No creo en nada
Ni en el fin ni en el principio
No creo en nada
Ni en la tierra ni en las estrellas
No creo en nada
Ni en el día ni en la oscuridad
No creo en nada
Más que en el latido de nuestros corazones
No creo en nada
Cien soles hasta que partamos
No creo en nada
Ni en satanás ni en dios
No creo en nada
Ni en la paz ni en la guerra
No creo en nada
Más que en lo que somos en verdad
100 suns // 30 seconds to mars
Capítulo 10
Semblanza escarlata
El agua
reflejaba el singular tono oscuro que el cielo tomaba cuando el sol desaparecía
de él, era tan oscuro que sólo se podían ver los reflejos de las luces sobre la
superficie del rio, unas luces que por momentos parecían danzar al son de una canción imaginaria. Y
embelesado ante el ligero momento de las pequeñas centellas un muchacho era
acompañado por otro de más edad y juntos no hacían más que ver aquella hermosa
danza.
—Es hermoso
¿no?—dijo el menor.
—Si—le
contestó bastante bajo el más alto.
Habían
abandonado el restaurante hacía mucho tiempo, y al regresar a la posada donde
se hospedaban el muchachito se había quedado mirando al río. Y ahí estaban.
—Se parece a
ti—dijo Skandar sin despegar la vista del río, sabía que Jared estaba a su
lado, lo sentía.
—¿En
serio?—cuestionó el aludido con una sonrisa.
—Sí, el agua
es tan oscura como tú cabello y a la vez es tan hermoso que es imposible dejar
de mirarlo—le dijo el chico.
—Entonces se
parece más a ti—dijo el vampiro aprisionando al muchacho entre sus brazos desde
atrás.
— ¿Nunca más
me dejarás?—inquirió el menor con las mejillas enrojecidas ligeramente.
—Siempre voy
a estar contigo—le susurró.
Skandar
sonrió al escuchar aquello, porque aunque el vampiro ya le hubiera asegurado
antes que estarían juntos para siempre y le hubiera dicho cuanto lo amaba él
seguía teniendo ese recuerdo de cuando lo había abandonado con Penélope y no
quería repetir la experiencia.
Entre una
sonrisa enternecedora el muchacho más joven se impulsó con las puntas de sus
pies para alcanzar a besar a Jared, un beso rápido, lindo y tierno, en seguida
el mayor logró ver una risilla nerviosa de Skandar y cómo ocultaba su mirada al
girarse para comenzar a caminar, retomando así el camino hacia la posada. Pero
fue detenido por una mano sumamente helada que conocía a la perfección.
—Antes de
irnos—dijo el de ojos negros— quiero decirte algo— Skandar fijó su mirar en las
perlas negras del contrario—. Desde que tengo memoria jamás había sentido esto
por nadie—se acercó al de ojos azules— y no me gusta que tengas duda de esto.
—No dudo de
ti—replicó el menor—, sólo quiero estar contigo por siempre.
Ante eso
Jared no pudo más que sonreír, muy a su manera lograba haberle llegar a su
humano lo que sentía, pues aquella mirada enternecida con un brillo especial
que resaltaba el profundo amor que sentía en aquellos momentos y que quizás
nunca desaparecería hacían más que evidente lo que sentía por Skandar. En aquel
momento las palabras sobraban y ellos tan sólo intercambiaron miradas antes de
tomarse de las manos y encaminarse de regreso a la posada ignorando todo lo
demás, desde el frío de aquella noche hasta la insistente mirada que los había
estado observando desde un principio.
—Es de mala
educación espiar a los demás—le dijo Bernard a un vampiro rubio.
—Vete a la
mierda—le contestó Markus—, esperaba que esos hicieran algo más interesante.
—No se iban
a poner a coger en medio de un puente—le dijo el vampiro más grande.
—No, pero
algo más oficial—le contestó y comenzó a caminar.
—No esperes
que Jared le pida que sea su novio o se case con él—musitó Bernard caminando al
lado del otro vampiro—. No seas cursi, nena.
—¡No soy un
puta mujer, entiéndelo!—le gritó el menor.
—Ya lo sé,
sólo te comportas como una—y esquivó un puñetazo—, aunque ya pegas más como un
hombre—esa vez el golpe casi logró asestarse en el lugar indicado.
—Eres un
bastardo idiota, hijo de puta—le gritó Markus y caminó tan rápido como su
coraje se lo permitía.
—Sólo digo
que para ellos es suficiente pasar el resto de sus vidas juntos—dijo el moreno
posándose frente al otro vampiro.
—Skandar no
tiene una eternidad como Jared—replicó el rubio.
—Y ese
asunto eso suyo, no te metas en lo que no te importa—dijo Bernard entendiendo
las intenciones ocultas de la ultima oración dicha por el rubio.
—No me
hables como si tuviera que obedecerte—le dijo con rencor—, ¿qué más te da si me
meto o no?
—Si Jared
quisiera que Skandar fuera un vampiro hace tiempo lo habría convertido, pero no
lo hizo así que no te tomes libertades que no te corresponden—Bernard hablaba
con esa seriedad que se volvía tan intrínseca a él en momentos que lo
ameritaban, con esa confianza que se re afianzaba en cada sílaba pronunciad y que
dejaba sin palabras a Markus, pues era consciente de la veracidad de lo que
decía el moreno.
—Yo sé que
el mocoso no se merece ser un monstruo y no es como si fuera a correr a
convertirlo—le dijo con desprecio e indignación—. Pero eso no te da derecho a tratarme
todo el tiempo como si fuera un crio—le dirigió una fría mirada al otro—. Que
te quede claro que no porque haya dejado que me cojas significa que tienes
alguna autoridad sobre mí.
Y se fue de
ahí, consciente de que había dicho más de lo necesario y de que Bernard podría
darle alcance en cualquier momento. Por otro lado, el vampiro se quitó el lazo
rojo que llevaba en el cabello todo el tiempo y dejó que sus cabellos cayeran
libremente, dio un fuerte golpe a una pared y luego se tranquilizó. Bernard no
era de piedra y había veces en que Markus sobrepasaba el límite en la paciencia
de aquel experimentado vampiro, momentos como ese en el que parecía increíble
la manera en que el rubio se mentía así mismo con tanta facilidad, misma que le
otorgaba una ventaja para creerse sus propias mentiras haciéndolas parte de su
realidad, era entonces cuando Bernard deseaba arrinconarlo para que se diera
cuenta de una vez de su verdadera realidad. Pero no era una opción, había
decidido tiempo atrás que no iba a forzar a Markus, de todas formas eso no
daría resultado, pero al escucharlo decir que él no tenía autoridad sobre el
cuerpo, el delicioso cuerpo, del vampiro de cabellos de oro ¿de verdad creía
aquello? No sólo le había entregado el cuerpo en más de una ocasión, también le
había entregado su corazón desde mucho antes por más que Markus quisiera negar
aquello. Markus era un idiota, un muy sexy y con un gran corazón escondido en u
cofre negro que no dejaba que los demás lo vieran.
—Debería ser
un poquito más como Skandar—porque ese chico era de lo más transparente que
había conocido y no tenía ningún miedo a esconder sus sentimientos.
Antes de
partir a York, Skandar había intercambiado unas cuantas palabras con el
vampiro— ¿Existe el amor verdadero?—le había preguntado.
—Supongo, el
amor es tan subjetivo y tiene tantas interpretaciones—le dijo Bernard.
—Si no me
quiero separar nunca de Jared ¿es amor verdadero?
—Posiblemente.
¿Y qué era
el amor verdadero? Ni siquiera estaba seguro de que era el amor, quizás era eso
que sentía por Markus, pues si intentaba darle una definición no había nada más
que se acercara a eso.
Pero lo que
Bernard ignoraba es que esa noche el pequeño Skandar había tenido un sueño
extraño. Antes había leído un libro en que la protagonista de la historia se
entrega en cuerpo y alma a su amado porque era amor verdadero, pero ese chico no la amaba de verdad. ¿Si de verdad
amas a alguien te entregas a esa persona en todos los sentidos? Se había
cuestionado el chico, pero no logró hacerle esa pregunta a Bernard, por el
contrario, dejó que su subconsciente jugara con aquella posibilidad tan extraña
para él. Aún recordaba su charla con Markus sobre el sexo. En su sueño la ropa
no cubría su piel como siempre lo hacía, más bien estaba tirada sobre el piso y
sentía una calidez en su cuello que le hizo darse cuenta que Jared le besaba, y
también pudo notar la desnudez del vampiro. No había mucho más que pudiera
recordar, tan sólo una habitación muy iluminada y ellos dos sobre una camba
entregándose delicados mimos y algunos besos más íntimos que los que
acostumbraban darse.
Otra cosa
que Bernard jamás supo, fue que Skandar despertó y sintió como cierta parte de
su anatomía se encontraba erecta, entonces sintió como la vergüenza lo llenó
por completo y con un sonrojo bastante evidente abandonó la cama en donde
dormía junto con Jared y se encerró en el baño sin dar ninguna explicación.
¡Tenía una erección y nadie le había dado “las caricias indicadas”! Sin saber
muy bien qué hacer, el adolescente abrió el grifo de la tina y se metió en ella
dando un respingo por lo frío que estaba el agua.
Definitivamente,
si Markus fuera un poco como Skandar no sería lo mismo, porque el rubio
carecería de esa malicia que lo hacía deseable en algunos momentos y perdería
todo el encanto de querer molestarlo tan sólo para ver como se enfadaba, porque
la cara del rubio haciendo un berrinche era algo digno de verse y de disfrutar.
—Me encanta
como es—susurró a la nada.
***
Por las
noches no había mucho que hacer, no si te hospedabas en una posada donde debías
guardar sumo silencio, pero tampoco era como si Skandar estuviera acostumbrado
a hacer muchas cosas, puesto que no hacía más que leer libros o charlar con los
vampiros con quienes vivía. Así que encontrarse en una sesión de besos con
Jared no era algo tan fuera de lo normal, salvo por la duración de estos ya que
cada vez eran más largos e intensos. En algún momento los labios de Jared
habían dejado de saborear la dulzura de la boca de Skandar para dirigirse a un
nuevo territorio recién descubierto. Su cuello. Ahí fueron a parar los delgados
labios del vampiro, quien sin siquiera estar al tanto de sus acciones había
decidido besar aquella región del cuerpo del muchacho que yacía debajo de él. Y
Skandar se estremeció, haciendo que el vampiro se diera cuenta de lo que estaba
haciendo.
—Yo…lo
siento—dijo inmediatamente al separarse.
—...no—susurró
el menor—. Y-yo no—dijo apenas audible con las mejillas totalmente ruborizadas.
En ese
momento Jared creyó haber imagino aquello que el chico le había dicho, pero era
realidad, así que tomó el rostro del menor entre sus manos y se dedicó a
besarlo un poco más pesar del tono
carmín que se negaba a abandonar las mejillas del menor.
Y quizás
ellos no eran conscientes de lo que estaba naciendo entre ellos o más bien de
la nueva faceta del amor que se tenían, porque si bien se habían amado desde
tiempo atrás jamás había aparecido algún rastro de lujuria entre ellos o algo
por el estilo.
Así que los
pequeños besos fugases que quedaban circunscritos dentro en el cuello y la
mandíbula del menor eran acompañados de ligeros escalofríos del menor y
sonrojos por ambas partes.
***
El viento
traía los olores de lugares lejanos, a veces unos se perdían con otros y era
difícil descifrar uno sólo de ellos, pero estaba casi seguro que aquel olor que
había captado era de ella. Y pudo comprobarlo cuando Markus entró en la
habitación casi azotando la ventana, venía molesto, demasiado enojado.
—No nos
vamos a ir—le dijo el rubio.
—Tú no
decides eso—le contestó el moreno.
—Por una vez
en tu puta vida deja de defenderla—extraño comportamiento aquel, teniendo en
cuenta que apenas y había defendido a
esa chica en un par de oportunidades.
—Exageras—le
contestó Bernard—. Ta sólo piensas en tus ganas de matarla y no te detienes a
pensar en Skandar ¿Qué van a hacer los caza-vampiros cuando lo vean con
nosotros?
—Se supone
que te encargarías de eliminar nuestro rastro—le dijo con todo el resentimiento
que pudo y salió de la habitación para informarle a los otros chicos de su
partida.
Posiblemente
habrían logrado encontrar alguna de rastrearlos y ahora un grupo de
caza-vampiros se acercaba, y parte de ellos era una vieja conocida. ¿Habría
mejorado con el tiempo? De seguro sí, además tenía motivaciones para matarlos.
—De seguro
ya sabe que también matamos a su novio—dijo antes de comenzar a tomar sus
cosas.
Desde luego
que al irse dejaron pagada las noches que pasaron en aquella posada
encantadora, y además se encargaron de desaparecer cada rastro de ellos en
aquel lugar. Tendrían que llegar a la próxima ciudad en poco tiempo, tal vez
regresar a Birmingham sería una buena opción pero no tenían tiempo pues pasaban
de las cuatro de la madrugada. Antes del amanecer habían llegado a Middlesbrough.
No habían
tenido tiempo de buscar un refugio mejor, así que encerrarse en un edificio que
no terminaba de ser construido pero cuyas obras se encontraban paradas fue lo
mejor que pudieron encontrar.
—Esto o el drenaje—dijo
Bernard, sabiendo claramente que Markus se negaría a aquello.
El silencio
que los envolvió durante todo el tiempo en que el sol iluminó el firmamento no
hizo más que aumentar el nerviosismo y la preocupación que ya existía, más en
Skandar que en ningún otro. No había otra manera de reaccionar ante la
desinformación, pues no sabía nada de lo que sucedía, tan sólo Markus había
allanado su habitación diciendo que deberían partir y Jared lo tomó en los
brazos sin decir nada ni mirarle a los ojos, ningún contacto que realmente
valiera la pena, desde ese momento la inquietante curiosidad hizo mella en el
muchacho porque como todo buen humano quería conocer todos los detalles de
aquello que lo rodeaba, porque quería saberlo todo de aquella situación. Pero
no había mucha información, ni siquiera sabía dónde estaba, Skandar únicamente
era consciente de que estaba encerrado en una habitación cuyas ventanas se
hallaban cubiertas por planas de periódico. Así que sintió miedo.
El olor de
los caza-vampiros había quedado atrás, tal vez habrían ganado unos días en
tanto que ellos intentaban rastrearlos de nuevo. Así que sin esperar más los
vampiros y el chico que los acompañaba iniciaron su viaje al norte de Reino
Unido en busca de un viejo conocido de Jared y Bernard justo cuando el sol se
ocultó.
Días después
habían arribado a una gran ciudad del norte de Reino Unido, en Escocia. Habían
llegado al filo de la media noche cerca de la Universidad de Glasgow, a la
residencia de un catedrático de la
facultad de Ciencias Sociales de la misma Universidad, el profesor Paul Graham. La enorme casa
estaba a varias manzanas de la facultad y cuando llegaron ahí ya los esperaban
dos vampiresas que aparentaban entre los 30 y los cuarenta años. Charlotte y Carol
Stirling. Ambas mujeres llevaban el cabello rubio suelto
hasta la cintura, mientras que vestían con unos vestidos inspirados en la moda
de la década de los 60s.
—¡Valla,
míralos!—Dijo la más alta—. No han cambiado nada ¿verdad Charlie?
—Nada en
realidad—le contestó la otra.
Los tres
vampiros tan sólo miraban a sus anfitrionas, Jared serio como siempre, Markus
completamente desinteresado y Bernard sonriendo ante sus amigas. Mientras que
el humano se refugiaba tras la espalda de su amado vampiro.
—Y traen un
humano—dijo Carol.
—Así es
querida hermana—le contestó la otra.
Charlotte o Charlie,
como acostumbraba llamarla su hermana, era la mayor de las dos vampiresas y con
un movimiento en apenas una fracción de segundo logró posarse detrás de Skandar
quien ni siquiera se había percatado de aquel movimiento.
—Es
lindo—dijo la vampira—, ven a verlo Carol.
Y así lo
hizo, sin que Jared o alguno de los otro vampiros hiciera algo ahora las dos
mujeres examinaban al chico, quien tenía una clara expresión de miedo en su
rostro.
—Jared no
seas desconsiderado—musitó Charlotte—, el niño debe tener frio.
—Porque no
es comida ¿verdad?—inquirió la otra mujer.
—No, no lo
es—les contestó el vampiro de cabellos castaños y arropó al chico con su propia
gabardina.
—Necesitamos
un lugar donde quedarnos—habló por primera vez Bernard.
—Entonces
pasemos—contestaron las dos mujeres al mismo tiempo.
Charlie y
Carol eran gemelas y vivían con el profesor desde hacía varios años. Al parecer
la idea de convivir con un vampiro era atractiva y le daba un plus a sus
últimas publicaciones. Jared y Bernard las habían conocido antes de encontrar a
Markus y gracias a ellos las dos hermanas pudieron pasar desapercibidas unos
años más en el norte de Escocia, aunque en las últimas décadas habían decidido
viajar un poco al sur.
Al entrar a
la casa las dos vampiresas saludaron y se presentaron ante los dos chicos que
los desconocían, tenían un poco de té para Skandar lo que significaba que se
habían dado cuenta de su presencia en la ciudad casi desde que habían llegado a
ella, e inmediatamente hicieron que tanto él como Jared entraran en su
habitación. Sabían por las expresiones de los muchachos que el humano no tenía
idea del asecho de los caza-vampiros.
—¿Qué está
pasando?—Preguntó Skandar a Jared apenas los dejaron solos.
—Nada, no te
preocupes—le susurró el vampiro justo en la oreja acariciando levemente con su
aliento la piel del menor.
—Si pasa
algo—replicó el chico—, dime que pasa…por favor.
Pero aquella
suplica que salió limpiante de entre los labios rosados de Skandar fue callada
de inmediato pues su querido vampiro se encargó de acaparar la boca del chico
con la suya para que no hablara más. Quizás se negaba a aceptar frente al menor
que tenía algo de miedo. Así que dejó que aquella idea de perder al chico que
tanto amaba gobernara sus acciones, y siguiendo los impulsos dormidos comenzó a
profundizar el contacto con Skandar. Los dedos delgados pero largos de Jared
bajaron a lo largo de su costado hasta llegar a la cintura al tiempo que el
peso de su cuerpo obligaba a Skandar a recostarse sobre la cama mientras éste
intentaba corresponder la demanda que imprimía cada beso del mayor.
—Te
amo—susurró Jared cerca de la oreja del otro chico con la voz ronca, luego
alcanzó el cuello de Skandar y depositó un ligero beso sobre éste logrando que
una tímida sonrisa se acomodar en el rostro del menor.
De ese beso
siguieron otros acompañados por las yemas de los dedos del vampiro que se
movían con tanta delicadeza cual ligeros pinceles sobre la piel como si ésta
fuera un lienzo en blanco que necesitara
ser pintado. Cada caricia, cada beso, lograba provocar un estremecimiento en cada
uno y acrecentaba el deseo en el que se hundían cual piedra en el estanque. Así
llegaron al punto en que necesitaban conocer cada extensión del cuerpo
contrario en plena desnudez. Sobra decir que aunque aquellos dos jóvenes se
esmeraban por obtener más de aquello que los hacía sentir casi como si volaran,
en ningún momento desapareció el carmín de sus mejillas. Ambos eran nuevos en
aquellos menesteres y trataban de hacerlo con la mayor delicadeza posible, con
el amor contenido en cada roce.
Entonces, con
la excitación en un punto irreversible, al tiempo que intentaba contener la
fuerza con la que efectuaba cada una de sus caricias, Jared intentó preparar la
entrada virgen del muchacho aunque aquello le significara una molestia por ser
un tacto que le resultaba incómodo y además porque un fuerte golpe de vergüenza
lo invadió al sentir como entes ajenos a su cuerpo se inmiscuían dentro de él.
De inmediato el vampiro comprendió la situación de su chico y comenzó a besar
tiernamente el rostro del menor.
—Quiero que
seas mío en todos los sentidos—le susurró provocado que Skandar se cohibiera y
sus mejillas terminaron más que enrojecidas.
Y por si
fuera poco, luego de aquella abrazadora declaración que los había dejado a
ambos un tanto tímidos, el humano escondió su rostro entre el pecho del vampiro
buscando que el otro no le viera. Para Jared aquello era en parte excitante y a
la vez sumamente tierno, así que pegándose más al cuerpo contrario buscó que
Skandar lo mirara.
—Te amo—le
dijo demasiado seguro y espero la respuesta, aunque él quisiera seguir
disfrutando de los besos y las caricias.
—S-si—susurró
Skandar—, yo quiero… yo quiero ser tuyo—le dijo apenas, pues había levantado la
mirada y se encontraba ante la perlas negras que lo hipnotizaban.
Dos sonrisas
y un nuevo tacto más profundo que provocaba una mezcla de nuevas sensaciones
invadieron el menudo cuerpo de Skandar logrando que su cuerpo respondiera ante
el contacto por el dolor y el placer que comenzaba a aparecer. Nunca antes
había sentido tan singular goce en el escozor que en aquel momento gobernaba la
parte inferior de su anatomía.
—Tranquilo—le
susurró Jared apretando su frente sudorosa con la contraria—, todo estará bien.
Y por
primera vez Skandar creyó recordar lo que los rodeaba, pero cuando aquellos
labios entreabiertos que segundos antes le había susurrado frente al rostro se
posaron con tanta sutileza sobre los suyos no pudo más que sonreír a pesar del
dolor que había comenzado a sentir.
Desde el
momento en que sus labios se unieron nuevamente en un engranaje perfecto no había
un espacio para algo más que las expresiones sonaras de las sensaciones que
inundaban ambos cuerpos tendidos y entregados en un cálido oleaje de amor y de
placer. Sensaciones que crecían ante el tacto tan sublime proporcionados a cada
rincón del cuerpo contrario, y éstas mismas sensaciones se encargaban de dejar
el raciocinio de lado porque en aquel instante de suma entrega Jared no se
permitió pensar que el chico que tenía cubierto con su peso y al que llenaba de
caricias a cada instante era su niño, su pequeño Skandar, pues el hecho de que
sus acciones fueran correspondidas parecía ser suficiente para permitirse
disfrutar de ese momento sin importar nada más. Ni los caza-vampiros ni el
hecho de que en la sala había cuatro vampiros que podían escuchar cada uno de
los gemidos que lograban escapar de sus bocas.
Y de pronto
un estallido aún más intenso e inclusive mágico se apoderó de ellos a destiempo,
haciendo que sus espaldas se arquearan casi al instante en que su boca se abría
para liberar la muestra melodiosa del apogeo de aquellas sensaciones recién
descubiertas que habían decidido agruparse para finalmente estallar en el
último segundo de aquel vaivén que
protagonizaban los dos enamorados. Skandar sintió como su interior era
colmado por una calidez nunca antes sentida y Jared supo en ese instante que había
llegado a la culminación de aquella entrega. En apenas un pequeño instante
ambos fueron uno solo, aquella osadía propia del amor los había alcanzado y
había colmado cada uso de sus sentidos enviándolos a un lugar lejano que podría
ser lo más cercano al paraíso o al menos eso pensaron. Pero todo ese mar de
sensaciones no era atribuido al contacto físico; aquel acontecimiento había
sido la entrega final donde tanto cuerpo y alma le pertenecían al contrario, ya
no sólo era el corazón.
—Jamás
olvides lo mucho que te amo—le dijo Jared al menor atrayéndolo a su dorso para
que descansara.
Skandar aún
trataba de jalar aire para que sus pulmones regresaran a su normal movimiento,
para lograr recobrar el aliento, de tal forma que su aliento rozaba la piel
brillosa del vampiro. Entonces el sueño
comenzó a extender sus brazos sobre el menudo cuerpo del humano.
Si bien no
hubo una confesión por parte de Skandar de los sentimientos que tenía hacía
Jared, éste sabía a la perfección que el menor lo amaba, si no ¿se abría
entregado a él si no lo amaba? Claro que no. Así que apretó más el cuerpo que
descansaba prácticamente sobre él y lo haló un poco más hacía él para más tarde
depositar un pequeño beso sobre la frente sudorosa del chico.
En la sala
de aquella vieja casa cubierta casi por completo por una densa oscuridad que no
dejaba ver más que las siluetas de sus ocupantes y algunos muebles que lograban
distinguirse, se encontraban los cuatro vampiros restantes tomando una copa de
lo que a primera vista sería vino tinto pero en realidad se trataba de sangre.
Sangre fría a causa de una pequeña refrigeración. Markus no conocía a sus dos
anfitrionas y le parecían sumamente extrañas, pues sus movimientos parecían
coordinar a la perfección.
—Parece que
el concierto ha terminado—informó la mayor de las gemelas.
—Aún me
parece raro que Jared esté con un humano—contestó Carol antes de tomar el
último sorbo de sangre.
—¿Y ustedes
son pareja?—cuestionó Charlotte.
—Claro que
n…
—Se ven muy
bien juntos—interrumpió la más alta.
—Les digo
que no…
—Tienes
buenos gustos Bernard—dijo Charlotte volviendo a interrumpir al rubio.
—¡Con un
carajo!—gritó Markus levantándose por el coraje—. Les digo que no…
—Y tiene
carácter—musitaron ambas vampiresas.
—¡Son
imposibles!—gritó el rubio antes de salir de aquella sala.
—Me imagino
que apenas y puedes controlarlo—dijo Carol—. Deberías indicarle su habitación.
Y aunque a
Bernard le encantaba hacer rabiar a Markus no era de su total apreciación que
otra persona lograra un arranque como el que las vampiresas habían conseguido,
así que con una tranquilidad que sólo él podía fingir se despidió de sus amigas
y abandonó aquella estancia. Avanzó hacía las escaleras con singular parsimonia
pues de sobra sabía que Markus seguía recargado en la pared junto a una ventana
aún a sabiendas de la proximidad de su compañero.
—Lo
ves—susurró Bernard contra la oreja de Markus apresándolo entre su cuerpo y la
pared—, hacemos una bonita pareja.
—No me
jodas—espetó el rubio.
En seguida
su cuello fue capturado por los ansiosos labios de ese vampiro moreno que lo
hacía retorcerse de placer en las ocasiones en que se dejaba vencer por el
deseo. Pero lo apartó y con una sonrisa en el rostro acercó sus labios a los
contrarios cazando entre los propios un pedazo de carne tersa que estiró con
sus dientes provocando que la sangre saliera de estos.
—No siempre
voy a dejar que te salgas con la tuya.—Sonrió, lo hizo de tal forma que le dio
a entender a Bernard el inicio de la aceptación de lo que sentía, por lo menos
del deseo.
Y se fue.
Con un ir y venir de la cadera que se movía al compás de cada paso y hacía que
el cabello rubio se meneara lentamente. Y sí, Bernard no dejó de verlo ni a sus
pies ni a sus piernas, mucho menos el menudo pero muy bien proporcionado
trasero que el rubio se portaba, además de ese pequeño espacio en el que su
torso parecía formar una delicada curva que pasaría desapercibida si Markus no
usara la ropa tan ajustada.
—Tan
sexy—susurró el vampiro—… y lo peor es que el cabrón lo sabe.
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