PD: Aún no hago quien es Nirvana!!! es imperdonable lo sé....pero es que no hallo un personaje de animé que se adapte a lo que quiero T_T
ADVERTENCIA: acá las parejas son de hombres y si no te gusta no lo leas ¬¬ tiene cosas "sangrientas" ...si como no ¬¬ ni que fuera destino final 1, 2, 3 o 4 xDDDD y sobre todo hay gaydad a lo menso...así que lo lees bajo tu riesgo...ah sí, si te enamoras de Markus como Lupis o Yani
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Entonces corro, me escondo y lloro a mi mismo
Comienzo de nuevo con un nuevo nombre
Y ojos que ven en el infinito
Estaba casi allí
Justo un momento lejos de ser poco claro
Alguna vez sientes que te has ido
Entonces corro, me escondo y lloro a mi mismo
Comienzo de nuevo con un nuevo nombre
Y ojos que ven en el infinito
Capricorn // 30 Seconds to Mars
Capítulo 8
El corazón bajo la máscara
Las delgadas
hebras de un color café que lograba rozar los límites de un tono dorado se mecían con singular ritmo, causado por un
par de dedos juguetones, que siempre era desplazado cuando una fuente ventisca que lograba colarse a
través de la ventana pues Skandar tenía calor y por eso Jared había accedido a
abrirla mientras él se refugiaba de los rayos del sol bajo las cobijas junto
con su adorado humano. Ahí, el vampiro aprovechaba para acariciar las tersas
mejillas de su adolescente, haciendo que su pulgar hiciera algunos movimientos
circulares a la vez que las yemas de su
dedo índice y medio jugueteaban con la barbilla del chico.
—Ya casi
anochece ¿no?—preguntó el pequeño despertando gracias a las pequeñas caricias
que le otorgaba.
—En unas
horas—le contestó el vampiro acariciando con su aliento la oreja.
— ¿Me
cuentas una historia?—preguntó el pequeño acercándose más al pecho de Jared.
—Claro, ¿de
qué la prefieres?—consultó el mayor mientras se incorporaba un poco.
—No sé, algo
diferente—dijo el pequeño al tiempo que usaba sus manos para acercarse al torso
de su acompañante—. Que no sea de amor, no de mentiras y tampoco de venganza.
—Eso es
difícil—contestó Jared y el otro muchacho sonrió—, casi todas las historias que
me sé son de amor, por no decir que son todas.
—Ha de haber
una que no lo sea—dijo Skandar en tono juguetón.
—Bien…—musitó
el castaño mirando a los ojos azules que se le presentaban, unos ojos que se le
antojaban demasiado cautivantes, tanto que podía perderse por toda la eternidad
en ellos—. Hace muchos, muchos años—dijo captando la atención del chiquillo,
quien de inmediato sonrió y sus ojos brillaron por la emoción que le producía
tener lo que había pedido—, hubo un rey muy justo que supo administrar muy bien
su reino, así que cuando murió Dios lo llamó a su lado…
— ¿Existe
Dios?—preguntó el muchacho interrumpiendo a Jared.
— ¿Tú crees
que existe?—replicó el mayor.
—No sé…
—Yo mucho
menos pequeño, pero si existen los demonios debe existir su contraparte ¿no?
—Supongo,
bueno ¿y qué pasó con el Rey que se murió?—dijo Skandar retomando el interés
por la historia.
—El Rey fue
llamado por Dios para que le ayudara en una difícil tarea. Le dijo que habiendo
sido tan justo en sus actos en la Tierra, le encomendaría el cuidado de la vida
y la muerte de los humanos—dijo el castaño viendo como el menor se sentaba a su
lado con las rodillas pegadas al pecho—. Luego le ofreció un trono y alrededor
del mismo se extendían millares de velas, algunas recién encendidas y otras
casi apagadas—entonces el pequeño de ojos azules se imaginó lo relatado por su
amado vampiro.
—Debe ser
bello poder ver tantas velas encendidas—musitó Skandar.
—Un
espectáculo de luces—dijo Jared acercándose al menor—, pero nunca más
espectacular que ver el brillo de tus ojos—y dicho eso besó cada uno de los
parpados del chico.
No era nada
descabellado esperar una reacción como la de Skandar, el cual se sintió
completamente avergonzado de esa muestra de cariño y un color carmín tiñó sus
mejillas casi al instante en que había bajado su vista para no tener contacto
visual con Jared.
—Cada vela
que acababa de encenderse era una nueva vida y cada llama que estaba a punto
de extinguirse significaba una vida que
tenía que terminar, y él, el Rey, debía ir a la Tierra para recoger sus almas.
De esa forma nació la muerte.
Skandar no
respondió, apenas había entendido el final de aquella historia, pues aún los
besos que Jared le regalaba, aunque fueran en la mejilla, tenían un gran efecto
en su persona.
En la
habitación contigua, Bernard descansaba sobre la cama, tenía apoyada cabeza
sobre el dorso de su brazo derecho mientras que el izquierdo descansaba sobre
su torso. El vampiro de cabellos negros mantenía su mirada directamente en el
techo dibujando con ella la silueta de su compañero de habitación, quien se
encontraba sumergido en la bañera.
—Ese idiota
se tarda—susurró fastidiado.
¿Cuánto
llevaba bañándose? ¿Una hora? Quizás más.
—Vas a
arrugarte como una pasa—dijo Bernard desde la entrada del baño.
— ¡¿Qué
demonios haces aquí?!—gritó el rubio abriendo de golpe sus ojos apenas escuchó
la voz de su compañero— ¡Lárgate maldito pervertido!—dijo cubriéndose su
miembro con las manos.
—Markus no
seas tonto—dijo tranquilamente el otro sin inmutarse por los gritos que le
proferían—, te he visto ya muchas veces desnudo, te he tocado hasta el último
rincón de tu cuerpo—el rubio se sonrojó—. ¿Qué más da si te veo en la tina?
— ¡Lo que
sea! ¡Tú te largas ahora mismo!—gritó el aludido visiblemente molesto— ¡No
quiero que me veas!
—No tienes
idea de cuánto me pone esto—dijo Bernard al oído del otro luego de escabullirse
a la tina en apenas una fracción de segundo.
— ¿Q-qué…?—jadeo
el otro.
Markus tenía
casi todo el rostro sumergido en el agua por el peso inesperado que Bernard había
significado, además sus manos se encontraban apresadas, una por la propia mano
del moreno y la otra por el cuerpo del rubio. La mano izquierda del mayor se
encontraba entretenida oprimiendo los glúteos de porcelana mientras que la
lengua del chico de cabellos negros recorría el borde de la oreja causando
leves estremecimientos en el chico que se encontraba debajo.
—Me pone
cuando te haces el difícil—le dijo y antes de que el rubio replicara el mayor
selló sus labios con un beso apasionado robándole el aire—. Eres tan
divino—susurró contra el rostro del otro—, hermoso—dio un beso ligero al otro
chico—, sexy—nuevamente un beso, pero en esa ocasión capturando el labio
inferior de Markus entre sus dientes— y lindo, sobre todo lindo—y un beso
dulce.
—No me jodas—musitó
el otro con los colores al rostro.
El rubio
había dejado de lado la mirada del otro vampiro y en su mente se reprendía una
y otra vez por su debilidad, se odiaba a sí mismo por sentir ese
estremecimiento, ese calorcito en el pecho y ese revoloteo en la boca del
estomago, se odiaba por todo lo que Bernard era capaz de despertar en él. Pero
no sólo se odiaba a sí mismo, también odiaba al causante de ese cúmulo de
sensaciones porque sentirse desnudo, sin barreras y sin máscaras, lo hacía
sentirse tremendamente vulnerable y era lo que menos deseaba en este mundo.
—Eres tan
desagradable—susurró Markus sin mirar al otro—, tan asquerosamente
cursi—susurró—, no quiero que me toques—dijo cerrando los ojos.
—No me
importa que digas—dijo Bernard soltando el agarre que mantenía sobre el rubio y
descendiendo sobre su cuerpo—. Tu cuerpo siempre será más sincero—musitó antes
de recorrer con su lengua la punta del miembro de Markus—, tan sólo quiero que
disfrutes esto más que yo.
La única
acción que el vampiro más joven logró llevar a cabo fue acallar sus jadeos,
cada muestra de placer que pudiera significar un atisbo de debilidad para el
mismo. Por su parte, Bernard disfrutó enteramente del néctar proveniente de su
vampiro favorito, apenas un pequeño riachuelo blanco fue el fruto de sus
incesantes caricias bucales, que inclusive provocaron su propia excitación,
pero Bernard lo disfrutó y supo, aunque Markus se empeño en negarlo y ocultar
las muestras de ello, que el rubio también disfrutó, e inclusive se atrevió a
pensar que el éxtasis de su chico fue mucho mayor al propio.
—Eres
maravilloso—dijo Bernard saliendo de la tina.
—No sabes
cuánto quisiera que no tuvieras conocimiento directo de eso—le respondió el
otro usando tanto desprecio como pudiera.
—No seas
ridículo, Diva—dijo entre carcajadas el de cabello negro.
— ¡Ya
lárgate de una buena vez!—gritó Markus mientras le lanzaba la barra de jabón.
El mayor se
fue, sabía de antemano que el rubio reaccionaría de esa forma, más porque le
acaba de hacer una grandiosa felación y lo había disfrutado, así que sus
episodios de desprecio y odio se intensificarían, pero no podía negar que eso
le agradaba, era especialmente divertido ver como Markus armaba sus berrinches.
—Es muy sexy
así—susurró Bernard mientras caminaba a la sala de la casa.
Aunque el
carácter explosivo del vampiro más joven era algo común, hubo un tiempo, muy
pequeño, en que no se comparaba de esa manera. Bernard lo recordaba, a su
memoria siempre volvían esos escasos momentos en que Markus se permitió ser
menos arisco y desconfiado, esos momentos de antaño cuando el orgullo no se
había convertido en su pilar.
—Markus
debes tratar de controlar tu hambre—le dijo Bernard al chico a la semana de
haber sido convertido en vampiro.
—Lo
siento—le respondió el rubio con la mirada gacha.
—Con el
tiempo mejorarás—dijo Jared sentado frente a un ventanal observando la luna.
—No me gusta
causarles molestias—musitó Markus poniéndose de pie—, iré a descansar en mi
habitación.
Y hasta ahí
le siguió. Bernard se coló en la habitación del vampiro de piel blanquecina y
cabellos dorados, se recostó a un lado de él en la cama causando que un color
carmín tiñera ligeramente las mejillas del chico.
— ¿Q-qué
haces?—preguntó el rubio.
—Te hago
compañía— respondió el otro.
—N-no es
necesario—dijo tratando de disimular su nerviosismo.
Bernard no
le había hecho caso, había seguido a su lado y Markus se había mantenido
dándole la espalda pero sintiendo la cercanía del otro. Tiempo después, el
mayor había osado capturar los suaves labios del chico. Había sido un beso
apasionado pero no salvaje, un intercambio de movimientos apremiantes que
favorecían el deguste de la dulzura que ofrecían los labios del otro y que
hacían que la calidez y humedad se sintiera con singular apreciación. El moreno
había probado, en la oscuridad de la noche, los labios que tanto había deseado
saborear, lo había hecho y miles de sensaciones se habían despertado en su
interior, en ese momento pudo afirmar que el rubio lo había cautivado al grado
de enamorarlo.
Sin embargo,
las cosas con Markus funcionaron de forma diferente, a partir de ese día se
mostró esquivo y evasivo, y con el paso del tiempo los improperios en contra de
Bernard se habían vuelto el pan de cada día.
—Espero que
algún día madures—soltó el de la cinta roja sobre la frente.
Había dejado
olvidado el periódico que pensaba leer sobre la mesa de la sala y justo cuando
o tomaba de nuevo el vampiro que había gobernado sus pensamientos en momentos
anteriores aparecía bajando las escaleras, mientras se acomodaba la chaqueta de
cuero sintético sin prestarle atención a Bernard.
— ¿A dónde
vas?—dijo el mayor mostrándose curioso.
—Voy a
comer, Jared no quiso venir, así que iré solo—le contestó con simpleza y de
manera escasamente cortante.
—No tienes
que ir solo, voy contigo—le dijo el moreno poniéndose de pie.
—No soy un
crio, puedo ir solo—le dijo caminando a la salida.
—Un adulto
que a veces actúa como un crio—le dijo el otro sosteniéndolo del brazo—, cuando
te emocionas no mides las consecuencias, no te voy a cuidar si es lo que
piensas, yo también tengo hambre.
Y si bien
era una mentira, sabía que con eso lo convencería o por lo menos Markus pondría
menos objeciones a que el moreno lo acompañara. El rubio también sabía que Bernard
mentía, pero era más cómodo creerle su mentira.
Apenas el
sol se había ocultado y el manto negro que representaba la noche había hecho su
aparición minutos atrás sobre el cielo de Leeds, de esa forma moverse era cosa
de niños y sigilosamente, además de hacerlo a una gran velocidad, los dos
vampiros comenzaron su caza en busca de alimento. Con la nariz izada para
captar mejor el olor de las futuras presas, ambos avanzaban a una velocidad
vertiginosa. Los habían encontrado, primero irían por la presa de Markus pues
era el que más tenía hambre.
Una chica,
que si no hubiera atiborrado su rostro de maquillaje a una temprana edad ni
ingerido tanta cantidad de alcohol y tabaco podría haber sido una completa
belleza, pero su cara se encontraba envejecida y su piel no era ni tersa ni
resplandeciente, ni hablar de su cuerpo tan delgado por el ayuno que le causaba
el estar siempre ebria. Tenía apenas 17 años y ya esperaba a su cuarto hijo,
sus pequeños descansaban en una sola cama individual. En la casa podía sentirse
el poco aseo que tenían las habitaciones, botellas por doquier, vomito, pañales
sin si quiera envolverse y ni hablar de la comida putrefacta.
—Hay tres
bebes—susurró Markus sin darse cuenta.
Con la punta
de sus yemas tocó la piel suavecita del bebe de tan sólo cinco meses, sentía el
hambre del pequeño que de inmediato se despertó al sentir el contacto de la
piel helada del rubio.
—Tiene
hambre—susurró de nueva cuenta el vampiro, ni siquiera se daba cuenta que
aquello lo decía en voz alta.
—Le prepararé
un poco de leche—dijo el mayor sacando de su ensimismamiento al rubio, quien se
molestó consigo mismo por preocuparse del infante.
Mientras
Bernard se encargaba de prepararle el biberón al bebe, Markus se quedó con el
bebe llorando y sin tener idea de que era lo que hacía lo tomó en sus brazos y
lo pegó a su pecho mientras trataba de arrullarlo.
Y un dolor
en la cabeza apareció. Una imagen borrosa se formaba delante de él, un
pequeñito lloraba intensamente mientras una mujer de larga cabellera rubia
intentaba controlar su llanto.
No supo por
qué, pero aquella escena causó cierta picazón en su pecho al mismo tiempo que
sentía una calidez que no era nada frecuente en su vida.
—Toma—dijo
Bernard a un lado del rubio haciendo que éste diera un brinquito por el
sobresalto—, dáselo—le dijo al ver la cara de confusión que presentaba el
mayor.
—Valla que
es glotón—musitó el rubio al ver como el pequeñín devoraba la leche como si no
hubiera comido en mucho tiempo.
—Los otros
deben tener hambre—dijo Bernard.
—Yo tengo
hambre—dijo el chico de cabellos rubios desviando la atención de la cara del
bebe.
—Come y yo
cuido a tu pequeño.
— ¡No es mi
pequeño!—respondió el otro molesto.
—Cállate o
despertarás a los otros.
—De acuerdo,
pero no es mi pequeño.
— ¿De veras
matarás a la madre de estos niños?—preguntó el moreno caminando detrás de
Markus.
—He matado
cientos de personas, incluso miles…puedo matarla a ella—había algo en la voz
del rubio que hacía perder toda la seguridad que se supone deberían tener
aquellas palabras.
—Nunca
conociste a las personas que mataste—le dijo acariciando su mejilla.
En un
movimiento rápido, Bernard había acorralado a Markus contra la pared, en medio
de ellos yacía el bebe que se sostenía en las manos del mayor, quien miraba
intensamente como el rubio le rehuía la mirada.
—Deja de
joder.
—Ellos
estarán mejor sin ella—le dijo el moreno besando su mejilla y apartándose de su
paso.
¿A qué venía
toda esa mierda? Se preguntaba Markus, ¡claro que podía matar a esa puta! Podía
drenar su sangre, de todas formas no era una buena madre. ¿Y por qué demonios
venían aquellos pensamientos? ¿No había matado ya a demasiadas personas como
para pensar en que matar a alguien era malo o que no debería hacerlo?
¿Remordimiento? ¿Lo tenía? ¿Remordimiento por matar a la madre de tres
pequeños?
—Está
embarazada—dijo en un hilo de voz cuando se acercó para clavarle los colmillos
en la yugular.
—Pensé que
la despertarías, la besarías, la tocarías—comenzó a hablar Bernard mientras
arrullaba al bebe—, luego te excitarías un poco y terminarías por tomar su
sangre de una forma muy sexy.
— ¡Está
embarazada!—gritó Markus con una ira irracional.
—Te dije que
guardaras silencio—sentenció el mayor con su mano sobre la boca del rubio.
—N-no puedo
matarla—dijo en un susurro apenas inaudible.
¿Por qué
quería llorar? ¿Se sentía débil?
No fueron
las lágrimas, ni tampoco la falta de sangre. Su vista nuevamente se tornó
borrosa y unas imágenes comenzaron a formarse cual pintura por la acción del pincel,
la misma mujer rubia de antes cargaba al bebe a lo largo de una calle oscura y
solitaria.
—Con ellos
serás más feliz—le decía la mujer.
Su ropaje
era bastante antiguo si lo comparaba con la ropa que usaba él en aquellos
momentos, en su mano derecha llevaba canasta lo suficientemente grande como
para que el bebe fuera recostado dentro de ella, y así lo hizo. Con sus finas
manos la muchacha depositó al bebe dentro de la canasta y le dio un pequeño
beso en la mejilla al tiempo que las lágrimas comenzaban a caer de sus ojos
color azul, casi tanto como el mar.
Luego, las
imágenes corrieron a gran velocidad como si de fotografías vistas a gran
velocidad se tratara. Un niño de algunos cuatro años se sostenía la mejilla
derecha que estaba roja a causa de la bofetada que su padre le había propinado,
luego cuando tenía 9 años le habían dado una golpiza por haber tratado mal a la
hija de un conde. Y las imágenes de agresiones se repetían una tras otra,
regaños, golpes y sobre todo una inmensa rabia que se formaba dentro de él.
— ¿Markus?—preguntó
el moreno cuando el rubio dejó de tener ese tono rojizo en sus ojos.
—No la voy a
matar—dijo el rubio seriamente—, y tampoco dejaré que los niños se queden con
ella—dijo caminando a la habitación.
— ¿Qué te sucede?—preguntó
Bernard.
Pero la
mirada del rubio le advirtió que era mejor no preguntar por eso, tan sólo
lograría que el perturbado vampiro se sintiera peor y que su rabia aumentara a
niveles nada agradables. Así que tomaron a los tres bebes, Bernard sin entender
por qué hacían aquello y Markus actuando sin pensar porque si lo hacía dejaría
a esos niños con esa mujer que nunca debió haber sido madre.
Entre las
sombras, como siempre, los dos vampiros viajaron por la ciudad buscando el
lugar indicado para dejar a los bebes. Finalmente se decidieron por un
hospital, aunque aquello le desagradaba mucho a Markus le parecía una buena
idea dejar a los niños ahí aunque tuviera que soportar un contacto con humanos
y a la molesta luz artificial.
La
recepcionista miró con asombro como dos jóvenes, que tendrían entre 17 y 20
años, avanzaban hacia ella, era por demás decir que aquellos dos eran realmente
bellos. Uno rubio y el otro de cabellera morena, ambos con los ojos negros como
la noche y con una piel que se le antojaba el más suave terciopelo, y sus
labios ¡sus labios! Esos pedazos de carne parecían gritar que los besaran. Sí,
aquellos dos muchachos eran la tentación pura.
Sin decir
mucho, Markus se aproximó a la mujer aprovechando que nadie les miraba y besó sus
labios tan rápido como pudo desgarrándole un poco el labio con sus colmillos y
probando así su sangre. En ese momento la mujer perdió la consciencia, tan sólo
se quedó con ese par de orbes negras que le miraban de una forma que la hacía
sentirse en el cielo. Horas después cuando su compañera preguntó por los tres
bebes no supo que decir, no recordaba nada de lo que había pasado después de
ver los ojos de un chico rubio bastante atractivo, así que no podría decir que
hacían tres bebes envueltos con un gran cobertor sobre su escritorio. Y mucho
menos se explicaba la impecable caligrafía en una nota que había junto con los
bebes.
Su madre es una alcohólica, así que más les vale
darles un buen hogar a los pequeños o me encargaré de ustedes. No sé si tienen nombre
y no tuve una buena idea de cómo ponerles, así que espero que les den un buen
nombre. No dejen que la vida de los pequeños se joda.
ATTE:
M.
Y era todo. Una
presión se sentía como nunca en el pecho de Markus, se había comportado de una
forma bastante extraña, había salvado a dos bebes, a dos mini humanos, pero a
fin de cuenta humanos. Mentiría si dijera que se sentía bien, él se sentía un
completo estúpido y se repudiaba por ello, pero además de todo Bernard lo había
acompañado y gracias a eso sabía lo que
había hecho, así que el coraje se intensificaba nuevamente. Pero Bernard no era
estúpido, sabía que si mencionaba algo de eso los avances que Markus había
tenido se vendrían abajo y esa coraza que había formado se volvería a cerrar
herméticamente, así que lo mejor
guardaba silencio.
Ira. De
nuevo ese coraje incontenible apresaba a Markus, se odiaba, de nuevo ese odio
gobernaba en su pecho. ¿Por qué demonios era tan débil? Corrió a una gran
velocidad dejando atrás a un sorprendido Bernard que no se dio cuenta
cuando el rubio había comenzado a
correr, quería matar a alguien, golpearlo, sacar de alguna manera toda esa ira
que parecía incontenible. Necesitaba perder el conocimiento a causa del
cansancio.
En un parque
logró avistar a dos muchachos, el
primero se había despedido del otro y
camino rumbo a la calle, seguramente iría a su casa o algún otro lugar.
No lo pensó,
cuando vio a un muchacho de algunos veintitantos completamente solo sentado en
una banca de ese parque se abalanzó contra él. Desde las sombras un demonio de
ojos rojos se aferró al cuello del joven extrayendo hasta la última gota, pero
no solamente devoraba su sangre, además apretaba las extremidades superiores
con tanta fuerza que logró desprenderlas al cabo de unos pocos segundos.
Entonces, sus uñas afiladas se clavaron dentro de los músculos de la espalda aprisionándolos
de manera que los tejidos se quedaban pegados a sus falanges e inclusive a las
palmas de sus manos. En esa ocasión, el rubio no se detuvo a saborear los
labios de su víctima para que ésta callera por completo en su poder, tampoco
delineo con sus dedos las piernas o la cintura como lo haría en otras
ocasiones, tan sólo se limitó a terminar su sangre y liberar su enojo clavando
sus uñas, todo para encontrar la paz.
Alejado,
sentado en una banca del pequeño parque Bernard observaba con tristeza como su
compañero vertía toda su ira en el cuerpo de un inocente humano, toda su
fiereza y sus instintos salvajes se volcaban de la manera más sangrienta que el
moreno había visto. Markus jamás había estado en crisis como en ese momento.
—Markus ya
no le queda sangre—le susurró Bernard al oído.
—Aún tengo
hambre—musitó el rubio tras regresar a la realidad, pues cuando escuchó la voz
de Bernard dejó de estar en ese lapsus de salvajismo.
—Necesitas
sangre de tu gusto, desde el incidente en
Derby no has vuelto a comer bien.
— ¡Deja de tratarme
como una cría!—le gritó con los ojos vidriosos y una mueca de enojo.
—Pues deja
de portarte como una—le replicó el mayor sosteniéndolo del cuello de la camisa.
Apenas lo
soltó, se dio vuelta y le hizo una seña para que lo siguiera, pero Markus no
hizo caso y el moreno terminó por
jalarlo del brazo para desaparecer. Habían dejado el cuerpo en el parque, tal y
como lo había hecho el rubio apenas tres días atrás en Derby, de nuevo lo había arruinado.
Al filo del
amanecer ambos vampiros se abrieron paso en la casa donde se estaban quedando,
propiedad de un vampiro amigo de Bernard. Las luces estaban apagadas y cuando
llegaron ambos se quedaron quietos al ver a Jared y Skandar en la sala cenado.
Aunque la
comida le parecía desagradable, Jared abría la boca para que el otro muchacho
le diera un bocado de su cena, luego era el turno del castaño de alimentar a su
adorado humano y le daba un poco del pastel que disfrutaban. Skandar sonreía y
al hacerlo no se dio cuenta de que un rastro de betún quedó instalado en la
comisura de sus labios, pero el mayor si advirtió aquello y con lentitud se
acercó a la boca del de ojos azules para lamer el betún y de paso darle un
pequeño beso.
— ¡¿Pueden
dejar de besarse enfrente de mí?!—Gritó el rubio sin que Bernard lo previera—.
Y se supone que son los serios mojigatos—susurró para que su compañero lo
escuchara.
—Lo
siento—susurró Skandar con las mejillas encendidas.
—Tenemos que
irnos—dijo Bernard antes de tomar a Markus del brazo para sacarlo de ahí—.
Todos—dijo regresando medio cuerpo.
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