Penélope le había preparado los vampiros se deleitaban el paladar con un líquido rojo, denso y tibio. Sangre.
               
— ¿Ya terminaste mocoso?—preguntó Markus luego de lamer la comisura de sus labios pues una gota roja se anidaba ahí.

— ¿Eh?—musitó confundido el chico—. Si, ya terminé.

—Markus no seas tan grosero—le reprendió Bernard y el rubio ante la mirada atenta de Penélope sólo torció la boca y giró sus ojos mostrando su molestia.

—Sólo démosle sus regalos ya ¿no? Quiero darme un baño—dijo el rubio al cabo de unos segundos.

—Hagámosle caso o nos montará un buen berrinche—comentó Bernard mientras se ponía de pie.

— ¡Yo no hago berrinches estúpido idiota!

—Chicos por favor—les invitó Jared a guardar la compostura.

El humano sonrió cuando vio la serenidad que había mostrado Jared, lo recordaba así siempre sereno y guardando la compostura, entonces el objeto de su devoción volteó a mirarlo y el chico escondió la mirada en su plato.

Jared observó al muchacho que tenía a su lado, desde que lo había dejado había cambiado mucho inclusive pensó que ese no era Skandar. Ya no quedaba nada del niño que había tomado entre sus brazos como un fiel capricho, nada de esa inocencia pues sus ojos mostraban algo más, había crecido. Skandar se manejaba con delicadeza y cuidaba sus modales, cosa que antes no parecía importarle, se mesuraba para sonreír y antes reía a carcajadas, le escondía la mirada y antes siempre mantenían contacto visual. ¿Qué había pasado? ¿Había sido un error dejar a Skandar ahí?

—Vamos a la sala entonces—dijo Penélope con su habitual voz aterciopelada.

En la sala los vampiros formaban una línea para recibir al cumpleañero, algunos llevaban consigo una caja adornada con un moño, ellos le entregarían sus presentes al adolescente. El primero fue Bernard, se posó frente a Skandar y le tendió suavemente un paquete negro con un moño rojo, el pequeño lo abrió y se dio cuenta de que era un libro.

—Le dieron un novel así que supongo que debe ser bueno—dijo el vampiro y se retiró—, y perdona que no te di un abrazo pero no quiero que la diva se enfade y diga tonterías de nuevo.

—Cállate que igual eres un roba inocencias con diploma y todo—le escupió el vampiro rubio.

—Y con tu certificación…

—Silencio los dos—dijo Jared con total superioridad.

Markus miró  por el rabillo del ojo a Bernard de la cabeza a los pies sin dejar oculto el odio con lo que lo hacía para al final darle un desplante con la cabeza cuando el de cabellos negros lo miró. Entonces el rubio caminó había el menor y le entregó una pequeña cajita negra en cuyo interior había un collar de plata delgado con un dije en forma de corazón, el cual era de cuarzo blanco, en seguida le tendió otra caja la cual era blanca y en ella encontró un collar casi igual al anterior, sólo que  el corazón era de cuarzo negro.

—Se supone que debes darle uno a la persona de la cual estés enamorada y que te corresponda—dijo el rubio con cierta nostalgia en la voz, la cual era casi imperceptible.

— ¿Por qué no lo conservas tú?—dijo el pequeño.

—Porque no estoy enamorado, jamás lo estaré—susurró el vampiro pero aún así los otros escucharon.

—Mi regalo fue la canción ¿te gustó?—comentó inmediatamente Penélope.

—Me fascinó, tienes mucho talento—le respondió el muchacho.

 Jared seguía mirando detenidamente a Skandar, cada movimiento que hacía, cada gesto, todo era finamente estudiado por el vampiro. Cuando llegó el momento de darle su regalo pensó varias veces si sería el indicado para ese nuevo Skandar, posiblemente no pues había decidido que darle pensando en ese niño que tanto quería, no en ese muchacho que rocíen descubría.

—Espero que te guste—le dijo Jared bastante bajo a Skandar, pero el sonrió y asintió con la cabeza.

La caja era azul metálico y el moño plateado, una combinación que le gustaba al chico.

El muchacho deshizo con delicadeza el moño, jaló una punta y lentamente el moño termino por desaparecer, el papel igualmente fue tratado con cuidado pero Jared le sonrió a Skandar en el momento en que el chico lo miró lleno de susto, entonces rompió el resto del papel. Dentro de la caja había un hermoso cachorrito de cinco meses de edad, era blanco y tenía algunas secciones de pelo negro, en la base había agujeros por donde el cachorro había estado respirado y se encontraba dormido. Los ojos de Skandar brillaron por la emoción, tomó al cachorro con cuidado y lo acurrucó entre sus brazos, no dejaba de darle pequeños besos y sonreír ampliamente.

—Creo que fue el que más le gustó—comentó Bernard en la lejanía.

—Así le hubiera dado popo de perro al mocos le hubiera encantado—replicó Markus.

Nadie lo negó.

Antes de las siete de la mañana el muchacho comenzó a bostezar y Penélope mandó a todos adormir. Skandar tomó a su cachorro de Pastor Escocés entre sus manos y subió detrás de todos. Justo cuando todos habían entrado en sus aposentos a excepción de Jared y él, el chico tomó al vampiro de la mano y lo hizo entrar en la habitación. El mayor se quedó parada frente a la puerta mientras el chico acomodaba a su cachorrito en la cama, cuando sus manos se despegaron de la peluda piel de su regalo de cumpleaños se quedó pasmado unos minutos y mientras el tiempo transcurría sus ojos se iban llenando de lagrimas. En un arrebato Skandar se lanzó a los brazos de su querido vampiro y lo abrazó con tal fuerza que sus lágrimas mojaban el hombro de joven.

—T-te extra-ñé—dijo el muchacho.

—Yo también te extrañé Skandar.

—No me dejarás de nuevo ¿verdad?—sollozó el chico al oído del vampiro y apretó su abrazo.

—No pequeño, no te dejaré.

Los brazos de Jared sostenían al chico de caer al suelo, así estuvieron abrazados hasta que el humano se tranquilizó. Afuera el sol iniciaba su recorrido a través del cielo dando vida al ambiente y dándole ese toque majestuoso a todo, bañando todo con su luz y encendiendo ese paisaje hermoso, pero ni Skandar ni Jared podrían deleitarse con ese paisaje, ambos se encontraban en la oscuridad de una habitación, uno con la mirada en el suelo y el otro con la mirada fija en lo que su acompañante pudiera hacer.

—Debo dejarte dormir—dijo Jared y se movió para alejarse del chico.

— ¡No!—el vampiro lo miró cuestionando su actitud—, esta es tu habitación y no quiero que te alejes de mi otra vez.

Las palabras habían sido tan directas y rodeadas de ese tono que casi parecía ordenarle a Jared que se acostara en la cama de una buena vez hicieron que el vampiro accediera. Entonces, estando contento por la reacción de Jared el muchacho había apartado los cojines que había sobre la cama y puso al cachorro sobre uno muy grande a un lado. Cuando dejó la cama lista tomó su pijama y se metió al baño para cambiarse, el pijama era igual desde años atrás, de dos piezas, completamente blanco y de algodón; al verlo Jared sonrió, se volvía a ver como un niño pues con la ropa que había llevado antes Skandar le parecía un poco más…atractivo. El vampiro apartó su vista disimuladamente del pequeño, también con pijama era atractivo.

— ¿Dormirás vestido?—preguntó Skandar.

Jared llevaba su cabello largo pero sin exagerar, una camisa blanca con un saco negro y corto, un pantalón de mezclilla ajustado y unos zapatos también negros. Cuando el más joven lo vio se extrañó de verlo sentado sobre el filo de la cama con la ropa y los zapatos puestos.

—No tengo pijama como tú—dijo tranquilamente el mayor.

—Pero no puedes dormir con ropa—replicó el adolescente—, pero si así lo quieres está bien.

— ¿Te lavaste la cara?—preguntó el vampiro cuando el chico se ponía crema en la cara.

—Sí…—dejó a un lado la crema y se recargo con la cadera sobre el mueble—. Es que antes era niño y no me salían espinillas ni barritos, pero ahora con las hormonas y todo debo lavarme el rostro todas las noches—explicó el menor pero Jared no entendía bien—, Penélope me dijo que lo hiciera—acotó el adolescente.

—Entiendo.

El vampiro comenzó a desvestirse frente a Skandar, quien sintió como el aire se le escaba mientras observaba. Primero los pies, luego las piernas y por último el torso, estaba viendo casi desnudo a la persona que más quería en el mundo. Tragó en seco, de pronto aquella escena lo hacía sentir abochornado y lo hacía sentir bastante raro, entonces recordó cuando se había tocado accidentalmente frente al espejo y sus consecuentes pensamientos, ahora disfrutaba esa pequeña fantasía en vivo.

—Dormirás así—preguntó al ver que sólo le quedaba el bóxer puesto.

—Sí, dijiste que no podía dormir con ropa—Skandar tragó en seco y quería que se abriera una grieta en el suelo y lo tragara—, o quieres que me lo quite también.

Jared hablaba con tanta naturalidad que hacía sentir a Skandar como un bicho raro, como si no debiera sentirse así, con un movimiento de cabeza le indico al vampiro que permaneciera así y se fue a recostar en la cama. Jared hizo lo mismo recostándose boca arriba mientras Skandar permanecía de costado dándole la espalda, pero tras no poder resistirse se acostó sobre el torso desnudo del vampiro, quien se sorprendió por ello pero acunó al chico con sus brazos y respiró el aroma de sus cabellos.

— ¿Usas perfume?—preguntó el vampiro.

—Un poco—respondió el menor— ¿No te gusta?

—Sí, pero me gusta más tu olor natural, aunque ya no es el mismo—dijo el vampiro y el chico apretó su puño sobre la piel de Jared, había notado la nostalgia que tenían esas palabras—…pero el nuevo me gusta también.

El muchacho mordió su labio y relajó de nuevo su mano, algo extraño se sentía en su pecho, algo caliente y diferente, algo que le hacía sentir más vivo que antes. Finalmente el sueño lo venció.

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