jueves, 19 de enero de 2012

Lazos rojos— Capítulo 11


Coge tu arma 
Hora de ir al infierno 
No soy un héroe 
Culpable de los cargos 
Busca Y Destruye 

Encontré mi fe 
viviendo en el pecado 
Yo no soy Jesús 
Pero, tú tampoco, mi amigo
 /Search and destroy // 30 seconds to mars


Capítulo 11
Gotas de infierno

Se escuchaba el pequeño oleaje contra las afiladas rocas unidas una contra la otra en una secuencia que pareciera no ser casualidad, así las olas llegaban a estamparse cubriéndolo todo para luego retroceder y estrellarse una vez más. El mar se veía tan oscuro como el cielo siendo iluminado en breves instantes por la luz que despedía faro en cada rotación, pero más que nada esa noche parecía que aquellas aguas revueltas estaban enojadas o quizás preveían el desastre que se avecinaba porque aquellas olas era cada vez más frecuentes y la violencia con la que llegaban a las rocas era sorprendente, además las nubes negras habían cubierto las estrellas. En aquel momento, cuando la tormenta parecía inminente, Nirvana decidió que el espectáculo había terminado. Era hora de pelear.

El viento iba de este a oeste dándole de lleno en la cara a la caza-vampiros al contrario de lo que sucedía con Markus. Estaban frente a las ruinas de la Catedral de Saint Andrews, la mujer sostenía una wakizashi en su mano derecha con el filo hacía afuera esperando algún movimiento del vampiro rubio que tenía enfrente.

—No tienes idea de cuánto deseo matarte—le dijo el rubio mostrando sus colmillos.

No recibió respuesta de su contrincante, quien de inmediato levantó su wakazashi al percatarse del ataque que efectuaba el vampiro. Justo a su costado derecho había aparecido el chico en apenas un parpadeo y por poco logró hacer un rasguño en la piel de la humana.

Para Markus la situación era desesperante, a pesar de ser u vampiro y poseer una velocidad asombrosa aquella humana tan “horrenda” lograba esquivar la mayoría de sus ataques, pero aquella desesperación era de alguna forma fascinante si se proponía acabar con ella lentamente.

—Dejémonos de juegos—susurró el chico rosando la oreja de la joven.

Sintió el impacto pero no había dolor, tan sólo la certeza de que algo se había impactado contra su rostro, más específicamente en su nariz. Y entonces, el dolor se comenzó a acumular en el centro de su rostro casi al tiempo en que un líquido espeso y caliente salía de las fosas nasales para cubrir lo que estuviera a su paso. Nirvana encorvó su cuerpo un poco y llevo su mano hasta su rostro, de alguna manera aquel golpe la había dejado un tanto aturdida, a medida que la sorpresa por aquello desaparecía. Pero el espesor de aquella sustancia rojiza no duro el suficiente tiempo a exposición del viento para que se secara o coagulara, ya que las repentinas gotas de agua que caían del cielo lo evitaron y llevaron con ellas la sangre como si fuera un pigmento necesario para ella.

La había herido. Por fin podía ver su sangre, pero había cambiado de idea. Markus quería verla sufrir, quería que le implorara clemencia.

—¡Ay lo siento!—dijo fingiendo preocupación—. ¿Te lastimé?

Nirvana levantó la mirada ante aquella provocación, debía dejarse de juegos y acabar con ese vampiro para ir a ayudar a sus compañeros y poder salvar al chico que acompañaba a esos tres vampiros.

—En realidad apenas es un rasguño—le respondió la mujer al rubio logrando que se molestara.

Y tan impulsivo como era Markus se lanzó contra la caca-vampiros sin fijarse en la extraña aura que se formaba en torno a la wakazashi tan sólo alcanzó a darse cuenta de que la muchacha había susurrado algunas palabrejas antes de que rozara una de sus piernas a la altura de la rodilla. No era nada, un corte de esas dimensiones no era daño suficiente para impedirle que continuara con su lucha, pero aquel corte no parecía ser ordinario. No podía moverse. Markus intentó mover sus piernas en dos ocasiones y no pudo hacerlo, sus miembros inferiores no le respondían y en medio de la desesperación que le suponía darse cuenta de eso se percató de un detalle.

—¿No es un hechizo de alto nivel el que acabas de usar?—cuestionó el rubio con un semblante arrogante.

—Así es.—Nirvana sacó una cruz de cristal que utilizaría para purificar al vampiro.

—Primero tienes que matarme, idiota.

—Eso es lo que voy a hacer—espetó la mujer.

Un revolver hizo aparición en aquella pelea, mismo que se había ganado la reputación de arma letal pues Nirvana había terminado fácilmente con un puñado de vampiros gracias a ese revolver.

Markus era orgulloso, tanto que se negaba a mostrar debilidad y pedir ayuda lo era, pero eso no evitó que cerrara los ojos e implorara por Bernard aunque luego se reprochara por eso. No era que de sólo pensar en él el vampiro fuera a aparecer, pero era un reflejo del rubio y no podía hacer nada contra ello.

—Es como implorar a Dios—susurró sin que Nirvana le oyera—. Hace años maté a tu prometido.—Comenzó a narrar el vampiro ganándose la atención de la chica— Tenía hambre, mucha hambre, y estaba enojado con Bernard, así que había dejado de comer sangre durante casi un mes y luego no me pude contener.—Nirvana bajó el revólver— Pero a tu maestro lo maté con toda la saña posible.— Los ojos de la muchacha se abrieron demasiado, aquel chico de belleza tan exquisita era un cínico que gustaba de jugar con su mente ¿o qué se proponía?— Así que dime ¿por qué no me has matado?


La lluvia ya había arreciado para esos momentos, los cabellos se les pegaban a la frente y la ropa se adhería a sus cuerpos mientras que cada gota que los tocaba hacía un recorrido hasta el suelo. A varios metros de Nirvana y Markus, un vampiro de cabellos negros con un lazo rojo amarrado en la frente libraba una pelea con dos chicos de cabellos rojos. Joel y Anhaya se esforzaban por lograr asestar un golpe correcto, querían que sus katanas rompieran la piel del vampiro y quizás daños más profundos, pero no contaban con la velocidad de aquel chico quien no los dejaba acercarse a su cuerpo lo necesario para que el filo de la katana conectara una buena estocada.

—¿Qué demonios es él?—preguntó el chico a su hermana.

—No lo sé, jamás había visto un vampiro tan rápido.

—Quizás sea que nunca se han enfrentado a un vampiro de clase Alfa.— Los dos caza-vampiros se quedaron perplejos ante esa oración.

Los vampiros que usualmente combatían ese grupo de caza-vampiros eran de clase baja, normalmente Delta y Épsilon, hacía pocos meses que habían iniciado a combatir con vampiros de nivel Beta, pero combatir a un Alfa era cosa que ni siquiera Nirvana podría hacer.

—¿E-eres un A-alfa?—preguntó la mujer sintiendo como su cuerpo comenzaba a enfriarse.

Joel estaba al lado de su hermana y frente a ellos Bernard, quien tan sólo asintió con la cabeza y los dos hermanos terminaron en el suelo.

—Guárdenme el secreto—les dijo antes de dejarlos inconscientes.

El aire estaba cargado de sangre, ese olor que anunciaba la muerte de algún caza-vampiros, pues el enorme charco escarlata no daba cabida  alguna otra teoría. Entonces, un relámpago surcó el cielo negro que les servía de techo iluminando al acto la sangre que se extendía bajo los pies de aquellos que peleaban.

—Lo mataste—susurró Amy viendo como el cuerpo inerte de su compañero yacía en el suelo.

—Se atravesó.—La mirada de la chica denotó algo parecido a la incredulidad cuando escuchó lo dicho por el caza-vampiros.

—Quédate atrás—le dijo Jared a su amado quien temblaba por el frio y el temor.

El vampiro sabía que su mayor contrincante era el caza-vmpiros de más edad, ese que tenía el cabello castaño y una mueca que intentaba ser una sonrisa pero que tan sólo lograba ser una expresión que causaba miedo, al menos para Skandar. Hannibal preparó su wakizashi para atacar y el vampiro supo prever el movimiento interceptándolo antes de que lo llevar a cabo, él quería que la acción se llevara a cabo lejos de Skandar.

—¿Quieres ayuda?—preguntó la niña del cabello negro viendo como Hannibal tenía dificultades con el vampiro.

—No te entrometas.—Alcanzó a contestarle.

En ese momento, luego de lanzar un suspiro lleno de cansancio, la niña situó su mirar en la figura del chico que acompañaba a esos vampiros. Cuando habían llegado a la ciudad encontraron a los tres vampiros intentando salir de ese lugar para ir a buscar refugio en una ciudad próxima, quizás buscaban lograr una emboscada pero habían perdido la oportunidad en Glasgow y finalmente habían avanzado más al norte. Amy recordaba la expresión de Nirvana cuando se dio cuenta de que un humano acompañaba a esos tres seres del inframundo. Sorpresa, completa preocupación y una mueca que no sabía bien como definir. La decisión tomada era completamente lógica, purificarían a los vampiros y llevarían al chico ante el consejo, pero cuando los orbes rojizas de Amy se cruzaron con la mirada limpia de Skandar le hizo sentir que él no estaba con ellos obligado.

—Entonces me encargaré de él—dijo la niña mirando a Skandar.

Jared entendió aquellas palabras como si fueran una sentencia de muerte para su querido humano y se movió lo más rápido que pudo para interponerse entre la chica de mirada endemoniada y su amado, aunque no contaba con que Hannibal se entrometería con su cometido.

—Tu pelea es conmigo cabrón.

—¡Jared!—gritó Skandar cuando vio un hilo de sangre correr por una de las manos del vampiro.

Hannibal había logrado hacer un corte en la muñeca de Jared, aunque era apenas superficial Skandar no pudo evitar sentir como si su alma entera se contrajera en un segundo. No quería que Jared muriera. Él se lo había prometido, le había dicho que todo iba a estar bien.

El vampiro mantuvo su implacable expresión de serenidad aunque por dentro estuviera perturbado, no quería que Skandar se diera cuenta de ello así que dispuso de su mejor máscara de sentimientos y se plantó frente al muchacho. Hacía un día que habían dejado el hospedaje de sus amigas Charlotte y Carol, porque Markus había logrado captar el olor de una caza-vampiros una vez más, y al encontrarlos desnudos sobre la cama el rubio tan sólo cerró la puerta para gritarles la noticia desde afuera. No pudo mentirle a Skandar. No podía hacerlo luego de haberse unido a él de esa forma, así que a Jared no le quedó otra opción que poner al tanto a su amado.

Te prometo que todo va a estar bien, yo te voy a proteger.

Aquella frase resonaba hondo dentro de su cabeza, aquella promesa parecía tan lejana y falsa en aquellos momentos, pero no estaba como para desconfiar. El chico se reprendió por pensar aquellas cosas y enfocó la vista en la niña que estaba frente a él, vio su cabello negro, demasiado negro, que caía hasta más debajo de su cintura tan lacio que ni el agua lo deformaba; y esos ojos que parecían ser rojos, aunque no brillantes como los de Jared luego de comer, no, aquellos ojos eran bastante vacios. Por su parte, Amy miró al adolescente que tenía frente a ella, era muy guapo pero aquello carecía de importancia en aquel momento, lo verdaderamente interesante era la manera en la que se preocupaba por el vampiro.

—¿Estás con los vampiros?—preguntó la chica dudando si debía sacar su Katana o si podía charlar un poco. Extrañamente deseaba lo último.

Los dos jóvenes ya no se veían desde donde Skandar estaba, al parecer el caza-vampiros había forzado a Jared a ir más hacia la costa. Hannibal quería ver la desesperación en el rostro del vampiro, quería que sufriera al no saber que podía sucederle a Skandar.

—Te he preguntado algo—musitó Amy.

—¿Cómo te llamas?—cuestionó el chico con curiosidad, aunque su corazón siguiera sintiéndose sofocado.

—Amy, pero responde mi pregunta.—La chica estaba inusualmente ansiosa.

—Sí.—Skandar ya no tenía miedo, más bien se sentía ansioso porque la pelea de Jared terminara.

—No entiendo cómo un humano puede estar con esos monstruos—musitó la chica más para sí misma que para su interlocutor.

—No son monstruos—rebatió el chico.

La mirada de Skandar era segura, no había ningún atisbo de mentira o de duda y Amy se sorprendió preguntándose si lo que el chico decía era verdad. ¿Los vampiros eran monstruos? Desde que tenía memoria había escuchado historias de la crueldad de esos monstruos llamados vampiros, como terminaban con la vida de las personas al quitarles hasta la última gota de sangre e inclusive se había topado con relatos en los que esos viles seres ultrajaban a las mujeres sin piedad, en ocasiones terminaban por destrozar sus cuerpos, pero nunca en todos sus trece años de vida había sido testigo, o por lo menos escuchado, algo semejante a que un humano estuviera con ellos de forma pacífica.

—Si lo son—dijo Amy rompiendo el contacto visual.

Si lo era, de eso estaba segura la chica, y era su deber terminar con la senil existencia de cada vampiro. Después de todo para eso había sido criada toda su vida.

Dentro de la organización de cazadores de vampiros existía una élite -por llamarlo de alguna manera- de los mismos. Los miembros de la élite eran humanos que habían logrado desarrollar varias habilidades gracias a los espíritus que conformaban sus almas, además de que era de alguna forma “prodigios” que aprendían rápidamente el arte de exterminar vampiros, así que eran separados de sus padres a muy pronta edad para iniciar su entrenamiento. Amy no conocía a sus padres, ni siquiera había tenido una infancia digna de etiquetarse como normal. Ella había sido criada para acabar con los vampiros.

—Jared y los demás no son monstruos—dijo Skandar con algo de molestia en su mirada.

La chica fijó de nuevo los rubíes que tenía por ojos en el chico frente a ella.—No seas necio—musitó.

—No lo soy. Pero Jared es una buena persona.—Amy enarcó una ceja— Y Markus y Bernard también lo son.

—Ellos matan y masacran a personas, no son más que monstruos.

—¡No!—dijo tajante el chico—, ellos lo hacen para sobrevivir….Jared me ama y yo a él.

Había pocas cosas que le sorprendieran, a decir verdad a sus trece años de edad pocas cosas la habían descolocado tanto como escuchar aquello. Un vampiro amaba un humano, ¿eso podía ser posible? ¿Esos monstruos come sangre podían tener sentimientos? Pero, ¿qué acaso no eran unos monstruos? Los demonios no sentían ¿o sí?

—Eso no es posible—espetó la chica esperando que el chico frente a ella le aclarar sus dudas.

—Sí lo es—le respondió el chico con algo de coraje e sus palabras ¿es que era tan difícil creer que un vampiro pudiera sentir?

—Eso no…—Amy estaba confundida, había dejado toda su seriedad y desinterés de lado, es que esa situación era tan confusa—. Los vampiros son monstruos—dijo más para sí misma que para Skandar.

—No—dijo con seguridad el chico—. Jared me ama y yo lo amo a él, también Markus y Bernard se aman, ellos no son monstruos.

Aquello era demasiado, era inconcebible, ¿acaso Markus y Bernard no eran los otros vampiros que acompañaban a ese chico? Si mal no recordaba Markus era conocido por perder el control si no comía diariamente, a veces intentaba intimar con sus víctimas y destrozaba sus cuerpos, era un aficionado de la sangre de prostitutas aunque tenía cierta preferencia por los travestis y también era a quienes más intentaba violar. Porque era violación ¿no? ¿O es que ahora resultaría que ellos también querían tener relaciones con él? Pero eso no sería posible porque estaban bajo los efectos de un beso de vampiro, el beso de la muerte cómo se conocía en el mundillo de los caza-vampiros, mismo que provocaba una especie de hipnosis en los humanos y hacía que dejaran de sentir o pensar por sí mismos. ¿Y si ese muchacho frente a ella estaba bajo los efectos de un beso de la muerte? Quizás por eso creía amar a un vampiro.

—Ese vampiro que dices amar ¿te ha besado?—preguntó la chica, un tanto preocupada ¿qué demonios le estaba pasando? Se comportaba como alguien completamente diferente a ella.

—Sí.—Escuchó que el chico respondía un tanto confundido por la pregunta—. Lo hace todo el tiempo.

Tal vez no había escuchado bien, quizás los gritos y los estruendos de la pelea combinados con los truenos habían deformado la respuesta de chico, pero sabía que no era así.

—Ustedes han intimado ¿no?—preguntó la chica no muy segura de aquello.

El gran tono rojo de sus mejillas y la cara llena de sorpresa no hicieron más que confirmarle a Amy sus sospechas. El chico se había relacionado demasiado con ese vampiro que peleaba con Hannibal. Quizás Jared sólo buscaba placer en aquel chico castaño,  tal vez el muchacho era tan ingenuo que creyó que el vampiro lo amaba. Era lo más factible.

—Ellos sienten.—Y Amy no pudo más que abrir los ojos de sobremanera—No son animales o monstruos que carecen de emociones y sentimientos.—Un relámpago iluminó sus rostros—Ellos son como humanos sólo que necesitan de la sangre para vivir, pero no son tan malos.

La cabeza le dolía, todo lo que había creído de pronto no era cierto ¿acaso las cosas podían ponerse peor?

—Ustedes son los monstruos que los cazan como si fueran ratas—dijo Skandar con rencor en la voz y algunas lagrimillas que se confundían con el agua de la lluvia que corría por su rostro.

Interacción. Eso había sido el principal error que había cometido la joven caza-vampiros, quien estaba acostumbrada sólo a acatar órdenes y pocas veces se detenía a interaccionar con alguien, ni siquiera  los miembros de su equipo corrían con ese privilegio. No obstante, comenzó a hablar con ese chico de ojos azules que le había provocado curiosidad, y como dice un viejo refrán la curiosidad mató al gato. Ella era ese gato. Porque bien lo había dicho ya antes un filósofo y matemático, cuando existe la duda no puede ser real y ahí había dudas, demasiadas dudas. Si Amy se aventuraba a reflexionar sobre aquello, escrudiñando el siempre extraño comportamiento humano, sus tendencias y demás ¿acaso no podría ser más que otra forma de intolerancia? Matar vampiros con la excusa de que son un mal para la sociedad, para la civilización, cubriendo el motivo del miedo, ese sentimiento que encadena a la humanidad, ese sentimiento que Amy pocas veces había experimentado. En ese momento sintió miedo, miedo de la verdad. Había miedo a lo desconocido, a una verdad evidente que se intentaba tapar con un dedo cuando su tamaño y su impacto eran tan grandes como el sol. ¿Los caza-vampiros eran Hitler y los vampiros los judíos?

—¡Vamos!—gritaba Hannibal con una sonrisa que daría miedo a cualquiera—. Muéstrame todo lo que tienes—le dijo casi al oído a Jared.

La katana buscaba con ansias poder atravesar alguna extremidad o quizás alcanzar un órgano de importancia, Hannibal reía de forma demencial disfrutando de la pelea como si se tratara de sexo o algo por el estilo, y es que aquello le excitaba de sobremanera, era sentir su cuerpo vibrar y las sensaciones a todo lo que da. Le gustaba sentir que lo herían y herir a su adversario, quería más y más. Era adicto a ello.

Por su parte, Jared se encontraba más tranquilo, la chiquilla de cabello negro tan sólo estaba platicando con Skandar, quizás porque era un humano y no un vampiro. Pero le preocupaba el hecho de que se acercaban cada vez más a donde se encontraba su amado y entonces podría resultar herido.

—Te importa mucho el crio ¿no?—siseó el caza-vampiros ganándose la completa atención de Jared.

A Hannibal le gustaba, más bien le encantaba, ver la cara de frustración y preocupación en sus contrincantes, era delicioso saborear el daño psicológico casi tanto como el físico y con ese vampiro castaño tenía una oportunidad de oro. Torturaría a Skandar frente a sus ojos.

De inmediato el humano se lanzó contra el de su misma especie, añorando tener entre sus brazos ese delgado cuerpo que yacía parado enfrente de Amy y cuando lo tuviera en su poder lo haría sufrir de muchas formas posibles. Una sonrisa que mostraba el nivel sádico de su persona se instaló en el rostro de Hannibal, pero Jared era mucho más rápido que él y ya se encontraba frente al chico.

—Odio hacer esto—dijo Hannibal tomándose el cabello con algo de rabia—, pero creo que tendremos que trabajar juntos.

Y Amy no estaba segura de poder hacerlo.

—Sólo debemos matar al vampiro—espetó dejando claro que no pensaba dañar al humano.

—Y el punto débil de ese cabrón es el chiquillo—respondió el mayor—, si lo tenemos a él tenemos al vampiro.

La chica no negó aquello, sonaba demasiado lógico y no estaba en posición de negarse, además sabía que si no lo hacía por las buenas lo haría por las malas y aunque pudiera soportar la tortura a la que se vería sometida no tenía ánimos de hacerlo, no si ayudar a Hannibal podía ayudar a enterrar la confusión que Skandar había sembrado en ella.

Por su parte, Jared resguardaba a su chico con su propio cuerpo evitando que los caza-vampiros lograran verlo, sabía de sus planes y se lamentaba el que Bernard y Markus se encontraran enfrascados en una pelea. Entonces, vio como la chica sacaba un pequeño revolver, él tendría que ser más rápido y astuto que esos dos. Pero había una cosa que Jared ignoraba y eran las cualidades especiales de la chica, quien de inmediato hizo que sus ojos tomaran un color más rojizo y su velocidad se hizo casi tan rápida como la de él quedando a centímetros de Skandar cuando Jared desdobló su brazo y casi logró golpearla en el frontal.

Eso no estaba bien, había estado peleando con las manos desnudas y frente a él estaban dos caza-vampiros fuertes, rápidos y con una katana en mano, además la niña tenía un revolver posiblemente con balas inmovilizantes que no afectarían a Skandar pero a Jared si. Debía proteger a su amor, a ese chico que tanto amaba. Jared acercó su mano hacía su pecho y dejó la mano extendida mientras acercaba la otra, sus adversarios lo observaban recelosos, entonces acercó la uña de su dedo índice al centro de la mano, casi por encima del tercer metacarpo para llegar a los carpos y sobrepasarlos hasta la mitad del brazo por en medio del cúbito y el radio para poder hacer un corte profundo y que la sangre fluyera de mejor manera. Los que observaban se quedaron atónitos, si bien Skandar en un principio se preocupó por el corte tan profundo luego quedó sorprendido de la forma que iba tomando la sangre. Era una especie de espada con la hoja de una katana hecha de sangre.

Y la pelea se reanudó, ante la mirada de Skandar que intentaba seguir los movimientos de los involucrados en aquella pelea, ya ni siquiera sentían el agua golpear su piel. El metal se impactaba contra la espada de sangre, los relámpagos eran repelidos por el poder de las almas de los involucrados en aquellas peleas sangrientas. Pero apenas iba un muerto y Hannibal necesitaba terminar con una vida más, porque si bien su enemigo era un vampiro tenía vida ¿no?

Movimientos rápidos, movimientos de muñecas, gestos de frustración ante una estocada impedida, un golpe buscando una zona blanda para su impacto, los sonidos propios de la lluvia, jadeos de cansancio, todo se unía para formar un réquiem que precedía a la desgracia porque aunque Jared intentaba proteger a Skandar el chico quedó a merced  del metal afilado que iba sin miramientos contra el muchacho.

Abrió los ojos demasiado como buscando que de esa forma la escena frente a él fuera mentira, su boca también se abrió en espera de que un grito saliera pero este se quedó atorado en su garganta. Skandar era sostenido levemente por una de las manos del caza-vampiros castaños y con la otra el hombre sostenía la katana que atravesaba el costado del niño. En ese momento la ira se apoderó por completo del vampiro, intentó ir contra Hannibal y matarle al tiempo en que deseaba abrazar el cuerpo de su amado y asegurarse de que estaría bien, pero al apenas despegarse de la niña con la que peleaba recibió un impacto de bala justo en la pantorrilla izquierda. Estaba jodido. La desesperación era ya algo natural para aquel momento, no podía moverse y ya se comenzaba a formar un charco de sangre debajo del cuerpo de Skandar.

—¡Te dije que a él no le haríamos nada!—gritó demasiado molesta la chica.

—Jódete—le respondió el castaño dirigiendo la vista al vampiro—. Si lo dejas sangrar más morirá ¿no te parece?—Y una sonrisa demoniaca se formó en sus labios.

Hannibal lo disfrutaba. Ese hijo de puta se regodeaba de la desesperación que mostraba el rostro del vampiro, saboreaba lentamente como la ira se acumulaba dentro de Jared, como esas ansias de asesinarlo aumentaban a cada instante. Vaya que lo disfrutaba.

—Maldito—masculló Jared entre dientes.

Debía pensar rápido, pero no podía moverse pues tenía una pierna prácticamente anclada al suelo, así que sin pensarlo demasiado pegó su mano derecha al pecho mientras echaba su cuerpo hacia atrás y rotaba un poco su torso para conseguir impulso. Seguía lloviendo y Amy no movía un dedo, Hannibal había dejado el cuerpo de Skandar en el suelo.

—Ja-jared—jadeó el pequeño.

El aludido no necesitó más, con un impulso movió su brazo de tal forma que su katana de sangre saliera directo al cuerpo de Hannibal quien todavía estaba de espaldas. El arma poco convencional que fue lanzada atravesó el brazo del caza-vampiros rompiéndole un nervio y rasgando una vena en el proceso.

—¡Maldito cabrón, hijo de puta!—le gritó Hannibal y comenzó a caminar rumbo a su agresor.

—Oye tú, malparido—susurró alguien al oído del caza-vampiros.

Lo único que Hannibal logró ver fueron unas hebras doradas y lo que le pareció un ojo rojo bastante brillante, de inmediato algo le atravesó el estomago y casi al instante retiraron la katana de sangre que había en su brazo.

—Supongo que quieres matarlo con tus propias manos—dijo divertido el rubio.

—Atiende a Skandar.—Fue la única respuesta de Jared y de inmediato el otro vampiro la atendió.

El pequeño humano estaba tirado sobre el suelo con una gran cantidad de sangre fluyendo de la herida que a simple vista parecía desastrosa, pero Markus se encontró con que la katana había perforado la Orta abdominal, era cuestión de tiempo para que muriera…

—Tenemos que hacer algo—susurró Markus manteniendo la cabeza del chico sobre sus piernas—. ¡Termina con eso de una vez!

Tal vez aquel tono tan molesto que había empleado el rubio para la ultima oración pareciera nacido de la necesidad porque Skandar estuviera sano, pero aquellas palabras más bien rezaban porque las peleas terminaran y los heridos, uno en especifico que no resultaba ser el “mocoso”, fueran atendidos. Porque sí, Bernard había sido herido de gravedad y todo por esa jodida caza-vampiros.

Un vampiro podía ser catalogado en cinco niveles: Alfa, Beta, Gamma, Delta y Épsilon. Por lo regular, los últimos eran los vampiros recién convertidos, aquellos cuyas capacidades apenas comenzaban pero que ya habían vencido la gran sed, en cambio, los vampiros de nivel Alfa eran conocidos por sus extraordinarias capacidades, sus sentidos eran mucho más agudos que cualquier otra criatura al igual que su fuerza y velocidad, todo esto porque su alma se encontraba en mejor equilibrio que la de otros demonios. Entonces ¿cómo era posible que una caza-vampiros como pudiera tener posibilidades contra un vampiro de la categoría de  Bernard? Y tras pensarlo mucho Markus llegó a una conclusión que no le agradaba para  nada. Esa caza-vampiros hija de puta era nivel Z.

Durante la pelea con Bernard, Nirvana había acorralado al vampiro luego de unos minutos de intercambio de golpes donde la chica se valió de más de un hechizo bien elaborado y de alto nivel que terminó por inmovilizar al vampiro. Para entonces, habían dejado bastante lejos a Markus.

—Así que llega el momento de matarme ¿no?—dijo el vampiro sin una pizca de preocupación y con una sonrisa en su rostro.

Mátalo, hazlo. Mátalo, ¿qué esperas? ¡Mátalo!

Pero no era capaz de hacerlo ¿o sí? … ¿Nirvana mataría a un vampiro que había salvado su vida un par de veces, aunque fuera de una forma extraña? Pero más importante, ¿desde cuándo se cuestionaba acerca de los vampiros que le mandaban matar? Era absurdo. Y así, tras unos segundos en que su mente le hizo una jugarreta ella pudo por fin levantar su revólver, su Bloody Mary, y jalar el gatillo. Frente a los ojos de la joven aquella escena que venía sucediendo desde hace tiempo se repitió una vez más; una bala negra salió del cañón del revólver en dirección al corazón del vampiro o “donde debería estar el corazón” como dicen los caza-vampiros, y al lograr penetrar la piel de aquel ser demoniaco el hechizo inició. Un dolor demasiado grande, insoportable, se apoderó de Bernard haciéndolo arquear su espalda a pesar de tener inmovilizada la parte izquierda de su cuerpo y el brazo derecho, aunque no gritó si era demasiado su pesar, enseguida sintió como si sus venas quemaran, como si el fuego las recorriera. Y recordó cuando su humanidad terminó.

—Demonios—gruñó la mujer.

La bala no había penetrado al corazón como se supone que debía suceder, sino que se alojó entre las costillas falsas. Vaya mierda. Necesitaba otro disparo y vaya que a Nirvana le fastidiaba hacer eso, perdía demasiada energía con aquella táctica y si la usaba una segunda quedaría realmente fatigada. Pero lo hizo, justo jalaba el gatillo para impactar la segunda bala cuando una katana pequeña, su propia wakizashi le atravesaba el corazón.

—Eres una hija de puta.—Le había susurrado Markus al oído—Me vale mierda si eres una caza-vampiros o no, yo soy el único que lo puede lastimar.

Y mientras aquel vampiro de rubia cabellera se empeñaba en no dejar ir a la caza-vampiros, Bernard sonreía, no porque fuera masoquista y disfrutara ese dolor tan intenso sino que a su modo Markus le demostraba su preocupación.

—Se supone que si vas a “salvar” a alguien no debes dejar que te maten—espetó el rubio con la boca cubierta de sangre.

—Asó que por fin la matas ¿no?— Sonrió para su vampiro preferido—Aunque no tenias que beber su sangre.

—Ni muerto me tomo la sangre de esa perra. —Bernard enarcó una ceja, hacía un esfuerzo por soportar el dolor sin que Markus se diera cuenta—Le arranqué la carótida.

—Ve a ayudar a Jared y a Skandar.—Ordenó el moreno.

—De acuerdo, tu duérmete un rato holgazán—dijo Markus queriendo sonar despectivo, algo que no logró pues aunque no lo quiso la preocupación afloraba en su voz.

Justo al tiempo en que el rubio inició su andar hacía donde Jared se encontraba, el moreno comenzó a sentir como su vista fallaba y entre nubarrones cayó al suelo para quedar inconsciente poco después. Sobre él, la lluvia no menguaba su caída, seguía con el mismo repicar que borraba los rastros de la batalla.

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