Por fin llega el final de esta historia que siendo sinceros ha sido un disfrute en verdad, no tengo mucho tiempo pero le agradezco mucho a mis amigas por apoyarme en esta historia. Lu, danke preciosa por "crushearte" de Markus...ok no, gracias por leerlo y de esa forma impulsarme a escribir más de esta historia. Rai, gracias por leer y decirme siempre que te gusta la historia, aunque no lo creas eso ayuda mucho. A Yani, porque...joder!! tú tienes la culpa de este final!! -que todavía no termina- indirectamente claro...gracias por dejar salir tu gaydad conmigo muah...las quiero...muchisimo...y quisiera tener más tiempo y más palabras para expresarme, pero carezco de ambas cosas....
Este es el inicio del final....The end part 1
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¿Y qué si quisiera escapar?
echarme a reír en tu rostro
¿qué harías?
Y que si caigo al piso
y no puedo soportar esto mas
¿qué harías?
Ven y derrúmbame
entiérrame entierrame
he acabado contigo
The Kill // 30 seconds to mars
Capítulo
12
La muerte del alba
Si a Markus alguna vez le hubieran dicho que estaría sufriendo
porque Bernard estuviera herido, él se hubiera reído y no sería cualquier risa,
se reiría con muchas ganas. Se carcajearía. Pero ahí estaba el rubio, sentado
sobre la cama con su espalda recargada en la cabecera de ésta posando su mano
sobre la frente inusualmente caliente del vampiro de cabellera negra. Markus se
preocupaba por Bernard; aquello hacía eco muy en lo profundo de los
pensamientos y, en mayor medida, de su corazón.
Bernard había sido herido por una bala hechizada que sus amigas
vampiresas, supuestas expertas en esos terrenos, no sabían contrarrestar. No
obstante, Markus no necesitaba que Charlie y Carol entraran a la habitación con
aquella cara de pena para saber que Bernard estaba mal, el simple hecho de
verlo postrado inconsciente sobre la cama le vaticinaba un poco de su situación
y hacía que la impotencia aflorara pues no había nada que Markus pudiera hacer
para mejorar la situación del moreno.
—Tienes que despertar—le decía el rubio—, yo no sé manejar a un
vampiro recién convertido y si Skandar no recuerda a Jared o simplemente no lo
quiere cuando despierta ¿qué se supone que haré?— Extrañamente sus ojos
comenzaron a volverse cristalinos— Además, él está molesto conmigo…despierta.
Pero Markus no se atrevía a completar aquella petición, no lograba
que las palabras salieran limpiamente desde lo profundo de su ser porque él era
consciente de que los motivos que externaba no eran los únicos por los que
deseaba que el moreno despertara.
Justo a media noche Carol y Charlotte entraron en aquella
habitación sumida en las penumbras para dejar dos grandes jarras de vidrio
sobre el buró contrario a donde Markus se encontraba y sin más se retiraron. El
rubio observó con ansias el rojo que dejaba traslucir la jarra y sus colmillos
parecieron desear aquel líquido, así que con cuidado llenó el vaso cristalino y
bebió la sangre que tanto codiciaba.
—Tú deberías beber sangre—le dijo al vampiro dormido—. Así no es
divertido.
Y vaya que no lo era, Markus necesitaba pelear con Bernard. Lo
extrañaba. Extrañaba su sonrisa despreocupada que le daba seguridad silenciosa,
su manía de juguetear con cosas afiladas -principalmente dardos-, los dos mechones
negros que caían sobre la piel de su frente, extrañaba además la forma en que
su mirada podía cambiar tan rápidamente desde tranquila hasta seductora. Lo
extrañaba mucho, pero no sólo porque llevara dos días sin que le robara un beso
o lo tocara de forma descarada e inclusive que intentara robarle una caricia,
sino que además lo extrañaba porque temía perderlo. Y al darse cuenta el rubio
lloró.
Cada vez que entre la maraña de pensamientos había cierta claridad
el vampiro abandonaba aquella inspección molesto consigo mismo, la verdad
estaba ahí y él la rechazaba.
¿Cuánto tiempo había pasado
desde que Markus había conocido a Bernard? Muchísimos años, más de medio siglo,
y desde entonces venía rechazándolo. Entonces la culpa era demasiada, pues
Bernard estaba muy débil y no podía consumir sangre, además de que parecía que
esa bala tenía un efecto similar a la gangrena, así que era culpa de Markus ¿no?
Si él hubiera sido más fuerte, si hubiera aceptado sus sentimientos desde el
principio.
—¿Te merezco?—preguntó el rubio esperando una respuesta que sabía
que no llegaría—Es sólo que…yo no creo que tú me puedas amar y si lo haces no
lo merezco—dijo y unas lagrimas corrieron por sus mejillas.
Markus lloró.
Las cosas habían cambiado tanto en tres días. Recordaba el primero
de ellos cuando habían detectado a los caza-vampiros por la tarde y en cuanto
oscureció partieron más al norte, ese día pelearon contra ellos y cuando la
pelea entre los vampiros y los caza-vampiros había llegado a su fin faltaba
poco para el amanecer, así que la presión para los dos vampiros ilesos era
mucha.
Jared había aprisionado el cuello de su adversario entre sus
manos, aún estaba débil pero tenía la fuerza suficiente para romperle el
cuello. Quizás, en alguna parte de su ser donde los instintos dominados por la
ira habían sido desatados, él deseaba torturar al caza-vampiros hasta la
muerte, pero sería suficiente con asfixiarlo hasta la muerte. Además, Markus
había reventado el estomago del humano y todo el ácido del estomago se
desbordaba entre las viseras.
—Tenemos que hacer algo—dijo Markus de nuevo con más ansiedad que
la vez pasada.
—Lo llevaré a un hospital.—Le contestó Jared y cuando se disponía
a tomar el cuerpo del pequeño una mano blanca lo detuvo.
—Sabes bien que no servirá—le dijo el rubio.
La cantidad de sangre que Skandar había perdido era demasiada, no
resistiría hasta llegar al hospital y faltaban unas dos horas para que el cielo
comenzara a salir. Estaban jodidos. En ese momento, cuando la indecisión era el
factor que describía a Jared, Markus tomó la decisión. Con su uña hizo una
herida en la piel de un atónito Jared.
—Con la tuya estará bien.
—¿Estás loco?—preguntó el castaño al tiempo que se ponía de pie.
Iba a detener a Markus.
—Es la única forma.
Y ciertamente no lo era. Convertirlo en vampiro significaba que
dejaría de ser humano y se convertiría en un monstruo, entonces ¿no era mejor
que muriera? La conversión era morir para seguir muriendo. No obstante, el
vampiro rubio estaba seguro de que no era así, era morir para vivir otra vida y
Skandar no sería un monstruo. Skandar era un ángel no un demonio. Pero más allá
de eso, los temores del vampiro de mayor edad se debían a que la gran mayoría
de los vampiros olvidaban su vida como humanos.
—¿Quieres hacerlo tú?—inquirió el rubio— Es la única
manera—repitió Markus.
—¿y si me olvida?—inquirió Jared más para sí mismo que para el
otro vampiro.
—Los lazos no se rompen con tanta facilidad—murmuró el rubio—. Él
no te olvidará tan fácilmente, no creo que te deje de amar jamás.
—¿Cómo estás tan seguro?
—Porque los lazos que los unen seguramente son rojos—dijo Markus
sonriendo— y ese tipo de lazos no se rompen, ni siquiera con la muerte.
Quizás Markus tenía razón, tal vez existía una posibilidad de que
Skandar olvidara todo lo vivido a su lado, pero jamás podría dejarlo de amar
porque estaba seguro que el amor que sentía por él era tan grande como el que
él le profesaba a Skandar.
El castaño acarició la piel nívea del menor y se acercó hasta su
cuello, para aquel momento ya era muy poca la sangre que había en ese pequeño
cuerpo pero con sus colmillos lo que buscaba era extraerla por completo. Ni una
gota de sangre humana. Y en el último segundo de vida del pequeño un líquido
rojo fue deslizado entre sus labios en un beso que ninguno disfrutaría por
mucho que se amaran. La primera parte estaba hecha.
Después de eso regresaron a Glasgow para atender tanto a Skandar
como a Bernard, quien viajó todo el tiempo en la espalda de Markus, a esperas
de que Charlie y Carol pudieran ayudarlos a tratar al moreno y tener un lugar
para el resguardo de Skandar. La noche del segundo día una llamada telefónica
hasta Birmingham fue la pena del día, Charles tampoco sabía nada de la bala que
había herido a Bernard.
Desde el momento en que había entrado en la habitación y había
dejado al vampiro moreno en la cama Markus no se había despegado de esa cama y
apenas preguntaba por el estado de Skandar cuando iban a dejarle sangre. En
esos momentos no tenía ánimos de ir él mismo por su alimento o de preocuparse por algo más que no fuera
Bernard.
Markus no entendía muy bien lo que sentía y a lo largo de dos días
intentó esclarecer eso. Identificó la culpa, pues se sentía responsable de que
hubieran herido así a Bernard, también logró darse cuenta de que estimaba mucho
al vampiro y más tarde comprendió que lo quería más de lo que pensaba y aquello
le aterraba, además por algún motivo sentía que no merecía su amor.
—Me gustaría que despertaras—dijo Markus al vampiro que yacía en
la cama días después— porque eso significaría que estás vivo y eso me haría
feliz.
Lejos de la melodía tejida de llantos que venía cubriendo la
desesperanza de tan fatídica trama se venía tejiendo otra no menos especial que
la primera. El sótano de la casa servía de escenario; el mobiliario se componía
por una mesa de madera que sujetaba el cuerpo de Skandar contra ella con ayuda
de unos grilletes de acero que rodeaban sus muñecas y sus tobillos, además de
uno más grande para su cintura, y por último, una silla de madera con cojines
rojos donde Jared velaba el aparente sueño de su amado.
Apenas iban dos días desde que el vampiro le había entregado su sangre al humano que amaba para que
lograra sobrevivir, y a pesar del tiempo transcurrido él aún se sentía
confundido sobre si era lo correcto o no haber convertido a Skandar en vampiro.
No lo era, ¿qué de bueno tiene convertir a un hermoso humano en un monstruo?
Nada, a parte de las muertes provocadas no hacían nada y eso no entraba para
nada en la categoría de lo “bueno”. Las gemelas vampiresas le habían mencionado
en alguna ocasión, cuando le llevaron sangre para que comiera, que su amado no
parecía esquivo ante la idea de convertirse en un vampiro. Y ahí estaba el
problema, Skandar no tenía inconvenientes con su futura condición ni con que
Jared fuera un vampiro, pero el mayor si. Además, existía la incertidumbre de
lo que pasaría cuando despertara. Jared tenía miedo que olvidara todo sobre él
Un suspiro efímero se formó y provocó que Jared se moviera por
primera vez en mucho tiempo, entonces el vampiro caminó hasta la cama en donde
descansaba Skandar y alzó su delgada mano para poder delinear la tersa piel del
adolescente. Todavía no empezaba la parte dolorosa de la conversión, ese
momento cuando el cuerpo aún humano en esencia se retorcía de dolor y algunos
alaridos daban muestra de ello, y Jared ni siquiera sabía si soportaría ver a
su pequeño en tan deplorable situación.
—Sólo espero que esto sea lo mejor—susurró el vampiro contra los
labios inmóviles del otro muchacho mientras sostenía entre sus dedos la fina
mano de Skandar.
Comenzó un reconocimiento de aquel cuerpo tan conocido, de aquella
esencia que lograba hacerlo soñar sin siquiera estar dormido, su nariz se
escabulló entre los cabellos claros y aspiro hondo aquella droga tan exquisita
que le significaba ese aroma, con todo su pesar el vampiro descubrió que el
olor de su amado había comenzado a cambiar. No quedaba mucho del olor que despedía
el menudo cuerpo que tuvo desnudo entre sus manos en días pasados, tampoco
podía encontrar el aroma tan característico de aquella noche cuando su pequeño
se durmió entre sus brazos y mucho menos la fragancia de los cabellos de
Skandar cuando salía de bañarse. No había nada. El Skandar que él había
conocido estaba cambiando y se convertía en lo que siempre detestó, en un
vampiro como él.
El día era frio y la noche lo era más, en el sótano no había mucho
calor pues la caldera no se encontraba funcionando en esos momentos y en los
pisos superiores se mantenían calientes con ayuda de las chimeneas. Pero un
vampiro no tiene frio y un ser que se encuentra en la delgada línea entre la
humanidad y el vampirismo parecía tampoco necesitar del calor externo. Y ahí
iba Jared otra vez, recordando la calidez del cuerpo del muchacho postrado en
esa cama de madera.
—¡No!—gritó alguien desde los pisos superiores de una forma que
lograba hacer temblar, pues la desesperación era palpable en aquel grito y el
dolor no era la excepción.
—¿Markus?—musitó Jared al reconocer la voz.
—¡Aléjense! ¡No lo toquen!—En definitivamente el rubio lloraba.
Los gritos seguían resonando cual eco dentro del sótano, rebotando
en las paredes en las que pudiera clavarse de ser tangibles las navajas que
parecían forjarlo. Entonces, Jared separó su mano del contacto con la piel de
Skandar, dudaba en ir a ver qué sucedía con el otro vampiro pero un nuevo grito
que le erizó la piel lo hizo iniciar su caminar. Subió las escaleras del sótano
con prudencia y sin despegar la vista del centro de la estancia, no dejaría de
vigilar el cuerpo de su amado por nada del mundo ya que cualquier cambio brusco
significaría el momento de su despertar. Pero no había nada fuera de lo común
en él.
El llanto de Markus era cada vez más perceptible a medida que los
pasos de Jared le llevaban más cerca de la penúltima habitación del segundo
piso, las cortinas estaban cerradas y la luz de la habitación del señor Graham
había sido encendida minutos después de que el vampiro de cabellera rubia
comenzara vociferar en contra de las gemelas. En ese momento Charlie cruzó la
puerta de la habitación para detener al profesor, quien tenía ya la mano sobre
el picaporte de la puerta, no sin antes mandarle una mirada a Jared para que
continuara su camino, la esperanza era que él lograra hacer entrar en razón a
Markus.
—¿Qué es todo este escándalo?—preguntó el viejo profesor— Dime que
es lo que pasa Charlotte.
—Entre a su habitación y le contaré todo—contestó la vampiresa.
Sin más, ambos se adentraron en la habitación principal de la casa.
Era de madrugada, así que era normal que la habitación estuviera
en completa oscuridad, afuera refrescaba y dentro de la habitación parecía
sofocarse el aire caliente de procedencia desconocida. Jared lo entendió al ver
a Markus aferrado al cuerpo de Bernard sobre la cama, mientras sus lágrimas salían
tortuosamente de ambas orbes cual perlas en el mar y ni hablar de la secreción
inevitable que provenía de las fosas nasales –aquel detalle ni siquiera le
importaba al rubio–, todo eso no era más que una muestra de la desesperación en
su rostro. Nunca, en el más de medio siglo que llevaba conviviendo con Markus
lo había visto de esa forma.
—¡No lo toquen!—gritó el rubio— No te voy a dejar—susurró contra
el rostro inmutable de Bernard y a continuación lo llenó de pequeños besos.
—Markus si te quedas ahí cuando suceda la fragmentación puedes
salir lastimado—dijo Carol muy preocupada.
—No me importa, ¡No me importa!
En ese momento Charlotte ingresó a la habitación con una vela
entre sus manos, sólo de esa forma pudieron ver como cada vena, arteria y vaso
sanguíneo comenzaba a refulgir. Entonces, Jared avanzó hasta la cama y tomó a
Markus por la cintura para alejarlo del cuerpo del vampiro, de inmediato el
rubio comenzó a retorcerse e inclusive a
rasguñar las manos que lo sostenían.
—¡Basta!—gritó Jared y abrazó a Markus fuertemente— Tienes que
dejarlo ir.
Tras escuchar aquellas palabras Markus se sintió derrumbado, fue
como quitar la última lata de una pirámide de éstas en el súper mercado, casi
tan desastroso como la ola que destruye el castillo de arena de un niño de
cinco años. Las lágrimas parecían tan naturales, como si fueran un adorno en su
rostro, para ese entonces parecía que su vida había sido llorar y sufrir. Vaya
panorama tan vergonzoso. Sabía que Bernard estaba muerto y que no volvería,
pero no por eso podía aceptarlo, en esos momentos su corazón parecía autónomo
pues no seguía el razonamiento de su mente; no importaba lo que sabía,
importaba lo que sentía. Un vacío enorme.
—No es justo—susurró contra el pecho de Jared.
No lo era. Bernard no podía morir cuando él apenas aceptaba sus
sentimientos ¿o eso era un castigo para él? Tenía el amor tan cerca, en las
palmas de sus manos y cerró los ojos para no verlo, aunque sabía que estaba ahí
se mintió lo suficiente como para creer que lo detestaba. Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde, había escuchado eso
muchos años atrás y nunca lo tomó en cuenta, porque su miedo había sido más
grande y ya nunca recuperaría el tiempo perdido porque no existía nada capaz de
regresar a vampiro de la desolada fragmentación. Al menos tenía la certeza de
que Bernard, o lo que se supone sería él, no estaría sellado, sino libre aunque
no fuera él.
La vela se apagó en el momento justo en que el cuerpo de Bernard
se fragmentó. Sus ojos se volvieron rojizos y toda la sangre de su cuerpo
pareció arder para poder convertirse en cenizas, unas pequeñas bolas de humo
negro y blanco que parecían tener un esplendor propio salieron del cuerpo
calcinado del vampiro directo a las ventanas.
—A-adiós—musitó el rubio apenas y comenzó a llorar una vez más.
Las gemelas miraban la escena con algo de pena, sabían de la
relación de ambos vampiros e intentaban comprender el dolor que embargaba al
rubio. Por su parte, Jared sostenía a Markus contra su pecho.
—Cariño, si quieres podemos recoger las cenizas.—Charlotte se
atrevió a ofrecerse para aquella tarea.
—No—dijo secamente el vampiro separándose de su amigo—, yo lo
hago, sólo necesito que me dejen a solas.
—¿Vas a estar bien?—inquirió el castaño.
—Sí, ve con Skandar.
Sobre uno de los burós de la cama dejaron un reciente de plata con
una rosa en el centro de la que nacían unas enredaderas que terminaban por
adornarla, Markus la identificó, era una urna para cenizas. Quitó la tapa de la
urna con sumo cuidado observando lo finamente detallada que estaba y siguió su
mirada hasta la cama que estaba cubierta por cenizas que comenzó a depositar en
la urna apenas las alcanzó con su mano. No era algo cómodo hacer aquello, pero
se intentaba convencer de que las cenizas no eran Bernard, pero a medida que
continuaba con la labor los pensamientos sobre los “hubiera” se hacían
presentes una y otra vez, aunados a recuerdos que parecían dardos cuyo blanco
era el corazón de aquel vampiro porque los vampiros también tenían corazón y
sufrían como cualquiera.
Un recuerdo en específico hizo que el rubio se estremeciera.
Rememoró aquel día en que se encontraban en Londres, había pasado poco tiempo
desde su conversión en vampiro, unos cuantos años solamente. Se habían alojado
en pequeño hotel nada lujoso, los tres en una habitación, y una noche por
primera vez se encontró sólo con Bernard porque Jared no tenía apetito.
—¿Te gustan las estrellas?—preguntó el mayor pues Markus no
despegaba su vista del cielo.
—Son pocas, pero muy bonitas—dijo como si nada el cuestionado.
No hablaban mucho, Markus venía sintiendo algo diferente por
Bernard, no sólo el agradecimiento de haberlo salvado de los caza-vampiros ni
de enseñarle acerca de su nueva condición. Quería besarlo, pero cada vez que
esa idea le venía a la cabeza la imagen de todas las personas que había
asesinado para poder alimentarse surgían como un remolino y una frase que
parecía tan lejana terminaba por tumbar toda intención de besar al vampiro. Eres una vergüenza, no puedes esperar que
alguien te quiera siendo tan inútil. Además, Markus recordaba algo de su
vida pasada que terminaba por hacerlo estremecer. Esas cosas que chupan sangre no son más que monstruos, había dicho
su padre alguna vez.
Siguieron por unos callejones, para ese entonces ya habían
descubierto el tipo de sangre indicado para Markus, Bernard ya había comido y
sólo faltaba el rubio. Otro desastre. Markus no lograba por contenerse y mataba
a su víctima, de nuevo había destrozado el cuerpo.
—Se te viene haciendo un mal hábito—dijo Bernard con sorna.
No recibió respuesta alguna por parte del ofendido, quien se
limitó a sentarse en el suelo recargando su espalda contra la pared mirando a
la nada. Entonces, Bernard me movió sigilosamente y le tendió la mano al rubio
para levantarlo, saldrían esa misma noche de Londres y olvidarían ese incidente
y lo que vendría a continuación o al menos eso pretenderían.
Bernard paró su caminar, aún sosteniendo la mano de Markus, miró
al cielo y despegó un poco su mano de la del rubio, la cual estaba cubierta de
sangre al igual que la mayoría de su cuerpo. Markus no se percató de ello, pero
un pequeño hilo de sangre pendía de ambas manos uniéndolas.
—¿Crees en el destino?—cuestionó el mayor.
—No lo sé—contestó el otro.
—Hay muchas historias sobre el destino—comentó Bernard—, me gusta
uno en especial.—El rubio lo miró prestándole atención— Dice que las personas
están unidas a su alma gemela o a sus amigos, no recuerdo bien, por un hilo
rojo.
Markus inconscientemente llevó la vista hasta sus manos.
—¿Una metáfora sobre los lazos?—cuestionó el rubio.
—Algo así, eso supondría que somos amigos o algo más.—Lo último lo
había dicho en un tono sugerente.
A partir de entonces Markus se mostró esquivo ante Bernard y las
cosas se tornaron un poco retorcidas entre ambos. Peleas, se detestaban o más
bien, Markus detestaba al moreno, pero ese “odio” sólo era la tapadera de los
verdaderos sentimientos que se profesaban.
—Al final el lazo si era rojo—susurró el rubio abrazando la urna—,
rojo de pasión y de amor… perdóname por sólo demostrarte la pasión—dijo
llorando.
Los lazos son aquellas cosas intangibles que unen a las personas,
que se fortalecen o se debilitan según sea el caso, y hay otros que tratamos de
destruir por miedo a sentir, a ser lastimados. Son esos lazos con los que
terminamos ahorcándonos en un intento por no sufrir, pero inconscientemente
terminamos sufriendo más.
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