Hace mucho empecé a escribir este fan fiction twc y por fin comenzaré a publicarlo, cada viernes colgaré un capitulo y si no se puede espérenlo el lunes ok.
Resumen: Tom y Bill son dos chicos con vidas diferentes que se ven enfrascados en una situación incómoda al conocerse, el destino los une y juega con ellos un poco, les impone diversos obstáculos para que su relación funcione.
Género: Drama, romántico, AU
Clasificación: el fic avanzará en intensidad conforme la historia se valla desarrollando, pero se puede considerar para no menores de 15 años y al avanzar pasar a no menores de 17, aunque sé que ustedes no se detendrán por esto.
Advertencia: relación homosexual (slash), involucra a los gemelos Kaulitz (Tom y Bill) de la banda Tokio Hotel, por lo tanto también hay incesto, escenas de violencia, “malas palabras” y más adelante sexo.
Aunque este fan fiction involucra los nombres de los integrantes de Tokio Hotel, así como de sus familiares, no lo he escrito como algo 100% verídico ni algo por el estilo, es el simple desarrollo de una idea. No lo hago con el fin de dañar la imagen de la banda o causar algún daño.
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Prohibido Enamorarse
Siempre existe un momento
en el que nos convertimos
en títeres del destino.
Capitulo 1
Eran las doce del día por lo que el sol estaba en medio del cielo, de ahí que oculté un poco mis brazos para no sentir el calor quemante sobre mi piel. Mi madre tenía la vista fija en el pavimento y de vez en cuando se giraba para verme, yo lo sabía a pesar de tener la mirada clavada en la orilla de la carretera que se movía tan rápidamente que pienso me mareo un poco, no obstante seguía sin prestarle atención a la búsqueda que sus ojos hacían en mi.
Era verano y hacía un poco de calor, pero no demasiado para llevar la ventana a bajo, aun así lo hacía, y en consecuencia el aire me daba con fuerza en mi rostro despeinando mi cabello lo que quizá en otro momento me hubiera molestado, en cierto modo ahora no importaba. El interior del auto tenía una fragancia por demás extraña, pues se había mezclado el aromatizante con el olor de las hamburguesas que mi madre había comprado para darme una como si se tratara de una bandera blanca, el resultado de aquella mezcla más el olor de las balatas calientes me enfermaban y hacían que mi mareo fuera cada vez peor. Entonces decidí que era mejor dejar de ver la orilla de la carretera y puse la atención en el sonido de la radio que antes no había distinguido, se escuchaba una estación de noticias donde sólo trataban temas que no me interesaban para aquel momento y cambie de estación, en seguida los ojos de mi mamá me fusilaron y yo le respondí con una actitud un tanto rebelde, pues no dejaría que ella siempre controlara todo a su antojo debía pagar un poco el sufrimiento que me causó a mí. El Chevy andaba sólo en ese camino tan poco transitado que comenzaba a aburrirme demasiado, pero en la radio sonó una canción de alguna banda interesante y volví a mirar el paisaje que rodeaba tan detestable mudanza.
Desde que habíamos dejado Magdeburgo mi madre y yo no entablamos conversación o si quiera nos dirigimos la palabra, en parte era mi culpa por ser tan necio y sumirme en lo que ella llamó «un berrinche sin sentido», pero no podía resignarme a abandonar mi vida sólo porque empleo de mi padrastro lo requería y eso era algo que ninguno de los dos comprendían. Era muy injusto que mi mamá me obligara a ir a vivir a un pueblo como sin pedirme mi opinión, es decir, sólo llego un día y dijo «Bill, hijo ¿qué crees? ¡nos mudamos a Loitsche!». La última semana en la ciudad había sido muy desgastante, entre las despedidas de los pocos amigos que tenía y el empacar mis cosas los días se habían pasado de prisa, como agua en las manos que no puedes evitar que se te escape. La impotencia era una de esas cosas que yo experimente en el lapso que me llevó deslindarme de lo que había sido mi hogar por casi toda mi vida, a pesar de todo esto sabía que no había nada que pudiera hacer y que no me quedaba nada más que aceptar y asimilar, sólo rogaba porque me pudiera adaptar a mi nueva vida.
La voz de la locutora regresó mis pensamientos, que yacían en lo acontecido en los últimos días, al presente que me afrontaba en ese momento. Mi cuerpo rogaba por una posición más cómoda que la que tenía entonces, por lo que me removí un par de veces en el asiento y por fin encontré la forma en que no me dolieran demasiado mis miembros. Cuando recién me había acomodado mi vista capto algo diferente en mi entorno, el cielo se veía despejado y ¿acaso sería más azul? Sonaba factible si tomamos en cuenta que me dirigía a un pequeño pueblo, pero estaba cercano a la ciudad así que también existía la posibilidad de que mis crecientes ganas de vomitar lo causaran. Me llevé la mano a la boca buscando contener la comida que quería salir por el mismo lugar por donde había entrado, siendo que debería mantenerse dentro de mi estomago y no esparcida sobre el asfalto o en el peor de los casos sobre la tapicería gris del auto, pero mamá se dio cuenta a tiempo y logro evitar que hiciera un desastre. Fue mejor vomitar sobre el zacate.
A pesar de que limpie mi boca y la enjuague con agua no lograba quitar el sabor asqueroso del vomito, asimismo mi rostro reflejaba libremente mi desesperación y mal humor, cosas que Simone, mi madre, captó de prisa y susurro algo lo bastante fuerte para que le escuchara.
—Lo siento.
—No importa—le contesté yo, y es que en verdad no importaba demasiado, para ella tal vez fue duro verme siempre molesto y yo le hice más difícil todo.
Llegamos a Loitsche minutos después de mi incidente, era un lugar apacible y lleno de tranquilidad, donde las sombras de los enormes arboles que se extendían sobre el concreto y la luz que se colaba entre las hojas le daba un aspecto por demás hipnotizan te. Las casas en su mayoría eran de madera pintada, parecidas a la mía pero con un aspecto un poco mas hogareño que me recordó a un cuento infantil que mi mamá solía contarme de niño, esa esencia a campo se extendía en cada rincón que mis ojos revisaban y me produjo nauseas de nuevo. Soy más un tipo de ciudad, he vivido ahí toda mi vida y los pequeños pueblos como Loitsche me parecen más una jaula que un hogar, porque en una ciudad disfrutas más de tu libertad, puedes ir a un lugar que poco frecuentas y hacer muchas cosas, en un pueblo no es posible porque todos se enterarían de inmediato, posiblemente el problema era la disminución en mi privacidad.
Afuera de una casa descansaba una bicicleta que seguramente algún niño había dejado después de pasear un rato o de haber ido a algún mandado, era domingo al mediodía así que las casas estaban algunas con todos sus integrantes u otras sin algún ocupante. Día de descanso para muchos y mi primer día del largo proceso de adaptación.
El mes de septiembre suele ser uno de mis favoritos porque yo nací el primero de este mes y siempre recibo maravillosos regalos, además tiene algo que me gusta demasiado y no sé exactamente que es, no obstante, siempre he sentido un poco de nostalgia durante algunos días, casi siempre en la semana que cumplo años. El día que habíamos partido hacia Loitsche se cumplían dos semanas de mi cumpleaños.
Mis uñas estaban maltratadas por morderlas demasiado a causa de mi nerviosismo y mi impotencia, destacaba sobre todo el esmalte desgastado y la singular curvatura que algunas uñas tomaban después de haber sido atacadas por mis dientes. Mi madre no hizo caso de mi expresión de fastidio cuando levanté la cara y mucho menos de la mueca que se dibujó en mi rostro cuando estacionó el auto frente a una casa de color azul celeste y blanco, en segundos la puerta se abrió y apareció mi padre con una enorme sonrisa que contagio rápidamente a mamá, haciéndome sentir como si sobrara en ese cuadro de novios enamorados. De nuevo mi mamá no vio el malestar que se formo en mi expresión, ella estaba perdida en los ojos de su marido.
Mi padre, que en realidad es mi padrastro, se nos adelantó una semana para tener todo listo. Él comenzó a salir con mi madre cuando yo tenía 3 años, mis padres se divorciaron después de que cumplí un año, luego de más de medio año de ser novios Gordon, mi padrastro, vino a vivir con nosotros y se casarón mese después, así que él es lo más cercano a un padre que yo tenía aunque jamás sería un padre para mí. Después del divorcio mamá decidió poner tierra de por medio y nos mudamos a Hamburgo, ahí fue donde conoció a Gordon, en realidad yo no sabía donde había vivido antes pues lo que había de mi vida era a partir de que comenzamos nuestra nueva vida en Magdeburgo, a donde nos marchamos por el trabajo de mi padrastro y pasó lo mismo con la mudanza a Loitsche.
El cuerpo se me había dormido prácticamente porque no podía moverme con la agilidad y libertad que deseaba, en vez de eso batallaba innecesariamente por bajar del auto y poner los pies sobre la tierra de nuevo. Mi madre vino a mi después de recibir una cariñosa bienvenida de su esposo y abrió la portezuela trasera para que sacara mis maletas que había ahí, eran tan sólo tres pero pesaban demasiado así que Gordon me ayudo a meterlas dentro de la casa mientras mamá sacaba las que faltaban de la cajuela.
La casa tenía un olor a madera bastante ligero que se acoplaba finamente a la gama de sombras y texturas que abundaban en la estancia. En la sala había montones de cajas apilada y los muebles estaban revestidos con hule transparente y delgado. Desde la puerta principal se extendía un pasillo hasta las escaleras y al lado derecho la sala que estaba a desnivel, donde yo me quede observando todo el mobiliario ¿Teníamos tantas cosas? Realmente no me imaginaba que fueran tantas cajas, viéndolas ahí no me lograba imaginar lo que Simone debió haber sufrido por empacar todo. Un grito de Gordon me saco de la ensoñación y subí las escaleras con la maleta a cuestas.
Mis padres habían escogido el cuarto de la planta baja como suyo ya que le encontraban cómodo y acorde a sus gustos, de ahí que a mí me toco un cuarto del segundo piso donde una de las habitaciones había ido acondicionada como estudio puesto que lo que originalmente era el estudio estaba en el primer piso y mi mamá lo había elegido para ser su taller. Mi cuarto era entonces, la habitación principal, lo bastante grade como para arrancarme la primera sonrisa en Loitsche, las paredes blancas y unas franjas cercanas al suelo y al techo en un color azul le hacían encantador a la vista, además el closet era enorme y el baño una delicia. Debía admitir quela casa era muy hermosa. Si no fuera por las cajas y los muebles amontonados yo me hubiera sentido satisfecho, pero aun faltaba la peor parte de la mudanza y eso se llama desempacar. A mis catorce años de edad conocía pocas cosas tan fastidiosas como abrir una caja, quitar el plástico con esas bolitas que se apachurran y truenan, que es bastante divertido por cierto, o el papel periódico y limpiarlas para luego buscarles un lugar. De no ser porque pare mis actividades para comer me hubiera estado prácticamente todo el día desempacando, pero al final todo fue rápido y mi habitación quedó más o menos lista, aun faltaba la ropa pero me sentía sin fuerzas cuando el sol ya se había escapado en el horizonte.
El blanco contrastante de las paredes, con el café oscuro de la madera de los muebles, fue lo que observe por algún tiempo luego de que me recosté sobre la cama, giré sobre mi cuerpo como si fuera un tronco y mi vista quedo directamente hacia la pared de la fachada y noté una puerta que antes había ignorado por completo, estaba boca abajo con la cabeza de lado y me levanté impulsado por mis brazos y mis manos apoyadas en el colchón de la cama. Me termine de levantar con la firme intención de ir al balcón que antes había pasada desapercibido ante mí, gire la perilla dorada y salí afuera, el cielo estaba completamente negro a esa hora y las estrellas ya se apreciaban notablemente, inhale el aire y me sorprendió que se sintiera diferente.
—Limpio— susurre.
Me apoye sobre la barda del balcón para observar el cielo cómodamente, en la calle se escucharon risas y voces que llamaron mi atención, era un chico rubio y delgado que caminaba al lado de otro también rubio pero con cabello extraño ¿eran rastas?
—¿Quién usa rastas?—me pregunté a mi mismo en voz alta.
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Moví mi cabeza hace el cielo como si hubiera cuestionado a las estrellas y luego baje mi rostro para buscar de nuevo a los dos muchachos, quería cerciorarme de que eran rastas, nunca antes las había visto tan cerca, bueno únicamente las había visto en revistas o el internet. Pero los chicos ya habían desaparecido entre la oscuridad de la noche y los árboles frondosos. Una brisa fresca meneo mis cabellos negros con agradable delicadeza, cerré los ojos para disfrutar enteramente de esa sensación plagada de paz y armonía que minuciosamente se estaba esparciendo por todo mi ser, hasta casi hacerme dormir, de no ser porque me sostuve de la barda del balcón hubiera caído.
Me adentre en mi habitación, me sentía tan casado que se me dificulto el desvestirme para ponerme mi pijama y sin perder tiempo me recosté en mi cama para minutos después ser presa del sueño.
El sonido de la alarma de mi celular me despertó en la mañana, sería mi primer día de clases. Me levante con los ojos perniabiertos y encendí la luz, me encandiló así que cerré los ojos de inmediato apretándolos con fuerza. Tomé el celular que descansaba sobre el tocador que estaba al lado del closet, luego de eso me senté en el piso junto a mis aletas para seleccionar un cambio de ropa y tomar las cosas que necesitaba para bañarme. Me levanté del piso con pereza y el cuerpo aun adormecido, pero si quería despertar era necesario que tomara una ducha en ese instante.
Cuando ya estaba dentro de la regadera agua caía gota a gota tocando mi piel con un ligero masaje que me relaja poco a poco, era un momento agradable porque mis músculos se destensaban y en mi mente estaba libre de pensamientos, al mismo tiempo y sin darme cuenta comencé a cantar.
—¡¡Bill ya es hora de levantarse!!—gritó mi madre desde la planta baja, siempre hacía lo mismo, me llamaba cuando sabía que ya estaba despierto.
Estando aún dentro de la regadera estire mi mano hasta dar con una toalla con la que sequé un poco mi cabello y mi cuerpo, luego me la enrolle por la cintura. Salí del baño ya vestido y con mi cabello desenredado, después me termine de arreglar en mi habitación. Me miré al espejo para ver que todo estuviera en orden y así era, todo estaba bien, mi madre ya había hecho mi mochila con anterioridad por lo que sólo tuve que tomarla y a continuación bajé las escaleras con rapidez, en el comedor me espera mi madre con el desayuno preparado.
—Te irás con tu padre—me dijo mamá luego de que me senté.
Eso me agradó, si Gordon me llevaba a la escuela no tendría que subir al autobús donde, seguramente, las miradas se clavarían en mí, eso me molestaba un poco pero también me gustaba tener la atención de todos sobre mi persona, aún así tenía claro que las miradas estarían cargadas de curiosidad y, posiblemente hostilidad así que prefería evitarlas un poco.
—Bien—lo dije con voz seca, me sentía raro hablándole a mi madre después de días de no hacerlo.
—Bill date prisa o llegaremos tarde—dijo Gordon acomodando su chaqueta.
—Ya voy—dije y luego me metí el ultimo bocado de mi desayuno—. ¿Irás también por mi?—pregunté con esperanza, sabía que ambos estarcían ocupados pero me gustó pensar que no tendría que caminar a casa.
—Tal vez no pueda Bill, lo siento—dijo mi padrastro con una expresión seria.
Lo más seguro es que no pudiera, ambos estarían ocupados como para ir por mí a la escuela. Movía su pie como muestra de su desesperación pues no me terminaba mi café y ya era algo tarde.
—Nos vemos mamá—se acerco a mí y se despidió con un beso en la mejilla, gesto que imite.
—Te cuidas amor y pon de tu parte ¿sí?—me dijo mi mamá mientras caminábamos hacia la salida.
En el trayecto a la escuela no hablé ni media palabra, porque llevaba puestos mis audífonos con los que iba escuchando música y porque no quería hacerlo. Cerré mis ojos desde que la primera canción comenzó a sonar en mis oídos y mis labios iniciaron leves movimientos como si cantara, pero sin dejar salir mi voz. No me di cuenta de cuando fue que llegamos a la escuela hasta que Gordon me quito los audífonos.
—Ya llegamos—me dijo agregando una risa con un poco de burla.
—Claro—dije y abrí la portezuela del coche.
—Toma—me tendió la mano con unos euros—. La dirección está al fondo a la derecha.
—¿Qué ese no es el baño?—lo interrumpí riéndome un poco.
Él también rió ante mi ocurrencia y me preguntó si quería que me acompañara, obviamente le dije que no, no quería que mi padrastro me llevara a mi primer día de clases, no soy un niñito. Cerca de la entrada de la escuela había unos cuantos chicos, probablemente el autobús todavía no llegaba y ellos se habían ido caminando, pase de largo frente a ellos cuando entre al edificio.
—Al fondo a la derecha—susurré para mí comenzando a caminar hacía donde me había indicado mi padrastro.
Había dos mujeres que iban y venían con papeles en las manos, carpetas y algunas otras cosas, entonces el teléfono comenzó a sonar, pero nadie lo contesto. Yo mantenía la boca abierta, dispuesto a hablar pero no lo hacía, no sabía cómo llamar la atención de las dos mujeres. En ese momento alguien toco mi hombro, me giré para ver quién era y me encontré con una chica más baja que yo, también más joven probablemente, tenía su cabello rubio claro y ojos grises. Por alguna razón me resulto ligeramente familiar, entonces ella embozo una sonrisa y dejo fluir las palabras.
—Eres nuevo—dijo la muchacha, y me tomó del brazo—. ¡Maggi el chico es nuevo!—gritó, en seguida una de las mujeres volteo hacía nosotros.
—Mmm debe de ser el chico de traslado...déjame ver—miraba algunas carpetas que estaban sobre uno de los escritorios y tomó una azul—. Este es tu horario y los salones en los que tienes clases, también dice los nombres de tus profesores—me tendió unas hojas que yo tomé, entonces ella se giró y siguió con su trabajo.
—Supongo que gracias—solté el agradecimiento al aire.
—De nada—dijo la chica con una sonrisa.
Ella comenzó a caminar por el pasillo, mientras yo me quedé parado viendo a la muchacha con un poco de sorpresa, pero la rubia se paró a medio pasillo y giró para verme a los ojos, su mirada era bastante fuerte, en seguida la puerta se abrió y muchos chicos comenzaron a entrar entre risas, murmullos y bastante ruido. La joven iba a decirme algo, pero sólo abrió la boca y tomó aire, cuando iba a hablar decidió no hacerlo y reanudó su camino.
Muchos chicos y chicas murmuraban cosas sobre mí, al mismo tiempo que me observaban de pies a cabeza, en cierta forma me lo esperaba pero no por eso dejaba de ser un poco molesto. Miré las hojas que medio la mujer de la oficina una vez más, mi primera clase era matemáticas ¿qué cosa tan mala pude haber hecho yo en mi anterior vida para merecer aquello? Basta de dramas, me dije mentalmente, no era momento de hacer berrinches tontos.
Estaba completamente perdido y encima de todo nadie me ayudaba, le llamé a unos cuantos chicos y chicas para preguntarles donde se encontraba mi salón y no me respondieron nada, a ese paso creí que jamás encontraría el aula 8, donde sería mi clase. A parte de mi mala orientación el cansancio y la derrota por mi búsqueda inútil me hacían que desistiera de seguir caminando sin rumbo por la escuela y opté por sentarme en los escalones de la escalera que llevaba al segundo piso. Entonces esa chica rubia que me había ayudado momentos antes apareció por el pasillo, había salido de uno de los salones del lado contrario a donde me encontraba yo. Ya nadie andaba por los pasillos a excepción de ella, pues todos ya debían estar en sus clases, en un instante noté que su cabello era un poco ondulado y se movía con gracia.
—Déjame adivinar ¿No encuentras tu salón?—me dijo sonriendo, su sonrisa era linda, era la chica más linda de la escuela pero aún así tampoco me atraía.
—Creo que las explicaciones sobran—le contesté y baje mi mirada, la suya era demasiado difícil de mantener.
—A ver ¿donde tienes tu clase?—entonces le extendí las hojas, ella las revisó con cuidado —. Interesante—dijo con una sonrisa traviesa—. Ven es por acá.
La muchacha tomó mi mano y me guió al siguiente piso donde me llevó frente a una puerta, la cual toco con su nudillo en seguida y salió corriendo escaleras abajo. Yo me quedé parado viéndola descender, por esta razón no supe cuando la puerta se abrió y mucho menos me enteré de que el profesor había salido, hasta que me llamó.
—¿Desea algo?—me dijo un hombre mayor con voz áspera y ronca
Me voltee asustado, pero logre asentir con la cabeza después de entender lo que había dicho el hombre.
—Soy nuevo profesor—dije.
—Ah si...debes ser el chico que viene de la ciudad—paseo su vista por mi cuerpo, examinándome—. Llegas tarde—aseveró cuando termino su análisis, yo simplemente me encogí de hombros—. Pasa...veamos, en mi clase te sentaras al lado de Kaulitz.
Yo obedecí mecánicamente las instrucciones del profesor, había visto sólo unos segundos a ese chico raro de rastas y me sentí de manera extraña, su cabello llamó mi atención al instante pero yo estaba evitando verlo. Tomé asiento mirando al frente porque no quería ceder a mis deseos de observar sus rastas sueltas que caían sobre su hombros pues nunca antes había visto unas así, tan largas y rubias. Fue cuando escribía algo de x+2y= a no tengo ni idea, que recordé a los chicos que había visto la noche anterior desde mi balcón, el chico de rastas debía ser Kaulitz.
El tiempo paso volado y el no profesor hizo que me presentara, esto me gustó puesto que no tenía ganas de hacerlo en lo más mínimo. Casi era del almuerzo según lograba ver en las hojas que estaban en mis manos, me entró la curiosidad por observar a los chicos de mi grupo, así que levantó la cabeza pasando mi vista detalladamente por todos. La mayoría parecían «normales», el que más destacaba era el chico de rastas, llevaba su ropa muy holgada, su playera mínimo era dos tallas de lo necesario, aún así en el grupo uno que otro tenía vestimenta más estrafalaria, pero todos seguían una misma línea de vestimenta. También me di cuenta que no llevaba nada para almorzar, como siempre a Simone se le había olvidado darme mi almuerzo y, como casi nunca, yo olvidé pedírselo, pero sobreviví gracias a la dotación de dulces que compré dentro de la escuela. Todo iba perfecto hasta que fui al baño de hombres, que por cierto apestaba a orines, pues cuando salí me encontré con un chico mal encarado que no tardó en molestarme.
—Te equivocaste de baño nenita.
—Y tú te equivocaste de escuela, la de retrasados está a dos cuadras—le respondí irritado.
—¿Qué dijiste estúpido?
—¿Lo ves? escuela equivocada—mi tono de voz fue altanero y seguro.
—Te voy a partir esa cara de niñita que tienes—bufó tomándome del cuello de mi playera , haciendo que al levantarme mis pies apenas tocaran el piso con las puntas
—Déjalo ya—no logre saber quien dijo eso hasta que mis pies tocaron de nuevo el piso.
Había sido el chico de las rastas, quien parado a un lado de nosotros miraba todo con las manos metidas en las bolsas de su pantalones, eso aunado a su expresión lo hacían ver como todo un chico malo, de esos que saben tener su pandilla y todo eso.
—¿Por qué demonios defiendes a la nenita?
—Porque es muy pronto para tener problemas—respondió Kaulitz.
Posteriormente logré ver que pasó caminando a mi lado y el que me molestó se fue, también vi como hizo una seña a un chico rubio con la mano, no supe exactamente qué significaba, el rubio se quedó parado en su sitio sin decir nada y mirándome, se acercó a mi caminando al rededor mío para observándome detenidamente.
—Me llamo Andreas, mucho gusto—dijo eso y extendió su mano frente a mí, la tomé un poco desconcertado.
—Bill, es un gusto—le respondí esporádicamente.
—No te lastimaron ¿o sí?—Entonces negué con la cabeza.
El chico caminó conmigo hasta al siguiente clase, mientras buscaba hacerme plática, lo cual consiguió muy fácil. Seguimos charlando camino a la salida de la escuela cuando las clases habían llegado a su fin, hablamos acerca de lo aburrido e inservible que son algunas materias, yo le dije lo mucho que odio las matemáticas y él sólo se río un poco, durante nuestra plática no note que una chica rubia caminaba hacia nosotros.
—Hola chicos—nos saludó agitando la mano, era la misma chica que me había ayudado en dos ocasiones por la mañana
—Hola Holy—Andreas la saludó—. ¿Ya conoces a Bill?
—Sí, pero no sabía cómo se llamaba—dijo ella—. Soy Holy.
—Pues mucho gusto—nos dimos un apretón de manos.
Ellos rápidamente comenzaron a charlar y me integraron a la plática sin mayor premura, hablar de cualquier cosa era algo que me venía bien y disfrutaba en compañía de ambos chicos. Cuando salimos de la escuela lo primero que vi fue al grupo de amigos del muchacho de rastas, pero además habían unas cuantas chicas de mi clase y de otros grupos, a una de ellas Kaulitz la tenía rodeado por la cintura con su brazo. Todos ellos platicaban animadamente sin advertir mi presencia o la de mis dos acompañantes, alcé mi cabeza para ver si lograba ver el coche de mi padrastro. Nada, ni un rastro de él, en ese momento mi celular sonó, era un mensaje de Gordon diciendo que no podría ir por mí. Levante mi cara llena de rabia, tendría que caminar y ni siquiera me había fijado en el camino, entonces sentí muchas miradas en mi espalda y luego escuche algún ingenioso insulto creado exclusivamente para mi, todos en ese grupito de chicos rieron, incluido el de rastas aunque no sé porque su risa me pareció forzada, posiblemente el no haber almorzado me había afectado.
—Y tu eres muy hombre ¿no? ¡insúltale el día que te salgan huevos!—esa voz era la de Holy, yo me volteé hacía ella con la cara echa un poema.
—Vamos Holy no te enojes por pequeñeces—le dijo un chico de cabello castaño.
—Ahren hubieras dicho eso antes ¡eres un maricón!—Holy habló de nuevo.
—Serás cabr—el castaño no alcanzo a termino su frase porque una voz le interrumpió.
—¡A mi hermana no la insultas!—era Kaulitz quien habló, ya no estaba con su novia o lo que fuera esa chica para él, en ese momento estaba frente a Ahren con una mirada desafiante totalmente a la defensiva.
—Chicos cálmense—dijo Andreas.
—No te enojes por pequeñeces Ahren—expresó Holy y me tomó del brazo, enseguida Andreas nos siguió y para mis sorpresa el chico de rastas también fue con nosotros. Por encima del hombro alcance a ver que hizo un ademan con la mano para despedirse.
Hasta que habíamos caminado una cuadra Holy me soltó el brazo, ella estaba enojada, más bien dicho furiosa, los otros chicos no hablaban sólo permanecían en silencio. Me sentía extraño entre tanta tensión, me lleve una mano a la boca y comencé a morder una de mis uñas, odiaba hacerlo pero tenía que quitarme ese nerviosismo mío. Jamás me ha gustado parecer un chico débil porque realmente no lo soy, solo necesito un poco de tiempo para adaptarme a mi nueva vida y los momentos tensos como este no ayudan a mi adaptación en casi nada, por mi físico poco podía hacer.
Tal vez habíamos caminado una o dos cuadras desde que Holy me había soltado el brazo, cuando por fin Andreas se decidió a cambiar la monotonía de la situación. Él estaba sereno, quizás pensó mucho lo que diría, caminó a un lado de la muchacha y me hizo un gesto que indicaba que quería que le cediera mi lugar, y así lo hice. Ambos intercambiamos posiciones, yo caminaba en ese momento junto al de rastas.
—No creo que haya sido la forma ¿no crees?—el rubio hablo a la chica como en reproche pero sin llegar a serlo realmente.
—Si no les pongo un alto ahora van a seguir y él no se lo merece—supuse que él era yo.
—¿Hacía donde queda tu casa?—me preguntó de repente el muchacho de rastas.
— ¿Eh?—su pregunta me saco de lugar, de seguro tenía toda la cara llena de sorpresa, me volteé para verle a los ojos, eran realmente cristalinos—. No se...—dije cuando logre dejar de ver sus orbes.
— ¿Cómo no vas a saber dónde está tu casa?—me preguntó con cierto matiz de reprensión.
—Es que mi pa... mi papá—iba a llamarlo padrastro, porque así le llamaba constantemente pero ante los demás él era mi padre, así que tuve que remediar esa oración—. Me trajo a la escuela y no me fije en el camino.
—Valla que eres un caso—pronunció el chico y se rió un poco.
Andreas y Holy habían dejado su conversación para escuchar la nuestra y rieron disimuladamente cada vez que alguno decía algo.
—Hombre no te burles de Bill—dijo Holy.
—Nunca lo hice—se defendió el de rastas—. De seguro vives en la casa color azul—su vista estaba fija en mis ojos.
—Pues si es azul...
—Es la única casa azul aquí que estuvo en venta—dijo Kaulitz con la mirada al frente.
—Bueno chicos aquí me despido yo—expreso Andreas cuando casi llegábamos a la esquina.
—Voy contigo ¿recuerdas?—le dijo Holy al tiempo que alzaba un poco su ceja—. Tom acompañas a Bill—eso para nada me había sonado a una petición, era más bien una orden, me pareció bastante gracioso que «el chico malo» fuera prácticamente mangoneado por su hermana menor.
Tom no dijo nada porque Holy se echo a correr tirando a Andreas de la mano para que le siguiese en su huida. Esa chica sí que es rara, pero mi mayor problema ahora estaba con el de rastas, que ya sabía su nombre, pero bueno tenía la incertidumbre de si me llevaría a mi casa o no.
—Veámonos.
Eso era un tipo de orden para mí y eso no me gustó, a mi no me gusta que me ordenen que hacer y menos con ese tono tan severo.
—No tienes porque hacerlo—reprimí mis impulsos por hacer un drama porque él me había ordenado algo, que en sí no era una orden.
—Mi casa queda cerca, además si no lo hago Holy se molestara y eso es peor que vivir en la guerra—le mire sorprendido, sabía que Holy era de temer, yo mismo lo había presenciado, pero por alguna razón a mi no me parecía que Tom estuviera tan forzado a acompañarme.
—Bueno... soy Bill—le sonreí amablemente y extendí mi mano para presentarnos formalmente.
—Pues creo que ya lo sabes, pero me llamo Tom—tomo mi mano y le dio un ligero apretón. Su dedos eran menos delgados que los míos pero sus manso eran grades como las mía, pude ver que su piel era más bronceada en comparación a la de mi mano.
Caminamos en silencio hacía nuestras casas, él no hablaba mucho y mantenía la mirada fija en el piso como si fuese la cosa más interesante en todo nuestro entorno, quise saber lo que él pensaba en esos momentos y sobre todo porque miraba tan insistentemente el suelo. Deje de verlo y dirigí mi vista al frente mirando todo lo que mi panorámica me ofrecía, cuando iba a cruzar la calle Tom me tomo del brazo y me forzó a seguirle cuando giro en la esquina, cuando logró que le siguiera me soltó del brazo. Luego de caminar unos minutos más llegamos a mi casa, los dos nos paramos en seco frente a la casa color azul, en silencio y sin saber qué hacer.
—Nos vemos mañana Tom—le dije con una sonrisa.
—Hasta mañana Bill—dijo él y me hizo un gesto con la mano de despedida.
Contrario a lo quería hacer, que era entrar a mi casa, me quede viendo alejarse a Tom por la acera, hasta verlo desaparecer cuando doblo en la esquina. Fue hasta entonces que camine a la entrada de mi casa, entre sin más premuras, parecía no haber nadie en mi casa pero aun así grite que ya había llegado, mi madre desde el cuarto que utilizaba para pintar me contestó.
Subí a mi cuarto y me desplome en la cama, luego de eso hice lo que tenía que hacer en mi día. En la noche después de cenar, subí a mi habitación para darme un baño, después de eso me encontraba acostado en mi cama escribiendo en mi libreta. Esa libreta estaba repleta de canciones que yo había escrito desde los 7 años. Mis ojos ya me pesaban cuando decidí que era hora de dormir.
***
Había pasado una semana desde que llegue a Loitsche y se podría decir que las cosas marchan normalmente en mi nueva vida la cual día a día se hacía más amena. Ese lunes comenzaban las evaluaciones en todas las materias, si dejáramos de lado los números yo tendría calificaciones casi perfectas. Mi primer examen era el de matemáticas. Al final del examen mee dolía la cabeza, incluso creo que estuve un poco mareado, ver tantos números juntos me afectó más de lo necesario.
Cuando menos me di cuenta ya era la hora del desayuno, todos abandonaron el salón de clases para comer algo y no fui la excepción. Todos los días almorzaba con Tom, Andreas, Ernest, Alice, Holy y unas amigas de ella a las que ponía poca atención, a pesar de que tanto la hermanita de Tom como Andreas juraran que una de ellas moría por mí, la verdad eso era algo que no me interesaba. Ese día mi mamá me había hecho pasta, la cual e encantaba pero de cierta forma siempre esperaba una rica hamburguesa de McDonald’s, obviamente sabía que no habría algo como eso hasta que mi madre fuera a la ciudad, de repente la pasta ya no me parecía tan deliciosa y me la comí casi a fuerzas.
—Creí que la pasta te fascinaba—me dijo Tom cuando se fijo que no la comía con tanto gusto como días atrás.
—Si—dije con una sonrisa fingida la cual nadie notó que no era genuina—. Es sólo que el examen me dejó sin hambre.
—Eso es cierto, estuvieron dificilísimos—dijo Holy—. Pero luego sigue el examen de historia y según me dijo Andreas y Tom eres muy bueno.
—Sí, historia es más fácil...no tiene nada de números—dije yo, todos reímos al instante.
Durante el lapso de tiempo entre el desayuno y el examen de historia no pasó nada que merezca rememorarse pues todo estuvo dentro de la rutina y lo que se califica como normal. Cuando por fin llegó la hora de la prueba me acomodé en mi sitio, en esa clase me tocaba sentarme casi al lado de Tom, sólo que él estaba un asiento más adelante al lado de Andreas, desde mi lugar podía ver a casi toda la clase, excepto a unos cuantos chicos que se escapaban de mi campo visual. En ocasiones me atrape a mi mismo mirando al hermano de Holy cuando él escribía, casi siempre trataba de entender lo que el profesor explicaba pero no creo que lo lograra porque en casi todas las ocasiones recurría al libro que descansaba sobre su mesa y hacía unas muecas muy divertidas cuando se sentía frustrado. Es muy divertido observarle, aunque evitaba hacer lo más posible puesto que sus amigos ya me molestaban demasiado sin darles un motivo, si se dieran cuenta que le prestaba tanta atención a un chico darían por hecho que era homosexual.
En mi mesa descansaban mi lápiz del número dos, mi borrados y un sacapuntas, todo acomodado pero sin caer en la perfección total. El profesor nos entregó la hoja de la prueba y dio comienzo el examen. Fue realmente fácil, sólo era preguntas sobre la segunda guerra mundial, demasiado sencillo. Bueno no fue tan sencillo, una que otra pregunta no recordé la respuesta pero no creo que afectara tanto al final el hecho de fallar algunos aciertos.
Terminé el examen con un tiempo razonable, no obstante aún había varios chicos que no lo hacían, uno de ellos captó mi atención, Tom tenía su cara llena de frustración o al menos eso logré ver con el rabillo del ojo. Salí del salón de clases con rapidez luego de entregar mi examen, sólo me aguardaba una clase más. Desde el primer día de clases había vuelto a casa con Holy, Andreas y Tom, esto porque mi madre consideraba que era un gasto inútil en gasolina, añadiéndole el hecho de que Gordon estaba demasiado ocupado con su trabajo. Cuando nos alejábamos lo suficiente de la vista de los amigos de Tom él se pasaba a mi lado para que Andreas y su hermana pudieran charlar a gusto.
***
El lunes de la semana siguiente me había retrasado un poco porque tenía que revisar unas cosas sobre los libros que aún no tenía para un par de clases, por eso salí después que mis amigos, ellos dijeron que me esperarían en la esquina donde había una tienda y unos árboles que les cubrirían el sol, no quise que ninguno me acompañara así que me quede yo sólo en la escuela. Al salir me encontré con Ahren, Edwin y otros dos chicos que no supe como se llamaban, respiré ahondo para soportar lo que me pudieran decir porque en el tiempo que llevaba en Loitsche no habían dejado de molestarme ni un poco.
— ¡Adiós preciosa!—gritó Ahren desde donde estaba.
Yo iba camino a la acera y ellos se recargaban en los autos que había en el estacionamiento, cuando pasé cerda ellos escuché que de nuevo se burlaba de mí, no les presté atención y seguí caminando como si nada, pero paré cuando sentí que presionaban mi brazo y me giré para liberar mi brazo, Ahren me tenia sujetado por el antebrazo cerca del codo, así que intenté zafarme bruscamente jalando mi brazo y Anren terminó por soltarme. Reanudé mi marcha pero alguien me lo impidió de nueva cuenta cuando apenas había dado un par de pasos, esa ocasión había sido Edwin y para que soltara lo empuje, igualmente él había hecho el agarre más fuerte y me lastimó cuando lo empujé, vi en sus ojos un profundo coraje que expreso con una maldición y luego levantó el puño dispuesto a golpearme. Cerré los ojos por instinto segundos antes del impacto apreté la mandíbula y sentí el golpe seco seguido del dolor y un ardor en mi labio que antecedió a la sensación del líquido rojo resbalar por mi mentón. Me había roto el labio. A causa del golpe retrocedí un par de pasos y me encorvé un poco, dolía mucho el labio.
—A mi me respetas hijo de puta—espetó el más alto, el mismo que me había golpeado.
Pasé mi mano por mi mentón para limpiar la sangre que lo estaba tiñendo de rojo, me dio tanto coraje que quise romperle la cara a ese tipo, empuñe mi mano derecha y a penas iba a asestar el primer golpe cuando sentí que me faltaba el aire. No había visto que Edwin se había acercado para golpearme cerca del hígado, tosí un poco y me tambaleé a causa del repentino mareo.
— ¿Dónde está tu príncipe azul?—me dijo Ahren tomando mi rostro con una mano, al tiempo que presionaba mis mejillas.
—Aunque seas una nena te enseñaremos quien manda aquí, en la mañana te salvaste, pero ahora no hay quien nos impida darte una paliza—dijo uno de los chicos que aún no abandonaban sus lugares.
Uno avanzo hacia mí con intenciones de golpearme y el otro le ayudó a Ahren a sostenerme de los brazos para que fuera más fácil pegarme, estaban dispuestos a darme la paliza de mi vida. Sin embargo, los gritos de una señora hicieron que los chicos desistieran y salieran corriendo del lugar.
—¡¿Qué hacen?! ¡Dejen a ese chico!—gritó la señora desde la otra acera.
Sólo alcancé a ver los pies de uno de ellos desaparecer detrás de un auto, cerré los ojos por el dolor y los abrí cuando escuché la voz de Holy y Andreas que me querían hacer despertar como si estuviera inconsciente, abrí los ojos pero la luz del día me lastimaba los ojos y los mantuve entre cerrados por un rato, con ayuda de mis amigos me levanté y Tom, que había estado parado viéndome con culpa en los ojos, se acercó a mí para permitir que me apoyara en él, yo era más alto pero igual funcionó.
Cuando esa señora había gritado los muchachos que me agredían me soltaron y caí sobre el concreto, mis amigos escucharon a la señora y fueron a ver qué sucedía, mientras caminábamos Holy me hacía preguntas a las que no les prestaba atención y Andreas se había ido a buscar algo para limpiarme la sangre del labio. Me senté sobre un tronco que estaba cerca de la tienda y mientras mi amigo rubio le dio un trapo a Tom para que limpiara mi sangre.
—Lévenme a mi casa—dije casi inaudible.
—Tú madre nos va a matar—me susurro Tom.
—Mamá no está en casa Tom, por favor chicos llévenme a mi casa—supliqué de nuevo.
Me sentía muy mal, me dolía mucho mi labio y mis costados, quería estar en mi cuarto. De nuevo me apoyé en Tom para poder caminar pues no dejaba de dolerme donde Edwin me había golpeado, dejando el dolor de lado me sentía bien, pero comencé a sentir una inquietud proveniente de Tom cuando casi llegábamos a casa, no supe porque me ayudaba si sus amigos eran los que me habían golpeado o quizás por eso se sentía mal.
Mi amigos me ayudaron a subirlas escaleras, no había nadie en casa pues mi padrastro estaba en el trabajo y mamá había ido a Magdeburgo, en mi habitación Holy me ayudó a curarme el labio y Tom fue a la planta baja a mitad del proceso. Regresó con un poco de pasta rocíen hecha cuando yo ya me había salido de bañar, quise darme una ducha para que mi cuerpo se relajara y que el dolor se aminorara, me recosté en mi cama y comí lo que Tom había preparado. Como mis amigos se habían quedado cuidándome no habían comido y el tiempo había pasado volando, les dije que comieran un poco de la pasta que Tom amablemente había preparado y así lo hicieron, él se quedó conmigo mientras comía, pero no tenía hambre.
—Lo lamento—dijo despacio.
—¿Tú? Pero si no hiciste nada—quienes deberían disculparse eran ellos no Tom.
—Son mis amigos, además se enojaron más porque según ellos yo te he defendido antes en la mañana.
—Son unos idiotas, para la próxima verán, se creen mucho porque iban en grupo, pero si sólo hubiera sido uno las cosas serían diferentes—dije muy seguro.
—No habrá próxima vez—dijo serio y se sentó en la silla de mi escritorio.
— ¿A qué te refieres?—dije enarcando una ceja y dejando la sopa, que sabía deliciosa, a un lado.
Claro que no quería volver a pelear con esos chicos y mucho menos recibir una paliza, pero no supe a donde iba esa actitud de Tom, él siempre estaba medio distante y casi no compartía mucho conmigo, aún así yo disfrutaba de su compañía.
—Ellos no te molestarán—dijo serio.
Sentí mucho cansancio como para contestarle, puse el plato sobre mi buró y me recosté hasta quedarme dormido. Desperté después de la seis de la tarde, no me gustaba mucho dormir en la tarde porque era capaz de dormir hasta siete horas seguidas, me levanté con cuidado pues aún me dolía el costado por el golpe de Ahren, baje las escaleras y mi madre se encontraba viendo la televisión en la sala.
—¡Bill despertaste!—dijo ella sorprendida de verme ahí parado—. Ven cariño—hizo que me sentara a su lado en el sillón—. ¿Estás bien?
—Si... ¿y los chicos?
—Pues cuando llegué sólo estaba un muchacho rubio, dijo que era compañero tuyo
—Andreas—le interrumpí.
—Sí, ese. Me dijo que Holy y su hermano se habían ido a su casa porque tenían cosas que hacer. Deberías llamarles para decirles que estas bien.
Me dio el teléfono y tecleé el número de la casa de Tom, sólo me sabía ese, Holy fue quien contestó y después de decirme lo que sufrirían esos tipos por haberme golpeado me dijo que ella le diría Andreas que yo había despertado y que estaba bien. Los Kaulitz se habían ido porque tenían que hacer los deberes de la casa, su mamá trabajaba casi todo el día y no tenía tiempo de hacerlos ella, además su papá casi no estaba en casa por el trabajo.
—Bill ¿me puedes decir que paso?—me preguntó mamá—. Eso de haberte golpeado con la bañera es algo difícil de creer.
Recordé que le había pedido a los chicos que no dijeran nada a mi madre sobre que me habían golpeado, no quería que ella fuera a reclamar a la escuela porque era un problema mío que debía resolver yo, no ella. Entonces Andreas de había dicho que mientras me bañaba me había resbalado y me había pegado en la bañera, eso no explicaría el dolor en la zona del hígado pero si explicaba la herida del labio.
—Me estaba bañando mientras ellos preparaban algo para comer y me resbalé con la barra de jabón, al caer me golpeé con el borde de la bañera en la boca y el labio se me reventó—le narré cansado.
—Pues te creeré, pero escúchame bien—levantó el dedo índice apuntándolo a mí—. Si yo me entero que andas peleando o que te molestan en la escuela habrá consecuencias.
Nos quedamos en silencio después de eso mirando la televisión, en poco tiempo el programa me aburrió y fui a la cocina en busca de algo para comer, aún había pasta, la calenté y me la llevé a mi cuarto. Me quedé dormido después de terminar mi cena.
Al día siguiente en la escuela las miradas cargadas de hostilidad por parte de mis agresores fueron constantes, en el almuerzo Tom no estuvo con nosotros y el tema de conversación fue siempre la golpiza que me habían dado.
Emily, una amiga de Holy, no perdió oportunidad para tratar de acercarse a mí, me preguntó si aún me dolía el labio y yo amablemente respondí esa y otras preguntas que le siguieron, tenía una voz un poco chillona pero soportable y siempre la acompañaba un aire infantil en todo lo que hacía o decía, el cabello lo llevaba recogido en una coleta que caía del lado izquierdo por debajo de su oreja. Era linda y no dejó de parecerme una niña siempre. Una niña que se «enamoró» de mi, según Holy.
Como todos los días al salir de clases Tom y sus amigos se adelantaron para charlar un poco recargados en los autos del estacionamiento, al centrar mi vista en Tom vi como el desencajaba por completo de entre los chicos y muchachas de ahí, era como si los demás tuvieran un color gris y el fuera completamente a color, o tal vez era el brillo que vi en sus ojos cuando me enfoqué más en ellos y me miró. Me pregunté si era el verdadero Tom ese que parecía no estar hecho para ese grupo de idiotas o el Tom que desencajaba, cuando caminaba a su lado en el trayecto a casa sus ojos eran más cristalinos y con vida, cuando almorzaba con nosotros su sonrisa pareció más natural y cuando vi sus ojos en mi habitación todo él tenía un sufrimiento genuino. Quizás el otro Tom era el falso.
—¡Tom!—gritó Holy para llamar la atención de su hermano.
Entre los chicos que caminaban Tom nos alcanzó, le miré por el rabillo del ojo, sus rastas sueltas se movían de acuerdo a su caminar, sus manos iban dentro de sus bolsillos y eso causaba que su playera se arrugara un poco. Si lo observaba detenidamente él era un chico guapo, más que muchos de la escuela, sus ojos eran tan lindos que siempre me gustaba verlos, pero ese día cuando el sol no se ponía aún y estaba lo suficientemente alto como para hacer que las rastas rubias de Tom adquirieran un brillo dorado que las hacía hermosas. Su piel, que sin la necesidad del sol se veía bien, había tomado un efecto que la hacía ver como terciopelo, tragué seco cuando me di cuenta que Tom se veía atractivo ese día.
SWEET HOME ALABAMA! TURURÚRURU! xDDDDDDD
ResponderEliminarYou know me girl! Siempre que subas estaré poniendo cosas como ésta así anda preparando tu tanque de óxigeno 8)
Cris este primerísimo capitulo me encanta! sobretodo cuando aparece Tom 'en cámara lenta' xD
El grupo de amigos que tiene Bill son como los típicos chicos tranquilos :3. Espero con ansias el capitulo 2 así que...por ahora me quedo con Tom 'en cámara lenta' <3 xD
Sobre la agresión...pobre u_u simplemente que horror el golpe
*w* Me E N C A N T A
ResponderEliminarPor que coño pegan a Bill? Gilipollas de mierda .l.