Cuando los sentimientos florecen
Se vuelven incontenibles
Haciendo que los recuerdos
Sean verdaderos tesoros
Capitulo 8
Memorias incrustadas
Tumbado boca arriba sobre la cama, así estaba esa mañana de diciembre mirando al techo de la habitación que ocupaba, unos gritos de felicidad y euforia me hicieron romper el contacto visual con el techo y fijar la vista en la puerta de la habitación. Me incorporé y coloqué mis pies dentro de las pantuflas, entonces me dejé llevar por mis pies que se dirigían a la planta baja de la casa.
— ¡Bill, mira lo que me trajo Santa Claus!—dijo uno de mis pequeños primos al verme parado en el último peldaño de la escalera.
—Pensé que dormirías hasta tarde—dijo mi madre entrando a la sala.
Los pequeños abrían sus regalos con efusividad, contrario a como me sentía en eso momentos, caminé a la cocina y me senté en la pequeña mesa, en seguida mi abuela me sirvió el desayuno y me deseo una feliz navidad, por lo que yo contesté de igual forma. La televisión de la sala estaba prendida, así como el pequeño radio de mi tío, esa mezcla de ruidos era un martirio para mi cabeza.
—Oye Bill—me habló mi tía Emma—. En un rato más iré a comprar unas cosas al centro comercial ¿me acompañas?
—Claro—contesté antes de tomar un sorbo de mi leche.
Era navidad, a mi Santa Claus no me había dado nada, era obvio pues Simone no era la madre más dadivosa del mundo en comparación con tía Emma. Pero tampoco era un niño que esperaba ansiosamente su regalo de navidad, ya había descubierto años atrás que eso no era más que una mentira. Tomé el dinero que tenía guardado y salí de la casa con tía Emma rumbo al centro comercial.
El trayecto en auto fue medianamente corto, no había tanto tráfico como el día anterior pero de cualquier forma existía, no obstante, fue muy agradable ya que mi tía era una gran fan de Nena como yo y siempre estuvimos escuchando su música. Tía Emma había olvidado por completo el cumpleaños de una amiga suya, que sería ese 25 de diciembre, vimos varias tiendas sin encontrar el regalo perfecto, pero al final mi tía escogió una bolsa de noche muy elegante.
Desde las escaleras eléctricas vi una tienda de ropa para hombre, no era de mi estilo; esa ropa le venía perfecta a Tom. Metí la mano al bolsillo de mi pantalón y extraje la cartera negra de ellos, en su interior llevaba algunos euros, mi tía me llamó la atención cuando no le contesté las primeras dos veces.
— ¿Quieres comprar algo?—me preguntó indecisa.
—Sí—le contesté inmediatamente.
Caminamos a la tienda que había visto, no me acostumbraba a la idea de regalarle unos pantalones o una sudadera a Tom, eso era algo más para que se lo regalara su madre a que lo hiciera yo. Miré largo rato los estantes con gorras y elegí una gorra que me gustó mucho, era color rojo y blanco.
— ¿Una gorra?—dijo mi tía cuando caminábamos al estacionamiento.
—Es para un amigo de Loitsche—le expliqué.
—De acuerdo—dijo sin más.
De vuelta en casa, en la comodidad de mi habitación temporal, me dediqué a dejarme llevar por los recuerdos. Dejé que mi mente se abarrotara de imágenes que hacían revolotear mi interior, en especial la fiesta de disfraces el día de halloween.
Mi disfraz sería de vampiro como lo había decidido Tom, pero yo había optado por hacerlo yo mismo antes que comprarlo en una tienda. Los pantalones eran negros y logré hacerlos más ajustados, mi mamá me ayudó a hacerlo así; la gabardina negra tuvimos que hacerla completamente. Así que el día de halloween me desperté notablemente temprano y me dirigí a la ducha sin ninguna intervención, entre el vapor creado por la tan alta temperatura del agua salí del baño y me cambié como si fuera cualquier otro día para bajar a desayunar. Justo a las cuatro de la tarde, después de comer, comencé a disfrazarme y estuve listo a buena hora para ir a la casa de Tom, ya que Holy me había pedido que lo ayudara porque ella no podría.
Toqué el timbre con duda, algo dentro de mi me hacía pasar de la seguridad de la excitación a las dudas de lo que aguardará dentro de esa casa. La señora Grace me hizo pasar luego de saludarme amablemente, al parecer era su día de descanso, me hizo subir a la habitación de Tom, para ese entonces Holy ya había partido a la casa de su amiga y sin ella me sentía descobijado porque aunque no estuviera en la misma habitación ella siempre me daba confianza en su casa y Holy no estaría ese día ahí.
Bajo mi mano percibía suavemente la textura típica de la madera del pasamano de la escalera, a medida que me acercaba a la segunda planta los latidos de mi corazón se aceleraban y me veía forzado a tragar saliva más de lo necesario y de forma dificultosa. Cuando mis nudillos se impactaron contra la madera de la puerta buscando un sonido lo suficientemente fuerte para que él lo escuchara, la puerta se abrió en seguida y vi el rostro de Tom.
—Hola—dije al tiempo que sonreía.
No hubo una respuesta inmediata pues Tom se encontraba sumido en sus pensamientos y mirándome sin perder detalle, a continuación caí en cuenta que realmente Tom se había quedado fascinado conmigo, con lo que veía. Una sonrisa triunfante se asomó en mi rostro y mi ego se elevó de sobremanera, pero sobre todo, pensé por primera vez que yo le gustaba a Tom y aunque fueran tontas ilusiones me sentí volar.
—Ho-hola—tartamudeo Tom. Sí, no era una tonta alucinación producto de mi enamoramiento, él había tartamudeado y además había mantenido la boca abierta segundo antes de hablar—. Pasa—dijo luego de unos segundos.
En ese brevísimo instante de duda, en que Tom pareció balbucear más que hablar, fue para mí el punto en el que ya no podía dar marcha atrás: Tom estaría conmigo. No era un tonto capricho ni el desconcierto de la pubertad, no, era como si en verdad nosotros estuviéramos destinados a estar juntos. Algo inevitable. Aunque a una edad tan temprana como los catorce años todo era incierto, pero decidí dejarme llevar. Entonces la seguridad que momentos antes había atiborrado mi mente se desvanecía, asimismo el color carmín en las mejillas de Tom se hacía notorio.
— ¿Y tu disfraz?—pregunté al no verlo por ninguna parte.
—Ahí esta—me dijo el señalando closet.
Sacó la ropa perfectamente planchada, por su madre, y la puso sobre la cama atendiendo mi orden de ponérselo. Salí del cuarto y me estuve algunos minutos viendo atentamente la puerta de su habitación. Mi lengua recorrió mi labio como un conocido tic, luego pasé mi vista al techo y de nuevo reparó en la puerta de madera. En pocos segundos tenía la mano sobre la perilla de la puerta y no sólo eso, también estaba girándola sin proponérmelo. Tom tenía los pantalones y las botas puestas, sus manos sostenían la camisa blanca que seguro se planeaba poner justo en el momento en que abrí la puerta. Helado, así me quedé; Tom tenía el torso desnudo ante mis ojos que no cesaban de recorrerle una y otra vez, mi garganta estaba seca, así se sentía y en un subir de mi mirada nuestros ojos se cruzaron.
—Bill…
Ese era mi nombre, reaccioné fijando mi mirada aún más en su delicada piel bronceada, pero para ese entonces Tom ya había alejado sus ojos de mí y miraba al piso hacía su derecha. Cinco segundos o más fueron los que trascurrieron hasta que logré articular alguna palabra coherente y el momento en que dominé mis pensamientos.
—Pensé que ya te habías cambiado del todo—dije mi excusa lo mejor que pude, claro que no era una frase de lo más coherente pero fue todo lo que logré maquilar.
—Oh—exclamó y se giró dándome la espalda, en su brusco movimiento capté la mirada cohibida que escondía. Sonreí.
Sus dedos luchaban contra los ojales para meter correctamente los botones, su nerviosismo era palpable y adoraba la sensación creciente de seguridad en mi ser porque era algo comprobado que sus dudas eran mi seguridad. Sin rastro de duda no había esperanza, pero nuestro caso era todo lo contrario. Él siguió vistiéndose nervioso y yo seguí vigilando cada uno de sus movimientos. Cuando la camisa estuvo en su lugar me encaminé a acomodarla como era debido y ante la mirada atónita de Tom desabroché dos botones más, dejando así un total de cuatro botones sueltos, cada movimiento era hecho con sutileza para hacer que él se pusiera aún más nervioso y sonrojado. Le extendí el chaleco negro y él lo tomó con suavidad, pero al momento de tomarlo nuestros dedos tuvieron un ligero rose que me estremeció aunque no perdí la compostura. Tom simplemente bajó la mirada.
— ¿Y esto?—dijo sosteniendo el fajín rojo con la mano.
—Eso va en la cintura—lo tomé y se lo puse alrededor de su tronco.
—Si quieres yo me lo amarro—dijo con la voz seca, entonces me di cuenta de lo cercano que mi cuerpo estaba al suyo.
Sus rastas aún caían sueltas sobre sus hombros cuando Tom se había terminado de vestir, por mi parte no había decidido como debería llevarlas ¿sueltas? ¿Recogidas? ¿Las dos opciones? Solté un suspiro de rendición, me incorporé de la cama donde había estado sentado los últimos instantes y salí del cuarto sin que mi amigo comprendiera mis acciones. Entré a la habitación de Holy y tomé una liga para el cabello, sobre el tocador estaba una fotografía de Tom y de ella cuando eran más pequeños, ambos se veían realmente tiernos con ese par de mejillas sonrojadas y eso ojos llenos de brillo natural, en aquel preciso momento entendí que los dos Kaulitz se querían mucho, como Holy había dicho “era forzosamente ser unidos” por la ausencia sin intención de sus padres.
Entre casi a hurtadillas de nuevo a la habitación de mi amigo, para ese tiempo ya me raspaba la garganta llamarlo así, estaba recostado en la cama y al cerrar la puerta ya se había incorporado por completo.
—Ves te queda bien—dije sosteniendo un espejo, ya había recogido sus rastas en una cola de caballo, a pesar de las múltiples quejas de Tom.
Pero faltaba algo, hacía falta algo que complementará el disfraz, sólo era un detalle, el problema era encontrar el ideal. Tomé una pañoleta roja y la doble, la puse en su cabeza cubriendo un poco su frente y quedó perfecto. Lo miré de la cabeza a los pies una y otra vez, se veía fantástico, únicamente existía la tonta idea de que él se veía diferente, pero esa era una tontería. Tom estaba exactamente igual a otros días.
—Y el toque final—dijo Tom con algo en la mano—. Sostenme el espejo por favor.
Obedecí al instante. Con sus largos dedos colocó una especie de argolla de metal en su labio, ¡eso era! Ese orificio debajo del labio era lo que tenía y que no había notado, lo que lo hacía diferente. Un piercing daba el perfecto toque final a su vestuario.
El tiempo había pasado demasiado rápido y ya era casi la hora de que Holy y Andreas llegaran, de nuevo recorrí el cuerpo de Tom con mi atenta mirada, sobra decir que se veía fabuloso enfundado en su disfraz, listo para la fiesta.
— ¡Bill, Billy, Bill! ¡Despierta!—gritó mi primo haciendo que yo abriera bruscamente mis ojos. El pequeño saltaba sobre la cama a un lado de mí—. Mamá dice que es hora de comer—y salió corriendo a lo que yo hice por levantarme, pero al perderlo de vista me dejé caer de nuevo sobre la cama.
Cubrí mis ojos con mi brazo y de nuevo me entregué a la oscuridad, pero ya había abandonado el confort y la tranquilidad de momentos antes, por eso me levanté de un solo impulso y caminé escaleras abajo. En la enorme mesa ya sólo quedaban los adultos, para aquel momento los pequeños ya había terminado de comer, me senté en el único lugar vacio, al lado de mi abuela. El tema de conversación en la mesa era la horrible política y así fue cambiando a la economía y un sinfín de temas que no eran de mi interés, yo me mantenía comiendo del plato que mi tía me había servido, estaba completamente ensimismado cuando la voz de mi abuela me hizo pisar de nuevo la tierra.
— ¿Mande?—musité al tiempo que elevaba mi rostro.
— ¿Qué si te la pasas bien en el pueblo que vives ahora?—dijo mi madre en lugar de mi abuela.
—Sí—dije y sonreí—. Al principio no me agradó la idea pero me adapté rápido.
— ¿Y ya tienes novia?—preguntó sin miramientos el esposo de mi tía Emma.
—Pues…
—Deja de atosigar a Bill, él es muy chico como para pensar en esas cosas—interrumpió mi tía.
— ¿Y qué me dices de Holy?—dijo Gordon sin que yo lo previera.
Sí pudiera asesinar a alguien con la mirada mi padrastro hubiera caído fulminado, le miré no sólo con coraje sino más bien con algo parecido al odio porque no tenía derecho a hablar de Holy como si fuera algo más que mi amiga, tampoco podía decirles “ella es sólo mi amiga, a mi me gusta su hermano no ella”. Claro que no podía decir aquello. Mi madre tenía la cuchara aún en lo alto, esperaba mi respuesta.
—Holy es sólo una amiga—dije tratando de controlar el enojo, mi tío enarcó una ceja. Dudaba y yo no le culpaba, el tono que había empleado Gordon era demasiado sugerente en ese sentido—. Es hermana de un amigo y la novia de un amigo mutuo—novia, había dicho novia y ellos no lo eran, casi pero no.
—Oh—fue la exclamación en general.
Agradecí que el tema fuera dado por cerrado y que ellos reanudaran su charla lo mejor posible, después de comer subí a mi habitación y me recosté en la cama, cerrando los ojos para recordar el rostro de Tom y su voz, parecía que estar lejos de él me era dañino y cada día se volvía más evidente mi necesidad de él. Saqué el celular de3 mi bolsillo y tecleé unos números, sonó una vez y de nuevo dos veces hasta que por fin alguien contestó. Era la voz de un señor, supuse que era el padre de Tom y Holy.
—Bueno—dijo con voz gruesa, me quedé helado sin poder hablar—. ¡Bueno!—dijo más enérgico.
—Bueno—dije quedo.
— ¿Quién habla?—su voz sonaba exasperada.
— ¿Quién habla papá?—se escuchó la voz de Holy.
—Soy un amigo de Holy y Tom—dije, me mordí el labio al no escuchar ningún sonido.
—Toma, dice que es un amigo tuyo y de tu hermano.
— ¿Hola?—escuché la voz de chic y sonreí.
—Hola Holy…
— ¡Bill! Oh Bill no sabes cuánto te he extrañado ¡y Tom! Oh Tom se pondrá feliz de escucharte—se escuchaba que subía las escaleras.
—Yo también los he extrañado.
— ¡Bah! Seguramente sólo te acuerdas de Tom, pero bueno no me aflijo sé que nos quieres también a Andy y a mí, aunque sea un poquito.
—Holy no seas exagerada—le dice indignado me senté en la cama y comencé a morderme las uñas, ella me iba a pasar a su hermano.
—Soy realista—se escuchó el sonar de sus nudillos contra una puerta.
—Pasa—apenas oí la voz de Tom y mordí mi labio.
—Te llaman hermanito.
— ¿Bueno?
—Tom… —la voz casi no salía, me emocionaba tanto que apenas podía hablar y no había forma de contener tal excitación.
—Bill—su voz, era un deleite hermoso.
—Sí, ¿Cómo estás?—le pregunté, no sabía que más decir.
—Yo bien… supongo—en su voz se imprimía pena, un poco pero había dolor.
— ¿De verdad? No te oyes muy convencido—le dije preocupado.
—Creo que antes no estaba del todo bien pero…
—Pero ahora ya pasó un poco, te entiendo. ¿Sabes? Me sentía algo así.
Mi corazón latía rápido y me sentía nervioso, pero al mismo tiempo me recorría una sensación maravillosa, a pesar de la distancia me sentía cerca de Tom y eso era lo mejor que me había sucedido desde que las vacaciones comenzaron, eso sin contar la despedida que tuve de Tom.
Mi madre me había avisado por la mañana de aquel 18 de diciembre que las vacaciones de navidad las pasaríamos en Berlín, en la casa de su hermana Emma, cada año era un tanto similar pero en esa ocasión no estaba deseoso de dejar Loitsche, aunque sabía que poco de lo que argumentara para quedarme valdría la pena y terminaría partiendo molesto con mi madre. Al día siguiente de recibir la noticia sobre mis vacaciones sería el último día de clases, entonces, por lógica, era mi única oportunidad de despedirme de mis amigos y principalmente de Tom, por la tarde se llevó a cabo la fiesta de navidad de la escuela, había música y todos estábamos en el gimnasio “disfrutando” de la fiesta.
— ¿No estás cansado de tanto bailar?—me dijo Tom que estaba parado al lado mío.
—Lo mismo digo—contesté irreverente, el sólo se encogió de hombros—. ¿Me pregunto cómo no bailas con nadie si inclusive las chicas te han venido a invitar?
—Te suena el que yo soy gay y no me gusta bailar con chicas—habló a mi oído, su aliento provocó un escalofrío terrible en mi cuerpo.
—Lo siento—me mordí las uñas un poco.
—No importa… ¿te quedarás hasta que se acabe la fiesta o ya estas lo suficientemente aburrido como para irte?
—Creo que la segunda opción es la correcta, pero ¿y Holy?
—Se irá con Emily y con su hermano—nombró a la amiga de su hermana con un tono demasiado despectivo.
—Vámonos.
Ambos andábamos por media calle bajo la luz de las lámparas que había cada cuadra y gracias a la iluminación natural de la luna, llevaba mis manos en los bolsillos de mi pantalón y Tom las mantenía dentro de los de su sudadera. Yo iba viendo el camino porque sabía perfectamente que Tom me miraba a mí, cada vez se volvía más un juego de seducción o algo así, relajé mi caminar para quedar un poco más atrás de él y poder oler el perfecto aroma que portaba y que se había combinado de forma perfecta con su olor natural. Pero en unos momentos ya caminaba de nuevo a su lado, estaba desentendiéndome del verdadero tema importante que suponía mi partida y me dejaba seducir por los encantos de ese Kaulitz. Suspiré profundo y sin planear un magnífico discurso me aventuré a contarle la cuestión que se avecinaba de una vez por todas, sin desaprovechar tan encantadora oportunidad.
—Tom—el volteó a conmigo—. ¿Ustedes saldrán de vacaciones o se quedarán aquí?
—Sí, nunca salimos ¿por? —dejó de caminar y ambos nos quedamos ahí parados, a mitad de la calle.
—Pues nosotros si salimos—pasé saliva y me detuve para observar su reacción.
—Oh—dijo y miró al suelo.
—Sí, iremos a casa de mi tía en Berlín.
—Ya veo—dijo y movió su cuerpo para comenzar a caminar, yo le imité al instante.
Después de caminar en completo silencio por algún tiempo llegamos al frente de mi casa y nos disponíamos a despedirnos, pero no era una despedida como tantas que hubo antes y muchas que vendrían después, en aquella ocasión teníamos la certeza de que no nos volveríamos a ver en algunos días y ese sólo pensamiento se colaba por entre mis huesos y causaba dolor como las espinas de un rosal cuando tratas de tomar una rosa.
—Tom—me miró al instante y me preguntó con la mirada que era lo que quería—. Si mañana no te veo, me gustaría despedirme de ti.
—Yo también—dijo con voz silenciosa.
—Entonces nos veremos pronto, quizás el año nuevo lo pase aquí—comencé a hablar y vi que el dolor era de ambos—. Como no te veré para navidad—me acerqué y lo rodeé con mis brazos—, feliz navidad Tom.
—Feliz navidad Bill—dijo él rodeando mi espalda con sus brazos, tal y como yo lo había hecho con él.
No sé cuánto tiempo duró ese abrazo, pero si sé que ambos disfrutamos del contacto y me agradó de sobremanera volver a saborear el hechizante aroma de Tom Kaulitz, era como descubrir la droga a la cual sería adicto de por vida. En eso se estaba convirtiendo ese chico de rastas para mí. Al separarnos vi el rostro de Tom cubierto por el rojo en sus mejillas, me evadió la mirada y luego mordió su labio, metió su mano en uno de sus bolsillos y sacó una pequeña bolsita de regalo, era tan pequeña que apenas alcanzaba los diez centímetros de altura. Me la dio tímidamente y yo la recibí sin más, me aventuré a ver lo que aquella bolsita contenía y me encontré con un piercing, una perla negra.
—Cuando me hice el mío vi ese y me gustó para ti, es para la lengua—comenzó a hablar moviendo sus manos nerviosamente—, si no te gusta puedes no usarlo—sonreí ante eso último y estreché con mi mano el regalo.
—Claro que me gusta Tom—él me miró a los ojos y sonrió—, me lo pondré cuando regrese. Gracias—me eché a sus brazos y lo abracé nuevamente, jamás me detuve a considerar mi acción, únicamente seguí mis impulsos.
Tom se contuvo unos segundos antes de corresponder mi abrazo y cuando se hizo el tiempo para que el contacto cesara mantuvo escondida su mirada a mis ojos y tímidamente me deseo buenas noches. Sobra decir que luego de desearnos buenas noches y subir a mi habitación me entregué a un sueño donde siempre existió él.
— ¿Cuándo regresarás?— dijo Tom del otro lado del auricular disolviendo mi recuerdo.
—Pues… creo que pasado mañana—le contesté.
—No sabes cuánto deseo poder…
—Piiiiiiiiiiiiiiiiiii
— ¿Tom? ¡Tom! …no puede ser—dije cuando vi que mi celular no tenía señal—. ¡Se cortó! Puta madre. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué a mí?—decía mientras golpeaba mi celular contra la almohada—. ¿Qué deseas Tom? ¿Qué es lo que quieres hacer? No sé porque estoy seguro que era algo conmigo ¿será mi paranoia? ¡Me quiero morir! No, más bien ¡quiero matar a alguien!
— ¡Bill mira!—dijo mi primito con la gorra de Tom en su cabeza.
— ¡Deja eso, no es tuyo!—le grité dejando mi celular sobre la cama.
— ¡No! Es mío—dijo para después mostrarme la lengua.
Lo perseguí por varios minutos hasta que él se canso y pude arrebatarle la gorra, subí a mi habitación y cerré la puerta con seguro, me tiré en la cama completamente cansado, más emocional que físicamente. Apreté la gorra contra mi pecho y cerré los ojos, quería recordar cómo era exactamente la voz de Tom, quería ver su rostro y acariciarlo, hacerlo sonrojar y que esquivara mi mirada. Quería estar de nuevo entre sus brazos y que él estuviera entre los míos. Necesitaba verlo.
Dios!! Que amooooooooooooor *w*me ha encantado Cris tía!!!!
ResponderEliminarI LOVE IT!!