Esto es una aproximación a como serían Amy, Joseph, Hannibal, Anhaya y Joel....falta Nirvana, pero aún no la termino de editar, así que por lo pronto les dejo al resto.
Se siente como que no hubiéramos vivido?
Se ve como que solo hemos empezado?
Se siente como que no hubiéramos vivido?
Se ve como que solo hemos empezado?
Está solo comenzando
R-Evelove 30 // seconds to mars
Capítulo 6
Sin señales de advertencia
Muy poca luz lograba filtrarse dentro
del recinto, afuera el firmamento caprichoso se empeñaba en mostrar sus adornos luminosos
en aquel momento del día como todos los anteriores. Dentro de la Iglesia de St. Helen Bishopgate una silueta humana
apenas se distinguía entre las sombras que curvaban aquel lugar, con la vista
fija en los arcos góticos que dotaban de belleza a esa Iglesia un joven más
adulto que el otro había dirigido su mano a uno de sus bolsillos para tomar su
cajetilla de cigarros.
—No fumes
aquí—dijo el menor.
—No me
molestes—le contestó su compañero aspirando su cigarro—, es relajante hacerlo,
velo como un premio o algo así.
— ¿Un premio por matar un vampiro? Estás
tocado—le contestó el chico con los puños dentro de sus bolsillos—, en todo
caso el premio también sería mío.
El mayor, que tendría más de veinte
años, se acercó al muchacho y le propinó una bofetada que resonó impulsada por
la acústica. A Hannibal no le había agradado en lo más mínimo las últimas
palabras del muchacho, como si él no hubiera hecho nada, cuando la realidad era
que el mayor podría aniquilar a cualquier enemigo que se le presentara, o por
lo menos eso pensaba él.
Entonces Joel envolvió su mirada con
odio ante las acciones de su compañero y alzó el puño contra su hígado para
golpearle pero Hannibal era más rápido y logró esquivar el golpe, tomó la
muñeca del muchacho y la giró para torcérsela y que quedara de espaldas a él.
Pero el hombre de más edad no dejó las cosas así, empujó al muchacho contra la
pared antes de que Joel lograra conectar una patada hacía atrás haciendo que se
diera de lleno contra un muro. El siguiente movimiento que el muchacho logró
llevar a cabo fue desenfundar la pistola que llevaba cerca del coxis entre el
pantalón y su cuerpo. Una bala salió disparada y se incrustó justo en el respaldo
de una banca de madera, pues Hannibal había esquivado con maestría el
proyectil.
— ¡Ustedes dos, paren ahora!—gritó
alguien con voz femenina.
Ambos hombres voltearon hacia la entrada
en cuanto escucharon la voz, la pistola de Joel fue bajada al instante por él
mismo y entonces despegó la vista de las personas que recién habían llegado.
Justo en la entrada había cuatro
personas que observaban reprobatoriamente la escena que los otros dos habían
montado. La primera era una joven pelirroja de piel muy blanca, aunque lo que
más llamaba la atención eran sus ojos de un verde muy intenso y el aura
melancólica que la envolvía en algunas ocasiones. A su lado se encontraba Amy,
una chica de trece años que llevaba poco tiempo en el grupo, era la más callada
y analítica del equipo; por otra parte estaba Nirvana, la mujer de más edad,
que se caracterizaba por utilizar un vestuario que dejaba poco a la
imaginación, además de una actitud despreocupada aunque por momentos se volvía
una tirana perfeccionista. Y por último, Joshep, un joven de cabello castaño
que tenía la manía de quitarse la cutícula de las uñas con los dientes.
—Uno no los puede dejar unos minutos
solos porque terminan matándose—dijo Anhaya,
mientras acomodaba su fleco pelirrojo.
— ¡Fue culpa de Hannibal!—gritó el
muchacho de cabellos rojos como sangre.
—Dices lo mismo siempre—intervino el
joven que venía con las mujeres.
—No hay excusas, sólo espero que hayan
limpiado cualquier cosa sospechosa—dijo la mujer más grande—, tengo ganas de
dormir.
—Siempre duermes—le replicó Joel.
— ¿Tú quieres un castigo memorable?—dijo
Nirvana.
—Hermano calla de una buena vez—le
reprendió Anhaya.
— ¿La estupidez viene en paquete con la
edad?—dijo Amy con la seriedad que la caracterizaba.
—Vámonos—dijo Nirvana seriamente—,
¡comiencen a caminar holgazanes!
— ¿Acaso no es ella más floja que
nosotros?—le susurró Joseph a Joel.
— ¡Ustedes dos cállense o les patearé el
trasero!—gritó nuevamente la líder.
Entre las sombras de la noche dejaron el
recinto eclesiástico para dirigirse a otro lugar un poco más alejado que
aquello, de esa forma la sangre que más de una hora atrás había cubierto el
suelo de la iglesia de doble nave había desaparecido junto con cualquier rastro
de la pelea que se había mantenido ahí.
Hannibal salió de la iglesia de St.
Helen con las manos dentro de sus bolsillos, su cadera iba hacia adelante
mientras sus ojos parecían no estar atentos a nada; la cadena rota que antes
iba del cinturón a uno de los bolsillos resonaba de forma apenas perceptible y
gracias a la luz de la luna los adornos metálicos de sus ropas resaltaban,
desde la calavera de su cinto hasta el reloj que parecía tener alguna forma
parecida. Caminó sólo dejando atrás a sus compañeros muy atrás, de todas formas
no era que él fuera especialmente sociable, de hecho las relaciones no se le
daban muy bien, parecía no estar hecho para soportar la compañía humana o a
cualquier ser vivo. Desde lo lejos, la pequeña de largos cabellos negros y ojos
especialmente extraños, pues eran de un tono que rayaba en el rojo, atendía con
la mirada los movimientos de su compañero, quien le resultaba extrañamente
perturbador e interesante. Lo último que Amy logró ver del mayor de los hombres
fue su cabellera platinada, casi gris, desaparecer al doblar una esquina.
— ¿A dónde va?—preguntó la puberta.
—Por su motocicleta—le respondió el
muchacho de cabello castaño.
— ¡Les he dicho que caminen!— gritó Nirvana
viendo su reloj.
El pequeño grupo llegó a un hotel
modesto alejados de la iglesia que habían teñido de rojo, las puertas estaban
cerradas, las luces apagadas y la gente dormía en sus habitaciones. Entonces,
con el mayor sigilo se dirigieron a sus habitaciones, Amy y Anahya compartían
una habitación, Joel y Joseph dormían en la habitación de al lado y Nirvana y Hannibal
poseían un cuarto para cada uno pues a ninguno le gustaba compartir habitación,
aunque sus motivos eran diferentes.
La noche cada vez adquiría más claridad
a medida que el tiempo transcurría alcanzándose a ver los primeros destellos
que ostentaba un amarillo bastante claro casi como el color del marfil se
degradaba para poder unirse con la lluvia de tonos azules que esa mañana se
presentaban en el cielo de Londres. El ritmo de vida de esa urbe había
comenzado antes de que el sol hiciera su entrada en el firmamento, desde mucho
antes había gente despierta iniciando con su jornada, pero el peculiar grupo
que había pasado la noche cansado vampiros se encontraba descansando. Con la
brisa matutina que se lograba colar por la ventana de la habitación que Anahya y
Amy compartían, la más joven se mantenía dormida descansado luego de una noche
agotadora mientras la mayor miraba hacia el techo sin llegar a desterrar los
recuerdos que le azotaban a cada momento.
— ¡Va hacia ti Anhaya!—gritó Nirvana
desde el techo de una tienda sobre la Oxford Street.
Dos orbes que semejaban un par de rubíes
incandescentes aparecieron entre el callejón, la chica pelirroja tenía su
espalda prácticamente apoyada contra el muro que cerraba aquella callejuela y
la convertía en un callejón, dio un paso al frente y apuntó su arma con gran
rapidez dispuesta a efectuar un disparo de larga distancia si era necesario,
aunque ella prefería los disparos a quemarropa. Se escucharon dos disparos provenientes
de la Colt 45 seguidos de un grito que parecía más un aullido. Anhaya le había
dado en el torso, una de las balas se había alojado en una costilla mientras
que la otra logro escabullirse hasta penetrar el pulmón, pero eso no era
suficiente para matarlo porque de esa forma sólo sufriría un poco y su sanación
casi instantánea podría salvarle la vida. Las balas impedían que el vampiro se
moviera gracias a los hechizos que llevaban consigo, así que mientras los otros
exterminaban a otro vampiro, que aparentaba más de cuarenta años al igual que
el que la pelirroja tenía frente así, Joseph se acercó por la espalda y ambos desenfundaron unas
wakizashis, en el caso de la chica la llevaba en la cintura y destacando el
inusual color azul celeste de la saya mismo que se encontraba en los mekunis,
todo lo contrario de la wakazashi conservadora que Joseph poseía. Los dos
cazadores esgrimieron sus armas contra el vampiro al mismo tiempo logrando
apuñalar su corazón y cortarle la cabeza.
El corte que Anahya había hecho en el
cuello del vampiro había sido lo suficientemente fuerte y rápido como para
lograr arrancarle la cabeza. El cuerpo había quedado en el suelo sobre un manto
de su propia sangre, pero como el vampiro pronto tendría que tomar su sueño la
sangre tenía un color oscuro y olía bastante mal. Por su parte, el corazón que
había sido atravesado todavía latía pero eso sólo aceleraba la hemorragia.
—Odio cuando pasa esto—dijo Joseph
sacando una cadena de la que colgaba una medalla con un símbolo extraño.
Ambos jóvenes comenzaron a entonar una
especie de cantico en susurros, al poco tiempo un destello de luz azul comenzó
a emanar de la sangre y el cuerpo del vampiro se iluminó pero duró apenas unos
segundos cuando unas pequeñas bolas de luz se empezaron a elevar al tiempo que
una masa negra de energía parecía dar pincelazos y terminaba entre las manos de
Anahya quien parecía formar una esfera con sus manos, esa energía negra se
arremolinaba como atraída por una fuerza extraña.
Entonces Joseph cubrió con una sus manos
la medalla y unas pequeñas paredes de cristal se formaron alrededor de la
esfera negra que se había formado entre las manos de Anahya y formaron un cubo.
—Salió bien—musitó Joseph y corrió a con
la pelirroja a sostenerle pues se había desvanecido.
— ¿Se ha desmayado?—preguntó Nirvana con
un dulce en la boca que tenía forma de
un palillo pequeño.
—No, pero está débil—dijo el muchacho.
—Vale, vale, ¿es que no puedes comer
bien antes de alguna misión?—le recriminó la mujer como aburrida de esa
situación—. Que se coma un chocolate—dijo antes de lanzar un bostezo.
—Son lentos—dijo Amy con voz cansina
mientras guardaba su colt 45 y volvía a envainar la katana que momentos antes
había usado para clavar al vampiro contra un árbol para luego llevar a cabo el
ritual.
Entonces la pelirroja la miró
directamente, vio desde su vientre hasta sus ojos dándose cuenta que Amy estaba
limpia y ni una sola gota de sangre le había manchado, además el tono rojizo de
los ojos de la adolescente siempre le provocaba cierto temor, pues se parecían
a los de los vampiros luego de ingerir alguna dosis de sangre humana. La chica
le daba escalofríos, siempre parecía estar ausente como si fuera una niña
autista y si a eso le agregamos sus ojos
especialmente rojizos, Anhaya parecía tener motivos para que de vez en cuando
Amy le diera escalofríos o le sacara algún susto imprevisto.
Saliendo de sus recuerdos, la chica de
cabellos rojos regresó a su cama y se
echó en ella curvando su cuerpo hasta tomar una posición fetal. Sus rodillas
casi le tocaban el pecho y eran cubiertas por unas silenciosas lágrimas.
Tres años atrás, Anhaya se había visto
forzada a formar parte del grupo de cazadores, luego de un gran incidente
ocurrido un año atrás.
Una tormenta había comenzado desde el
ocaso del día, desde la tarde los nubarrones grises habían colmado el cielo y
poco antes de que el sol se escondiera comenzaron a aparecer relámpagos y
truenos. El viento soplaba fuertemente y las ramas de los árboles se movían a su compás. Un
relámpago los había dejado sin luz y se alumbraban con las llamas de las velas que
habían encontrado en la cocina.
Joel hacía casi todos los deberes de la
casa porque sus dos padres trabajaban desde la mañana hasta el anochecer y su
hermana tenía poco tiempo de haber dado a luz, su marido había muerto en un
incidente dentro de la fábrica donde trabajaba pero no les habían dado la
indemnización correspondiente y el dinero para el abogado no era fácil
conseguirlo así que jamás se llegó a los tribunales. Esa noche, el muchacho de
tan sólo quince años se había encargado de cerrar todas las puertas y ventanas,
lavar los trastes de la comida, desconectar los aparatos eléctricos y encontrar
las velas para iluminarse. Cuando terminó de hacer su tarea, que por cierto
tuvo que hacer entre la penumbra apenas iluminada, subió al cuarto de su hermana
para ver como se encontraba.
—Hola Ana—le dijo el joven.
—Hola Joel—dijo la chica algo
somnolienta— ven, pasa.
— ¿El pequeñín aún está
dormido?—preguntó el muchacho.
—No se despierta con nada—le contestó su
hermana.
Afuera, el sonido de un motor rompió con
los lamentos del aire y los gritos de los truenos, los muchachos se miraron
sonrientes. Sus padres habían llegado ya.
Un fuerte golpe seguido de un grito
ensordecedor apagado por un trueno hizo que Joel volteará hacia la calle, de
pronto se escuchó un grito horrorizado y el chico se pegó contra la ventana
para saber qué era lo que estaba pasando ahí.
El cielo se iluminó con un relámpago y
Joel vio como el suelo se había teñido de rojo, el agua que corría por la calle
era roja y sobre la camioneta de sus padres había restos humanos, cerca de una
de las llantas delanteras había quedado una cabeza. El muchacho se cubrió la
boca para no gritar y de inmediato comenzó a llorar, mientras su hermana lo
veía alarmada sin poder moverse pues la cesaría aún no sanaba.
— ¡¿Qué pasa?!—gritó Anhaya.
— ¡Cállate!—le dijo Joel con el rostro
totalmente desencajado—. No te muevas de aquí.
—Joel ¿qué pasa?
—No lo sé.
Entonces se escuchó como rompieron la
puerta de la entrada, el viento e agitaba con más fuerza y los relámpagos iluminaban efímeramente la casa. Joel se
quedó en las escaleras, vio a dos hombres muy altos de cabellos rubios y ojos
rojos como demonios que se encontraban parados en el recibidor, en un momento en
que un relámpago hizo acto de presencia el muchacho logró ver como un riachuelo
de sangre corría por la comisura de sus labios hacía el suelo, ambos demonios
sonrieron y el chico vio con terror los colmillos que ambos portaban.
De pronto uno de ellos se encontraba
frente a él y le propinó un golpe directo a la zona blanda de su costado, que
lo hizo encorvarse por el dolor intenso que sintió, un golpe más le hizo caer
de rodillas sin poder respirar y una patada en su mandíbula terminó por
mandarlo a estrellarse contra la pared. Estremeciéndose Joel vio como los dos
demonios con forma de hombre avanzaban por las escaleras.
Anhaya tenía un rosario entre sus manos
y con sus brazos rodeaba a su pequeño bebe de apenas unos meses de nacido, el
pequeño había despertado y acariciaba las mejillas de su madre, quien tenía un
miedo terrible y ni siquiera sabía lo que estaba aconteciendo.
La puerta de su habitación se abrió de pronto provocando una corriente
de aire que apagó la vela e hizo llorar al bebe. Cuatro orbes rojas aparecieron
entonces y la muchacha sólo atinó a apegarse más al bebe a su pecho.
Lo siguiente sucedió muy rápido. Uno de
esos hombres demoniacos le arrancó al bebe de los brazos aunque el pequeño
lloraba y gritaba desesperadamente, mientras Anhaya hacía lo propio. Los
berridos del infante irrumpían con violencia en los oídos de la inconsolable
madre, aunque poco duraron pues unos colmillos se clavaron en su hombro
mientras los del otro vampiro se hundían en su pecho arrancando un grito
desgarrador de la garganta de Anhaya, quien con todo el dolor que el abdomen le
proporcionaba se puso a gatas sobre la cama para moverse hasta llegar al borde
de la misma. Su brazo derecho se izó tratando en vano de alcanzar a su pequeño,
haciendo un esfuerzo sobre humano para lograrlo. Sus ojos apenas distinguían
algo más que el fulgor rojizo de los ojos endemoniados de los vampiros por la
gran cantidad de lágrimas que salían de sus propios ojos cual caudal de un río.
El llanto del bebe se ahogó cuando la sangre le comenzó a entrar a los pulmones
a causa de las perforaciones que uno de los demonios le había hecho en el
pecho, las cuales habían llegado hasta el pulmón izquierdo. Parecía que el
pequeño se ahogaba.
Y cuando ni un solo ruido resultaba de
la pequeña boca ambos demonios se despegaron del diminuto cuerpo haciendo que Anhaya
entrara en un tremendo shock. Sus ojos casi salían de sus propias orbitas, su
boca estaba abierta y seca mientras que su cuerpo no dejaba de temblar. Cuando
un relámpago iluminó el cielo y la luz se coló por la ventana, Anhaya vio a dos
hombres adultos con sangre escurriendo por su boca a lo largo de la barbilla y
goteando hacia el suelo, en los brazos de uno descansaba un bulto cubierto de
un líquido carmesí proveniente de su pequeño cuerpo.
Con todas las fuerzas que le restaban,
la chica soltó un grito que pareció desgarrarle la garganta; todo el dolor y la
agonía se sostuvieron en un grito que se escuchó a pesar de las intensas
lluvias. Anhaya cerró sus ojos en el momento en que su boca se abrió para dejar
escapar ese sufrimiento y frustración que convertían a su alma en presa de la
más profunda tortura que alguna mujer pudiera sentir; y no supo en qué momento
la oscuridad la envolvió con su manto y se volvió algo normal, como un sueño
que parecía no tener fin.
Seis meses después, Anhaya despertó y lo
primero que vio fue una enorme luz blanca frente a ella, no podía mover su
cuerpo y todo parecía confuso. Poco a poco las imágenes se fueron aclarando y
logró mover su cabeza a los lados encontrándose con su hermano dormido a su
costado con un libro entre las manos, las paredes eran blancas y al fijar su
vista al frente, luego de enderezar su cabeza, logró ver una frazada de un
verde muy pálido que cubría su cuerpo.
— ¡Ha despertado!—dijo una mujer en la
entrada de la habitación.
La mujer llevaba una vestimenta de
enfermera así que la muchacha de cabello rojizo se encontraba en un hospital.
La enfermera no tardó demasiado en llamar al doctor y hacerle los chequeos
necesarios, luego de varios estudios su hermano pudo estrecharla entre sus
brazos.
—Parker murió ¿verdad?—preguntó la
chica.
Su hermano se sorprendió de aquella
pregunta, la verdad que no lo esperaba.
—Eso es un sí—dijo la chica como
afirmación mirando a los ojos de su hermano quien se había sentado en un borde
de la cama.
—Sí…
— ¿Qué pasó?—cuestionó Anhaya.
—Unos vampiros mataron a papá y a mamá y
luego fueron por tu bebé—las lagrimas se comenzaron a anunciar—, yo quedé muy
golpeado y estuve un tiempo en observación porque tenía una contusión en la
cabeza y tu caíste en estado catatónico por más de seis meses.
— ¿Unos vampiros?—la sangre, pequeñas
escenas entrecortadas y confusas me mostraban sangre al por mayor.
—Sí—le miré confundida y reprochándole
como si me hubiera hecho una broma—, sé que es algo increíble pero se tomaron
la sangre de nuestros padres y a tu bebe lo dejaron casi seco.
—Eso no…
—Anhaya mejor duérmete, yo no debí
contarte todo eso.
—Quiero matar a esos malditos—dijo la
chica aferrando entre sus manos la sábana que cubría su cuerpo.
Cerró sus ojos, el dolor que sentía en
aquellos momentos no era algo que pudiera controlar y sumergirse en las
penumbras de un sueño donde intentaba alejarse del vacío que le llenaba era la
opción menos dolorosa.
De nuevo en Londres los ojos de la chica
soltaban algunas lágrimas que no podían ser retenidas. Había decidido vengar la
muerte de su familia, de las personas que tanto quería.
Un nuevo día comenzaba y con ello un día
más de vivir con el sufrimiento a flor de piel, pero no había más remedio pues
con ese tipo de dolor tan sólo se puede aprender a vivir.
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