A penas
recuerdo aquellos años cuando él estaba vivo. Viene a mi memoria esos recreos
en que compartía todo mí tiempo junto a él, jugábamos con mi mejor amiga de
toda la vida y con sus dos mejores amigos. Yo lograba convencer a Susi de ser
la mala y él lograba que Alex siempre fuera el malo. Nosotros éramos buenos
todo el tiempo, y Chuy…pues él era a veces bueno y otras malo.
Recuerdo
haberle golpeado la cabeza con una pequeña piedra, yo tenía seis años cuando
aquello ocurrió y después, en diciembre, me fracturé el cubito y el radio, así
que me llevaron a Guadalajara para que me trataran. Fui sola.
Recuerdo
estar allá y reclamarle a Dios porque aquello me había ocurrido… recuerdo que
le reclamaba a Dios que me hubiera pasado a mí y no a hermana o algún primo o
prima. Pero también recuerdo a mi tía buscando un teléfono en las guías telefónicas
y aunque en un inicio no comprendía aquello después me enteré que buscaba
teléfonos de Hospitales porque Noé estaba en coma.
Mi primito
estaba en coma. No recuerdo cuantos días lloré, tampoco sé cuantas veces le
imploré a mi Dios que lo curara, que le permitiera vivir.
Ahora mismo
recuerdo cuando su madre regañaba a Iván, el hermanito de Noé quien tiene mi
edad, y en una ocasión le dijo que le quemaría las manos por algo que había
hecho, lo llevó hasta la cocina, encendió la mecha y Noé lloraba y le rogaba
que no lastimara a su hermano menor.
¿Era un 16?
No recuerdo el día, pero ese día me operarían e introducirían un “clavo
artificial” para lograr enderezar el radio pues el cubito si había sanado al
contrario del otro. Debía estar en ayunas para que pudieran operarme y valla
que me costó.
En el
hospital la enfermera, que era una monja, tuvo complicaciones para ponerme el
suero porque yo me quejaba y movía la mano cada vez que me pinchaba.
—Payasa, la
otra vez que tu madre no vino ni batallamos—dijo la monja.
Y era
cierto. Pero a mí me dolía.
—Cuenta los
azulejos—me dijo mi madre y le hice caso.
La enfermera
hizo su trabajo y a mí me dolió mucho.
Luego al
quirófano, tenía miedo, dentro me pusieron una mascarilla y todo dio vueltas.
Cuando desperté me dolía horrores el brazo y me hicieron unas radiografías que
me dolieron hasta en el alma porque tenía que acomodar el brazo de una forma
que me hacía sufrir.
Mis padres
estaban ahí, habían acompañado a mi tía y a su esposo por lo de mi primo.
También habían venido dos hermanos de mi madre que vivían en Estados Unidos.
Nunca me dejaron ver a Noé.
Cuando
llegué a mi casa de la operación eran casi las seis de la tarde, me comí una
gelatina y me fui a dormir.
A las 6:44
pm murió mi primo.
Yo no
desperté hasta pasadas las dos de la
mañana y al día siguiente me enteré. Yo tenía que durar un mes con el clavo.
Nunca vi a
Noé. La última vez que lo vi estaba vivo, pero yo sabía que nunca más lo vería.
Era una niña y no lloré en su entierro, sonreí y reí, sé que mi tía me odió por
eso.
Dios nunca
me escuchó. Dios me arrebató a un angelito y jamás le perdonaré eso, no le pedí
nada más que salvara a mi primo y él no lo hizo.
Noé no pudo
cumplir los ocho años.
Recuerdo
cuando estaba en el preescolar y lo vi besar a una niña que quería, creo que él
tuvo más suerte de la que yo tendré jamás.
Mi nene está
muerto y yo lloro mucho al escribir esto, me molesta no poder recordar tantas
cosas de él como quisiera y que poco a poco su imagen se pierda de mi cabeza,
no quiero olvidarle.
Todavía
estoy molesta contigo Dios…
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