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lunes, 22 de agosto de 2011

Revista QUO- Estudio Psicológico de Michael Jackson

Hace un par de días me encontré con un estudio psicológico de Michael Jackson que fue publicado en la revista QUO, me pareció muy interesante y he decidido postearlo aquí.
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México, 1979. En un programa cultural que conducía Jacobo Zabludovsky los domingos por la noche, el periodista Jaime Almeida y el locutor Adolfo Fernández Zepeda, la voz de Universal Stereo, alegaban sobre los méritos de un joven afroamericano que empezaba a impresionar al mundo con su voz, pero sobre todo, con su hipnotizante forma de bailar. "Discutíamos sobre si iba a pasar algo, si cambiaría la forma de pensar en la gente, hasta dónde podía llegar; se le comparaba con los Beatles, con los Rolling Stones. Yo estaba convencido de que sería muy bueno, pero no a tal grado", recuerda Fernández Zepeda.

Tres años después, el más pequeño de The Jackson Five, la otrora banda de funk-soul, lanzaría el long play Thriller y las predicciones de mucha gente alrededor del mundo serían rebasadas. Pero la fama y genialidad del Rey del pop no llegaría sola, sino acompañada de los fantasmas de un pasado complicado. ¿Fue un genio atormentado? Echemos un vistazo a la psicología de Michael Jackson.

La infancia es destino 

Nació en el seno de una familia promedio del condado de Gary, en Indiana (EU); hijo de Katherine, una madre que cojeaba como consecuencia de la polio, y Joseph, un operador de grúas con pocas posibilidades de superación. Se menciona frecuentemente que empezó su carrera de canto y baile desde los tres años, pero esta afirmación carece de lógica: un niño de esa edad no tiene la coordinación suficiente para cantar y moverse al mismo tiempo, aunque es un hecho que desde pequeño, probablemente a partir de los cinco, mostró un enorme talento, tanto musical como relativo a la quinestésica motora, lo que hacía que bailara muy bien.

El talento es una inteligencia y Michael clasificaba como un personaje genial; los genios no sólo repiten lo que el talento genera, sino que aportan su propio estilo. Y todo parece indicar que Michael no hacía más que cantar y bailar, es decir, ensayaba sobre su propio talento, y a expensas del mismo, vivió severas limitaciones, como no crecer en un entorno social adecuado: un niño necesita jugar con otros niños, prestarse juguetes y experimentar sentimientos propios de la edad. Probablemente él nunca tuvo la oportunidad de vivir esto, o lo hizo de manera muy limitada. Se vio inmerso de pronto en el mundo del espectáculo, sin desarrollar otras esferas, como la intelectual -de capacidades verbales- y la emocional. Lejos de tener una personalidad limítrofe, como se le ha etiquetado, nunca maduró como persona.

El villano

"Te hacía pedazos si te equivocabas en la coreografía. Así que no sólo estábamos practicando, estábamos nerviosos ensayando porque se sentaba en una silla con el cinturón en las manos, y si no lo hacías bien, te hacía pedazos", declaró la estrella para el documental Viviendo con Michael Jackson, de Granada Television, realizado por el periodista británico Martin Bashir con base en una serie de entrevistas durante ocho meses, entre 2002 y 2003.

Se han difundido muchas historias acerca del terror que Joseph Jackson infligía a sus hijos. Está la anécdota de que, un día, los asustó con una máscara mientras dormían, para que no dejaran abierta la ventana.

Ha sido demostrado que los niños que han sufrido abuso físico tienen dificultades para formar y mantener relaciones de largo plazo, así como una personalidad ansiosa y evasiva, esto es, realizan sólo aquello en lo que sienten que van a tener éxito y evitan los desafíos fuera de su zona de confort. Intentan probar que son valiosos a través de sobresalir en un área particular y acaban pensando que esa habilidad es la única cosa por la que valen. Pero todos hemos tenido en algún momento de la infancia un evento traumático. Lo más probable es que su padre no fuera un tipo tan malo, como actualmente se le pinta; más bien, Michael tenía una hipersensibilidad. Cualquier comentario como "eres un tonto" o "lo hiciste muy mal", o un golpe físico, le afectaba demasiado. Su padre pudo haber sido un hombre que explotaba a sus hijos por igual, a todos les decía lo mismo, a todos les pegaba, ¿cómo es que no afectó a los demás, pero en Michael tuvo un impacto permanente? Para él fue una figura que quiso complacer y quizá nunca lo logró. "Mi padre fue un genio como representante. Pero lo que yo realmente quería era un papá", declaró Jackson en un discurso ante la Oxford Union, en 2001. Entre lágrimas, agregó: "Si había dado un gran espectáculo, me decía que había sido un buen espectáculo. Si había estado bien, no decía nada".

sábado, 20 de agosto de 2011

Emotivo discurso de Michael Jackson en Oxford

Yo no soy una persona que tenga admiración por otras fácilmente y mucho menos soy fan de algo o de alguien, no llego a serlo por completo, pero Michael Jackson es una persona que admiro enormemente, un gran ser humano que de verdad era un ángel, una persona como ninguna otra con un corazón enorme. Más allá de su talento musical, más allá de don inato para el baile, más allá de todo eso, él era una persona que valía oro, una persona que debe ser ejemplo a seguir para muchos.

Michael viajó a Londres en 2001 para dar a conocer la Fundación "Heal the kids", misma que buscaba "sanar a los niños" y los lazos con sus padres. En la Universidad de Oxford dio el siguiente discurso que, para ser sinceros, logró sacarme muchísimas lagrimas.

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Texto original cortesía de la BBC de Londres
Traducción MJIADC: Knights of Neverland

Fecha: Martes, 6 de Marzo, 2001
Lugar: Universidad de Oxford, Londres, Inglaterra

Texto completo: Discurso de Jackson


"Gracias, gracias queridos amigos, desde el fondo de mi corazón, por esta bienvenida tan amable y entusiasta, y gracias a usted, señor presidente, por su amable invitación, la cual es un honor para mí aceptar.

También quiero agradecerte a ti en especial, Shmuley, que serviste como Rabino aquí en Oxford durante 11 años.

Tú y yo hemos estado trabajando muy duro para formar Heal The Kids (Sanar a los Niños), así como escribiendo nuestro libro sobre cualidades infantiles, y en todos nuestros esfuerzos has sido un amigo muy amable y me has apoyado mucho.

También quisiera agradecer a Toba Friedman, Directora de Operaciones de Heal The Kids, quien regresa esta noche a su alma mater donde fue rectora, así como a Marilyn Piels, otro miembro central del equipo de Heal The Kids.

Me siento humilde al dar esta conferencia en un lugar donde han estado figuras ilustres como la Madre Teresa, Albert Einstein, Ronald Reagan, Robert Kennedy, y Malcolm X.

Incluso he oído que la Rana René estuvo una vez aquí, y siempre me he identificado con el mensaje de René de que no es fácil ser verde.

Estoy seguro de que estar aquí arriba no le fue más fácil a él que a mí.

Hoy al pasear en Oxford, no pude evitar sino reconocer la majestuosidad y grandeza de esta institución, sin mencionar la brillantez de las mentes geniales y talentosas que han rondado estas calles durante siglos.

Las paredes de Oxford no sólo han alojado a los más grandes genios filosóficos y científicos también han escoltado a algunos de los más queridos creadores de literatura infantil, desde JRR Tolkien hasta CS Lewis.

Hoy se me permitió entrar al vestíbulo-comedor de la Iglesia de Cristo para ver a Alicia en el País de las Maravillas de Lewis Carrolls inmortalizada en los vitrales.

E incluso uno de mis compatriotas estadounidenses, el querido Dr. Seuss honró estos pasillos y dejó su huella en la imaginación de miles de niños alrededor del mundo.

Supongo que debería comenzar por enumerar mis capacidades para hablar ante ustedes esta tarde.

Amigos, no presumo de tener la pericia académica de otros oradores que han hablado en este recinto, así como ellos podrían presumir muy poco de su habilidad para hacer el moonwalk [paso de baile característico de Michael] — y como sabrán, a Einstein en particular le salía terriblemente mal.

Pero sí puedo decirles que tengo la experiencia de haber estado en más lugares y haber visto más culturas de las que la mayoría de la gente verá jamás.

El conocimiento humano no consiste solamente de bibliotecas de pergaminos y tinta — también lo comprenden volúmenes de conocimiento que están escritos en el corazón humano, esculpidos en el alma humana, y grabados en la psique humana.

Y amigos, he encontrado tanto en esta relativamente corta vida mía que aún no puedo creer que sólo tengo 42 años.

Seguido le digo a Shmuley que en años del alma seguramente tengo al menos 80 — y esta noche, incluso camino como si tuviera 80 [Michael tenía un pie enyesado].

Así que por favor atiendan a mi mensaje, porque lo que tengo que decirles hoy puede sanar a la humanidad y sanar nuestro planeta.

Gracias a Dios, he sido afortunado de haber logrado muchas de mis aspiraciones artísticas y profesionales a una época temprana de mi vida.

Pero estos, amigos, son logros, y los logros por sí solos no son sinónimo de quién soy.

Ciertamente, el niño alegre de 5 años que cantaba Rockin Robin y Ben a las multitudes no era indicativo del niño detrás de la sonrisa.

Hoy, vengo ante ustedes menos como un icono del pop, lo que sea que eso signifique, de todos modos, y más como un icono de una generación, una generación que ya no sabe lo que significa ser niños.

Todos nosotros somos producto de nuestra niñez.

Pero yo soy el producto de la falta de una niñez, de la ausencia de esa edad tan preciosa y maravillosa cuando retozamos juguetonamente sin un pesar en el mundo, gozando de la adoración de nuestros padres y parientes, donde nuestra preocupación más grande es estudiar para ese examen que tendremos el Lunes por la mañana.

Aquellos de ustedes quienes estén familiarizados con el grupo Jackson Five saben que comencé mi carrera a la tierna edad de 5 años y que desde entonces, no he parado de bailar o cantar.

Pero, aunque bailar y hacer música siguen siendo indudablemente dos de mis mayores alegrías, cuando era joven lo que más quería en el mundo era ser un niñito como cualquier otro.

Quería construir casas en árboles, tener peleas de globos con agua, y jugar a las escondidas con mis amigos.

Pero el destino lo quiso de otro modo y todo lo que pude hacer fue envidiar la risa y los juegos que parecían estar por todos lados a mí alrededor.

No había descanso de mi vida profesional.

Pero los domingos yo salía a hacer proselitismo, así se llama al trabajo misionario que hacen los Testigos de Jehová.

Y era entonces que yo podía ver la magia de la niñez de otras personas.

Como ya era una celebridad, me tenía que poner un disfraz que consistía de un traje obeso, peluca, barba y lentes y pasábamos el día en los suburbios de California del Sur, yendo de puerta en puerta o haciendo rondas en centros comerciales, distribuyendo la Atalaya.

Me encantaba entrar a esas casas normales suburbanas y ver en alfombras lanudas y sillones La-Z-Boy a niños jugando Monopolio y a las abuelas cuidando a los nietos y todas esas escenas ordinarias y maravillosas de la vida diaria.

Muchos argumentarían que esto no parece ser la gran cosa. Pero para mí era cautivador.

Solía pensar que era único en sentir que me faltaba una niñez. Creía que de hecho, sólo había un puñado de personas con quienes podía compartir esos sentimientos.

Cuando conocí recientemente a Shirley Temple Black, la gran estrella infantil de los años 30s y 40s, al principio no dijimos nada.

Simplemente lloramos juntos, pues ella compartía un dolor conmigo que sólo conocían personas como mis amigos cercanos Elizabeth Taylor y McCaulay Culkin.

No les digo esto para ganarme su simpatía, sino para señalarles mi primer punto importante a tratar — no sólo estrellas infantiles de Hollywood han sufrido de una niñez inexistente.