Estoy en medio de la nada
y es donde quiero estar
Estoy en el fondo de todo
y por fin empiezan a salir
Esta es la historia de mi vida
estas son las mentiras que he creado
que he creado
The story// 30 seconds to mars
Capítulo 4
Tentaciones negadas calculadas
Había acordado
quedarse en la casa de Penélope y Jared hasta que el invierno pasara pues las
bajas temperaturas podrían enfermar a Skandar, y aunque los dos hermanos
vampiros se esperaban un berrinche por parte del vampiro rubio éste no hizo
ninguna replica. Con el pasar de los días Markus había desarrollado una especie
de amistad con el pequeño humano, se la pasaban mucho tiempo hablando y
discutiendo sobre pintura, el adolescente sentía predilección por el
impresionismo y el rubio se inclinaba más por el expresionismo y surrealismo,
siendo este ultimo el único gusto que ambos compartían. Aunque Markus era
renuente a hablar de las dudas sobre el amor que el pequeño tenía éste siempre
terminaba inmiscuyendo ese tema en sus conversaciones.
Con Jared, Skandar
charlaba de cualquier cosa, desde momentos de su infancia hasta las cosas que
había hecho en los cinco años que estuvieron separados y aunque se moría de
ganas por preguntar el motivo de su ausencia el humano mantenía esa pregunta
bajo llave dentro de sí mismo. Las caricias, las demostraciones de cariño y los
momentos que pasaban juntos cada vez adquirían un mayor nivel, hasta que llegó
el día en que el invierno terminó y era momento de marcharse. Skandar sentía
cierta melancolía por apartarse de lo que había sido su hogar durante los
últimos años, además estaba seguro que pasaría tiempo antes de que volviera a
ver a Penélope y eso lo entristecía.
—La visitaremos
cuando quieras—dijo Jared al oído del muchacho.
—Gracias—y en
respuesta Skandar se colgó al cuello del vampiro en un abrazo.
—Te portas bien
Skandar y cuídate mucho—le dijo Penélope antes de que partieran.
—Gracias por
todo Penélope—dijo el muchacho brindándole un abrazo.
—Hasta pronto
hermana—musitó Jared cuando el abrazo entre la chica y el humano cesó, entonces
Jared posó sus labios sobre la frente de su hermana.
Los otros
vampiros hicieron una pequeña reverencia inclinando la cabeza y en pocos
segundos los cuatro habían desaparecido. Rápidamente ya se encontraban a varios
cientos de kilómetros alejados de la casa en la que habían vivido los últimos
meses. Para Bernard era más cómo vivir de esa forma, teniendo un lugar al cual
regresar pero sabía que Markus se negaría de inmediato a llevar una vida tan
sedentaria, existía el peligro de que los humanos descubrieran la existencia de
los vampiros y entonces todo sería más complicado, quizás también por eso
habían decidido que siempre estaría alguno de los tres vampiros para cuidar de
Skandar mientras los otros dos salían a buscar alimento, tanto para ellos como
para el adolescente.
—Sería bueno que
pudieras comer sangre—dijo el vampiro rubio.
—Pero tengo que
tener un dieta balanceada—le contestó el otro mientras leía un libro.
—Pero comes
cosas feas—rebatió el vampiro mientras tomaba la manzana que el adolescente no
había terminado y le dio una mordida—, la sangre sabe mejor.
—Es que tú eres
un vampiro—contestó Skandar.
—Pues deberías
ser uno también—dijo Markus al tiempo que dejaba la manzana de donde la había
tomado.
—Skandar no es
ni será un vampiro, ahora haz el favor de salir de aquí—dijo Jared entrando por
la ventana.
—No tienes por
qué molestarte, sólo era un decir—dijo el rubio que conocía esa expresión en su
rostro, era una gran ira contenida.
—Pues evita
externar tales pensamientos—le dijo con una gélida mirada.
El rubio salió a
toda prisa de esa habitación, se sentía un tanto intimidado por la mirada y el
tono de voz que había empleado Jared y aunque intentaba sentirse celoso no
podía, después de todo Skandar era el sol de la vida de Jared no él.
El vampiro de
cabellos castaños y tez inmaculada se acercó al muchachito que tenía delante de
él y se sentó sobre la cama a un lado, entonces le dio un beso en la mejilla y
atrajo el delgado cuerpo hacia su pecho ocasionando que los brazos delgados del
chico rodearan su cintura. Ese tipo de bienvenidas se hacían más comunes a lo
largo del tiempo y al parecer cada vez adquirían un nuevo nivel. Los largos
silencios eran un común denominador en las largas horas que Skandar y Jared
pasaban juntos, no hacía falta que alguno dijera algo pues ellos se sentían
cómodos de esa forma. Aunque había ocasiones en que el silencio era roto por
una filosa pregunta como la de aquella mañana.
—Jared—dijo el
muchacho castaño.
—¿Qué
sucede?—preguntó el mayor.
—¿Por qué me
dejaste estos cinco años?—el tono que había utilizado Skandar mostraba
ampliamente la melancolía que envolvía su corazón.
El adolescente
había pensado mucho en aquella pregunta, inclusive hubo muchas ocasiones en que
quiso saber la respuesta pero no se atrevió a realizar tal cuestionamiento y se
contentaba con disfrutar los momentos al lado del vampiro de cabellera castaña,
de chocolate como llegó a llamar
Skandar al cabello de Jared.
—Nunca quise
dejarte—dijo el vampiro sintiendo que era necesario aclarar eso—, pero no tuve
opción—su voz sonaba triste, el humano lo miro con toda su atención—. Nosotros
no podemos dormir, eso lo sabes ¿no?
—Ajá.
—Bueno, estamos
diez años sin dormir y cuando ese lapso se cumple dormimos durante cinco años—dijo
el vampiro con voz seria.
—¿Y por qué no
me lo contaste?—cuestionó el muchacho forzando la respuesta de Jared con su
mirada.
—Porque tú
seguramente me querrías ver—Skandar bajó la vista, eso era cierto—, nuestro
cuerpo se torna monstruoso y libera toda la sangre que no sirve, la habitación
donde dormimos se llena de sangre putrefacta. Es algo horroroso y no quería que
me vieras así.
—Podrías haberme
dicho que estarías durmiendo—reprochó el chico sentido las lagrimas muy cerca.
—Quizás—dijo y
abrazó a Skandar—, pero sé que estarías ahí y podría lastimarte, cuando
despertamos necesitamos una gran cantidad de sangre humana.
—Bueno… ya no
importa—dijo el chico y se aferró al cuerpo que lo rodeaba.
***
Se encontraban
en el corazón de Inglaterra, el bullicio de la ciudad embriagaba los sentidos,
había tantas luces, parecía que ese lugar no dormiría nunca. Parecía que en
aquel lugar se unieran armoniosamente los vestigios de una ciudad antigua con
la modernidad de una ciudad capitalista. Con la rapidez que los caracterizaba
llegaron a una casa en el centro de Birmingham, entonces Bernard tocó el timbre
de una casa cuya fachada poseía un tono que iba del rojizo al anaranjado casi
como el color de un caramelo. Eran las tres de la mañana cuando la puerta
principal se abrió y los tres vampiros junto con Skandar entraron a aquella
habitación.
La casa era
grande y la decoración logró atrapar la atención de Skandar, quien no reparó en
la presencia de un hombre de cabellos rubios que se encontraba al pie de la
escalera, sólo hasta que su voz se hizo presente el muchacho le brindó su
atención.
—Me alegra que
hayan decidido venir—dijo el hombre con una sonrisa en el rostro que mostraba
su satisfacción.
—El placer es
nuestro—dijo Jared con voz fría.
—¿Y ese
muchacho?—el hombre había reparado en la presencia de Skandar.
El muchacho lo
miró entonces, el hombre tenía el cabello corto y rubio oscuro, aparentaba
tener más de treinta años y sus ojos eran negros como los de los otros tres
vampiros.
—Es de Jared—dijo
Markus mientras jugaba con las uñas de sus manos.
—Si un cazador
te llegara a encontrar el niño seria un peligro—dijo el hombre.
—Eso no
pasará—le contestó el vampiro de cabellos castaños.
—Me han contado
que han mordido a varias personas, eso es descuidado—dijo el hombre mientras
comenzaba a subir las escaleras y con un ademán invitaba a que lo siguieran.
—Sin contar con
el descuido de hace cuatro años de Markus—dijo Bernard con el semblante serio.
—Si tienen a un
humano con ustedes, cosa que es bastante extraña pero no me meteré en eso,
deben ser más cuidadosos de lo normal—se paró frente a una habitación—, aquí
viven humanos, los sirvientes y el dueño de la casa que nos ha acogido a mí y a
Amber desde hace tantos años, por lo que no hay muchas habitaciones
disponibles.
—Son sus
mascotas—susurró Markus.
—Cuida tus
palabras—dijo el hombre sosteniendo el cuello del rubio con una de sus manos.
—Lo estás
lastimando—dijo Bernard mostrando, como pocas veces, una cara seria y molesta.
No hubo más
palabras y el señor soltó a Markus, quien de inmediato dobló un poco su cuerpo
y acarició su cuello mientras intentaba verse no tan afectado. El vampiro más
viejo, que respondía al nombre de Charles, dio una habitación para Markus y
Bernard, mientras que Skandar y Jared compartirían la habitación de al lado.
El joven vampiro
de cabellera dorada se desvistió ante la atenta mirada de su compañero de
habitación y se encerró en el baño, para Bernard aquello no podía ser más raro
pues Markus jamás hubiera hecho eso sabiendo que con eso lo provocaría y
también era consciente de que en una casa ajena, con Jared y Skandar tan cerca,
el rubio no quería nada de sexo. ¿Entonces?
—Tienes una obsesión
con las duchas—dijo el castaño desde la cama— y con no cambiarte en el baño.
—No me
gusta—dijo cortante y se deshizo de su ropa.
Para el mayor
eso si que era tortura, podía ver la piel expuesta de Markus por completo,
podía verlo con el cabello goteando y los mechones adheridos a su frente, las
gotas de agua surcando su piel. No lo resistió y se acercó al cuerpo blanquecino
que se le antojaba demasiado deseable, rodeo con sus brazos al otro chico comenzó a besarle el cuello. Entonces Markus,
con la mayor sutileza posible se deshizo del agarre y se acercó al oído de Bernard.
—No—susurró y se
hizo a un lado para seguir cambiándose.
—Estás muy raro,
hoy ni siquiera me has insultado—dijo Bernard con el rostro denotando su
preocupación.
—No estoy de
humor—dicho eso se dejó caer en la cama—, vete a comer.
— ¿No irás?—preguntó
el moreno.
—No tengo
hambre.
En ese momento
la idea de que Markus estaba muy raro cobró más fuerza, ese vampiro siempre
tenía hambre ¿a qué se debía su repentino cambio? Bernard arrugó su entrecejo y
la sonrisa burlona o despreocupada que siempre adornaba su rostro desapareció
para que después él abandonara la habitación. Salió a la calle en busca de
comida, tenía una reciente ansiedad por Markus, de pronto ese chico berrinchudo
parecía cerrarle las puertas a su alma, porque ciertamente Bernard podía leer
al otro vampiro como nadie más, entonces ¿qué sucedía? No lo sabía, pero lo
descubriría.
Bernard llegó a
los dormitorios de un campus universitario, estaba bastante silencioso para su
gusto. Desde uno de los jardines el vampiro aspiró el aire con singular
lentitud, quería identificar el olor más atrayente. Cerró los ojos para
concentrarse en el millar de olores que lograba captar, hasta que su olfato
logró identificar el aroma de un chico que seguramente sabría delicioso.
De la forma más
sigilosa que pudo el vampiro de cabellera negra se adentró en la habitación a
través de la ventana, sobre la cama un
chico de veinte años de edad dormía plácidamente con las cobijas casi en el
suelo y el cuerpo completamente extendido. En esa ocasión Bernard no necesitaba
más que la sangre de ese ser humano, no tenía necesidad de conseguir la esencia
de su alma o energía así que podría evitar morderlo.
Bernard se movió
entre las sombras con sus orbes negras dispuestas a captar cualquier
movimiento, el chico que mataría no dormía solo así que debía ser cuidadoso. Se
acercó y tomó la cabeza del muchacho entre sus manos, lo giró de forma rápida
imprimiendo gran fuerza y le quebró el cuello, en seguida enterró una de sus
uñas en la yugular y comenzó a beber del chorro de sangre directamente. Cuando
quedó satisfecho el vampiro utilizó sus uñas para hacerle un corte alrededor
del cuello simulando una gran cortadura. Bernard se levantó de la cama
dispuesto a abandonar la escena pero el olor que despedía el otro humano llamó
su atención, se acercó más y verificó la esencia de su alma cerrando los ojos
mientras aspiraba el aroma de su cuello, de esa forma logró saber que aquel
muchacho era especialmente promiscuo.
—Posiblemente le
agrades—dijo el vampiro.
Los siguientes
movimientos del moreno fueron prácticamente iguales a los de su anterior
víctima, sólo que en esta ocasión el liquido cayó dentro de una botella de
cerveza y no en la boca de Bernard. Cuando la botella de vidrio estuvo llena el
vampiro hizo un corte a lo largo del cuello del hombre y salió por la ventana.
Jared no había
salido a buscar comida, por el momento no tenía la necesidad de ingerir sangre
humana, además estaba demasiado ocupado viendo leer a su humano favorito.
Skandar estaba acostado boca abajo apoyándose sobre sus codos y leyendo
atentamente un libro gracias a la iluminación que una vela le proporcionaba y
Jared le observaba desde un rincón de la habitación.
A los ojos del
vampiro el niño se veía encantador, la luz de la vela lograba darle unas
tonalidades más oscuras a sus cabellos y
al mismo tiempo resaltaba sus ojos de una manera poco usual, de pronto a Jared
los ojos del muchacho le parecieron más azules que de costumbre. Ese muchacho
que leía despertaba en el vampiro que lo observaba emociones que no recordaba
haber sentido antes, en toda su vida como vampiro no había sentido felicidad al
ver a otra persona, pero más que felicidad era como si Skandar complementara su
existencia. El hecho de alejarse producía un dolor en el pecho del mayor, era
como si estuviera unido al humano con lazos invisibles.
—¿Tú me
amas?—preguntó el muchacho cerrando su libro.
—¿Amar?—la
pregunta había desconcertado a Jared, quien al parecer no asimilaba la pregunta
que lo sacó de su ensoñación.
—Sí, ¿tú me amas?
—No lo
sé—contestó el mayor mirando directo a los orbes azulados—, no sé como es el
amor. ¿Tú me amas?
—Si—contestó
Skandar sonriendo.
—¿Cómo lo
sabes?—el de cabellos más oscuros se acercó en medio de la oscuridad a la cama.
—Sólo lo
siento—dijo sumido en la mirada oscura del otro.
—¿Qué es lo que
sientes?
—Cuando estás
conmigo siento algo cálido en mi corazón—dijo sentándose al lado de Jared—,
cuando no estuviste sentí un enorme hueco en mi ser, cuando tu sonríes…
—Es como si
pudiera ver el sol—interrumpió el vampiro.
—Sí—asintió el
adolescente—, quiero abrazarte y lo que más deseo es que seas feliz y mi
felicidad es a tu lado.
—Entonces—dijo
Jared mientras se acercaba al rostro de Skandar—, creo que te amo.
Las miradas de
ambos estaban entrelazadas, era como disfrutar de la alianza invisible que se
reforzaba con las palabras antes descritas, el menor estaba emocionado, sus
ojos estaban muy abiertos y poseían un brillo diferente, además su corazón
latía a una gran velocidad. Por su parte, Jared miraba enternecido al pequeño
de cabellos castaños, parecía ver dentro del joven. Fue mucho tiempo el que
ellos dedicaron a perderse en los ojos del contrario, cada uno sumergido en un
hechizante mar, pero en realidad el tiempo transcurrido para ellos parecía ser
mínimo en comparación a la realidad.
Entonces, Jared
se fijó en los labios del muchacho, eran carnosos y a la vista resultaban ser
suaves. El vampiro quería probarlos. La distancia entre ambos era muy escasa,
pero ante el descubrimiento de Jared la distancia se hizo menor luego de que el
vampiro se acercara más al rostro de Skandar. Sus narices se rozaban, sus
alientos se mezclaban y sus labios se entreabrieron. Jared ladeo un poco su
cabeza y terminó por romper el límite de la distancia uniéndose al humano quien
reaccionó cerrando los ojos mientras su mano derecha se apoyaba en el colchón y
sobre ella la de Jared. Los cuerpos de ambos iban hacia al frente pero sus
rostros yacían unidos obligados a contorsionar un poco el cuerpo para lograr ese
contacto. Los cálidos labios del mayor entrezalaban gustosamente los dulces
labios aterciopelados de Skandar quien disfrutaba al máximo el contacto que le
ofrecía su tan adorado vampiro, leves movimientos en los que ambos aprisionaban
los labios del contrario, aunque Jared mesurara su fuerza al grado de que
parecía besar una escultura de nieve que se podría derretir en cualquier
momento. El contacto llegó a su fin y ambos se miraron, entonces una sonrisa
adornó el rostro de cada uno e inmediatamente Skandar se lanzó a abrazar el
cuello del mayor, quien respondió el contacto con más efusividad que de
costumbre. El beso no había sido como el primero que habían intercambiado en un
parque del lejano York, no había ningún parentesco con ese salvo el sentimiento
de que el otro era especial, en cambio en Birmingham ambos habían dado una
pequeña muestra de los nuevos sentimientos que albergaban su corazón, mismos
que el otro despertaba. Aquel había sido un beso de amor.
Cuando ambos
dejaron a un lado aquel abrazo se miraron nuevamente y se dejaron caer sobre la
cama, Jared acariciaba los cabellos y las mejillas del menor ayudado de algunos
besos ligeros y la sonrisa que iluminaba su vida. Sin duda amaba a ese humano.
El sueño llenó
la habitación, el mundo de los sueños se abría paso en Skandar mientras que
Jared se contentaba con velar el sueño de su pequeño, porque Skandar siempre
sería su pequeño humano. Afuera un nuevo día comenzaba, pero dentro de aquella
casa en tres de las habitaciones el día moría y comenzaba la noche donde el sol
no era permitido, una noche en la que Skandar dormía y los vampiros ocupaban su
tiempo leyendo, escuchando música, descansado, tomando un baño o malgastando el
tiempo como quisieran.
En la habitación
que Markus y Bernard compartían una botella de cerveza con un contenido fuera
de lo común era observada con detenimiento por el vampiro de cabellos rubios,
no quería ingerir aquel líquido pero el hambre cada vez era mayor.
—Vamos
tomala—dijo Bernard mientras se sentaba al lado de Markus.
—No quiero—le
contestó el rubio.
—No seas
tonto—replicó el otro y tomó la botella—, sé que tienes hambre.
Lejos de alentar
al otro a que tomara dicho líquido lo que había dicho Bernard enfadó al rubio y
decidió no tomar nada de sangre en ese día.
—¿Qué te
pasa?—le preguntó Bernard al menor cuando rechazó de nuevo la sangre.
—No es algo que
te importe—le dijo amargamente.
—Si no me
importara no lo preguntaría—sus ojos mostraban disgusto y cierta tristeza,
incluso decepción.
—Déjame solo, no
tengo ganas de pelear con un bastardo como tú—lo dijo con todo el despreció que
pudo.
—Vale, dejaré a
la diva en paz—dijo antes de azotar la puerta.
En cuanto Markus
estuvo seguro que Bernard se había alejado lo suficiente se dejó caer en la
cama viendo la botella de sangre. El día anterior había tenido una charla con
Skandar que lo había descolocado por completo y por más que intentara no
lograba recuperar la normalidad.
—¿Odias
a Bernard?—preguntó el humano al vampiro que se limaba las uñas de los pies.
—¿Qué?
—¿Odias a
Bernard?
—Si…—musitó el
vampiro dejando sus pies y escondiendo la mirada.
—No sonaste muy
convencido—dijo el muchacho.
—Tú no sabes
nada—rebatió el rubio y se dejó caer sobre la cama con sus rodillas flexionadas
y un brazo cubriendo sus ojos.
—Siempre lo
insultas—comenzó a hablar Skandar—, pero hay veces que lo miras de improvisto y
tu mirada no tiene odio—dijo el pequeño y Markus apretó sus dientes—. Tú no lo
odias.
—Si lo
odio—musitó el rubio con un nudo en la garganta. Ese desgraciado humano siempre
lograba que el vampiro se sintiera mal.
—No lo creo—dijo
el adolescente sentado sobre sus rodillas al lado de Markus.
—Si es verdad
que no lo odio entonces ¿Qué siento?
—No sé, tú dime.
—Él es un
bastardo—dijo luego de que Skandar retirara el brazo que cubría sus ojos.
—Yo creo que lo
amas—el otro sintió como si clavaran una barra de metal en el pecho—, pero no
lo quieres aceptar.
—Eso no es
cierto—susurró el rubio.
—¿No?
—No—musitó
amargamente Markus antes de abrir la puerta para salir de ahí.
¿Amar? Un
monstruo como él que se dedicaba a beber desesperadamente el líquido vital de
los humanos, ese ser de hermoso físico que se encargaba de despojar a cada ser
en el que clavaba sus colmillos un trozo de su alma con el fin de seguir
existiendo. No, para Markus aquel bendito sentimiento no era posible, no lo
merecía y menos enamorarse de un bastardo como Bernard, alguien tan
desagradable y desesperante. Eso no era posible.
Lo más cercano
al amor que él había sentido era el deseo de estar con Jared, pues ese vampiro
serio y hasta cierto punto solitario era como su príncipe azul pues era
perfecto para él o al menos eso pretendía el vampiro rubio. Pero no se había
entregado a Jared, no había sido con él con quien había experimentado ese deseo
que lo carcomía desde adentro, no, por más que se lo negara Bernard había sido
el causante del más grande éxtasis de su vida.
Sumergido en el
rojo de la sangre que contenía aquella botella extrañamente cristalina, el
vampiro recordó la primera vez que vio a esos dos vampiros que se convertirían
en sus compañeros por casi un siglo.
Markus recién
había sido convertido en vampiro, transpiraba demasiado y sentía un dolor
grandísimo como un ardor que venía desde el interior de su cuerpo, era como
sentir el sol quemándote las entrañas. Tenía sed y estaba muy débil, pero
estaba abandonado en la oscuridad de un bosque, como pudo se arrastró unos
cuantos metros y logró llegar a un camino, por ese lugar pasaban algunas
caravanas de comerciantes. Como cada noche una caravana transitó por ese camino
y alguno de esos hombres logró ver a un chico desnudo tirado al borde del
camino, sin pensarlo dos veces la caravana paró antes el desconcierto de más de
uno.
El hombre que lo
había visto corrió a auxiliarlo, lo primero que notó fue el color rubio de sus
cabellos y su hermoso rostro, sus labios resecos y un par de ojos negros.
Markus tenía sed, mucha sed y hambre, mientras el señor le preguntaba su nombre
el muchacho siguió sus instintos y se acercó al cuello de aquel hombre clavando
sus colmillos para poder ingerir su sangre. Cuando el hombre cayó al suelo y
los ojos del rubio rebosaban un rojo intenso todos temieron de aquel demonio,
en pocos minutos y ante la resistencia de los hombres el muchacho terminó con
su cena. La luna iluminaba la escena, cuerpos tirados por todas partes, sangre
corriendo sobre el suelo y algunos cuerpos destazados. El olor de la sangre
flotaba en el ambiente.
La respiración
del vampiro era agitaba, transpiraba mucho y algunas de sus extremidades
temblaban cuando intentaba moverse, entonces un destello apareció a sus
espaldas a varios metros de distancia y avanzaba a gran velocidad hacia él,
pero sus reflejos impidieron que ese proyectil brillante diera en el blanco,
por el contrario, terminó impactándose contra la pierna derecha del rubio. Un
grito de dolor salió desde lo profundo de la garganta de Markus, acompañado de
una mueca que ilustraba aún más su sufrimiento. Al final del sendero había un
hombre vestido de negro completamente con un crucifijo de plata sin el Cristo,
más que una cruz, levantó un arco blanco mientras con la otra mano y apuntó de
nuevo al muchacho quien se encontraba desconcertado. La flecha salió disparada
del arco rodeada de un aro de luz rojiza, pero aunque Markus no podía moverse
gracias a la flecha que se encontraba clavada en su pierna, ese proyectil no
llegó al cuerpo del rubio.
—Estás
bien—preguntó alguien a un lado de él.
El muchacho
bañado en sangre con la piel desnuda giró su cuerpo a ver a ese muchacho, era
muy blanco y sus cabellos tenían una gran caída y volumen, eran de un castaño
oscuro y sus ojos muy negros.
—Maldito cazador
de mierda—escuchó que alguien más hablaba.
Sólo vio la silueta
de un hombre frente a él, era muy alto y tenía una espalda ancha en compración
a él, por lo que el rubio dedujo que sería un hombre musculoso. Lo que más
llamó su atención fue el cabello rebelde que el muchacho que tenía enfrente
poseía, había algunos mechones que se rebelaban y parecían no mantenerse en la
coleta que él utilizaba. Se veía gracioso.
A una velocidad
que resultaba sorprendente el muchacho de la coleta se posó frente al hombre
que había lanzado la flecha y otros aparecieron, entonces el muchacho sacó una
daga y mató a los cuatro arqueros. Markus se sorprendió de aquello, pero más de
que sus ojos pudieran ver todo con claridad. De nuevo el sendero se teñía de
rojo.
—Hey bonito ¿te
encuentras bien?—el de coleta estaba frente a él.
—S-si—respondió el rubio.
—Eres muy
bello—dijo acariciando su cabello—, Jared dale tu abrigo, no es bueno que esté
desnudo.
—Bernard aún es
muy joven para esas cosas—dijo el otro quitándose su abrigo.
—Es
hermoso—contestó Bernard. Hablaban como si no estuviera Markus presente—,
además no le haré nada que no quiera.
—No me
toques—dijo cuando la mano de Bernard se acercaba a su mejilla— ¿Quiénes son?
—Él es Jared, es
el rey de los serios—el aludido le dirigió una mirada reprobatorio— y yo soy
Bernard, el dios de los desobligados.
—¿Y yo? No
recuerdo nada—dijo el rubio, cada vez que intentaba recordar algo se enontraba
con un vacío.
—Nunca lo
harás—dijo Jared de manera fría.
—Si quieres
seguirnos, estar con nosotros y aprender a vivir con lo que eres…
—¿Lo que
soy?—Markus no entendía nada.
—Ya no eres
humano—dijo y en seguida el rubio sacudió la cabeza negando eso—, tú mataste a
toda esa gente, tomaste su sangre.
—¡Soy un
monstruo entonces!—gritó y lágrimas salieron de sus ojos.
—No es así—dijo
Jared poniéndose de pie.
—Sólo no eres
humano, pero no un monstruo—dijo Bernard—, alguien tan hermoso y tan dulce como
tú no puede ser un monstruo—acarició la mejilla del rubio—. No sabemos tu
nombre, ni de donde vienes. A partir de ahora de llamarás Markus y vivirás con
nosotros.
—Tenemos que
irnos—dijo Jared mirando al final del sendero—, parece que ya encontraron al
vampiro que te violó y convirtió en uno de nosotros.
—¿Me
violaron?—preguntó el chico con estupefacción, mientras se ponía de pie de
golpe y se alejaba— y soy un vampiro—musitó tocando sus colmillos.
—Shekc es así,
convierte a los humanos en vampiros para poder tener sexo con ellos y luego los
mata, pero los caza vampiros llegaron y él huyó, así que tu te despertaste y
tenias hambre.
—Por eso los
mataste—dijo el castaño—dame tu mano.
El rubio asintió
y siguió a los vampiros. ¿Cuánto había pasado desde entonces? Prácticamente un
siglo, pero ¿en qué momento comenzó a
odiar a Bernard? No lo recordaba, entre los lapsos de sueño y los viajes habían
olvidado muchas cosas, prefería que fuera así e inclusive el mismo se forzaba a
hacerlo.
El rubio se
acercó a la botella e ingirió su contenido olvidando el motivo por el que tanto
se había resistido a beber de esa sangre. Y mientras sus orbes nocturnas se
tenían de la intensidad de la sangre, una gota cristalina se escapó y desfiló
por su mejilla recordándole que no era del todo un monstruo y que podía llegar
a sentir como cualquier humano.
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