domingo, 25 de septiembre de 2011

Lazos rojos-Capitulo 4

Estoy en medio de la nada
y es donde quiero estar
Estoy en el fondo de todo
y por fin empiezan a salir
Esta es la historia de mi vida
estas son las mentiras que he creado
que he creado
The story// 30 seconds to mars

Capítulo 4
Tentaciones negadas calculadas

Había acordado quedarse en la casa de Penélope y Jared hasta que el invierno pasara pues las bajas temperaturas podrían enfermar a Skandar, y aunque los dos hermanos vampiros se esperaban un berrinche por parte del vampiro rubio éste no hizo ninguna replica. Con el pasar de los días Markus había desarrollado una especie de amistad con el pequeño humano, se la pasaban mucho tiempo hablando y discutiendo sobre pintura, el adolescente sentía predilección por el impresionismo y el rubio se inclinaba más por el expresionismo y surrealismo, siendo este ultimo el único gusto que ambos compartían. Aunque Markus era renuente a hablar de las dudas sobre el amor que el pequeño tenía éste siempre terminaba inmiscuyendo ese tema en sus conversaciones.

Con Jared, Skandar charlaba de cualquier cosa, desde momentos de su infancia hasta las cosas que había hecho en los cinco años que estuvieron separados y aunque se moría de ganas por preguntar el motivo de su ausencia el humano mantenía esa pregunta bajo llave dentro de sí mismo. Las caricias, las demostraciones de cariño y los momentos que pasaban juntos cada vez adquirían un mayor nivel, hasta que llegó el día en que el invierno terminó y era momento de marcharse. Skandar sentía cierta melancolía por apartarse de lo que había sido su hogar durante los últimos años, además estaba seguro que pasaría tiempo antes de que volviera a ver a Penélope y eso lo entristecía.

—La visitaremos cuando quieras—dijo Jared al oído del muchacho.

—Gracias—y en respuesta Skandar se colgó al cuello del vampiro en un abrazo.

—Te portas bien Skandar y cuídate mucho—le dijo Penélope antes de que partieran.

—Gracias por todo Penélope—dijo el muchacho brindándole un abrazo.

—Hasta pronto hermana—musitó Jared cuando el abrazo entre la chica y el humano cesó, entonces Jared posó sus labios sobre la frente de su hermana.

Los otros vampiros hicieron una pequeña reverencia inclinando la cabeza y en pocos segundos los cuatro habían desaparecido. Rápidamente ya se encontraban a varios cientos de kilómetros alejados de la casa en la que habían vivido los últimos meses. Para Bernard era más cómo vivir de esa forma, teniendo un lugar al cual regresar pero sabía que Markus se negaría de inmediato a llevar una vida tan sedentaria, existía el peligro de que los humanos descubrieran la existencia de los vampiros y entonces todo sería más complicado, quizás también por eso habían decidido que siempre estaría alguno de los tres vampiros para cuidar de Skandar mientras los otros dos salían a buscar alimento, tanto para ellos como para el adolescente.

—Sería bueno que pudieras comer sangre—dijo el vampiro rubio.

—Pero tengo que tener un dieta balanceada—le contestó el otro mientras leía un libro.

—Pero comes cosas feas—rebatió el vampiro mientras tomaba la manzana que el adolescente no había terminado y le dio una mordida—, la sangre sabe mejor.

—Es que tú eres un vampiro—contestó Skandar.

—Pues deberías ser uno también—dijo Markus al tiempo que dejaba la manzana de donde la había tomado.

—Skandar no es ni será un vampiro, ahora haz el favor de salir de aquí—dijo Jared entrando por la ventana.

—No tienes por qué molestarte, sólo era un decir—dijo el rubio que conocía esa expresión en su rostro, era una gran ira contenida.

—Pues evita externar tales pensamientos—le dijo con una gélida mirada.

El rubio salió a toda prisa de esa habitación, se sentía un tanto intimidado por la mirada y el tono de voz que había empleado Jared y aunque intentaba sentirse celoso no podía, después de todo Skandar era el sol de la vida de Jared no él.

El vampiro de cabellos castaños y tez inmaculada se acercó al muchachito que tenía delante de él y se sentó sobre la cama a un lado, entonces le dio un beso en la mejilla y atrajo el delgado cuerpo hacia su pecho ocasionando que los brazos delgados del chico rodearan su cintura. Ese tipo de bienvenidas se hacían más comunes a lo largo del tiempo y al parecer cada vez adquirían un nuevo nivel. Los largos silencios eran un común denominador en las largas horas que Skandar y Jared pasaban juntos, no hacía falta que alguno dijera algo pues ellos se sentían cómodos de esa forma. Aunque había ocasiones en que el silencio era roto por una filosa pregunta como la de aquella mañana.

—Jared—dijo el muchacho castaño.

—¿Qué sucede?—preguntó el mayor.

—¿Por qué me dejaste estos cinco años?—el tono que había utilizado Skandar mostraba ampliamente la melancolía que envolvía su corazón.

El adolescente había pensado mucho en aquella pregunta, inclusive hubo muchas ocasiones en que quiso saber la respuesta pero no se atrevió a realizar tal cuestionamiento y se contentaba con disfrutar los momentos al lado del vampiro de cabellera castaña, de chocolate como llegó a llamar Skandar al cabello de Jared.

—Nunca quise dejarte—dijo el vampiro sintiendo que era necesario aclarar eso—, pero no tuve opción—su voz sonaba triste, el humano lo miro con toda su atención—. Nosotros no podemos dormir, eso lo sabes ¿no?

—Ajá.

—Bueno, estamos diez años sin dormir y cuando ese lapso se cumple dormimos durante cinco años—dijo el vampiro con voz seria.

—¿Y por qué no me lo contaste?—cuestionó el muchacho forzando la respuesta de Jared con su mirada.


—Porque tú seguramente me querrías ver—Skandar bajó la vista, eso era cierto—, nuestro cuerpo se torna monstruoso y libera toda la sangre que no sirve, la habitación donde dormimos se llena de sangre putrefacta. Es algo horroroso y no quería que me vieras así.

—Podrías haberme dicho que estarías durmiendo—reprochó el chico sentido las lagrimas muy cerca.

—Quizás—dijo y abrazó a Skandar—, pero sé que estarías ahí y podría lastimarte, cuando despertamos necesitamos una gran cantidad de sangre humana.

—Bueno… ya no importa—dijo el chico y se aferró al cuerpo que lo rodeaba.

***

Se encontraban en el corazón de Inglaterra, el bullicio de la ciudad embriagaba los sentidos, había tantas luces, parecía que ese lugar no dormiría nunca. Parecía que en aquel lugar se unieran armoniosamente los vestigios de una ciudad antigua con la modernidad de una ciudad capitalista. Con la rapidez que los caracterizaba llegaron a una casa en el centro de Birmingham, entonces Bernard tocó el timbre de una casa cuya fachada poseía un tono que iba del rojizo al anaranjado casi como el color de un caramelo. Eran las tres de la mañana cuando la puerta principal se abrió y los tres vampiros junto con Skandar entraron a aquella habitación.

La casa era grande y la decoración logró atrapar la atención de Skandar, quien no reparó en la presencia de un hombre de cabellos rubios que se encontraba al pie de la escalera, sólo hasta que su voz se hizo presente el muchacho le brindó su atención.

—Me alegra que hayan decidido venir—dijo el hombre con una sonrisa en el rostro que mostraba su satisfacción.

—El placer es nuestro—dijo Jared con voz fría.

—¿Y ese muchacho?—el hombre había reparado en la presencia de Skandar.

El muchacho lo miró entonces, el hombre tenía el cabello corto y rubio oscuro, aparentaba tener más de treinta años y sus ojos eran negros como los de los otros tres vampiros.

—Es de Jared—dijo Markus mientras jugaba con las uñas de sus manos.

—Si un cazador te llegara a encontrar el niño seria un peligro—dijo el hombre.

—Eso no pasará—le contestó el vampiro de cabellos castaños.

—Me han contado que han mordido a varias personas, eso es descuidado—dijo el hombre mientras comenzaba a subir las escaleras y con un ademán invitaba a que lo siguieran.

—Sin contar con el descuido de hace cuatro años de Markus—dijo Bernard con el semblante serio.

—Si tienen a un humano con ustedes, cosa que es bastante extraña pero no me meteré en eso, deben ser más cuidadosos de lo normal—se paró frente a una habitación—, aquí viven humanos, los sirvientes y el dueño de la casa que nos ha acogido a mí y a Amber desde hace tantos años, por lo que no hay muchas habitaciones disponibles.

—Son sus mascotas—susurró Markus.

—Cuida tus palabras—dijo el hombre sosteniendo el cuello del rubio con una de sus manos.

—Lo estás lastimando—dijo Bernard mostrando, como pocas veces, una cara seria y molesta.

No hubo más palabras y el señor soltó a Markus, quien de inmediato dobló un poco su cuerpo y acarició su cuello mientras intentaba verse no tan afectado. El vampiro más viejo, que respondía al nombre de Charles, dio una habitación para Markus y Bernard, mientras que Skandar y Jared compartirían la habitación de al lado.

El joven vampiro de cabellera dorada se desvistió ante la atenta mirada de su compañero de habitación y se encerró en el baño, para Bernard aquello no podía ser más raro pues Markus jamás hubiera hecho eso sabiendo que con eso lo provocaría y también era consciente de que en una casa ajena, con Jared y Skandar tan cerca, el rubio no quería nada de sexo. ¿Entonces?

—Tienes una obsesión con las duchas—dijo el castaño desde la cama— y con no cambiarte en el baño.

—No me gusta—dijo cortante y se deshizo de su ropa.

Para el mayor eso si que era tortura, podía ver la piel expuesta de Markus por completo, podía verlo con el cabello goteando y los mechones adheridos a su frente, las gotas de agua surcando su piel. No lo resistió y se acercó al cuerpo blanquecino que se le antojaba demasiado deseable, rodeo con sus brazos al otro chico  comenzó a besarle el cuello. Entonces Markus, con la mayor sutileza posible se deshizo del agarre y se acercó al oído de Bernard.

—No—susurró y se hizo a un lado para seguir cambiándose.

—Estás muy raro, hoy ni siquiera me has insultado—dijo Bernard con el rostro denotando su preocupación.

—No estoy de humor—dicho eso se dejó caer en la cama—, vete a comer.

— ¿No irás?—preguntó el moreno.

—No tengo hambre.

En ese momento la idea de que Markus estaba muy raro cobró más fuerza, ese vampiro siempre tenía hambre ¿a qué se debía su repentino cambio? Bernard arrugó su entrecejo y la sonrisa burlona o despreocupada que siempre adornaba su rostro desapareció para que después él abandonara la habitación. Salió a la calle en busca de comida, tenía una reciente ansiedad por Markus, de pronto ese chico berrinchudo parecía cerrarle las puertas a su alma, porque ciertamente Bernard podía leer al otro vampiro como nadie más, entonces ¿qué sucedía? No lo sabía, pero lo descubriría.

Bernard llegó a los dormitorios de un campus universitario, estaba bastante silencioso para su gusto. Desde uno de los jardines el vampiro aspiró el aire con singular lentitud, quería identificar el olor más atrayente. Cerró los ojos para concentrarse en el millar de olores que lograba captar, hasta que su olfato logró identificar el aroma de un chico que seguramente sabría delicioso.

De la forma más sigilosa que pudo el vampiro de cabellera negra se adentró en la habitación a través de la ventana,  sobre la cama un chico de veinte años de edad dormía plácidamente con las cobijas casi en el suelo y el cuerpo completamente extendido. En esa ocasión Bernard no necesitaba más que la sangre de ese ser humano, no tenía necesidad de conseguir la esencia de su alma o energía así que podría evitar morderlo.

Bernard se movió entre las sombras con sus orbes negras dispuestas a captar cualquier movimiento, el chico que mataría no dormía solo así que debía ser cuidadoso. Se acercó y tomó la cabeza del muchacho entre sus manos, lo giró de forma rápida imprimiendo gran fuerza y le quebró el cuello, en seguida enterró una de sus uñas en la yugular y comenzó a beber del chorro de sangre directamente. Cuando quedó satisfecho el vampiro utilizó sus uñas para hacerle un corte alrededor del cuello simulando una gran cortadura. Bernard se levantó de la cama dispuesto a abandonar la escena pero el olor que despedía el otro humano llamó su atención, se acercó más y verificó la esencia de su alma cerrando los ojos mientras aspiraba el aroma de su cuello, de esa forma logró saber que aquel muchacho era especialmente promiscuo.

—Posiblemente le agrades—dijo el vampiro.

Los siguientes movimientos del moreno fueron prácticamente iguales a los de su anterior víctima, sólo que en esta ocasión el liquido cayó dentro de una botella de cerveza y no en la boca de Bernard. Cuando la botella de vidrio estuvo llena el vampiro hizo un corte a lo largo del cuello del hombre y salió por la ventana.

Jared no había salido a buscar comida, por el momento no tenía la necesidad de ingerir sangre humana, además estaba demasiado ocupado viendo leer a su humano favorito. Skandar estaba acostado boca abajo apoyándose sobre sus codos y leyendo atentamente un libro gracias a la iluminación que una vela le proporcionaba y Jared le observaba desde un rincón de la habitación.

A los ojos del vampiro el niño se veía encantador, la luz de la vela lograba darle unas tonalidades más oscuras a sus cabellos  y al mismo tiempo resaltaba sus ojos de una manera poco usual, de pronto a Jared los ojos del muchacho le parecieron más azules que de costumbre. Ese muchacho que leía despertaba en el vampiro que lo observaba emociones que no recordaba haber sentido antes, en toda su vida como vampiro no había sentido felicidad al ver a otra persona, pero más que felicidad era como si Skandar complementara su existencia. El hecho de alejarse producía un dolor en el pecho del mayor, era como si estuviera unido al humano con lazos invisibles.

—¿Tú me amas?—preguntó el muchacho cerrando su libro.

—¿Amar?—la pregunta había desconcertado a Jared, quien al parecer no asimilaba la pregunta que lo sacó de su ensoñación.

—Sí, ¿tú me amas?

—No lo sé—contestó el mayor mirando directo a los orbes azulados—, no sé como es el amor. ¿Tú me amas?

—Si—contestó Skandar sonriendo.

—¿Cómo lo sabes?—el de cabellos más oscuros se acercó en medio de la oscuridad a la cama.

—Sólo lo siento—dijo sumido en la mirada oscura del otro.

—¿Qué es lo que sientes?

—Cuando estás conmigo siento algo cálido en mi corazón—dijo sentándose al lado de Jared—, cuando no estuviste sentí un enorme hueco en mi ser, cuando tu sonríes…

—Es como si pudiera ver el sol—interrumpió el vampiro.

—Sí—asintió el adolescente—, quiero abrazarte y lo que más deseo es que seas feliz y mi felicidad es a tu lado.

—Entonces—dijo Jared mientras se acercaba al rostro de Skandar—, creo que te amo.

Las miradas de ambos estaban entrelazadas, era como disfrutar de la alianza invisible que se reforzaba con las palabras antes descritas, el menor estaba emocionado, sus ojos estaban muy abiertos y poseían un brillo diferente, además su corazón latía a una gran velocidad. Por su parte, Jared miraba enternecido al pequeño de cabellos castaños, parecía ver dentro del joven. Fue mucho tiempo el que ellos dedicaron a perderse en los ojos del contrario, cada uno sumergido en un hechizante mar, pero en realidad el tiempo transcurrido para ellos parecía ser mínimo en comparación a la realidad.
                           
Entonces, Jared se fijó en los labios del muchacho, eran carnosos y a la vista resultaban ser suaves. El vampiro quería probarlos. La distancia entre ambos era muy escasa, pero ante el descubrimiento de Jared la distancia se hizo menor luego de que el vampiro se acercara más al rostro de Skandar. Sus narices se rozaban, sus alientos se mezclaban y sus labios se entreabrieron. Jared ladeo un poco su cabeza y terminó por romper el límite de la distancia uniéndose al humano quien reaccionó cerrando los ojos mientras su mano derecha se apoyaba en el colchón y sobre ella la de Jared. Los cuerpos de ambos iban hacia al frente pero sus rostros yacían unidos obligados a contorsionar un poco el cuerpo para lograr ese contacto. Los cálidos labios del mayor entrezalaban gustosamente los dulces labios aterciopelados de Skandar quien disfrutaba al máximo el contacto que le ofrecía su tan adorado vampiro, leves movimientos en los que ambos aprisionaban los labios del contrario, aunque Jared mesurara su fuerza al grado de que parecía besar una escultura de nieve que se podría derretir en cualquier momento. El contacto llegó a su fin y ambos se miraron, entonces una sonrisa adornó el rostro de cada uno e inmediatamente Skandar se lanzó a abrazar el cuello del mayor, quien respondió el contacto con más efusividad que de costumbre. El beso no había sido como el primero que habían intercambiado en un parque del lejano York, no había ningún parentesco con ese salvo el sentimiento de que el otro era especial, en cambio en Birmingham ambos habían dado una pequeña muestra de los nuevos sentimientos que albergaban su corazón, mismos que el otro despertaba. Aquel había sido un beso de amor.

Cuando ambos dejaron a un lado aquel abrazo se miraron nuevamente y se dejaron caer sobre la cama, Jared acariciaba los cabellos y las mejillas del menor ayudado de algunos besos ligeros y la sonrisa que iluminaba su vida. Sin duda amaba a ese humano.

El sueño llenó la habitación, el mundo de los sueños se abría paso en Skandar mientras que Jared se contentaba con velar el sueño de su pequeño, porque Skandar siempre sería su pequeño humano. Afuera un nuevo día comenzaba, pero dentro de aquella casa en tres de las habitaciones el día moría y comenzaba la noche donde el sol no era permitido, una noche en la que Skandar dormía y los vampiros ocupaban su tiempo leyendo, escuchando música, descansado, tomando un baño o malgastando el tiempo como quisieran.

En la habitación que Markus y Bernard compartían una botella de cerveza con un contenido fuera de lo común era observada con detenimiento por el vampiro de cabellos rubios, no quería ingerir aquel líquido pero el hambre cada vez era mayor.

—Vamos tomala—dijo Bernard mientras se sentaba al lado de Markus.

—No quiero—le contestó el rubio.

—No seas tonto—replicó el otro y tomó la botella—, sé que tienes hambre.

Lejos de alentar al otro a que tomara dicho líquido lo que había dicho Bernard enfadó al rubio y decidió no tomar nada de sangre en ese día.

—¿Qué te pasa?—le preguntó Bernard al menor cuando rechazó de nuevo la sangre.

—No es algo que te importe—le dijo amargamente.

—Si no me importara no lo preguntaría—sus ojos mostraban disgusto y cierta tristeza, incluso decepción.

—Déjame solo, no tengo ganas de pelear con un bastardo como tú—lo dijo con todo el despreció que pudo.

—Vale, dejaré a la diva en paz—dijo antes de azotar la puerta.

En cuanto Markus estuvo seguro que Bernard se había alejado lo suficiente se dejó caer en la cama viendo la botella de sangre. El día anterior había tenido una charla con Skandar que lo había descolocado por completo y por más que intentara no lograba recuperar la normalidad.

  —¿Odias a Bernard?—preguntó el humano al vampiro que se limaba las uñas de los pies.

—¿Qué?

—¿Odias a Bernard?

—Si…—musitó el vampiro dejando sus pies y escondiendo la mirada.

—No sonaste muy convencido—dijo el muchacho.

—Tú no sabes nada—rebatió el rubio y se dejó caer sobre la cama con sus rodillas flexionadas y un brazo cubriendo sus ojos.

—Siempre lo insultas—comenzó a hablar Skandar—, pero hay veces que lo miras de improvisto y tu mirada no tiene odio—dijo el pequeño y Markus apretó sus dientes—. Tú no lo odias.

—Si lo odio—musitó el rubio con un nudo en la garganta. Ese desgraciado humano siempre lograba que el vampiro se sintiera mal.

—No lo creo—dijo el adolescente sentado sobre sus rodillas al lado de Markus.

—Si es verdad que no lo odio entonces ¿Qué siento?

—No sé, tú dime.

—Él es un bastardo—dijo luego de que Skandar retirara el brazo que cubría sus ojos.

—Yo creo que lo amas—el otro sintió como si clavaran una barra de metal en el pecho—, pero no lo quieres aceptar.

—Eso no es cierto—susurró el rubio.

—¿No?

—No—musitó amargamente Markus antes de abrir la puerta para salir de ahí.

¿Amar? Un monstruo como él que se dedicaba a beber desesperadamente el líquido vital de los humanos, ese ser de hermoso físico que se encargaba de despojar a cada ser en el que clavaba sus colmillos un trozo de su alma con el fin de seguir existiendo. No, para Markus aquel bendito sentimiento no era posible, no lo merecía y menos enamorarse de un bastardo como Bernard, alguien tan desagradable y desesperante. Eso no era posible.

Lo más cercano al amor que él había sentido era el deseo de estar con Jared, pues ese vampiro serio y hasta cierto punto solitario era como su príncipe azul pues era perfecto para él o al menos eso pretendía el vampiro rubio. Pero no se había entregado a Jared, no había sido con él con quien había experimentado ese deseo que lo carcomía desde adentro, no, por más que se lo negara Bernard había sido el causante del más grande éxtasis de su vida.

Sumergido en el rojo de la sangre que contenía aquella botella extrañamente cristalina, el vampiro recordó la primera vez que vio a esos dos vampiros que se convertirían en sus compañeros por casi un siglo.

Markus recién había sido convertido en vampiro, transpiraba demasiado y sentía un dolor grandísimo como un ardor que venía desde el interior de su cuerpo, era como sentir el sol quemándote las entrañas. Tenía sed y estaba muy débil, pero estaba abandonado en la oscuridad de un bosque, como pudo se arrastró unos cuantos metros y logró llegar a un camino, por ese lugar pasaban algunas caravanas de comerciantes. Como cada noche una caravana transitó por ese camino y alguno de esos hombres logró ver a un chico desnudo tirado al borde del camino, sin pensarlo dos veces la caravana paró antes el desconcierto de más de uno.

El hombre que lo había visto corrió a auxiliarlo, lo primero que notó fue el color rubio de sus cabellos y su hermoso rostro, sus labios resecos y un par de ojos negros. Markus tenía sed, mucha sed y hambre, mientras el señor le preguntaba su nombre el muchacho siguió sus instintos y se acercó al cuello de aquel hombre clavando sus colmillos para poder ingerir su sangre. Cuando el hombre cayó al suelo y los ojos del rubio rebosaban un rojo intenso todos temieron de aquel demonio, en pocos minutos y ante la resistencia de los hombres el muchacho terminó con su cena. La luna iluminaba la escena, cuerpos tirados por todas partes, sangre corriendo sobre el suelo y algunos cuerpos destazados. El olor de la sangre flotaba en el ambiente.

La respiración del vampiro era agitaba, transpiraba mucho y algunas de sus extremidades temblaban cuando intentaba moverse, entonces un destello apareció a sus espaldas a varios metros de distancia y avanzaba a gran velocidad hacia él, pero sus reflejos impidieron que ese proyectil brillante diera en el blanco, por el contrario, terminó impactándose contra la pierna derecha del rubio. Un grito de dolor salió desde lo profundo de la garganta de Markus, acompañado de una mueca que ilustraba aún más su sufrimiento. Al final del sendero había un hombre vestido de negro completamente con un crucifijo de plata sin el Cristo, más que una cruz, levantó un arco blanco mientras con la otra mano y apuntó de nuevo al muchacho quien se encontraba desconcertado. La flecha salió disparada del arco rodeada de un aro de luz rojiza, pero aunque Markus no podía moverse gracias a la flecha que se encontraba clavada en su pierna, ese proyectil no llegó al cuerpo del rubio.

—Estás bien—preguntó alguien a un lado de él.

El muchacho bañado en sangre con la piel desnuda giró su cuerpo a ver a ese muchacho, era muy blanco y sus cabellos tenían una gran caída y volumen, eran de un castaño oscuro y sus ojos muy negros.

—Maldito cazador de mierda—escuchó que alguien más hablaba.

Sólo vio la silueta de un hombre frente a él, era muy alto y tenía una espalda ancha en compración a él, por lo que el rubio dedujo que sería un hombre musculoso. Lo que más llamó su atención fue el cabello rebelde que el muchacho que tenía enfrente poseía, había algunos mechones que se rebelaban y parecían no mantenerse en la coleta que él utilizaba. Se veía gracioso.

A una velocidad que resultaba sorprendente el muchacho de la coleta se posó frente al hombre que había lanzado la flecha y otros aparecieron, entonces el muchacho sacó una daga y mató a los cuatro arqueros. Markus se sorprendió de aquello, pero más de que sus ojos pudieran ver todo con claridad. De nuevo el sendero se teñía de rojo.

—Hey bonito ¿te encuentras bien?—el de coleta estaba frente a él.

 —S-si—respondió el rubio.

—Eres muy bello—dijo acariciando su cabello—, Jared dale tu abrigo, no es bueno que esté desnudo.

—Bernard aún es muy joven para esas cosas—dijo el otro quitándose su abrigo.

—Es hermoso—contestó Bernard. Hablaban como si no estuviera Markus presente—, además no le haré nada que no quiera.

—No me toques—dijo cuando la mano de Bernard se acercaba a su mejilla— ¿Quiénes son?

—Él es Jared, es el rey de los serios—el aludido le dirigió una mirada reprobatorio— y yo soy Bernard, el dios de los desobligados.

—¿Y yo? No recuerdo nada—dijo el rubio, cada vez que intentaba recordar algo se enontraba con un vacío.

—Nunca lo harás—dijo Jared de manera fría.

—Si quieres seguirnos, estar con nosotros y aprender a vivir con lo que eres…

—¿Lo que soy?—Markus no entendía nada.

—Ya no eres humano—dijo y en seguida el rubio sacudió la cabeza negando eso—, tú mataste a toda esa gente, tomaste su sangre.

—¡Soy un monstruo entonces!—gritó y lágrimas salieron de sus ojos.

—No es así—dijo Jared poniéndose de pie.

—Sólo no eres humano, pero no un monstruo—dijo Bernard—, alguien tan hermoso y tan dulce como tú no puede ser un monstruo—acarició la mejilla del rubio—. No sabemos tu nombre, ni de donde vienes. A partir de ahora de llamarás Markus y vivirás con nosotros.

—Tenemos que irnos—dijo Jared mirando al final del sendero—, parece que ya encontraron al vampiro que te violó y convirtió en uno de nosotros.

—¿Me violaron?—preguntó el chico con estupefacción, mientras se ponía de pie de golpe y se alejaba— y soy un vampiro—musitó tocando sus colmillos.

—Shekc es así, convierte a los humanos en vampiros para poder tener sexo con ellos y luego los mata, pero los caza vampiros llegaron y él huyó, así que tu te despertaste y tenias hambre.

—Por eso los mataste—dijo el castaño—dame tu mano.

El rubio asintió y siguió a los vampiros. ¿Cuánto había pasado desde entonces? Prácticamente un siglo,  pero ¿en qué momento comenzó a odiar a Bernard? No lo recordaba, entre los lapsos de sueño y los viajes habían olvidado muchas cosas, prefería que fuera así e inclusive el mismo se forzaba a hacerlo.

El rubio se acercó a la botella e ingirió su contenido olvidando el motivo por el que tanto se había resistido a beber de esa sangre. Y mientras sus orbes nocturnas se tenían de la intensidad de la sangre, una gota cristalina se escapó y desfiló por su mejilla recordándole que no era del todo un monstruo y que podía llegar a sentir como cualquier humano.

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