Coge tu arma
Hora de ir al infierno
No soy un héroe
Culpable de los cargos
Busca Y Destruye
Encontré mi fe
viviendo en el pecado
Yo no soy Jesús
Pero, tú tampoco, mi amigo
/Search and destroy // 30 seconds to mars
Capítulo 11
Gotas de infierno
Se escuchaba el pequeño oleaje contra las afiladas rocas unidas
una contra la otra en una secuencia que pareciera no ser casualidad, así las
olas llegaban a estamparse cubriéndolo todo para luego retroceder y estrellarse
una vez más. El mar se veía tan oscuro como el cielo siendo iluminado en breves
instantes por la luz que despedía faro en cada rotación, pero más que nada esa
noche parecía que aquellas aguas revueltas estaban enojadas o quizás preveían
el desastre que se avecinaba porque aquellas olas era cada vez más frecuentes y
la violencia con la que llegaban a las rocas era sorprendente, además las nubes
negras habían cubierto las estrellas. En aquel momento, cuando la tormenta
parecía inminente, Nirvana decidió que el espectáculo había terminado. Era hora
de pelear.
El viento iba de este a oeste dándole de lleno en la cara a la
caza-vampiros al contrario de lo que sucedía con Markus. Estaban frente a las
ruinas de la Catedral de Saint Andrews, la mujer sostenía una wakizashi en su
mano derecha con el filo hacía afuera esperando algún movimiento del vampiro
rubio que tenía enfrente.
—No tienes idea de cuánto deseo matarte—le dijo el rubio mostrando
sus colmillos.
No recibió respuesta de su contrincante, quien de inmediato
levantó su wakazashi al percatarse del ataque que efectuaba el vampiro. Justo a
su costado derecho había aparecido el chico en apenas un parpadeo y por poco
logró hacer un rasguño en la piel de la humana.
Para Markus la situación era desesperante, a pesar de ser u
vampiro y poseer una velocidad asombrosa aquella humana tan “horrenda” lograba
esquivar la mayoría de sus ataques, pero aquella desesperación era de alguna
forma fascinante si se proponía acabar con ella lentamente.
—Dejémonos de juegos—susurró el chico rosando la oreja de la
joven.
Sintió el impacto pero no había dolor, tan sólo la certeza de que
algo se había impactado contra su rostro, más específicamente en su nariz. Y
entonces, el dolor se comenzó a acumular en el centro de su rostro casi al
tiempo en que un líquido espeso y caliente salía de las fosas nasales para
cubrir lo que estuviera a su paso. Nirvana encorvó su cuerpo un poco y llevo su
mano hasta su rostro, de alguna manera aquel golpe la había dejado un tanto
aturdida, a medida que la sorpresa por aquello desaparecía. Pero el espesor de
aquella sustancia rojiza no duro el suficiente tiempo a exposición del viento
para que se secara o coagulara, ya que las repentinas gotas de agua que caían
del cielo lo evitaron y llevaron con ellas la sangre como si fuera un pigmento
necesario para ella.
La había herido. Por fin podía ver su sangre, pero había cambiado
de idea. Markus quería verla sufrir, quería que le implorara clemencia.
—¡Ay lo siento!—dijo fingiendo preocupación—. ¿Te lastimé?
Nirvana levantó la mirada ante aquella provocación, debía dejarse
de juegos y acabar con ese vampiro para ir a ayudar a sus compañeros y poder
salvar al chico que acompañaba a esos tres vampiros.
—En realidad apenas es un rasguño—le respondió la mujer al rubio
logrando que se molestara.
Y tan impulsivo como era Markus se lanzó contra la caca-vampiros sin
fijarse en la extraña aura que se formaba en torno a la wakazashi tan sólo
alcanzó a darse cuenta de que la muchacha había susurrado algunas palabrejas
antes de que rozara una de sus piernas a la altura de la rodilla. No era nada,
un corte de esas dimensiones no era daño suficiente para impedirle que
continuara con su lucha, pero aquel corte no parecía ser ordinario. No podía
moverse. Markus intentó mover sus piernas en dos ocasiones y no pudo hacerlo,
sus miembros inferiores no le respondían y en medio de la desesperación que le
suponía darse cuenta de eso se percató de un detalle.
—¿No es un hechizo de alto nivel el que acabas de usar?—cuestionó
el rubio con un semblante arrogante.
—Así es.—Nirvana sacó una cruz de cristal que utilizaría para
purificar al vampiro.
—Primero tienes que matarme, idiota.
—Eso es lo que voy a hacer—espetó la mujer.
Un revolver hizo aparición en aquella pelea, mismo que se había
ganado la reputación de arma letal pues Nirvana había terminado fácilmente con
un puñado de vampiros gracias a ese revolver.
Markus era orgulloso, tanto que se negaba a mostrar debilidad y
pedir ayuda lo era, pero eso no evitó que cerrara los ojos e implorara por
Bernard aunque luego se reprochara por eso. No era que de sólo pensar en él el
vampiro fuera a aparecer, pero era un reflejo del rubio y no podía hacer nada
contra ello.
—Es como implorar a Dios—susurró sin que Nirvana le oyera—. Hace
años maté a tu prometido.—Comenzó a narrar el vampiro ganándose la atención de
la chica— Tenía hambre, mucha hambre, y estaba enojado con Bernard, así que
había dejado de comer sangre durante casi un mes y luego no me pude
contener.—Nirvana bajó el revólver— Pero a tu maestro lo maté con toda la saña
posible.— Los ojos de la muchacha se abrieron demasiado, aquel chico de belleza
tan exquisita era un cínico que gustaba de jugar con su mente ¿o qué se proponía?—
Así que dime ¿por qué no me has matado?
La lluvia ya había arreciado para esos momentos, los cabellos se
les pegaban a la frente y la ropa se adhería a sus cuerpos mientras que cada
gota que los tocaba hacía un recorrido hasta el suelo. A varios metros de
Nirvana y Markus, un vampiro de cabellos negros con un lazo rojo amarrado en la
frente libraba una pelea con dos chicos de cabellos rojos. Joel y Anhaya se
esforzaban por lograr asestar un golpe correcto, querían que sus katanas
rompieran la piel del vampiro y quizás daños más profundos, pero no contaban
con la velocidad de aquel chico quien no los dejaba acercarse a su cuerpo lo
necesario para que el filo de la katana conectara una buena estocada.
—¿Qué demonios es él?—preguntó el chico a su hermana.
—No lo sé, jamás había visto un vampiro tan rápido.
—Quizás sea que nunca se han enfrentado a un vampiro de clase Alfa.—
Los dos caza-vampiros se quedaron perplejos ante esa oración.
Los vampiros que usualmente combatían ese grupo de caza-vampiros
eran de clase baja, normalmente Delta y Épsilon, hacía pocos meses que habían
iniciado a combatir con vampiros de nivel Beta, pero combatir a un Alfa era
cosa que ni siquiera Nirvana podría hacer.
—¿E-eres un A-alfa?—preguntó la mujer sintiendo como su cuerpo comenzaba
a enfriarse.
Joel estaba al lado de su hermana y frente a ellos Bernard, quien
tan sólo asintió con la cabeza y los dos hermanos terminaron en el suelo.
—Guárdenme el secreto—les dijo antes de dejarlos inconscientes.
El aire estaba cargado de sangre, ese olor que anunciaba la muerte
de algún caza-vampiros, pues el enorme charco escarlata no daba cabida alguna otra teoría. Entonces, un relámpago
surcó el cielo negro que les servía de techo iluminando al acto la sangre que
se extendía bajo los pies de aquellos que peleaban.
—Lo mataste—susurró Amy viendo como el cuerpo inerte de su
compañero yacía en el suelo.
—Se atravesó.—La mirada de la chica denotó algo parecido a la
incredulidad cuando escuchó lo dicho por el caza-vampiros.
—Quédate atrás—le dijo Jared a su amado quien temblaba por el frio
y el temor.
El vampiro sabía que su mayor contrincante era el caza-vmpiros de
más edad, ese que tenía el cabello castaño y una mueca que intentaba ser una
sonrisa pero que tan sólo lograba ser una expresión que causaba miedo, al menos
para Skandar. Hannibal preparó su wakizashi para atacar y el vampiro supo
prever el movimiento interceptándolo antes de que lo llevar a cabo, él quería
que la acción se llevara a cabo lejos de Skandar.
—¿Quieres ayuda?—preguntó la niña del cabello negro viendo como
Hannibal tenía dificultades con el vampiro.
—No te entrometas.—Alcanzó a contestarle.
En ese momento, luego de lanzar un suspiro lleno de cansancio, la
niña situó su mirar en la figura del chico que acompañaba a esos vampiros.
Cuando habían llegado a la ciudad encontraron a los tres vampiros intentando
salir de ese lugar para ir a buscar refugio en una ciudad próxima, quizás
buscaban lograr una emboscada pero habían perdido la oportunidad en Glasgow y
finalmente habían avanzado más al norte. Amy recordaba la expresión de Nirvana
cuando se dio cuenta de que un humano acompañaba a esos tres seres del
inframundo. Sorpresa, completa preocupación y una mueca que no sabía bien como
definir. La decisión tomada era completamente lógica, purificarían a los
vampiros y llevarían al chico ante el consejo, pero cuando los orbes rojizas de
Amy se cruzaron con la mirada limpia de Skandar le hizo sentir que él no estaba
con ellos obligado.
—Entonces me encargaré de él—dijo la niña mirando a Skandar.
Jared entendió aquellas palabras como si fueran una sentencia de
muerte para su querido humano y se movió lo más rápido que pudo para
interponerse entre la chica de mirada endemoniada y su amado, aunque no contaba
con que Hannibal se entrometería con su cometido.
—Tu pelea es conmigo cabrón.
—¡Jared!—gritó Skandar cuando vio un hilo de sangre correr por una
de las manos del vampiro.
Hannibal había logrado hacer un corte en la muñeca de Jared,
aunque era apenas superficial Skandar no pudo evitar sentir como si su alma
entera se contrajera en un segundo. No quería que Jared muriera. Él se lo había
prometido, le había dicho que todo iba a estar bien.
El vampiro mantuvo su implacable expresión de serenidad aunque por
dentro estuviera perturbado, no quería que Skandar se diera cuenta de ello así
que dispuso de su mejor máscara de sentimientos y se plantó frente al muchacho.
Hacía un día que habían dejado el hospedaje de sus amigas Charlotte y Carol,
porque Markus había logrado captar el olor de una caza-vampiros una vez más, y
al encontrarlos desnudos sobre la cama el rubio tan sólo cerró la puerta para
gritarles la noticia desde afuera. No pudo mentirle a Skandar. No podía hacerlo
luego de haberse unido a él de esa forma, así que a Jared no le quedó otra
opción que poner al tanto a su amado.
Te prometo que todo va
a estar bien, yo te voy a proteger.
Aquella frase resonaba hondo dentro de su cabeza, aquella promesa
parecía tan lejana y falsa en aquellos momentos, pero no estaba como para
desconfiar. El chico se reprendió por pensar aquellas cosas y enfocó la vista
en la niña que estaba frente a él, vio su cabello negro, demasiado negro, que
caía hasta más debajo de su cintura tan lacio que ni el agua lo deformaba; y
esos ojos que parecían ser rojos, aunque no brillantes como los de Jared luego
de comer, no, aquellos ojos eran bastante vacios. Por su parte, Amy miró al
adolescente que tenía frente a ella, era muy guapo pero aquello carecía de
importancia en aquel momento, lo verdaderamente interesante era la manera en la
que se preocupaba por el vampiro.
—¿Estás con los vampiros?—preguntó la chica dudando si debía sacar
su Katana o si podía charlar un poco. Extrañamente deseaba lo último.
Los dos jóvenes ya no se veían desde donde Skandar estaba, al
parecer el caza-vampiros había forzado a Jared a ir más hacia la costa.
Hannibal quería ver la desesperación en el rostro del vampiro, quería que
sufriera al no saber que podía sucederle a Skandar.
—Te he preguntado algo—musitó Amy.
—¿Cómo te llamas?—cuestionó el chico con curiosidad, aunque su
corazón siguiera sintiéndose sofocado.
—Amy, pero responde mi pregunta.—La chica estaba inusualmente
ansiosa.
—Sí.—Skandar ya no tenía miedo, más bien se sentía ansioso porque
la pelea de Jared terminara.
—No entiendo cómo un humano puede estar con esos monstruos—musitó
la chica más para sí misma que para su interlocutor.
—No son monstruos—rebatió el chico.
La mirada de Skandar era segura, no había ningún atisbo de mentira
o de duda y Amy se sorprendió preguntándose si lo que el chico decía era
verdad. ¿Los vampiros eran monstruos? Desde que tenía memoria había escuchado
historias de la crueldad de esos monstruos llamados vampiros, como terminaban
con la vida de las personas al quitarles hasta la última gota de sangre e
inclusive se había topado con relatos en los que esos viles seres ultrajaban a
las mujeres sin piedad, en ocasiones terminaban por destrozar sus cuerpos, pero
nunca en todos sus trece años de vida había sido testigo, o por lo menos
escuchado, algo semejante a que un humano estuviera con ellos de forma pacífica.
—Si lo son—dijo Amy rompiendo el contacto visual.
Si lo era, de eso estaba segura la chica, y era su deber terminar
con la senil existencia de cada vampiro. Después de todo para eso había sido
criada toda su vida.
Dentro de la organización de cazadores de vampiros existía una
élite -por llamarlo de alguna manera- de los mismos. Los miembros de la élite
eran humanos que habían logrado desarrollar varias habilidades gracias a los
espíritus que conformaban sus almas, además de que era de alguna forma
“prodigios” que aprendían rápidamente el arte de exterminar vampiros, así que
eran separados de sus padres a muy pronta edad para iniciar su entrenamiento.
Amy no conocía a sus padres, ni siquiera había tenido una infancia digna de
etiquetarse como normal. Ella había sido criada para acabar con los vampiros.
—Jared y los demás no son monstruos—dijo Skandar con algo de
molestia en su mirada.
La chica fijó de nuevo los rubíes que tenía por ojos en el chico
frente a ella.—No seas necio—musitó.
—No lo soy. Pero Jared es una buena persona.—Amy enarcó una ceja—
Y Markus y Bernard también lo son.
—Ellos matan y masacran a personas, no son más que monstruos.
—¡No!—dijo tajante el chico—, ellos lo hacen para
sobrevivir….Jared me ama y yo a él.
Había pocas cosas que le sorprendieran, a decir verdad a sus trece
años de edad pocas cosas la habían descolocado tanto como escuchar aquello. Un
vampiro amaba un humano, ¿eso podía ser posible? ¿Esos monstruos come sangre
podían tener sentimientos? Pero, ¿qué acaso no eran unos monstruos? Los
demonios no sentían ¿o sí?
—Eso no es posible—espetó la chica esperando que el chico frente a
ella le aclarar sus dudas.
—Sí lo es—le respondió el chico con algo de coraje e sus palabras
¿es que era tan difícil creer que un vampiro pudiera sentir?
—Eso no…—Amy estaba confundida, había dejado toda su seriedad y desinterés
de lado, es que esa situación era tan confusa—. Los vampiros son monstruos—dijo
más para sí misma que para Skandar.
—No—dijo con seguridad el chico—. Jared me ama y yo lo amo a él,
también Markus y Bernard se aman, ellos no son monstruos.
Aquello era demasiado, era inconcebible, ¿acaso Markus y Bernard
no eran los otros vampiros que acompañaban a ese chico? Si mal no recordaba
Markus era conocido por perder el control si no comía diariamente, a veces
intentaba intimar con sus víctimas y destrozaba sus cuerpos, era un aficionado
de la sangre de prostitutas aunque tenía cierta preferencia por los travestis y
también era a quienes más intentaba violar. Porque era violación ¿no? ¿O es que
ahora resultaría que ellos también querían tener relaciones con él? Pero eso no
sería posible porque estaban bajo los efectos de un beso de vampiro, el beso de la muerte cómo se conocía en el
mundillo de los caza-vampiros, mismo que provocaba una especie de hipnosis en
los humanos y hacía que dejaran de sentir o pensar por sí mismos. ¿Y si ese
muchacho frente a ella estaba bajo los efectos de un beso de la muerte? Quizás por eso creía amar a un vampiro.
—Ese vampiro que dices amar ¿te ha besado?—preguntó la chica, un
tanto preocupada ¿qué demonios le estaba pasando? Se comportaba como alguien
completamente diferente a ella.
—Sí.—Escuchó que el chico respondía un tanto confundido por la
pregunta—. Lo hace todo el tiempo.
Tal vez no había escuchado bien, quizás los gritos y los
estruendos de la pelea combinados con los truenos habían deformado la respuesta
de chico, pero sabía que no era así.
—Ustedes han intimado ¿no?—preguntó la chica no muy segura de
aquello.
El gran tono rojo de sus mejillas y la cara llena de sorpresa no
hicieron más que confirmarle a Amy sus sospechas. El chico se había relacionado
demasiado con ese vampiro que peleaba con Hannibal. Quizás Jared sólo buscaba
placer en aquel chico castaño, tal vez
el muchacho era tan ingenuo que creyó que el vampiro lo amaba. Era lo más
factible.
—Ellos sienten.—Y Amy no pudo más que abrir los ojos de
sobremanera—No son animales o monstruos que carecen de emociones y
sentimientos.—Un relámpago iluminó sus rostros—Ellos son como humanos sólo que
necesitan de la sangre para vivir, pero no son tan malos.
La cabeza le dolía, todo lo que había creído de pronto no era
cierto ¿acaso las cosas podían ponerse peor?
—Ustedes son los monstruos que los cazan como si fueran ratas—dijo
Skandar con rencor en la voz y algunas lagrimillas que se confundían con el
agua de la lluvia que corría por su rostro.
Interacción. Eso había sido el principal error que había cometido
la joven caza-vampiros, quien estaba acostumbrada sólo a acatar órdenes y pocas
veces se detenía a interaccionar con alguien, ni siquiera los miembros de su equipo corrían con ese
privilegio. No obstante, comenzó a hablar con ese chico de ojos azules que le
había provocado curiosidad, y como dice un viejo refrán la curiosidad mató al gato. Ella era ese gato. Porque bien lo había
dicho ya antes un filósofo y matemático, cuando existe la duda no puede ser
real y ahí había dudas, demasiadas dudas. Si Amy se aventuraba a reflexionar
sobre aquello, escrudiñando el siempre extraño comportamiento humano, sus
tendencias y demás ¿acaso no podría ser más que otra forma de intolerancia?
Matar vampiros con la excusa de que son un mal para la sociedad, para la
civilización, cubriendo el motivo del miedo, ese sentimiento que encadena a la
humanidad, ese sentimiento que Amy pocas veces había experimentado. En ese
momento sintió miedo, miedo de la verdad. Había miedo a lo desconocido, a una
verdad evidente que se intentaba tapar con un dedo cuando su tamaño y su
impacto eran tan grandes como el sol. ¿Los caza-vampiros eran Hitler y los
vampiros los judíos?
—¡Vamos!—gritaba Hannibal con una sonrisa que daría miedo a
cualquiera—. Muéstrame todo lo que tienes—le dijo casi al oído a Jared.
La katana buscaba con ansias poder atravesar alguna extremidad o
quizás alcanzar un órgano de importancia, Hannibal reía de forma demencial
disfrutando de la pelea como si se tratara de sexo o algo por el estilo, y es
que aquello le excitaba de sobremanera, era sentir su cuerpo vibrar y las
sensaciones a todo lo que da. Le gustaba sentir que lo herían y herir a su
adversario, quería más y más. Era adicto a ello.
Por su parte, Jared se encontraba más tranquilo, la chiquilla de
cabello negro tan sólo estaba platicando con Skandar, quizás porque era un
humano y no un vampiro. Pero le preocupaba el hecho de que se acercaban cada
vez más a donde se encontraba su amado y entonces podría resultar herido.
—Te importa mucho el crio ¿no?—siseó el caza-vampiros ganándose la
completa atención de Jared.
A Hannibal le gustaba, más bien le encantaba, ver la cara de
frustración y preocupación en sus contrincantes, era delicioso saborear el daño
psicológico casi tanto como el físico y con ese vampiro castaño tenía una
oportunidad de oro. Torturaría a Skandar frente a sus ojos.
De inmediato el humano se lanzó contra el de su misma especie,
añorando tener entre sus brazos ese delgado cuerpo que yacía parado enfrente de
Amy y cuando lo tuviera en su poder lo haría sufrir de muchas formas posibles.
Una sonrisa que mostraba el nivel sádico de su persona se instaló en el rostro
de Hannibal, pero Jared era mucho más rápido que él y ya se encontraba frente
al chico.
—Odio hacer esto—dijo Hannibal tomándose el cabello con algo de
rabia—, pero creo que tendremos que trabajar juntos.
Y Amy no estaba segura de poder hacerlo.
—Sólo debemos matar al vampiro—espetó dejando claro que no pensaba
dañar al humano.
—Y el punto débil de ese cabrón es el chiquillo—respondió el
mayor—, si lo tenemos a él tenemos al vampiro.
La chica no negó aquello, sonaba demasiado lógico y no estaba en
posición de negarse, además sabía que si no lo hacía por las buenas lo haría
por las malas y aunque pudiera soportar la tortura a la que se vería sometida
no tenía ánimos de hacerlo, no si ayudar a Hannibal podía ayudar a enterrar la
confusión que Skandar había sembrado en ella.
Por su parte, Jared resguardaba a su chico con su propio cuerpo
evitando que los caza-vampiros lograran verlo, sabía de sus planes y se
lamentaba el que Bernard y Markus se encontraran enfrascados en una pelea.
Entonces, vio como la chica sacaba un pequeño revolver, él tendría que ser más
rápido y astuto que esos dos. Pero había una cosa que Jared ignoraba y eran las
cualidades especiales de la chica, quien de inmediato hizo que sus ojos tomaran
un color más rojizo y su velocidad se hizo casi tan rápida como la de él
quedando a centímetros de Skandar cuando Jared desdobló su brazo y casi logró
golpearla en el frontal.
Eso no estaba bien, había estado peleando con las manos desnudas y
frente a él estaban dos caza-vampiros fuertes, rápidos y con una katana en
mano, además la niña tenía un revolver posiblemente con balas inmovilizantes
que no afectarían a Skandar pero a Jared si. Debía proteger a su amor, a ese
chico que tanto amaba. Jared acercó su mano hacía su pecho y dejó la mano
extendida mientras acercaba la otra, sus adversarios lo observaban recelosos,
entonces acercó la uña de su dedo índice al centro de la mano, casi por encima
del tercer metacarpo para llegar a los carpos y sobrepasarlos hasta la mitad
del brazo por en medio del cúbito y el radio para poder hacer un corte profundo
y que la sangre fluyera de mejor manera. Los que observaban se quedaron
atónitos, si bien Skandar en un principio se preocupó por el corte tan profundo
luego quedó sorprendido de la forma que iba tomando la sangre. Era una especie
de espada con la hoja de una katana hecha de sangre.
Y la pelea se reanudó, ante la mirada de Skandar que intentaba
seguir los movimientos de los involucrados en aquella pelea, ya ni siquiera
sentían el agua golpear su piel. El metal se impactaba contra la espada de
sangre, los relámpagos eran repelidos por el poder de las almas de los
involucrados en aquellas peleas sangrientas. Pero apenas iba un muerto y
Hannibal necesitaba terminar con una vida más, porque si bien su enemigo era un
vampiro tenía vida ¿no?
Movimientos rápidos, movimientos de muñecas, gestos de frustración
ante una estocada impedida, un golpe buscando una zona blanda para su impacto,
los sonidos propios de la lluvia, jadeos de cansancio, todo se unía para formar
un réquiem que precedía a la desgracia porque aunque Jared intentaba proteger a
Skandar el chico quedó a merced del
metal afilado que iba sin miramientos contra el muchacho.
Abrió los ojos demasiado como buscando que de esa forma la escena
frente a él fuera mentira, su boca también se abrió en espera de que un grito
saliera pero este se quedó atorado en su garganta. Skandar era sostenido
levemente por una de las manos del caza-vampiros castaños y con la otra el
hombre sostenía la katana que atravesaba el costado del niño. En ese momento la
ira se apoderó por completo del vampiro, intentó ir contra Hannibal y matarle
al tiempo en que deseaba abrazar el cuerpo de su amado y asegurarse de que
estaría bien, pero al apenas despegarse de la niña con la que peleaba recibió
un impacto de bala justo en la pantorrilla izquierda. Estaba jodido. La
desesperación era ya algo natural para aquel momento, no podía moverse y ya se
comenzaba a formar un charco de sangre debajo del cuerpo de Skandar.
—¡Te dije que a él no le haríamos nada!—gritó demasiado molesta la
chica.
—Jódete—le respondió el castaño dirigiendo la vista al vampiro—.
Si lo dejas sangrar más morirá ¿no te parece?—Y una sonrisa demoniaca se formó
en sus labios.
Hannibal lo disfrutaba. Ese hijo de puta se regodeaba de la
desesperación que mostraba el rostro del vampiro, saboreaba lentamente como la
ira se acumulaba dentro de Jared, como esas ansias de asesinarlo aumentaban a
cada instante. Vaya que lo disfrutaba.
—Maldito—masculló Jared entre dientes.
Debía pensar rápido, pero no podía moverse pues tenía una pierna prácticamente
anclada al suelo, así que sin pensarlo demasiado pegó su mano derecha al pecho
mientras echaba su cuerpo hacia atrás y rotaba un poco su torso para conseguir
impulso. Seguía lloviendo y Amy no movía un dedo, Hannibal había dejado el
cuerpo de Skandar en el suelo.
—Ja-jared—jadeó el pequeño.
El aludido no necesitó más, con un impulso movió su brazo de tal
forma que su katana de sangre saliera directo al cuerpo de Hannibal quien
todavía estaba de espaldas. El arma poco convencional que fue lanzada atravesó
el brazo del caza-vampiros rompiéndole un nervio y rasgando una vena en el
proceso.
—¡Maldito cabrón, hijo de puta!—le gritó Hannibal y comenzó a
caminar rumbo a su agresor.
—Oye tú, malparido—susurró alguien al oído del caza-vampiros.
Lo único que Hannibal logró ver fueron unas hebras doradas y lo
que le pareció un ojo rojo bastante brillante, de inmediato algo le atravesó el
estomago y casi al instante retiraron la katana de sangre que había en su
brazo.
—Supongo que quieres matarlo con tus propias manos—dijo divertido
el rubio.
—Atiende a Skandar.—Fue la única respuesta de Jared y de inmediato
el otro vampiro la atendió.
El pequeño humano estaba tirado sobre el suelo con una gran
cantidad de sangre fluyendo de la herida que a simple vista parecía desastrosa,
pero Markus se encontró con que la katana había perforado la Orta abdominal,
era cuestión de tiempo para que muriera…
—Tenemos que hacer algo—susurró Markus manteniendo la cabeza del
chico sobre sus piernas—. ¡Termina con eso de una vez!
Tal vez aquel tono tan molesto que había empleado el rubio para la
ultima oración pareciera nacido de la necesidad porque Skandar estuviera sano,
pero aquellas palabras más bien rezaban porque las peleas terminaran y los
heridos, uno en especifico que no resultaba ser el “mocoso”, fueran atendidos.
Porque sí, Bernard había sido herido de gravedad y todo por esa jodida
caza-vampiros.
Un vampiro podía ser catalogado en cinco niveles: Alfa, Beta,
Gamma, Delta y Épsilon. Por lo regular, los últimos eran los vampiros recién
convertidos, aquellos cuyas capacidades apenas comenzaban pero que ya habían
vencido la gran sed, en cambio, los vampiros de nivel Alfa eran conocidos por
sus extraordinarias capacidades, sus sentidos eran mucho más agudos que
cualquier otra criatura al igual que su fuerza y velocidad, todo esto porque su
alma se encontraba en mejor equilibrio que la de otros demonios. Entonces ¿cómo
era posible que una caza-vampiros como pudiera tener posibilidades contra un
vampiro de la categoría de Bernard? Y
tras pensarlo mucho Markus llegó a una conclusión que no le agradaba para nada. Esa caza-vampiros hija de puta era
nivel Z.
Durante la pelea con Bernard, Nirvana había acorralado al vampiro
luego de unos minutos de intercambio de golpes donde la chica se valió de más
de un hechizo bien elaborado y de alto nivel que terminó por inmovilizar al
vampiro. Para entonces, habían dejado bastante lejos a Markus.
—Así que llega el momento de matarme ¿no?—dijo el vampiro sin una
pizca de preocupación y con una sonrisa en su rostro.
Mátalo, hazlo. Mátalo, ¿qué esperas? ¡Mátalo!
Pero no era capaz de hacerlo ¿o sí? … ¿Nirvana mataría a un
vampiro que había salvado su vida un par de veces, aunque fuera de una forma extraña? Pero más importante, ¿desde
cuándo se cuestionaba acerca de los vampiros que le mandaban matar? Era
absurdo. Y así, tras unos segundos en que su mente le hizo una jugarreta ella
pudo por fin levantar su revólver, su Bloody Mary, y jalar el gatillo. Frente a
los ojos de la joven aquella escena que venía sucediendo desde hace tiempo se
repitió una vez más; una bala negra salió del cañón del revólver en dirección
al corazón del vampiro o “donde debería estar el corazón” como dicen los
caza-vampiros, y al lograr penetrar la piel de aquel ser demoniaco el hechizo
inició. Un dolor demasiado grande, insoportable, se apoderó de Bernard
haciéndolo arquear su espalda a pesar de tener inmovilizada la parte izquierda
de su cuerpo y el brazo derecho, aunque no gritó si era demasiado su pesar,
enseguida sintió como si sus venas quemaran, como si el fuego las recorriera. Y
recordó cuando su humanidad terminó.
—Demonios—gruñó la mujer.
La bala no había penetrado al corazón como se supone que debía
suceder, sino que se alojó entre las costillas falsas. Vaya mierda. Necesitaba
otro disparo y vaya que a Nirvana le fastidiaba hacer eso, perdía demasiada
energía con aquella táctica y si la usaba una segunda quedaría realmente
fatigada. Pero lo hizo, justo jalaba el gatillo para impactar la segunda bala
cuando una katana pequeña, su propia wakizashi le atravesaba el corazón.
—Eres una hija de puta.—Le había susurrado Markus al oído—Me vale
mierda si eres una caza-vampiros o no, yo soy el único que lo puede lastimar.
Y mientras aquel vampiro de rubia cabellera se empeñaba en no
dejar ir a la caza-vampiros, Bernard sonreía, no porque fuera masoquista y
disfrutara ese dolor tan intenso sino que a su modo Markus le demostraba su
preocupación.
—Se supone que si vas a “salvar” a alguien no debes dejar que te
maten—espetó el rubio con la boca cubierta de sangre.
—Asó que por fin la matas ¿no?— Sonrió para su vampiro
preferido—Aunque no tenias que beber su sangre.
—Ni muerto me tomo la sangre de esa perra. —Bernard enarcó una
ceja, hacía un esfuerzo por soportar el dolor sin que Markus se diera cuenta—Le
arranqué la carótida.
—Ve a ayudar a Jared y a Skandar.—Ordenó el moreno.
—De acuerdo, tu duérmete un rato holgazán—dijo Markus queriendo sonar
despectivo, algo que no logró pues aunque no lo quiso la preocupación afloraba
en su voz.
Justo al tiempo en que el rubio inició su andar hacía donde Jared
se encontraba, el moreno comenzó a sentir como su vista fallaba y entre
nubarrones cayó al suelo para quedar inconsciente poco después. Sobre él, la
lluvia no menguaba su caída, seguía con el mismo repicar que borraba los
rastros de la batalla.
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