Celos, muestra reacia
De la falta de confianza
De la inseguridad,
Innecesarios, inevitables,
Incoherentes e insaciables.
Capitulo 18
Instinto humano
Las relaciones humanas siempre tienen un grado de complejidad que no sabía describir y muchos menos identificar. Cuando yo había iniciado mi relación con Bill sabía que aquello sería una cosa difícil, pero aún así nunca me imaginé alguna situación como aquella.
Yo me había molestado con Bill porque había ayudado a Emily con un trabajo de literatura, al enterarme yo me dejé llevar por los celos que sentía y no quise escuchar las explicaciones que me dio, tan sólo me limité a decirle que me dolía la cabeza, acto seguido entré en mi habitación y cerré la puerta detrás de mí.
Justo a la salida de clases Emily, la mejor amiga de mi hermana, había llamado a Bill para hablar con él a solas, en cuanto dijo aquello comencé a irritarme pero dejé que platicaran solos tal como ella quería. Pero yo sabía que quisiera lo que quisiera no era nada bueno, se había esmerado en el peinado y llevaba la vestimenta sumamente pulcra. Asco de chica aquella, con su risilla fingida y su hombro que subía casi hasta tocar su mejilla cada vez que lo hacía. ¡Le estaba coqueteando a Bill! La forma en que lo miraba, cómo sonreía, los movimientos que hacía mi novio era incapaz de notar todas esas señales.
—Oye Tom—me dijo cuando caminábamos a la salida para esperar a Andreas que todavía no terminaba la actividad de la clase—, ¿te molesta si llego más tarde hoy a tu casa?—me preguntó mirando al frente.
— ¿Por qué?—le pregunté inseguro de que se trataba aquello, levanté mi mirada y en ella claramente se veía reflejada esa duda.
—Porque tenía pensado ir a la biblioteca del pueblo por la tarde porque no he terminado mi reporte de Historia—me dijo al mismo tiempo que bajábamos la escalinata de la entrada—, además Emily me pidió ayuda para un trabajo y aprovecharé para ayudarle un poco.
—Ah—exclamé sin ganas y enseguida apreté la mandíbula y los puños.
—No te molesta ¿o si?—preguntó al verme.
—No, para nada—dije forzando una sonrisa—, sólo me pareció sorpresivo.
—No te enojes Tomi—me sonrió de tal forma que mis maldiciones interiores callaron y dejé de desearle una muerte dolorosa a la amiga de mi hermana.
Cuando llegué a mi casa subí de inmediato a mi habitación a hacer mi tarea, todo para mantener la mente despejada, terminando la tarea de Biología mi cabeza me dolía así que bajé a la cocina por un analgésico y de inmediato regresé a terminar mi tarea, pero ya no pude. Comencé a pensar en que estaría haciendo Bill, pues para ese momento él debería estar en la Biblioteca haciendo su reporte.
— ¡Deja de pensar en eso!—grité a la nada.
Fastidiado abandoné mis libros y me encaminé hasta la cómoda, donde tenía guardados varios dulces y tomé un paquete de gomitas. El delicioso sabor de mis dulces favoritos era simplemente perfecto, pero mientras degustaba la quinta gomita la imagen de Emily se formó frente a mis ojos, los cuales estaban cerrados, y el antojo se me pasó inmediatamente. Así que me tiré en mi cama y me mantuve viendo a la nada mientras dentro de mí el coraje iba creciendo.
Me incorporé violentamente y tomé el celular para ver la hora, justamente eran las cinco con diecisiete minutos, marqué un número y esperé a que contestaran. Timbró una vez y me senté en la cama, timbró una segunda vez y mi pierna comenzó a bailotear, al tercer timbrado estaba jugueteando con mi piercing.
—Hola—contestaron.
— ¡Andreas! Tienes que venir a mi casa—dije en cuanto escuché su voz.
—Tom están pasando un documental sobre los tiburones blancos ¡son geniales! En tu casa no me dejaras verlo.
— ¿Tiburones geniales? ¡Estás loco! Son una máquina de matar.
—Tom, eso pasa sólo en las películas, según el documental los tiburones no
— ¡Olvídalo! Sólo ven a mi casa—dije con los ojos cerrados mientras imaginaba los dientes de la enorme boca de un tiburón dispuesta a devorarme.
—Tom, tengo flojera. Es más, ando en pantunflas.
—No me interesa, eres mi amigo y vienes acá en cinco minutos o significará que no me aprecias nada y que nuestra amistad es una farsa.
—Estás actuando muy dramático ¿no está Holy?
—No.
— ¿Y Grace?
—Tampoco.
—Voy antes de que hagas alguna idiotez.
Y colgó el teléfono.
¿Dramático? Yo no estaba siendo dramático, quizás exageraba un poco las cosas pero para nada era dramático. De alguna forma la situación ameritaba que reaccionara de esa forma. Eso era.
El sonido lejano del timbre de la casa me hizo salir rápidamente de mi habitación y bajar las escaleras de la forma más rápida que podía forzando a mis rodillas a amortiguar el impacto de mis pies contra los escalones. Y por el pasillo corrí de tal forma que no pude pararme y me impacté contra la puerta sin hacerme un gran daño.
—Hola—dijo Andreas abriéndose paso.
—Te tardaste doce minutos—dije con mala cara.
—No seas idiota—me contestó mi amigo y se metió en la cocina, a donde yo lo seguí.
—No nos dejes sin comida—susurré.
—Mucha mala leche hoy ¿no?—tomó una manzana y se sentó en una de las sillas que había y me senté en la otra.
—Lo siento.
—Bien, dime ¿para que soy bueno?
— ¡Es que tú no sabes!—el me miró extrañado—. Emily le pidió ayuda a Bill para un trabajo, no sé ni de qué, entonces como Bill es todo lindo le dijo que sí, pero yo sé que lo que ella quiere no es que le ayude—levanté el dedo índice a la altura de mi rostro mientras los otros se mantenían empuñados—, ella quiere quitármelo.
—Emily ni siquiera sabe que andan—dijo mi amigo y dio otra mordida a la manzana.
—Ese no es el punto. A ella le gusta.
—Y a Bill le gustas tú.
—Lo sé… pero es que—bajé mi rostro y mi dedo comenzó a pasearse por el mantel.
—Estas celoso, Bill te quiere y no es tan idiota para engañarte. Holy y yo lo haríamos papilla—dijo Andreas con los puños en posición de boxeo.
—Confío en él, pero en ella no.
— ¿Y qué propones? ¿Acaso quieres ir a espiarlos y ver lo que hacen?
—No se me había ocurrido—dije emocionado—. ¡Es una idea grandiosa!—dije mientras me levantaba cual resorte y estrellaba las manos contra la mesa.
— ¡No, no y no!—dijo mi amigo poniéndose de pie también—. Eso es de novia celosa compulsiva y tú sólo eres del tipo colegiala enamorada.
— ¿Colegiala enamorada? Andreas eso suena demasiado cursi—le dije haciendo una mueca.
—Tú eres bien cursi Tom, siéntate ahora y platiquemos de algo divertido como… como—giró los ojos buscando ideas y se detuvo en una gelatina—, los postres—lo miré completamente perplejo ante su idea— ¿Cuál es tu postre favorito Tom?
— ¡Ay Andreas eres bien idiota!—ante eso mi amigo frunció el ceño—. Mejor acompáñame a ver qué están haciendo Bill y Emily.
— ¿Los vamos a espiar?
— ¡No! Eso suena muy mal, vamos a observar cómo se desarrolla su interacción en la biblioteca—dije cruzando mis brazos sobre mi pecho.
—Eso es de novia psicópata—sus labios formaban una mueca graciosa.
—Creí que era de novia celosa compulsiva, además yo no estoy celoso—le repliqué algo confundido.
—No, no lo estás y el sol es verde—su tono era muy sarcástico al igual que su expresión.
—Te golpearé si me sigues molestando Andreas—amenacé enarcando una ceja.
—Ay Tom ya cállate y vámonos a espiar a tu novio que estamos diciendo puras tonterías—me dijo mientras me empujaba fuera de la cocina.
—Es que eres un tonto por eso dices tonterías—musité cuando habíamos llegado al vestíbulo.
—Cállate que tú empezaste, además nuestras platicas suenan maricas—dijo Andreas poniéndose su bufanda.
— ¿Será que eres marica y yo no me había dado cuenta?—le dije buscando molestarlo.
—Habló el que tiene novio—expresó mi amigo subiendo sus manos a lo alto y mirando al techo.
—Andreas en serio tú quieres que te golpee ¿verdad?
—Tom eres un dramático—dijo pasando detrás de mí y abrió la puerta.
—Más bien victima de la situación—susurré antes de cerrar la puerta.
Luego de caminar más de cinco manzanas llegamos a la biblioteca del pueblo, a un lado de la entrada estaba colocado un letrero donde se enlistaban las cosas que no podías hacer dentro de la biblioteca: no entrar con alimentos, no hacer ruido, no hacer cosas indecorosas, no llevarse ningún libro sin registrarlo. Paré de leer porque Andreas comenzó a caminar, en seguida distinguí a la señora --------, la encargada del lugar, llevaba sus lentes para leer en la punta de la nariz, donde las arrugas de replegaban cada vez que abría la boca. Además de su cabello castaño y el deterioro de la piel, se lograba ver que de joven había sido una guapa mujer.
Andreas iba caminando como si nada cuando le tomé del brazo y casi lo estrello contra uno de los libreros, él me miró sin comprender mi acción y me indicó que el agarre en su brazo le causaba dolor. Cuando lo solté se acomodó la ropa y me escudriño con la mirada.
—Es que tienes que tener cuidado—susurré para excusarme—. Bill no debe saber que estamos aquí ¿de acuerdo?
—Vas a tener problemas con Bill por esto—me dijo él cuando evitaba sus ojos.
—No si no se entera—le rebatí enarcando las ajas a espera de su réplica.
—Deberías confiar en Bill.
—Ya te dije que confió en Bill—entonces fue Andreas quien levantó ambas cejas—, pero no en Emily.
Dicho eso comencé a caminar y mi mejor amigo me siguió sigilosamente, entonces me paré en seco y el también. Había encontrado a Bill. Mi ojos comenzaron a llenarse de liquido de tal forma que la imagen se distorsionaba un poco, además algo en mi se sentía como si se estuviera quebrando o inclusive hasta desgarrándose, al mismo tiempo sentía como mil cuchillas se clavaban en todo mi ser y me atravesaban sin clamor, no hubo lugar para la cólera porque el dolor la desplazó inminentemente.
—Tom…—alcanzó a susurrar Andreas.
Mis piernas cobraron vida propia y comenzaron a moverse, en mi cerebro sólo se repetía la misma orden para mis extremidades “salgamos de aquí” y algunos gritos de apoyo se formaban en mi cabeza, “vamos”, “corre”, “de prisa”, sólo eso y mucho dolor. Andreas reacciono sólo cuando gracias a mi huida tiré un libro de algún estante, entonces corrió detrás de mí y eso lo sé porque escuchaba sus gritos diciéndome que parara, pero no lo hice.
Seguí corriendo con todas mis fuerzas hasta llegar a mi casa y sólo me detuve para abrir aquella maldita puerta que se atravesó en mi camino y que no me dejaba avanzar, cuando logré abrirla no me importo cerrarla sólo corrí a mi habitación para arrojarme contra la cama.
Cerré los ojos con el rostro pegado a la almohada, la penumbra a la que había sometido se evaporo cuando logré ver esas imágenes que tanto daño me habían hecho. Vi de nuevo el brazo de Emily aferrado al cuello de Bill y vi sus labios unidos, mi novio apoyado en el librero. Únicamente pude llorar más de lo que lloraba. Los labios que yo había creído míos habían sido probados por otra persona, alguien más había degustado ese manjar que antes creía exclusivo de mi, Emily había saboreado mi tesoro…mi Bill.
Alguien acariciaba mi hombro mientras yo lloraba, así que inmediatamente me incorporé tratando de contener las lágrimas que me impedían ver con claridad a la persona que había perturbado aquella tormenta en la que me veía sumergido.
—Tom…—susurró mi mejor amigo con una voz que clamaba pena, tristeza y ¿lastima?
—Andy—dije entrecortado y tan bajo que es difícil decir si mi amigo habría logrado escucharlo.
Nada más sentí que me jaló hacia a él y me rodeo con sus brazos, mi aveza descansó en su pecho y mi llanto continuo mientras Andreas acariciaba mis rastas de vez en vez. Pero llorar cuando sufres termina por cansar y el sueño comenzó a extenderse desde las sobras de mi habitación y se apoderó de mí completamente.
Desperté cuando ya era de noche, al abrir los ojos con lo primero que me encontré fue con el rostro de mi hermana. Holy estaba hincada a un lado de mi cama con los brazos apoyados sobre el colchón y su cabeza descansaba sobre ellas apoyando su mejilla en una de sus manos. Sus ojos grises me sonrieron cuando me vieron despertar y por reflejo extendí mi mano hasta mi hermana, ella tomó mi mano y la apretó contra su rostro para luego depositar un ligero beso en ella. Así estuvimos durante mucho tiempo, ella sosteniendo mi mano y yo encorvado sobre mi costado casi en posición fetal.
—Bill vino—dijo ella de pronto rompiendo aquel silencio que se había formado como un bloque infranqueable.
—Oh—exclamé sin fuerzas y dirigí mí vista a la blancura de la sábana.
—Le dije que te diera tiempo.
—Sí.
—Tengo que irme, mamá dijo que no irías a clases.
—Sí.
Soltó mi mano y subió de un brinco a mi cama para darme un beso de buenas noches, cuando su rostro se acercó al mío sus cabellos cayeron sobre el mío y cerré los ojos, sus tibios labios se juntaron con la piel de mi mejilla y luego sentí sus brazos tratando de abrazarme. Sin abrir la boca bajó de mi cama y salió de mi habitación. Casi enseguida volví a llorar.
La puerta de la habitación se abrió y dejó que luz del pasillo me diera en la cara, acostumbrado a la oscuridad como había estado me encandiló y cerré los ojos pero al abrirlos me encontré con mi madre, quien se sentó en el borde de la cama y me invitó a que me recostara en su regazo. Comenzó a jugar con una de mis rastas, la acariciaba y luego la soltaba, así estuvo un corto tiempo hasta que sus labios se despegaron y comenzó a hablarme.
—Tu hermana no me quiso decir nada—dijo serenamente—, pero sé que te pasa algo.
—Ma no es nada—mi voz sonaba ronca y débil.
—Cariño soy tu madre y se cuando estás mal, antes no me metía mucho porque pensaba que era cosa de la edad, pero mírate—me dijo y eché mi cabeza hacia atrás para poder verla—. Tom has estado llorado y no sólo un poco, ha sido demasiado.
—Mamá no quiero hablar de eso—le dije con la voz quebrada.
—De acuerdo, pero debes recordar lo mucho que te quiero Tom. Soy tu madre y sabré entenderte sea lo que sea, no puedo juzgarte cariño tan sólo escucharte, pero si no deseas hablar no puedo hacer nada.
—Es que…
— ¿Qué pasa Tom?—me preguntó casi en mi oído.
—Es que no sé cómo decirlo—quería llorar de nuevo.
Mi madre afianzó mas su abrazo— ¿Tiene algo que ver con Bill?
— ¿Cómo lo sabes?—dije abriendo mis ojos como platos e incorporándome instantáneamente.
—Cariño soy tu madre, me doy cuenta de muchas cosas. ¿Quieres contármelo por ti mismo?—asentí con la cabeza y me senté frente a ella en posición de loto con mis brazos caídos sobre mis piernas y la cabeza agachada.
—Bill es mi novio—dije con voz temblorosa y levanté mi rostro esperando ver alguna reacción negativa.
— ¿Lo quieres mucho?— me preguntó sonriendo.
Tan sólo asentí con la cabeza.
—Se estaba besando con Emily— mi voz se quebró y las lagrimas volvieron a surgir.
Mi madre me atrajo de nuevo a sus brazo y me brindó el cariño necesario, cuando logré tranquilizarme me separó de ella y me escudriño con la mirada. Con su mano acarició mi mejilla y con sus labios hizo lo propio en mi frente.
—Deben aclarar las cosas—la miré con descontento—, Bill te quiere mucho Tom y no creo que ese cariño sea tan poco como para ir a besar a una muchachita, tiene que haber una explicación y si no la hay ambos afrontaran eso.
—Terminar ¿no?
—Tom, ustedes se quieren, se ve en sus ojos.
— ¿Qué seamos chicos no te molesta?—pregunté rehuyendo al tema para ahogarme en otro menos doloroso.
—Admito que no es algo muy común pero eres mi hijo y si eso te hace feliz entonces está bien.
—Gracias.
—Cariño es tarde, ahora te dormirás y mañana pensaras bien las cosas, verás que Bill se merece el beneficio de la duda.
—No lo sé, por hoy dormiré.
—De acuerdo pequeño—comenzó a ponerse de pie—que pases buenas noches y trata de descansar—besó mi mejilla y yo hice lo mismo con ella.
—Buenas noches ma.
En la oscuridad logré cerrar los ojos, logré entregarme al sueño y descansé, aunque aquellos sueños lograron convertirse en pesadillas durante el recorrido de la noche. Yo estaba en la biblioteca y había dos personas sentadas en una mesa, se estaban besando. Emily y Bill, degustaban ese beso, lo disfrutaban de una forma que me hacían añicos con eso.
—Bi-Bill—logré articular.
Ellos rompieron su contacto y me miraron fijamente luego soltaron una risa. No, aquello no era simplemente risa era un burla, las carcajadas resonaban en mis oídos como si estuvieran riéndose en mis oídos. Salí corriendo por las calles, era una pista de hielo y había mucha gente, me caí y mis extremidades dolían mucho, entonces escuché la voz de Bill y levanté la cabeza.
— ¿De verdad creíste que yo te quería?—no había nadie, estábamos en el parque de Loitsche rodeados de nieve.
—Bill…
— ¡Eres un marica! Y no—sonrió de lado—, no te quiero.
El sueño se derrumbó y yo estaba en mi habitación, comencé a llorar como horas antes lo había hecho. Sentía como si me oprimieran el pecho y no pudiera respirar. Eso era algo realmente horrendo. Me levanté de la cama y baje las escaleras aunque quisiera sólo acostarme a dormir eternamente, quise levantarme y hacer como si no pasara nada. Sobre la mesa de la cocina había una nota de mi madre, me había dejado el desayuno preparado y había dinero para que mi hermana y yo preparemos la comida, me fijé en la hora y pasaban de las 12 del día.
Sin desayunar subí las escaleras y me di una larga ducha, dentro del agua todo lo demás desaparecía pero luego comenzaba a dejar la mente volar y los recuerdos reaparecían, además se le añadía mi última pesadilla. Me fastidié el baño con todas esas imágenes golpeándome en la cara, así que salí del agua y me vestí, de nuevo tenía un pijama puesto.
Bajé a comer algo, si mi madre se daba cuenta que ni siquiera había probado un bocado me regañaría y no quería eso, tampoco quería preocuparla a ella y a mi hermana, me tomé el jugo de naranja y seguí con el platillo, el cual sólo picoteé por ahí pero no comí la gran cosa.
El sonido del timbre.
— ¿Holy?—dije bajito, no podía ser ella pues tenía llaves.
Abrí la puerta y al hacerlo vi ante mí a la persona que menos esperaba y deseaba ver. Bill Kaulitz estaba frente a mi tan hermoso como siempre, pero su mirada estaba cargada de tristeza y arrepentimiento, además de ese ruego por el perdón que hizo que dejara de verlo.
—Tom…
En ese preciso instante traté de cerrarle la puerta en la cara, pero Bill fue rápido y logró interponer su pie entre el marco de la puerta y esta. Intentaba cerrarla pero Bill la empujaba hacia adentro y yo no tenía la gran fuerza en esos momentos.
—Tom ¡tenemos que hablar!—me gritó pero yo seguía sin permitirle el paso.
Entonces me venció y me quedé mirando al piso fijamente con mis puños cerrados, mis nudillos blancos por esa presión y mi mente rogándome por no llorar.
—Las cosas no son como tú piensas—me dijo y mi corazón creía sus palabras.
—Esa es línea gastada de películas y telenovelas—dije amargamente—me duele la cabeza—dije la excusa y comencé a subir las escaleras, pero él me siguió.
—Tom por favor.
No respondía tan sólo corría para estar lejos de él. Esa vez logré cerrar la puerta sin que Bill pudiera impedirlo y luego le puse el seguro, de esa forma no entraría. Dejé caer mi cuerpo apoyando durante la caída mi espalda contra la puerta. Entonces las lágrimas salieron de nuevo de mis ojos. Juro que en ese momento sentí mis lágrimas como si fueran las de Bill, él también lloraba, luché varios minutos contra ese sentimiento.
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