viernes, 3 de febrero de 2012

Lazos rojos—Capítulo 13


Por fin llega la hora de la segunda parte del final, no puedo asegurar que no haya una cuarta, ya que es seguro que hay una tercera, y quizás piensen ¿por qué dices que son "partes" si lo manejas como capítulos? Porque para mí son partes, aunque si son capítulos, el final comenzó en el capítulo pasado para mí. Lazos rojos es una historia que me ha dejado mucho, misma en la que me he reflejado como nunca y eso me hace estremecer en algunas ocasiones. He de confesar que Markus es mucho de lo que yo soy ¿o acaso yo soy mucho de lo que es Markus? En fin, muchos me han reclamado o me han dicho que soy una "mala" por matar a Bernard...puff ¿cree que yo no sufrí al hacerlo? Lloré,  lloré mucho, porque más allá del cariño personal y la admiración que le profeso a Bernard soy una ferviente amante de Makus, vaya ironía si vemos que yo no me amo demasiado pero a  Markus si...en fin, mis motivos tuve y desde un principio dije que esta historia no tendría final feliz, así que aunque yo sea una jodida cursi no habrá final de "Markus y Bernard vivieron felices pro siempre, mientras Skandar se convirtió en vampiro y vivió toda su vida con su gran amor Jared"...Lo siento, eso no va a pasar...y puff me estoy vengo muy ruda, pero es que alguien me ha hecho enojar respecto a esto muerte al chinini...ok ya me dejo de cosas...que sólo divago y no aclaro nada.

El capítulo me parece corto, me dejó con ganas de más...no sé si se logre con ustedes y en verdad espero que este capítulo logre trasmitirles todo lo que busque transmitir...las quiero hermosas, gracias por leerme...

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Enemigo mío 
Vete a la mierda como el diablo 
violentos en el interior 
hermoso y el mal 
Soy un fantasma 
eres un ángel 
uno que se guardó 
sólo restos de una época 
Stranger in a Strange Land // 30 Seconds  To Mars


Capítulo 13
La muerte del ocaso

No siempre es fácil recibir algunas noticias, pues algunas veces quedas tan perturbado que no logras identificar qué debes decir, qué debes hacer, qué debes sentir y la única salida que te queda es huir para pensar con claridad. Jared lo sabía y por eso bajó las escaleras sintiendo una tristeza aguda, nunca antes había si quiera cruzado por su cabeza la idea de la muerte de alguno de sus amigos y de pronto el vampiro que lo había convertido para salvarle la vida se encontraba muerto. A su modo, Bernard siempre trató de que él tuviera una existencia agradable y le enseñó todo cuanto le fue posible, luego, cuando Skandar apareció en su vida, Bernard lo apoyó y de alguna forma le hizo ver sus verdaderos sentimientos hacía ese humano.

—Cómo cambia todo en unas semanas—pensó el vampiro.

Su mente dejó de lado a Bernard, era demasiado abrumador imaginar cómo serían las cosas sin su amigo, pues a final de cuentas era él era lo más parecido a un “líder” y ya no estaba. Su vista no se concentraba en nada, la estancia sumida en la oscuridad apenas le brindaba alguna distracción que no sería tomada en cuenta, así que simplemente caminó hasta el sótano bajando uno a uno los escalones necesarios para encontrarse con Skandar. ¡Se moría porque su niño lo abrazara! Por olvidarse de todo lo demás y sólo lo lograría estrechando aquel delgado cuerpo entre sus brazos.

Y ahí, tendido como noches anteriores sobre la cama de madera, estaba Skandar. El vampiro lo miró por algunos segundos, escudriñando cada centímetro de la anatomía del chico. En algún momento Skandar comenzó a moverse como si fuera un gusano que es sacado de la tierra o mejor dicho, como un gusano que escarba un agujero ¿habrá alguna diferencia? Él chico se movía demasiado y apretaba la mandíbula de vez en vez. ¿Qué día era? ¿Cuántos días habían pasado desde que Jared le había dado su sangre? El vampiro no lo sabía, había perdido la noción del transcurrir del tiempo. Los fuertes alaridos le asombraron, un poco más y Skandar despertaría.

Un grito desesperado se oyó aunado a un alarido feroz de dolor.

Ardía. Era como si estuviera recostado en una cama de brazas y otras más le sirvieran de cobija, era tanto ese dolor que parecía quemarle todo el cuerpo y mucho más. Quemaba hasta el alma. Era imposible no llorar, no gritar, no arquearse a causa del dolor. No podía abrir sus ojos y tampoco era consciente de algo más que no fuera ese maldito dolor.

Otro grito abrazador y las lágrimas de un vampiro caían limpias hasta el suelo.

¡Qué tonto había sido! Jared no había estado en el momento justo para darle su sangre a Skandar. Se temía lo peor, cuando un vampiro no recibe la segunda dosis de sangre de su padre –quien lo convirtió– experimentaría una sed demasiado fuerte al despertar además de una fuerte tortura como la que suponía experimentaba el menor. Skandar estaba despertando.

Los ojos expectantes y llenos de preocupación de Jared destacaban junto con su frente brillosa a causa del sudor, quería acercarse a Skandar y ver si la segunda dosis funcionaría en él, pero era inútil, el pequeño estaba por despertar. Un último grito alertó a las gemelas vampiresas quienes dejaron de intentar entrar a la habitación de Bernard, pues el olor de la sangre de Markus era muy intenso, para correr al sótano.

Cuando llegaron la visión de aquella escena les heló la sangre, si es que pudiera hacerlo más. Skandar estaba sentado en el suelo a un lado de la cama con el cuerpo cubierto de sangre, sus ojos parecían perdidos entre el color carmesí del suelo y entre sus piernas y sus brazos descansaba el cuerpo de Jared.

—L-lo mató—dijo Carol bastante sorprendida.


En ese instante la mirada de Skandar se posó en ellas y regresó al cuerpo que tenía entre sus manos, el color azul de sus ojos había desaparecido y en cambio sus orbes se mostraban tan oscuros como el cielo de la noche sin atisbos de sentimientos o emociones. El recién despertado vampiro parecía ido, como si no perteneciera a la escena, pero en realidad rememoraba lo que acaba de acontecer.

Momentos antes Skandar había despertado con un dolor punzante en la garganta y una sed tan intensa como si hubiera estado horas caminando en el desierto bajo el ardiente sol, y había olido algo que se le antojaba delicioso, no podía ver muy bien porque sus ojos estaban entreabiertos y su poca visión era borrosa, pero pudo identificar un cuello y sus instintos lo llevaron a clavar sus colmillos en tan apetitosa anatomía en busca de la carótida. Su fuerza sobre humana y la nula oposición que Jared había prestado al ataque hicieron que las cosas fueran más fáciles. Sus uñas se clavaban en la piel para afianzar más a la presa y que no pudiera escapar, pero eso provocaba que mucha de la sangre del vampiro saliera de su cuerpo a través de esas heridas. Si bien un vampiro retiene toda la sangre que toma y por ende tiene demasiada, la demanda de la misma que mantenía a Skandar pegado a la carótida y la vertida sobre el suelo del sótano terminaban por menguar las fuerzas del vampiro, si continuaban así Jared moriría.

—Te amo—susurró Jared al vampiro con su último aliento y Skandar lo soltó impactado por aquello.

Desde ese momento un escozor insoportable se había instalado en su pecho, más bien cargándose a donde estaba el corazón y sobre la boca del estómago, donde parecía imposible no sentir como algo le apretaba las entrañas. Skandar no entedía el por qué de ese dolor, ni siquiera porque había matado a ese chico tan hermoso y mucho menos que demonios hacía ahí ¿quién era? ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba? Esa eran muchas de las interrogantes que rondaban los pensamientos del menor.

El olor a sangre putrefacta tan cargada de muerte era insoportable para cualquiera, más para Skandar quien de un momento a otro salió de su pequeña ensoñación para darse cuenta de sus acciones.

—Lo maté—dijo cuando las gemela se acercaron a él—. ¡Lo maté!—gritó y comenzó a llorar.

Era demasiado aterrador analizar aquello, es decir, de pronto se despertaba y succionaba la sangre a alguien y por alguna razón, dejando de lado el hecho de que se había tragado casi toda la sangre de aquél chico, se sentía tan culpable. Era obvio que matar a alguien no era lo más normal y causaba tantas emociones, a su modo de ver, inconsistentes. Pero era más que eso. Esa punzada en el pecho ardía al mismo tiempo en que lo aturdía, era como si su alma estuviera llorando por la muerte de ese muchacho y no pudiera separarse de él.

—Cariño debes dejarlo—le dijo Carol tomándolo de los brazos y alejándolo del cuerpo de Jared.

Skandar apenas forcejeó un poco y luego se rindió, no tenía energías para pelear. De nuevo un fuego proveniente de las venas y arterias hizo arder el cuerpo haciéndolo cenizas y los espíritus, en forma de bolas de humo luminosos, se desprendieron del cuerpo vagando libremente por el mundo. Sin darse cuenta Skandar cayó dormido.

***

Desde antes de amanecer el cielo estaba nublado, un par de nubarrones oscurecían el alfombrado blanco de nubes que cubrían el cielo, cerca del medio día comenzó una llovizna que se traspasaría hasta la tarde y se intensificaría en ella. Markus despertó cuando un trueno se hizo presente en lo que se convertía a una tormenta, las gotas de agua se proyectaban en la ventana de la habitación continuamente. Más o menos eran las seis de la tarde.

Con mucha calma, pues aún se encontraba adormilado, el vampiro intentó levantarse pero al hacerlo sus manos sintieron una punzada ya que se había apoyado en ellas para incorporarse. Entonces fue cuando vio los vendajes que las cubrían y recordó todo lo acontecido el día anterior.

Era el quinto día desde el enfrentamiento con los caza vampiros, Markus estaba sentado al filo de la cama con las rodillas flexionadas y pegadas al pecho, mismas que eran rodeadas por sus brazos, desde ahí el vampiro acariciaba los dedos de los pies de Bernard. Llevaba mucho tiempo así, sin mirar nada en concreto y acariciando las falanges del vampiro, parecía como si no estuviera ahí. Entonces, paseo su lengua por sus labios y se encaminó gateando hasta encontrarse con la cara del moreno quien mantenía los ojos cerrados y no podía ver como las lagrimas se formaban en los ojos del rubio.

—Te amo—susurró Markus contra la oreja de Bernard y en seguida capturó los labios del vampiro entre los suyos.

Las lágrimas amargas corrían cual caudal en sus mejillas hasta inmiscuirse en aquel contacto que sonaba a despedida. Markus lo sabía, Bernard moriría. No quería dejarlo ir, no quería separarse de Bernard, el rubio sólo quería ver una vez más los orbes negros de su amado y su sonrisa despreocupada, quería sentir que todo estaría bien y sólo lo lograría cuando fuera estrechado entre los brazos del moreno aunque pareciera que aquel gesto no fuera voluntario.

—No te vayas—imploró el rubio como si aquel gesto pudiera impedir la muerte de Bernard.

El rubio buscó los últimos atisbos de calor que desprendió el cuerpo de su amado, luchaba por escuchar el débil palpitar de su corazón como buscando esa añorada frase en cada latido. Te amo, te amo, parecía susurrar levente el músculo cárdiaco de Bernard, luego no hubo más, ni un solo latido. Nada.

—T-también te amo—susurró Markus antes de llorar.

Casi al instante las vampiresas ingresaron en la habitación, ambas sabían que Markus no querría despegarse de Bernard pero no esperaron que su fiereza llegara al grado de agredirlas fuertemente. Lo intentaron por las buenas, luego, cuando se dieron cuenta que Jared iba a con ellos, desistieron y permitieron que el vampiro castaño se las arreglara. Después de todo, la fragmentación de Bernard se llevó a cabo de buena forma.

Markus se había quedado sólo recogiendo las cenizas de Bernard en una urna, cuando terminó le puso seguro a la puerta. Los recuerdos lo atormentaban, era una interminable secuencia de muestras de cariño por parte de Bernard que eran despreciadas por el rubio. Era un cobarde, no dejaba de repetirse aquello, él tenía la culpa de todo, se decía una y otra vez.

Y como todo cobarde encontró una forma de librarse de aquel remordimiento, de enterrar ese dolor para siempre. Forzaría su propia fragmentación, es decir, a su modo se suicidaría. Con sus propias uñas se desgarró los brazos rompiendo tanto músculos como arterias y venas, sin que pasara mucho tiempo él ya estaba tirado inconsciente en el suelo de la habitación cubierto en sangre. Con lo que no contaba, o quizás sí, era que Carol echaría abajo la puerta para salvarle la vida. Plan frustrado.

Desde que se había despertado, Markus sentía una especie de opresión en su pecho que no supo atribuir a algo en específico, pero luego comprendió a que se debí aquello, más que dolor físico era un dolor emocional y se tumbó en la cama. Todo el cúmulo de emociones que abrazaban al vampiro apenas y era entendidas por él, sentir la gran desdicha de perder a un ser amado aunado a la culpa que producía todo aquello que no se hizo en vida, y los recuerdos incesantes que no hacían más que traerle desventura y remordimientos al por mayor. ¿Acaso podía dejar de sentirse la mierda más grande del mundo? ¿Era posible que dejara de decirse que la vida ya no tenía sentido? Aquello no era fácil, mirara por donde mirara no podía dejar de sentir esas inmensas ganas de llorar, no podía dejar de sentir como el vacío de su alma lo consumía poco a poco.

—Bernard no hubiera querido esto.—Se dijo antes de limpiarse una lagrima traicionera que buscó el refugio en su mejilla.

De pronto, la puerta de la habitación se abrió dejando ver a una rubia cabellera alborotada de rizos sujetos débilmente en una coleta bastante baja que le daban una apariencia desarreglada a la mujer que los portaba, pero que decir de su sonrisa acogedora que hacía que Carol se viera como toda una mujer adorable, amable y hogareña si se tomaba en cuenta la bandeja que llevaba en las manos con unas vendas limpias y todo lo necesario para atender las heridas de Markus.

—El bello durmiente ha despertado—canturreó la vampiresa sin ver cómo el chico le fruncía el ceño y apretaba sus labios en un gesto infantil—. Me ha tocado atenderte, ya sabes cómo es Charlie de quisquillosa cuando se trata de atender a otras personas—dijo al sentarse en el borde de la cama—, anda dame tu mano—dijo y el rubio le extendió la extremidad solicitada—. Mientras estén inconscientes y no haya que lavar nada Charlie es la mejor enfermera, pero cómo has despertado me ha mandado por delante ¿puedes creerlo?—Parecía que en verdad le indignaba aquello— Es como aquella vez cuando nos encontrábamos todavía en Escocia ¿cómo se llamaba el pueblo?—Soltó un suspiro— No lo recuerdo, pero era un pueblito encantador.—Markus seguía la conversación sin entender un poco pero no se atrevió a declarar ese detalle en voz alta—Bueno, era un lugar muy bonito, la pradera era encantadora, y cuando James tuvo ese percance con Arthur, que cabe decir que James era el culpable y no el inocente como alegaba, ambos salieron lastimados y me tocó a mí hacerme cargo de James porque estaba consciente y Charlie alegaba que “los despiertos son tan quejumbrosos que terminaré por darle una tunda” y así quedó todo, yo atendiendo a James –que era sumamente quejumbroso y hasta llorica– y ella cuidando del que estaba desmayado.—La vampiresa había terminado ya te vendar la mano izquierda e iba por la derecha, mientras Markus la observaba con un dejo de perplejidad.

—Así que tú me cuidas porque Charlie no quiere ¿no?—inquirió el rubio. Cualquier cosa que lo distrajera era buena inclusive prestarle atención a esa vampiresa tan ambivalente.

—Sí, además dice que no sabe tratar a una persona deprimida.—Markus enarcó una ceja— Sí cariño, recuerda que casi te matas—dijo la vampiresa y el chico le miró con algo de reprensión por mencionar ese detalle—, no me mires así, yo no tengo la culpa de tu falta de valor.

—¿Falta de valor?—cuestionó el vampiro visiblemente irritado.

—¿O cómo lo quieres ver?—Markus agudizó la mirada— Bernard se murió y ya, pero estoy segurísima que él no deseaba tu muerte ¿sabes?—De nuevo aquel pensamiento rebotaba en su cabeza—Porque Bernard te amaba demasiado y sé que tú también pero como eres un necio no te das cuenta, y si te sientes culpable por lo que sea que te sientas culpable lo mínimo que puedes hacer es perdonarte y vivir, pero vivir de verdad con todas sus implicaciones.

—¿Tú crees que es tan fácil?—gritó el rubio al tiempo que retiraba su mano de entre las de Carol con bastante brusquedad—Lo intento ¿de acuerdo? Pero no es fácil…además, ¿tú que vas a saber?

—Nada es fácil cariño, nada—dijo dándole un énfasis especial a la última palabra—. Pero si estamos vivos es por algo, además tienes que cuidar de Skandar ahora que…

—¿Cuidar de Skandar?—interrumpió abruptamente el vampiro— ¿Qué no es Jared el que lo cuidará?

La sombría expresión de la vampiresa hizo que un mal presentimientos apoderara de la atención de Markus. ¿Qué había pasado con Jared?

—Markus, mira mi niño—comenzó la vampiresa con un tono muy dulce.

—Mi niño mis huevos—respondió molesto el rubio—. Déjate de idioteces y dime que pasó.

—Que mal humor te cargas…

—Te dije que al grano.—Y aunque sus brazos dolieran  como el mismo infierno su voz se mostraba firme.

—Skandar mató a Jared.

Directo y seca había sido la declaración de Carol. Bastaron esas cuatro palabras para descomponer al muchacho, quien se llevó una mano a la boca para parar un grito que quería escapar de la aprisionada garganta, y su pecho, ni hablar de él, se encontraba como oprimido por un gran peso, tanto así que sentía como si los jugos gástricos subieran a través del esófago hasta la garganta. Jared estaba muerto y lo había matado el chico al que tanto amaba y quien le correspondía, vaya ironía.

—¿C-cómo pasó?—preguntó el rubio a duras penas, su voz salió de su boca como un quejido y su mirada evitó ver la contraria. Todo parecía dar vueltas.

—Supongo que tenía sed y no reconoció a Jared—contestó la mujer.

Finalmente los temores de Jared se habían cumplido, su amado lo había olvidado y terminó por confundirlo con una presa que le quitara esa endemoniada sed.

—Pero ¿sabes? El niño se encuentra algo deprimido—dijo la vampiresa—. Por eso Charlie lo cuida, todo el tiempo está como ido, inclusive se desmayó cuando Jared se fraccionó…me pregunto si en el fondo lo recuerda.

—Mierda…

Bernard había muerto, Jared había sido asesinado. Todo había sido tan rápido, tan extraño, que no sabía ya que sentir y sentía todo al mismo tiempo, la cabeza le dolía cada que un pensamiento buscaba su esparcimiento para desarrollarse y proliferar en un agudo reflexionar que al final no hacía más que marchitarse ante el freno que Markus se ponía. No quería pensar, pero sí quería saber que había pasado, quizás si sabía hasta el último detalle podría dejar de sentirse consternado.

Uno de los brazos del vampiro se encontraba sin vendaje, con las marcas de sus propias uñas encarnadas en cicatrices que aún causaban dolor pues no habían sido sanadas del todo, así que Carol tomó aquel brazo en el instante en que Markus dejó de prestarle atención para divagar apenas unos segundos.

—Tengo que vendarla—dijo la vampiresa cuando el rubio quiso retirar su brazo al sentir el contacto con la mujer—. Skandar no tuvo su segunda dosis de sangre, como has de saber eso significa que la sed aumenta considerablemente y el despertar es muchísimo más doloroso de esa forma.

—¿Crees que lo mató por eso?—cuestionó el rubio sin poder creerlo del todo.

—Por mucho que lo amara en su vida pasada—comenzó a hablar la vampiresa— los instintos no dejan de ser instintos y si Skandar no tomaba sangre de inmediato se iba a fragmentar. Es supervivencia, querido.

 —¿Crees que va a estar bien?—cuestionó el rubio.

—No lo sé, supongo que ahora se encuentra bastante confundido, pero tú estás mejor.—Markus enarcó una ceja— Creí que estarías deprimido, violento, suicida…

—Bernard no hubiera estado contento con eso—interrumpió Markus.

No era fácil evitar que las lágrimas salieran de sus ojos para formar una nueva tormenta, tampoco lo era no dejarse llevar por ese deseo de desaparecer, de castigarse, pero no debía hacerlo. Markus se aferró a la idea de que debía soportar aquello en el tiempo en que había estado inconsciente.

—Carol, ¿puedo preguntarte algo?

—Claro—respondió la mujer con una sonrisa.

—¿En qué habitación está Skandar?

***

La sangre tenía un sabor extraño, en algunas ocasiones le recordaba al chocolate caliente y en otras era tan asqueroso que pensaba que comía gusanos o algo por el estilo, lo cierto era que cada vez que le traían sangre era de una edad y sexo diferente, pero hasta el momento ninguna lograba menguar su sed por completo. La tomaba a regañadientes, sólo porque su sed era insoportable y se veía incapaz de reprimir los deseos de beberla al oler tan singular aroma, pues cada vez que veía aquel líquido rojizo le recordaba el terrible pecado que había cometido y tras haber ingerido hasta la última gota su mano destrozaba el vaso de cristal al tiempo que las imperiosas lagrimas llegaban puntuales a su cita. Luego de llorar un par de horas se tumbaba en la cama casi inconsciente de que había amado a su primera presa, así que apenas escuchaba cuando Charlotte ingresaba en la habitación a dejar un nuevo vaso, el cual era apenas más repúgnate que el anterior.

Sus manos estaban manchadas de sus sangre, misma que había salido al exterior gracias a su causa, y por mucho que Skandar las lavara seguirían siendo sucias a sus ojos, pero aquello apenas era un poco de lo mucho que lo atormentaba. No sólo era la sangre entre sus manos, era mismísimo acto en sí. La persona que había asesinado le parecía tan conocida, pero no recordaba nada, cada vez que intentaba recordar algo, por pequeño que fuera, se encontraba con un vacío irrefutable, pero la sensación que provocaba el recuerdo del chico de cabellos castaños a quien había asesinado era dolorosa. No sólo sentía que lo conocía, sino que además parecía tener sentimientos fuertes hacía él y la culpa era tan grande que aparecía como un escozor en su pecho.

Y ahí iba de nuevo a sumergirse en la bañera de mármol mientras sus lágrimas se vertían dentro del agua cristalina que dejaba ver completamente el cuerpo desnudo del chico. El agua estaba helada, tal como le venía gustando desde días atrás, sumergió su cabeza por completo buscando así borrar las huellas del pecado en su mente. Que ingenuo era.

—Si sigues bañándote compulsivamente habrá un día en que lo hagas inconscientemente—dijo alguien cuando Skandar no soportó más tiempo sumergido.

—¿Quién eres?—inquirió el menor.

—Vamos, salte—dijo el mayor tendiéndole una mano al rubio.

Luego de salir de la ducha, Markus había dirigido al chico hasta la cama y éste se recostó en ella acurrucándose pues era consciente de su desnudez, ante eso el mayor le tendió un calzoncillo ajustado y se sentó a su lado. Estando en esa posición, con su cuerpo encorvado y la barbilla sobre sus rodillas, Skandar no era capaz de ver a Markus, pero sentía la insistente mirada del rubio.

—Soy Markus—le dijo el rubio.

—Y-yo no recuerdo nada…

—Lo sé—dijo el rubio interrumpiendo al castaño, su voz era tan tranquila que parecía ser otra persona y no la suya—, ¿tienes una idea de qué o quién eres?

—No lo sé…pero supongo que hay algo mal en mí—contestó el castaño.

—¿Ah sí? ¿Por qué lo piensas?

—Ma-maté a alguien… y tomo sangre…—contestó el chico sin mirarle a los ojos.

—Tú nombre es Skandar—dijo Markus en seguida y a continuación frunció sus labios, aquello en verdad era difícil—. Hubo una pelea—musitó iniciando el relato—, tú saliste muy lastimado y la única forma de que no murieras era convirtiéndote.

—¿En qué?—preguntó inmediatamente el chico.

—En un vampiro.—La garganta de Markus se sentía como si la hubieran sujetada fuertemente.

—…¿Un vam…piro?

—Sí—afirmó el rubio—. Y el chico que mataste…bueno, él fue quien te convirtió.

—Lo quería mucho ¿no es así?

—Demasiado, Skandar.

—¿Por eso duele tanto?—inquirió el menor.

En la mirada del pequeño se percibía una enorme desdicha, casi tan grande como la confusión que gobernaba su pensamiento  y apenas comparable con la tristeza y el dolor que habitaban el corazón de Markus. Sin comprenderlo muy bien, el vampiro más viejo se sentía cómodo con el “mocoso”, es decir, de alguna forma si sus desgracias se colocaban hombro con hombro parecían más amenas como si desaparecieran un poco.

—Cuando amas a alguien su muerte duele demasiado—dijo el rubio.

—¿Murió alguien que amabas?—cuestionó Skandar— Quizás tu amabas también a Jared y ahora que lo he matado tú sufres.

—Jared sólo era mi amigo—contestó el mayor—, yo amaba, amo—dijo corrigiéndose en la última parte— a otra persona—musitó con una amarga sonrisa.

—Ah—musitó Skandar bajando la mirada—. Me duele aquí—dijo el castaño señalando su pecho, justo en el corazón—, es como una punzada muy aguda, como un escozor que comienza a crecer y luego es como un vacío.—A Markus se le secó la boca— Siento así desde que él me dijo que me amaba.

—Lo hacía—dijo Markus rápidamente— y tú lo amabas, no fue tu culpa su muerte ¿entendido?

Existía una necesidad imperante porque Skandar se sintiera bien, por preocuparse por él, claro, de esa forma podía olvidarse de su propio dolor.

—¿Puedes contarme cosas sobre Jared?

—Mejor aún—dijo Markus intentando sonreír—, te contaré sobre ambos.

Y así, sentados sobre la cama, mientras los relatos eran contados, Skandar y Markus sin darse cuenta iniciaban un lazo, que quizás no era tan fuerte como los que acababan de perder, pero que por lo menos hacían su sufrimiento más ameno.

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